En mi humilde opinión, la diferencia más obvia que existe entre un trailero que participa en carreras por montaña y un paparazzi senderista, radica en que este último, no solo transita por los senderos, rastros y caminos que atraviesan los montes, algo más tranquilo que aquel, sino que tiene más tiempo para la contemplación del paisaje. De hecho, el primero es que ni se fija en él pues bastante tiene, a la velocidad en que se mueve, con no caerse de trompa y partirse los piños.
El senderista pausado sin embargo, alza la mirada y observa en la distancia, los cerros que tiene frente a sí y se pregunta, qué pico será aquel, dentro de qué sierra estará comprendido…para antes o después, consultar el mapa, situarse y ponerles nombre.
Fue desde la muela de Codoñas donde me surgió la duda acerca de qué monte serrano sería aquel que veía delinearse sobre el horizonte a la izquierda de las antenas de Ricote.
De esta manera descubriría más tarde que se trataba de la sierra del Oro y que desde esta al Cerro de la Atalaya, mediaba una apreciable distancia, es decir, que no se hallaban yuxtapuestas, tal y como yo suponía, aunque sí próximas, conectadas entre sí por ancestrales caminos y sendas. No obstante, me quedaba claro que por la Atalaya, dada su cercanía a la sierra del Oro, había que darse un garbeo.
Yo conocía Cieza desde que en 1991 anduve laborando por allí. Recuerdo que dos veces por semana, solía quedar con un amigo para correr, y el entreno consistía en salir del pueblo, pasando al otro lado del río por el puente del Alambre, alcanzábamos el tramo de senda en subida tan frecuentado como popular que llaman zigzag, y a través de este, se llegaba al collado donde se halla enclavada la ermita del Buen Suceso. Luego seguíamos por la carretera y le dábamos la vuelta a todo el cerro para volver por la senda del Paraíso, bajando por el zigzag de nuevo a Cieza. A veces hasta le dábamos varias vueltas. Alguna vez, trepamos hasta donde se encuentran las ruinas de la alcazaba (castillo) para admirar el paisaje mientras nos zampábamos un plátano. Pero siempre me quedé con las ganas de subir hasta lo más alto, coronando el Pico de la Atalaya que divisábamos a nuestro frente por el oeste.
Como toda España, Murcia atesora rincones de asombrosa belleza que con solo sentir un poquito de curiosidad, es fácil descubrir. Y en particular Cieza, es uno de esos lugares que sorprenden, dado su rico y vivo patrimonio cultural. Guarda muchos tesoros arqueológicos que abarcan diferentes épocas históricas: pinturas rupestres, poblados íberos, restos romanos, y la Medina Siyâsa (ciudad árabe), que domina el actual emplazamiento de Cieza desde la falda del castillo y cuenta con exposición permanente en el museo de la ciudad. El enorme peñasco de La Atalaya que hoy visitaremos, le confiere a la ciudad, un sello de distinción orográfico inconfundible, formando un auténtico murallón rocoso, que se eleva desafiante y orgulloso, justo encima de la población.
Hoy, para esta excursión, utilizaremos como guía del camino un track del autor de Montañas del Sur. Si alguien siente la curiosidad de clicar al enlace de su blog y echar un vistazo a la crónica, comprobará que el eximio montañero, realiza el recorrido con su pareja, acompañados ambos de su inseparable perro Moss. Los ciezanos patearon el cerro en aquella ocasión, culminando una integral a todos los picos anejos que conforman el cerro de la Atalaya de Cieza. Tras la lectura del delicioso reportaje, este invitaba a emularlo y ponerse en marcha cuanto antes. Ahora bien, había que adecuarlo, adaptarlo a nuestras propias circunstancias y necesidades. Nosotros obviamos una parte del recorrido, la del principio y final, conectándonos a él a la altura de la coqueta senda que llaman del Paraíso.
Dejamos el coche a la orilla de la carretera del santuario, a la sombra de unos pinos y una vez encajados los apechusques sobre la espalda y los hombros, iniciamos la marcha. Ya se comprueba que el Almorchón, parece ubicuo, nos sale por todos lados y se deja querer.
Al poco se nos ofrecen las primeras vistas hacia la villa de Cieza que invita a retratarla. La cámara no se hace rogar y atiende solícita la invitación.
Ya observamos fascinados, las caprichosas circunvoluciones, los meandros que describe el río a su paso por la villa de Cieza.
