15 enero 2020

POR LOS MONTES DE VENTA LA REJA. MUELA DE CODOÑAS VI

Nuestra exploración a la muela de Codoñas nos costó dos incursiones. En la primera, a la que corresponden estas imágenes, el cielo se fue anubarrando y con ello, la mañana oscureciéndose. Me sirvió no obstante, esta primera excursión, para hacerle un recorrido a la muela de ida y vuelta. Tomé algunas fotos pero al haberse adueñado del paisaje una ligera bruma, la mayoría de los horizontes capturados adolecieron de claridad y nitidez en las tomas.
Antes de plantearme siquiera echarle un vistazo a la muela, debo decir que ni me sonaba el topónimo de Codoñas. En mi segunda visita a este bonito cerro, descubrí algo que consiguió emocionarme. Las reminiscencias que todavía conserva mi cerebro, respecto de las batidas que realizaba con mi padre, a la caza y captura del desprevenido caracol, ahora se han revelado que no pertenecían a las laderas cultivadas de La Silla sino a las de Codoñas. El recuerdo del lugar en el que me veía a mí de crío, recorriendo ribazos enripiaos, con el ladino propósito de reunir en la bolsa, más caracoles que los que pudiera conseguir mi padre, y ganarle así la partida, en pro del montante gasterópodo que ya acumulaba el cachulero de casa, de pronto acudió nítido a mi mente. Reparé en ello al regreso por la solana, bajando entre ribazo y ribazo por las terrazas que tan familiares me resultaban. Tales evocaciones me inundaron de erizantes torrentes de nostalgia.
Ya hemos dicho que en nuestra primera aproximación a la muela de Codoñas, el cielo amaneció plomizo y por ello apenas tomé fotos que valieran la pena. Aún así, pudimos aprovechar algunas instantáneas, constatando de paso, las posibilidades panorámicas que este aislado cerro reunía. A partir de febrero serán incluso mejores dado que los campos de Cagitán comenzarán a engalanarse con el blanco de los almendros en flor y el esplendente verdor de los sembrados de cereal.
En mi segundo acercamiento, acometí el extremo noreste de la muela de Codoñas por la solana, dejando el coche y partiendo desde cerca de la autovía. Me pareció un paseo de lo más agradable, aunque conforme iba avanzando la mañana, una incipiente neblina volvió a interferir en la calidad de las fotos. Me fui moviendo por diferentes puntos, observando en el mapa y tanteando el lugar desde el que comenzar mi recorrido. Fruto de esos ensayos son estas fotos teniendo como fondo, la muela de Codoñas. Al final me decidí por un punto, como antes decía, muy próximo a la vía de servicio de la autovía, y desde aquí, comenzamos nuestra excursión.
La de abajo es la que fuera la Venta del Cruce, sita en el paraje de El Empalme. Una remota construcción, coetánea de Venta la Reja, que en periodo reciente, ha ido sufriendo el fenómeno de los cristales rotos. Durante más de 30 años ha permanecido intacta, sin apenas deterioro al tratarse de un edificio sólido que ha resistido sin inmutarse, no solo el transcurrir del tiempo sino también las agresiones y rigores de la meteorología. Que hubiera quedado en su día y por los pelos, fuera del ámbito de expropiaciones de la autovía, también contribuyó a que escapara de su más que amenazada demolición. Lo que me resulta extraño es que en todo este largo intervalo de tiempo haya quedado libre de la  especulación comercial. Es comprensible que por su proximidad a la carretera, a ningún particular le resulte atractiva su ubicación para una posible compra como vivienda. No obstante, para construir un restaurante o lupanar al uso, el emplazamiento me parece de lo más estratégico. No hace demasiadas lunas que un caco simpatizante de lo ajeno, debió forzar alguna de las puertas o ventanas de este edificio, para sustraer algo que le interesaba. A partir de aquí, la casona sufre el expolio de su carpintería y paulatino destrozo general. Se confirma una vez más la teoría de las ventanas rotas.
A este viejo caserón que todavía resiste, sito muy cerquita de un ramal del canal del Taibilla que recorre estos campos, no supimos ponerle topónimo ya que no viene reflejado en ninguno de los mapas de que disponemos.
Ya se infiere en esta fotografía que vamos a atacar la muela desde la solana.
Nos tropezamos con este lindo y graciosillo pajarico, que yo diría se trata de una alondra totovía. Pajarillo evocador del canario de mi padre, por su cresta y natural impronta. La criaturilla nos advierte y observa como nos vamos acercando; nos vigila con recelo pero se presta al postureo y claro, aprovechamos para tomarle estos retratos.
Bien, nosotros seguimos a lo nuestro…llegamos a la casa a la que tampoco hemos sabido ponerle nombre aunque yo me atrevería a nombrarla por la "casa del Ardal", y nos sorprende tropezarnos con este pino carrasco tan monumental como gigantesco. Nada más que por conocer y disfrutar de la observación de este portentoso ejemplar de la botánica, vale la pena nuestra excursión.
