Llevo un tiempo que
alterno la saludable actividad andarina con la no menos beneficiosa ciclista y por ello,
entre otros, tengo un circuito circular y rompe piernas, que cuando me encuentro con ganas, me atrevo con él, porque, sobre todo, la última parte del recorrido, supone una exigencia física pero también un disfrute constantes. Aunque a lo largo de los años, lo he realizado en
infinidad de ocasiones, y por tanto, estoy muy familiarizado con su paisaje,
cuando enfilo hacia La Copa, Arroyo Hurtado, La Jabalina, Collado del Zurrón y
Cañada de Canara, etcétera, me resulta inevitable distraer la mirada de
la pista asfaltada para recrearme una vez más, en la bella y ubérrima campiña
circundante.
Tras superar la aldea de Arroyo Hurtado, que a media mañana, todavía se halla en penumbra, por la sombra proyectada del cabezo Horcajo (564m), enfilo una vaguada y en vertiginosa bajada, rebaso el arroyo que otorga su nombre al mencionado villorrio. Giro a izquierdas y entonces afronto un terrible cuestarrón que me pone las peras al cuarto. Tengo que quitar desarrollo y si me pilla laxo de piernas, hasta tengo que meter molinillo. Mi bicicleta es coetánea de los fenicios y por ello, la combinación disponible entre platos y piñones, de la época en que se inventó la rueda.
Al poco de superar los
llanos de La Casa Alta, viene un cruce, en las inmediaciones de El Chaparral,
pedanía ceheginera, que si echas hacia las Casas del tío Felipe, encaras el
camino hacia Cehegín y si tuerces a la derecha, te diriges hacia el Cortijo de
los Carrascos y La Jabalina. Dependiendo de las ganas y por ende las fuerzas,
que en ese momento me acompañen, antes de llegar a este cruce tengo que decidir
si alargar o acortar la tirada.
Aquel día mi decisión fue alargar el itinerario y echar por La Jabalina. Tras sortear el río Quipar, comencé a contemplar con cierto deseo goloso, esa frondosa masa forestal que se ofrecía a mi derecha. ¿Y si le diera una oportunidad en plan senderista a este contorno que apenas conozco?
¡La virgen cana!, me
dije, una vez puesto sobre el mapa; ¡menuda mancha de montes hay por
aquí...! ¡Mañana me doy un garbeo! Y así lo hice. Consulté en Wikiloc un
recorrido que seguir, y no hallando nada adecuado a mis intenciones, tracé a
lápiz virtual sobre el Mapsource, mi propio recorrido, disponiendo llevarlo a
efecto al día siguiente.
Aquella primera
excursión se convirtió en una verdadera odisea. "La primera en la
frente", expresión que se suele utilizar cuando te encuentras un obstáculo
o tropiezo a las primeras de cambio. Y nunca mejor escrito porque una cosa fue
establecer sobre el mapa el recorrido a seguir y otra muy distinta el poder
llevarlo a cabo. Toda la circunscripción forestal se encuentra acotada por
proliferación de insalvables alambradas cinegéticas, tantas como
cotos existen en la demarcación, de manera, que te
adentras monte a través enfilando hacia una cumbre, buscando más tarde un camino
que observas en el gps, te permite salir a terreno firme y fluido, cuando de pronto, tropiezas con un cercado que te impide el paso, y la impotencia y cabreo pueden ser mayúsculos, por cuanto ya fatigado, tienes visualmente a escasos metros la pista y te resulta imposible alcanzarla. ¡La verás pero no la catarás!, que diría aquel o aquella, con
cierto recochineo. Me río yo de aquella obsoleta expresión del "que no se le pueden poner puertas al campo". Vaya si se le pueden poner, y con kilómetros y kilómetros de anchura para que no la pueda traspasar ni un gato.