Cieza está rodeada por extensos valles por donde transcurre el Río Segura y por un paisaje montañoso que advierto y percibo espectacular. Aprovechamos, ahora que todavía el astro rey no ha alcanzado suficiente altura, para atraparle una foto en sombra a la inconfundible silueta de la Atalaya.
Abrimos el diafragma lo suficiente para atrapar más luz y verificar así el tono y textura real de su relieve.
Aprovechamos el potente zoom de la cámara para acercar casi a la altura de nuestros pies la basílica de Nuestra Señora de la Asunción, sita en la Plaza Mayor.
Es un edificio de culto religioso que he leído para informarme, consta de tres naves, la central fue reedificada en el siglo XVIII sobre una iglesia anterior, cuya fecha de construcción se sitúa en el último cuarto del siglo XV. En el año 1492, se comenzaron los cimientos de la que hoy es Basílica, teniendo la entrada por el atrio de San Pedro, abriéndose al culto el 12 de octubre de 1526.
Seguimos avanzando por una pista a media altura de la sierra, poblada de pinos, que entre lo claros de sus ramas nos permite disfrutar de unas privilegiadas vistas hacia la ciudad. Ya podemos colegir lo exuberante de su ubérrima huerta, desde tiempos ancestrales, siempre muy bien regada.
A las puertas del collado, ya se nos ofrecen las primeras vistas hacia el cerro donde se encuentra asentada la alcazaba mora.
El flanco este del Cerro de la Atalaya
Al poco tenemos a la vista, no solo La Alcazaba, sino también la Ermita de la Virgen del Buen Suceso
En el collado de la Atalaya, junto al cerro del Castillo, se encuentra la ermita de la Santísima Virgen del Buen Suceso, patrona de la localidad desde el siglo XVIII. La ermita, construida entre 1962-1963, no es solo importante por lo religioso, sino también por su valor paisajístico, al servir como punto de observación hacia el Valle de Ricote y Cieza. Dispone de una zona de merendero que se columbra muy propicia para amenos piscolabis con la pareja, familia o amigos.
La imagen que desde nuestra posición nos ofrece la Atalaya nos parece espectacular y por ello nos recreamos en ella a tutiplén.
Cieza vista desde el mirador de la Cruz
La sierra del Oro, donde estuvimos hace unos días y a la izquierda del pico (vértice geodésico) que despunta, barranco del Malojo en el que, un poco más y acabo pipiricojo...!
Subiendo al Cerro del Castillo, confluyen dos elementos tan distintos como importantes para la población ciezana, como son la alcazaba árabe, comúnmente conocida como "el castillo", y la Ermita de la Virgen del Buen Suceso.
La alcazaba sirvió de estratégico punto de vigilancia durante el periodo árabe, al igual que como lugar de protección y refugio para la población de Medina Siyâsa, ubicada a sus pies y a la que quedaba conectada mediante una muralla de mampostería de lienzos aun visibles en algunos de sus tramos. Su importancia aún se percibe a mediados del siglo XV, participando en las luchas internas de la familia Fajardo por el adelantamiento del Reino de Murcia, lo cual al mismo tiempo provocaría su destrucción. Aun así, los altos muros que aún perduran permiten entrever su grandeza.
Uno de los efectos más interesantes y positivos que veo yo en mi forma de entender el senderismo, aparte la de seguir alimentando este blog es la faceta cultural que me aporta, alentada en gran medida por mi innata curiosidad por todo lo que me rodea. Al indagar sobre el cerro del Castillo, pude conocer también que existió a sus pies la ciudad islámica de Medina Siyâsa, no pudiendo por menos que aprovechar la vasta base de datos que constituye Internet para ahondar un poquito más sobre su historia, resultando de ello una suculenta información que a ti, visitante de mi Viky y Yo, tengo a bien, servirte en bandeja.
Emplazado sobre el Cerro del Castillo, junto a la localidad de Cieza, se encuentra uno de los yacimientos de periodo islámico más interesantes de Europa Occidental: Medina Siyâsa. Entrada principal al Valle de Ricote entre los siglos XI-XIII y abandonado con la ocupación cristiana, el yacimiento de Siyâsa se ha convertido en un magnífico ejemplo para aprender sobre el sistema urbanístico islámico, su organización espacial, sistemas de fortificaciones y aprovechamiento del territorio. Pasea por sus calles, adéntrate en su cultura, y observa el valle a sus pies como lo hacían en su día sus pobladores, desde la reconstrucción a escala real de una de las principales casas del yacimiento. Incluso podrás disfrutar de la Ceremonia del Té, acompañado de los dulces típicos árabes.
