Un domingo de primeros de abril, acudía yo al encuentro de los amigos
senderistas porque tenían programada una excursión, que partiendo desde los baños de Somogil, ascendía por el curso del arroyo de Hondares hasta llegar
a la Poza de las Tortugas y la "grieta o fisura", que como recordarán los que se
pasan por aquí de vez en cuando, ya había visitado en fechas recientes (el
pasado noviembre), pero en aquella ocasión, iniciando la caminata desde
Zaén de Arriba. Como quiera que unos días antes, me había dado un garbeo por
el camping de Moratalla, y había tomado unas fotografías, a ese tramo tan
bonito del río Alhárabe que existe en sus dominios, pues me dije, la
ocasión la pintan calva para completar un buen y completo reportaje que
pueda subir a mi blog. Y aquí me hallo, para dar rendida cuenta, de aquella
excursión, hecha con los amigos Cehegineros, para
finalizarla con las fotos que tomé en el río Alhárabe y Somogil unos días antes. Fiel a mi desmedida costumbre, albergo nula intención de racanear con las fotos.
En la imagen de abajo, cruzando las aguas procedentes del barranco de Ubacas.
Aquel domingo, acudimos a la cita de los Amigos Senderistas, Pedro, Mariano, Sene,
Fernando y el menda que suscribe. El tramo de pista desde el camping hasta
el lugar donde dejamos los coches, unos metros antes de la junta del río
Alhárabe con el arroyo de Hondares, está criminal. Con algunos socavones traicioneros, corrimiento de tierra y
baches profundos. Requiere de una reparación urgente con la niveladora, al igual que muchas otras pistas y caminos del noroeste murciano, dada la reciente gota fría que han tenido que soportar, dicho sea de paso.
En la siguiente imagen, la Sierra del Frontón, aquella en la que me tropecé con esos dinosaurios tan simpáticos, fruto de los experimentos llevados a cabo por el doctor Parreño. Lo último que he sabido de él es que le dio un patatús y se ha quedado medio lelo. Era previsible que algo así le pudiera suceder.
Acercándonos a El Somogil.
Y como también portaba mi cámara de acción, pues encuentro oportuno, insertar a continuación, un vídeo editado en el que se recogen las jugadas más interesantes de
nuestra excursión de aquel día.
Helo👇
Los baños se hallaban pletóricos, recogiendo a raudales, las saltarinas y estrepitosas aguas procedentes del arroyo de Hondares.
Nuestro afable amigo Mariano
El paraje, como se puede apreciar, es muy coqueto. Pero en época de sequía, suele ser frecuente, que se halle completamente seco, o con agua estancada en la poza de color verde oscuro, que invitan muy poco al baño. Por eso, hay que aprovechar la coyuntura, su fugaz belleza, lo exuberante del lugar, incluso el baño, porque en nuestra tierra, o te mueres de sed o te ahogas, no hay otra.
Al respecto de este paraje, Ricardo Montes Bernárdez, en su libro El agua a lo largo de la historia, en la región de Murcia, nos decía:
Tiempo atrás, el Somogil –poza situada en el barranco de Hondares que desembocaba en el río Alhárabe- era el lugar de “veraneo” de los moratalleros por el atractivo que suponían sus aguas termales cuya temperatura estaba en torno a los 20º e indicadas, además, para afecciones de la piel; y también por el entorno montañoso del lugar donde acostumbraban a pasar varios días en familia y entre amigos y vecinos.
El dueño del paraje construyó varias casetas adosadas lateralmente – espacio cubierto que constaba, simplemente, de una sola pero amplia habitación- para alojamiento, previo pago del “alquiler” o “cuota” establecida.
Para la gestión, mantenimiento y “atención al cliente”, había un encargado que se ocupaba de ello; incluso se desplazaba al pueblo para hacer compras y traer a los “veraneantes” los encargos que le hacían. La familia ocupante del habitáculo distribuía el espacio, según sus necesidades, con mantas o sábanas a modo de tabiques, destinando cada espacio a un menester: dormitorio –durmiendo en el suelo- despensa, comedor, cocina, etc., utilizándose también la calle o exterior para cocinar y comer, fundamentalmente.