Aquel primer día la
idea era dejar el coche en las cercanías del yacimiento íbero; andar la pista
de La Jabalina hasta situarme justo enfrente del cerro de la Albaidosa, y por
esa senda que se observa en el mapa, alcanzar su cima y luego bajar hasta el
collado, coger el camino de las Casas Coloradas y porfiando en el trazo circular, coger la pista del collado del Acebuchal, intentando coronar el
cerro de los Villares, monte a través, ya que se ve que a su misma cima, llega
un camino que pasando por el Acebuchal viene del cortijo de los Carrascos. Una vez desde este, el coche lo tendríamos a la vista.
Pero que si quieres arroz catalina, mi gozo en
un pozo porque la senda de la Albaidosa quedaba dentro del perímetro delimitado
mediante cerca de una explotación agrícola. No obstante, a fuer de ser el que suscribe, más terco que
una acémila, no desisto y siguiendo la línea de valla, matojos a través, alcanzo la cima.
Como se puede observar, a poco que nos elevemos unos metros, el paisaje campestre que se nos ofrece a la vista, es digno de admirar. Campos de labor muy bien cuidados, yo diría que hasta mimados. Asomando el Almorchón ciezano, que en este capítulo y en los siguientes nos saldrá hasta en la sopa. Su cara SO que será la que más se nos ofrezca desde nuestra posición y radio de acción, constituye todo un espectáculo para la vista.
El As de Copas (sierra de Quipar), Campanario y sierra de las Cabras
Cara norte de sierra de Mojantes (1612), techo de Caravaca
Sierra del Buitre (1427m) y sierra de Los Álamos (1453m)
Peñarrubia Caravaqueña
Sierra del Molino (825m), de Calasparra
Lomo de La Albaidosa (565m). ¡Vamos a recorrerlo!
Puesto de cazadores (nido de escopetas)
Cerro de Los Villares (609m) y el Acebuchal (456m)
Divisando en lontananza la forma volcánica del Cabecico del Trigo, donde también estuvimos
Canteras de mármol en la sierra de La Puerta
Encaramador (638m)
Estos días, nuestras pupilas se han deleitado de lo lindo, disfrutando de este inmenso manto de verdor que viste y engalana a esta incomparable región. Sin duda, hasta ahora la había subestimado por la aparente rechonchez de sus cimas, dado que aún la máxima altura sita en el Encaramador, está por debajo de cualquiera de los puntos que uno puede recorrer por entre los caminos o sendas de Burete (1191m).
Así pues, apenas conocía la comarca. Pero cuando ya desde el primer día atisbé desde La Albaidosa, la magnitud arbórea que se extendía a mis pies, me dije, ¡la virgen qué espectáculo...! A este territorio hay que hacerle una exploración más exhaustiva, que seguro merece la pena. Pero el cometido no iba a resultar tan sencillo como yo esperaba si tenemos en cuenta, que aunque logré coronar Los Villares, sin mayores problemas, me tropecé con un cercado que se extendía kilómetros hacia un lado y otro de donde yo me encontraba. Un vallado, el del coto de los Villares, yo diría que insalvable, sopena de dejarte los cataplines ensartados en los alambres durante el intento. Es que se observa claramente que a la altura original del cercado, le han añadido un suplemento, que lo hace más complicado de franquear. Salvo si vas equipado con unos buenos alicates de tronchar alambre, que entonces la operación sería cantar y cortar.
La iglesia de la Magdalena de Cehegín, canteras de mármol de Peñarrubia (en desuso) y la sierra de Mojantes
Pero el senderista respetuoso con el medio que le rodea ha de mostrarse pacífico, empático, comprensivo, resiliente (aggggghh) ya que se trata de cotos de caza de naturaleza privada cuyos titulares están en su derecho de conservar lo que habita dentro para protegerlo de lo que pulula fuera del cercado. Estos días he visto algunos ungulados (ciervos enormes que parecían caballos, cabras) que supongo los sueltan por aquí para que críen y más tarde darles muerte cuando ya son adultos. Respecto a la suelta de piezas de caza o repoblaciones en cotos intensivos de caza, como deben ser estos que hay por aquí, he leído que Medio Ambiente prohíbe la introducción de especies o razas geográficas alóctonas cuando éstas sean susceptibles de competir con las especies silvestres autóctonas, alterar su pureza genética o los equilibrios ecológicos.