Por otro lado el Museo Siyâsa, ubicado sobre lo que en su día fue el antiguo casino de Cieza, no solo conserva parte importante del material decorativo encontrado en el yacimiento y permite caminar por dos casas reproducidas a tamaño real del mismo, sino que también se nutre de todo tipo de material etnográfico y histórico abarcando desde la Prehistoria hasta el siglo XX. Al mismo tiempo, sus continuas exposiciones temporales, de todo tipo, nos invitan siempre a observar algo nuevo.
Y a modo de colofón de esta reseña y como información adicional y complementaria, para quien pueda interesar, aporto sendos videos para saber más acerca de este asentamiento islámico, destacando la recreación del primero que después de haberlo visionado, aunque la calidad de renderizado y posterior subida a la red es mejorable, desde el punto de vista informativo y divulgativo, nos parece excepcional y muy instructivo.
Asimismo, aprovechando que el río Segura pasa por Cieza, utilicemos las siguientes fotografías para fusilar unos retazos de la procelosa historia de Cieza, gentileza de un interesantísimo artículo que he encontrado en esta web:
Poblada desde el Paleolítico, el área de Cieza es privilegiada por la abundante presencia de yacimientos arqueológicos prehistóricos, como los de Almadenes, La Serreta, y el Barranco de los Grajos, declarados Patrimonio de la Humanidad al poseer Arte rupestre del arco mediterráneo de la península ibérica.
De la Edad Antigua cuenta con los restos de un poblado íbero, llamado Bolvax. También hay restos romanos en el mencionado yacimiento de La Serreta.
Los árabes, que habitaron la zona desde el siglo XI al XIII, dejaron un importante patrimonio cultural y arqueológico. El más importante yacimiento se encuentra en la ladera del castillo, la ciudad de Medina Siyâsa, donde se han encontrado numerosos restos de arquitectura decorativa árabe, arcos finamente decorados, cerámica policromada, cristal y metal. Existe un museo arqueológico dedicado casi por completo a Medîna Siyâsa en la calle San Sebastián de Cieza.
En 1272 el rey Alfonso X El Sabio tenía un gran interés en repoblar las tierras abandonadas. Se realizó esto en el llano, por la inadecuada situación del poblado situado en el cerro del castillo, para atender los cultivos de la huerta. Las casas diseminadas por la huerta y abandonadas por los musulmanes debieron ser suficientes para acoger la escasa población recién llegada. Los emigrantes eran especialmente de Castilla, Aragón y Cataluña. Alfonso X El Sabio concedió en ese mismo año a los miembros del concejo ciezano, franqueza en el tributo, conocedor de la importancia estratégica de la villa en la cabecera del valle de Ricote.
En 1281 el mismo rey entregó a Pedro Núñez, maestre de la orden de Santiago, la villa y castillos con todos sus términos, a cambio de la villa y castillo de Abaniella (Abanilla).
La reutilización cristiana del castillo está documentada también por el hallazgo de una moneda de Alfonso X el Sabio, tres de Fernando IV y una, dudosa, de Enrique II.
A partir de entonces surge una potente encomienda a la que en 1403 se le concede la creación de una dehesa para pasto, cortar leña y coger grano. Es en esta época cuando se determinan las fronteras de Cieza, pues anteriormente existían problemas de límites con el concejo de Mula, origen de numerosas discordias.
En 1422 Cieza sufrió los ataques de los musulmanes de Granada, destruyendo casi en su totalidad a la villa. En este ataque fue cautivado gran número de mujeres y niños. Estos fueron encerrados en Granada en las mazmorras que existen entre las torres Bermeja y la de Los Mártires, junto a la loma que baja al campo del Príncipe. Desde entonces aquellas mazmorras se llamaron "El Corral de Cieza" . Parte de los cautivos fueron rescatados posteriormente, volviendo estos a sus haciendas.
En 1457 Enrique IV, atemorizado por el enorme poder de la orden de Santiago, ordenó la completa destrucción del castillo, símbolo del poder que esta orden ostentaba.
El rey de Granada, conocedor de la seguridad y confianza en la que se encontraban los vecinos de Cieza por la protección de las ciudades de Lorca y Segura de la Sierra, penetra en Murcia por Caravaca, atacando Cieza la mañana del Domingo de Resurrección, 7 de Abril de 1477.