Quienes no podían o no querían estar en una caseta, colocaban grandes telas entre los árboles cercanos a modo de sombraje y allí pasaban los seis, siete o más días, entre la naturaleza, durmiendo en el suelo. Por las noches, los “veraneantes” solían agruparse en torno a una pequeña hoguera cuyas brasas servían para asar unas patatas, carne o ambas cosas.
Entonces, mientras esos alimentos se cocinaban convenientemente, alguien pulsaba las cuerdas de una guitarra, bien acompañando la melodía de un laúd o bien a cualquiera de los reunidos que cantaba una canción, siendo también habitual la organización de un baile… y cualquier otra actividad de entretenimiento como el relato de historias, sucesos, chismes…
Respecto al baño en el pozo termal de El Somogil (o Semogil, que también se decía) en aquéllos tiempos había una costumbre muy curiosa: no podían bañarse juntos o al mismo tiempo hombres y mujeres salvo, en casos muy excepcionales, matrimonios. Por eso, el baño se hacía por turnos: un tiempo para hombres y otro para mujeres, según el orden acordado. Los cambios de turno se anunciaban por el encargado desde lo alto del montículo mediante el toque de una trompetilla existiendo “toques” distintos para distintas situaciones como era, por ejemplo, el de aviso en el turno de mujeres ante la “proximidad” de algún hombre al pozo.
Según cuenta la tradición oral, tiempo atrás las mujeres se bañaban prácticamente vestidas y como la economía no era muy boyante, en algunas ocasiones confeccionaban “trajes de baño” con los sacos de arpillera. El vecindario moratallero ya no suele “veranear” allí desde hace años, por lo que el lugar quedó tristemente en abandono, permaneciendo su entorno y estampa para el recuerdo y añoranza de tiempos pasados. No obstante los visitantes que conocen el lugar, suelen acudir en cualquier época del año a disfrutar de estas aguas termales de El Somogil.
Mariano y Pedro, este último, el amigo que hoy nos hacía de guía.
Sene, la esposa de Fernando, también disfrutando del fragor de las aguas en este singular paraje que conforman los baños termales de Somogil.

Aquí, emulando a la Garza Real.
Fotos tomadas con el disparador automático de la cámara.
Y después de visitar tan bonito rincón, proseguimos arroyo arriba, teniendo que vadear el riachuelo, tropecientas veces, en virtud de lo que nos demandara el avance, ora por la derecha, ora por la izquierda, ahora me cruzo, de piedra en piedra hacia la otra margen, me caigo, no me caigo, estoy a punto de hacerlo, meto la zanca en el agua, uff por los pelos, me he librado...lo que hizo de la actividad, algo ameno y divertido; por descontado, puso a prueba nuestro sentido del equilibrio.
Que yo recuerde, hay que sortear dos o tres repechos, por una pista infernal (en el vídeo se deja constancia de ello), que ha triturado la gota fría, que discurre por la margen izquierda del arroyo. Aunque de vez en cuando, desde el camino, se observa un sendero que desciende hacia este. Ello significa que tenemos otro rincón seductor que visitar de los muchos que se suceden en esta bonita y vivificante excursión fluvial.
Fernando y Sene, sosteniendo un descomunal pedrusco que amenaza abatirse sobre ellos.
Nos introducimos por un bosque de pino carrasco, rico en lentisco, enebro, sabina, etc. El camino se aleja ligeramente del arroyo y aumenta vertiginosamente su pendiente. En este observamos los estragos que ha causado la fuerte avenida de las aguas, provocando profundos socavones, casi trincheras y corrimientos de tierra, amén de desprendimientos de rocas que se han ido amontonando en la pista. Vemos también un pedrusco enorme, depositado en medio de esta y pinos arrancados de raíz, atravesados en el camino. En los cantiles de la Loma Larga, observamos el vuelo majestuoso de varios buitres que tal vez procedan de Mojantes. Entretanto, sobrepasamos los vistosos Puntal del Fraile y del Tío, que no me resisto de fotografiar hasta la saciedad.
El inconfundible, Puntal del Fraile, como se puede observar, con forma de nazareno o cucurucho.
FINAL PRIMERA PARTE
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