Me gustan los animales y les profeso verdadera devoción pero no me identifico con esa nueva religión que llaman "animalismo" que pretende equiparar en derechos y conciencia de sí a los de cualquier ser humano. Por demás, los cazadores son necesarios porque si hay un colectivo que realmente cuida el monte y a los animales que habitan en él, son precisamente estos. Bebederos y comederos se suceden sin cesar y creo honestamente que coadyuvan al equilibrio y mantenimiento del ecosistema. Por supuesto que como mero senderista, me fastidia encontrarme grandes extensiones de monte acotadas que me impiden el paso y no puedo andar, pero la propiedad privada es lo que tiene y así hemos de aceptarlo. ¡Será por montes y sierras de carácter público donde poder patear a pajera...!
Anduve en un sentido y otro de la alambrada a ver si podía sortearla sin infligirle daño al vil elemento o a mí mismo, pero no lo vi factible. De modo que, durante mis pesquisas, tropecé con un antigua senda, bien definida de la que se infería, había sido muy utilizada en el pasado, por ciclistas de montaña. La seguí en dirección norte, contraria a mis intereses, acercándose peligrosamente la hora del rancho.
La senda era una virguería, lástima no haberla conocido en sus momentos de mayor esplendor y tránsito, antes de la construcción del fastidioso cuerpo obstaculizante.
Esa senda desembocó en una pista muy solitaria que parecía no tener excesiva frecuencia de paso. Entonces pude coger la dirección sur que me interesaba.
Todo parecía indicar que el camino me iba a dejar en la pista de la Jabalina, muy cerca del coche. Estaba salvado y llegaría a buena hora para comer. Ni cobertura ni batería, no podía avisar de la demora, pero ya no importaba.
Calculaba no mucho más de diez o quince minutos para llegar al auto y de pronto, la misma recalcitrante verja, y el camino sellado con una puerta de doble hoja, ¡ahhhhhh! A todo esto, pasadas las dos y media de la tarde y ganas me entraron de sacar los alicates (¡noooo, es broma, sería incapaz de hacer algo así!). Siguiendo la línea de la valla a mi derecha, que continuaba casi por el lecho de un barranco, me propuse, guiado por el gps, detenerme justamente enfrente de donde se hallara el coche, decidido a saltar la valla, costara lo que costara, aunque me dejara parte de las gónadas en el empeño.
Pero oh, milagro, la cerca tuerce súbitamente hacia el sur, en dirección a la carretera y al poco, doy con una senda que lleva esa misma dirección. En diez minutos, llego al coche; son las tres de la tarde. Enchufo el móvil al mechero, espero que cargue un poco para avisar que estoy sano y salvo, que llegaré en quince minutos a casa.
¿Pero adonde llevará esa senda si la cojo en dirección norte? He logrado diseñar un circuito circular de aproximadamente dieciocho kilómetros, que discurre por entre caminos y sendas, muy agradables y poco exigentes de patear, que atraviesa gran parte de estos contornos, que elude algunos cotos y por ende el vallado que jalona buena parte de esta bonita e interesante región.
Las entradas de blog que vienen a continuación, tratarán de ilustrar mediante imágenes a norre, secciones del recorrido y de otros emplazamientos aledaños a este, ya que me he dedicado estos días a hacer excursiones recorriendo los lugares que más han llamado mi atención. Si te parece atractiva mi propuesta, no tienes más que seguirme. Damos por concluido aquí, el primer episodio de esta nueva aventura en Mi Viky y Yo.
FINAL PRIMERA PARTE
No hay comentarios:
Publicar un comentario