Los contingentes con los que efectuó el ataque eran de 30.000 peones y 4.000 a caballo, entrando en la ciudad por el puente que cruzaba el Thader (Segura).
Este hecho Histórico esta repleto de relatos milagreros y leyendas como el de una mujer muda, que viendo a los moros que atacaban, echó a correr hacia la pequeña Ermita de San Bartolomé, y ante el estupor de los allí reunidos gritó ¡moros vienen!
Los ciezanos que esperaron en el puente a los musulmanes, fueron todos aniquilados. De ahí la leyenda del escudo de Cieza:
POR PASAR LA PUENTE NOS DIERON LA MUERTE.
Esta hazaña heroica no evitó que Abul Hacen quemara la villa, haciendo numerosos prisioneros y matando a más de ochenta de los ciento cuarenta habitantes con los que contaba la villa.
El territorio quedó prácticamente despoblado, no obstante los supervivientes reedificaron inmediatamente (1491) la ciudad, con defensas y torres. (Excavaciones en el casco urbano de Cieza, concretamente en la calle Fortaleza, descubrieron esta fortaleza. Era de planta cuadrangular, provista de cuatro torreones, sus cimientos alcanzaban dos metros de altura)
Los años que transcurrieron tras el ataque de los musulmanes de Granada fueron muy desdichados para los ciezanos. Los pocos que sobrevivieron se dedicaron a la ayuda de los caballeros. Cieza era como un guiñapo miserable, sujeta al duro yugo del vasallaje de la Orden de Santiago, que la ofrecían en usufructo a tal o cual caballero, para que la tratasen como tierra de provisión de sus explotaciones inmoderadas.
Cieza no tenía voto en las Cortes, pues hablaba Murcia en su nombre. Estaba sujeta al justiciato de Caravaca. El cabildo no era ciertamente representación genuina de los vecinos, pues el Alcaide y Alférez eran nombrados por el capítulo de la orden de Santiago. El Almotacén lo elegía Murcia, y el Corregidor Caravaca, siendo en esta ciudad donde se resolvían las cuestiones de justicia que excediesen de 10.000 maraverises.
Puede afirmarse que Cieza al comenzar el reinado de los Reyes Católicos, se hallaba oprimida con desmedida ambición por puntos diferentes.
Los Reyes Católicos dedicaron su actividad a la unificación del territorio nacional asentando sobre sólidas bases la monarquía Española concediendo, en principio, franquicias y privilegios a los pueblos, otorgando exenciones y liberando tributos.
Pero Cieza continuaba estacionada puesto que como guiñapo de explotación de la orden de Santiago, no podía gozar de aquellos bienes y privilegios.
No obstante los Reyes Católicos consiguieron con mercedes y en otros casos con amenazas, que las órdenes militares se incorporen a la corona.
El veinte de marzo de 1494 fue incorporada la villa de Cieza a la corona, entrando de lleno entonces en una era de paz y progreso.
Cieza y el cerro del castillo
Los siglos XVI y XVII se caracterizaron por la rivalidad y las disputas entre las familias más influyentes de la entonces villa. En el siglo XVIII, como recompensa por su apoyo al bando borbónico en la Guerra de Sucesión, Cieza recibió el título de "muy noble y muy leal".
Desastrosa fue la llegada de las tropas francesas ya vencidas en la Guerra de la Independencia, que pasaron por la localidad en el trayecto de su retirada, provocando estragos que dificultaron su posterior desarrollo. Dicho desarrollo se vería facilitado tiempo después al quedar Cieza como cabeza de partido judicial, con la creación de éstos en 1834.
Durante la Restauración Borbónica, el partido judicial de Cieza estuvo representado en Cortes por Antonio Cánovas del Castillo y Vallejo (Kaulak), sobrino del primer ministro Antonio Cánovas del Castillo. En 1926, Alfonso XIII concedió a Cieza el título de ciudad, y a su Ayuntamiento el tratamiento de Excelentísimo. A finales de la década de 1930, Cieza superaba en población a varias capitales de provincia españolas gracias al desarrollo de industrias como la del esparto y la alimentaria, con un fuerte crecimiento demográfico, convirtiéndose en el cuarto municipio más poblado de la provincia de Murcia en 1940, solo superado entonces por Murcia, Cartagena y Lorca.
