Lo que creo que ha debido pasar es que, con la gota fría y fuerte crecida
del arroyo, se ha labrado un surco, y el cauce a esta altura se ha debido
estrechar. En fin, sigue siendo un enclave mágico, con duende, que merece la
pena visitar, pero la cascada ya no luce igual de colorista que
antaño.
De la charca de las Tortugas, subimos un fuerte repecho y nos trasladamos a
la famosa fisura de Hondares, de la que en noviembre, cuando pasé por aquí,
sin introducirme en la hendidura, decía en aquella entrada que: nos
enfrentamos a la popular grieta de unos veinte o treinta metros de longitud,
donde muchos senderistas que recorren estos parajes, gustan de hacerse una
foto y recorrerla, mientras la estrechez de sus paredes en relación al
volumen de su chasis se lo permite. Según los geólogos, nos hallamos ante
una falla en desplazamiento de rumbo o desgarre.
Salimos de nuevo a la luz. Me hubiera gustado llegar al menos hasta el
cortijo de Hondares de Abajo, pero cuando uno va en grupo, tiene que
amoldarse a los designios de la mayoría o del que vaya haciendo de piloto,
sobre todo, teniendo en cuenta, que los cinco teníamos interés en llegar a
una hora prudencial a casa para la comida familiar del domingo.
Postreras fotos a este bonito cuadro de los característicos elementos que
conforman el Barranco de Hondares, incluidos sus olmos y los cortados del
Calar de Sevilla, donde más o menos tiene su nacimiento el arroyo de
Hondares. Así pues, a paso ligero, con buen criterio, decidido por el guía,
salimos pitando por el mismo itinerario del seguido a la ida. La bajada
siempre es más llevadera aunque hemos se seguir concentrados en cada vadeo
del riachuelo, no sea que acabemos con nuestros güesos y todos los
pertrechos en el susodicho.
A velocidad casi de trote cochinero, estamos de vuelta en el Puntal del
Fraile. Nos hemos cruzado con varios grupos de senderistas que resulta
probable que lleven el mismo destino del que nosotros venimos. El calor del
bien pasado mediodía, ya se deja sentir, y por esos repechos convertidos en
un canchal, que ahora nosotros bajamos, nos produce cierto alivio el no
estar en la piel y piernas de quienes los suben, que parecen sudar la gota
gorda, a juzgar por sus gestos crispados de esfuerzo, con el lorenzo
atizándoles las costillas; que ya lo dice el refrán, a quien madruga, la
cuesta siempre con la fresca...😅
Hemos llegado a los coches, sin novedad, y por ese camino de cabras lleno
de hoyos en que se ha convertido la pista hasta el camping, ponemos proa
hacia Cehegín, con los depósitos de la serotonina a tope, habiendo
disfrutado a norre, de la caminata, de la Pachamama, y por ende de la
fotografía. No se me ocurre mejor plan que este para pasar una mañana de
domingo.
Unos días antes, me había dado un garbeo por el camping de La Puerta de
Moratalla, que me habían dicho que también se habían producido daños por
causa de la reciente gota fría que hemos padecido por el noroeste murciano, y que el sendero que discurre a la vera del río, una
vez llegado al final del camping, se hallaba impracticable. De hecho,
había quedado cortado a la altura del azud. Y del ratillo que estuve deambulando por tan coqueto espacio natural, lo
que sigue es lo que pude cosechar.
La crecida tuvo que ser fortísima porque hasta se llevó parte de la
barandilla del puente. Por aquí, allá y acullá, sobre todo por los senderos
contiguos al río Alhárabe, existen cintas restringiendo el paso por
socavones y riesgo al corrimiento de tierra.
Para hacernos una idea, alguien graba un vídeo con el tlf, de las aguas
torrenciales que en ese momento estaba recogiendo el río Alhárabe, a su paso
por el camping. Creo que se trata de una avenida posterior a la fuerte de, creo entender que dice de octubre, que entre otros desperfectos, se había llevado parte de la pasarela del puente. La
reportera decía que afortunadamente, las parcelas del camping permanecían
intactas.
FINAL DE LA CUARTA PARTE
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