La formación montañosa alargada que oculta parcialmente La Sagra es El Calar de Montilla o de los Mirabetes, donde existe una antigua cantera de mármol ya abandonada. Tiene dos picos, calares chico y grande a 1756 y 1778 metros respectivamente. Mi idea era al regreso, hacerle un recorrido rápido de ida y vuelta para tomarle unas fotos sin obstáculos físicos, a toda la extensión de La Sagra. Pero un contratiempo de índole doméstico familiar (avería de coche) me obligaría regresar antes de tiempo.
Supongo que en la antigüedad, sendas atalayas, tanto las del Calar como la de los Castellones, serían utilizados como torres vigía para otear el horizonte en prevención de ataques enemigos.
Aquel día llevaba unos prismáticos que rentabilicé muy bien.
Yo siempre he pensado, que si exceptuamos la parte físico técnico deportiva, sobre todo en situación de nevado, de ascensión a La Sagra, el paisaje divisado desde arriba me parece de lo más monótono y anodino. Caso muy distinto es el horizonte visto desde su entorno más inmediato, mirando hacia ella que forzosamente todo lo ensalza.
Me hallo justo en el collado, entre ambos castellones, donde supongo se ubicarían en la antigüedad, los asentamientos humanos argáricos, anteriores a estos y más tardíos.
El castellón chico parece inexpugnable a simple vista.
Como preveo que Hulk andará ausente durante una larga temporada, le di gusto a su innato postureo, para que acallara esa bocaza y gesto que tiene de eterna cólera y cabreo. Qué agustito me voy a quedar cuando se dé el piro. ¡Si se piensa que lo voy a echar de menos, va apañao!
Ahí está el bicho protegiendo su harem, que dio cuatro pasos hacia mí provocando mi momentáneo acojone. Hasta que no puse tierra y cierta altura de por medio, mis pulsaciones no se recobraron.
Es que será manso y todo lo que tú quieras pero con semejante aspecto, yo lo hacía Miura o Marqués de Domecq por lo menos. Y si encima lo ves enfilar hacia ti...se pensaría el morlaco que le iba yo a disputar alguna de sus nenas. ¡Tranquilo hombre, que huyo de todo lo que presente cuernos!
La cima del Castellón de los Mirabetes, a unos nada desdeñables 1939 metros de altura, es muy transitable y por descontado, acogedora si no sopla en exceso el viento. Ofrece vastos horizontes despejados en derredor y representa una verdadera delicia su disfrute. Es un punto de la ruta que merece una contemplación pausada, ahora bien, si se patea el área de la cumbre, hay que tener precaución con los cortados que la circundan. Por lo demás, es lugar propicio para la expansión sensorial.
Enorme grieta en forma de chimenea en la cumbre del Castellón de los Mirabetes.
¡Qué bien lo pasé aquí, cuanto lo disfruté! ¡Daba pena abandonar el lugar! Desde este enclave podemos otear en la distancia, aparte los Calares y La Sagra mirando hacia el sur, Cazorla-Segura al norte, Tornajuelos al oeste y las montañas de Murcia en lontananza hacia el este.
En fin, un apacible y solitario lugar que me agradó mucho, esa es la verdad. No descarto volver.
Aquí podemos apreciar bastante bien la extensión del Calar, que he visto en algún lugar denominado de Montilla y en otro de Mirabetes. A la izquierda de la imagen, una antigua explotación marmolera ya en desuso.
En esta toma, la ubicación del Cortijo de Mirabetes, en perfecto desempeño operativo. De aquí procede la extensa ganadería bovina que se observa pulular en toda la dehesa y un enorme mastín, que te ladra estentóreo en la distancia pero que cuando te aproximas y le hablas en tono amistoso, se acerca a ti moviendo la cola, esperando que lo acaricies y te acompaña hasta los límites de la verja para despedirte. No acerté a tomarle una foto ni me di cuenta si era macho o hembra, pero no temas por el perro del Cortijo de los Mirabetes si vienes por aquí. El rabadán, con el que estuve departiendo un buen rato al paso del rancho, también es agradable y de trato muy afable.
Regresando de la cumbre del Castellón más alto, ya con menos temor a que el toro fuera de lidia. Aún así, procuré eludirlo por la derecha todo lo que me permitió la orografía del terreno.
Hombre prevenido vale por dos.
Enfilando hacia el cortijo, por una senda oculta que se va adivinando solo durante el avance.
El castellón chico.
Situados enfrente de la cantera
Otro astado, con el que me crucé, de aspecto menos fiero.
Al cruzar el barranco Maguillo, ya en la vaguada, una vez dejado atrás el cortijo, hemos de coger el camino que sube a la cantera de Los Calares, mientras un vallado cinegético nos va escoltando a nuestra izquierda. Hay que estar atentos, porque cuando el camino comienza a empinarse de veras, hay que torcer hacia la alambrada porque existe una cancela que permite el paso hacia el otro lado. Un enorme mojón formado con una montaña de piedras, nos indicará el punto exacto donde se halla la puerta. Desde aquí la senda hacia la pista que se observa en la fotografía y que nos conduce de nuevo al hotel de los collados, está bastante difuminada, es más bien una trocha, pero encontraremos dispuestos algunos mojones que si no llevas gps te pueden ayudar bastante para elegir el trazado más comodo hasta conectar con el esponjoso camino que de esta suerte encontré por las lluvias recientes.
En este momento, una vez superado el tramo ingrato de la bajada desde los calares, solo toca seguir disfrutando de la caminata y de las vistas hacia la siempre colorista y espléndida Sagra.
Mirando hacia La Puebla y los campos aledaños
Algunos singulares efectos con el astro rey, que siempre nos pilló de frente.
Reclamando el artífice de este reportaje su humilde cuota de pantalla
La Sagra, luciendo como siempre y en cualquier momento y ocasión, en todo su esplendor.
Fotografías tomadas con el móvil, donde se aprecia la recia refulgencia proyectada sobre la montaña mágica, fuente de luz y vida que es nuestro sol, del que dependemos hasta para lo más insignificante de nuestra efímera existencia.
Y con esto y un bizcocho...
¡HASTA LA PRÓXIMA AMIGOS!
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