Entre las décadas de 1940 y 1960 siguió teniendo gran importancia la industria del esparto para la economía ciezana, aunque empezó a decaer por la introducción de las fibras sintéticas en el sector cordelero. Aun así, en la actualidad todavía existe en Cieza alguna fábrica de cordelería, que incluso trabaja con esparto, pero ya (desde la década de 1980) muy en decadencia y de escasísima trascendencia. En la actualidad, el pequeño Museo del Esparto recuerda esta etapa de la historia local.
Dejando atrás la faceta cultural de esta excursión, ya hemos visto que una a priori terrorífica senda cuasi vertical de subida a la cima de la Atalaya nos aguarda.
Hemos leído atentamente la entrada de Montañas del Sur y sabemos que gran parte de la excursión de hoy, discurre por la cuerda de afiladas crestas de la sierra, en la modalidad de cresta a través y que en algunos pasos hay que trepar y destrepar. Pongo al santísimo por testigo que así fue, y que al apoyarme en algunas piedras, estas laceraron mis tiernas y delicadas zarpas con cortante a la par que hiriente sensación. Pero nada que un chicarrón bullero del noroeste murciano como el que suscribe no pudiera soportar.
Pues nada, ya se habrá dado cuenta el avezado espectador, mientras conocíamos algo de la movida historia de Cieza, que hemos vuelto sobre nuestros pasos, regresado al collado donde se encuentra la ermita y ahora llega cuando lo matan, esto es, el momento de apretarse los machos y las cinchas de la mochila y sin pensárnoslo mucho, ¡hale, to parriba…!
La subida a la cima de la Atalaya viene a ser algo así como un As de Copas, menos algunos metros, aunque esta apreciación puede resultar subjetiva por cuanto aquella mañana me acompañaron buenas sensaciones durante todo el camino.
La subida es cuasi vertical pero se nota muy pateada y en lo más empinado, hay que realizar el avance tipo, peldaño a peldaño, apoyándote en cuanto punto de apoyo rocoso te sale al paso, con lo cual, a mí ese tipo de progresión, siempre me parece más liviano, más llevadero que lo liso y deslizante de algunos tramos del As de Copas.
Una vez que llegamos al collado, nos desviamos a la derecha cien metros para coronar la cima de la Atalaya, ofreciéndosenos a la vista unas panorámicas en verdad inmejorables hacia la población de Cieza, sierra del Oro, Almorchón, Azud de Ojós, sierra de la Pila, las sierras caravaqueñas, moratalleras, Calar del Mundo…etc.
Una vez nos hemos recreado y expansionado con algunas fotos de paisaje y postureo, nos descolgamos, regresando de nuevo al collado y llega el momento de recorrer la cuerda.
Al principio cogemos un sendero muy trillado, vertical y roto cuando parece que enfila hacia la umbría. Nosotros hemos de ignorarlo pues sabemos que a partir de aquí no existe senda que valga y tenemos que evolucionar hacia la izquierda, a través de las sucesivas crestas en modo asaltalindes.
El recorrido es muy disfrutón pues hasta que no tienes encima la vía de continuidad y escape, no la adviertes y siempre te vas preguntando…a ver ahora por dónde…claro, es un decir, porque llevo el gps guiando la progresión y así cualquiera, ¡no seas jodido…!
"La cresta se define perfectamente hacia poniente y constituye un espinazo ancho relativamente sencillo de andar aunque hay lugares en los que conviene utilizar las manos. La roca es buena, con mucha adherencia y rugosidad, aunque también hay secciones con bastantes piedras sueltas en las que hay que extremar los pasos".
Como nos dice Jose Antonio, la ruta es sencilla de andar y solo te encontrarás con muy contados pasos en que es preciso destrepar con tiento, en todo caso, te asomarás y acercarás al cortado lo que tu arrojo o sensación de vértigo te permita, de manera que es una ruta que veo asequible a casi todos los públicos, con un mínimo de forma física y experiencia que se reúna para andar por monte a través.
Con esta incursión realizada al Cerro de la Atalaya de Cieza, junto con la del Oro que hicimos días antes, doy de momento por concluidos mis paseos por esta bonita comarca murciana. A partir de ahora, ponemos tierra de por medio, y nos trasladamos a tierras albaceteñas, más concretamente a parajes aledaños a Agramón, que será el rincón de nuestra próxima excursión.
Con sendas últimas tomas del espléndido y vistoso Almorchón, que tenemos al frente, junto con un plano general de la solana de la Atalaya que hemos dejado a la espalda, nos despedimos...
¡HASTA LA PRÓXIMA AMIGOS!
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