Registramos con nuestra cámara lo que queda de la Casa del Ardal y continuamos.
Un aljibe en desuso.
El omnipresente Almorchón ciezano, que nos sale hasta en el klínex que utilizamos para desatascar el moquillo.
Los campos ya comienzan a verdear...
La inconfundible sierra de Ricote, que ya hemos visitado en alguna otra ocasión.
Yo recuerdo, hace ya algún tiempo, la conversación que mantenían dos hombres, mientras esperábamos los tres a que nos llegara el turno en una peluquería del pueblo. Ambos, columbraba yo que estarían más cerca de los ochenta que de los setenta años, y el uno le decía al otro que ni se pensara dejar de comprar un terreno que se había puesto a la venta cerca de su casa, porque pronosticaba el buen hombre que al cabo de diez años, valdría el doble y que por ello suponía una inmejorable inversión. El señor le hablaba al otro con mucho énfasis. Yo, mientras tanto, intentaba concentrarme en las bien torneadas piernas de la famosa que a toda página se exhibía en la revista del corazón que sostenía entre mis manos, sin lograrlo del todo pues no podía evitar fisgonear y prestar atención a tan sorprendente conversación.
Me quedaba ensimismado, maravillado, mirando perplejo a los dos carcamales preguntándome: ¡¿cómo era posible que el proceso mental de estos dos individuos aún lo moviera y alentara el anhelo de seguir haciendo planes a tan largo plazo, nada menos que a su edad, para algo tan prescindible y fútil como hacer dinero!? ¡Pero si todo indicaba que ya no dispondrían de tiempo material ni útil para gastarlo! ¡Les quedaban dos telediarios y todavía proyectando negocios a diez años vista!
No me debería asombrar constatar que tantas personas parece que viven su existencia como si fueran inmortales, con la parsimonia inconsciente de pensar que disponen de un tiempo infinito por delante. Mientras vivimos, somos ricos en tiempo, pero por lo general, sospecho que pobres en tareas gratificantes en las que emplearlo. Lo que me sorprendía en estos dos comerciantes no era tanto deducir que aún tenían ilusión por seguir urdiendo negocios de los que obtener beneficio capital sino la percepción del reducido tiempo vital que por lógica les quedaba y aún así, ser para ellos esa amenazante evidencia, una dimensión vacía en la que nunca pensarían. Quizá ni tan siquiera entraba en sus planteamientos no vivir lo suficiente para comprobar la rentabilidad de su inversión. Y ahora que lo pienso, tal vez sea esta la fórmula más eficaz para vivir cien años o más, no pensar en morirse jamás.
El padre de un amigo se estaba muriendo, postrado en la cama desde hacía varias semanas. Vivía como un auténtico mendigo en su propia casa, desde que se había quedado viudo hacía ya unos cuantos años. Tenía fama de miserable entre los vecinos, pero nada nuevo bajo el sol. Un avaro de libro, el típico racaneras que gasta menos que un ciego en novelas y que cualquiera, incluido tú, amable lector, puede contar con uno o varios de estos frecuentes ejemplares en su entorno, incluso tratándose de gente joven, que para el tacaño gorrón, bien sabe dios que no hay edad. Sus sufridos hijos tenían que ayudarlo a subsistir porque la pensión que percibía decía que no le llegaba ni para pagar el recibo de la luz. También le costeaban los servicios de una señora que le hacía diariamente la comida y mantenía la casa limpia y ordenada. Cuando el hombre falleció, pasado un tiempo, los hijos pusieron en venta la vieja casa, sometiendo la misma a un severo zafarrancho de limpieza, deshaciéndose de los desvencijados muebles que ya no servían y dejarla en fin, preparada para un posible comprador. Así fue como, meses después del fallecimiento del hombre, descubrieron en un arca de madera medio deshecha por la polilla, ocultos en diversos escondrijos de la antigualla, un montón de monedas y billetes entre pesetas y euros que sumaron más de veinte mil euros. ¡Menudo regalo post mortem...!
Uno se pregunta, ¿por qué este pobre mortal no había barruntado el fin de sus días y con ello disfrutado in extremis de todo ese dinero con sus hijos y nietos cuando aún podía llevarse a la tumba algún que otro momento de felicidad y alegría con ellos, habiendo dejado así un dichoso recuerdo entre sus descendientes que hiciera, si no olvidar, al menos mitigar en parte, el incordio, molestias y sinsabores que les había ocasionado en vida...? 
Quizás en este caso concreto, habría que atribuir una parte de tal comportamiento a una disfunción cognitiva, derivada del mismo proceso senil, no digo que no, aunque antes de que ese estado arribara, seguro estoy que habría dispuesto de tiempo suficiente para haberse mostrado más generoso con su familia. Tengo para mí que a muchas otras personas, que conservan la lucidez hasta momentos antes de palmarla, el tiempo que nunca vuelve les debe haber parecido hasta ese crucial instante, un concepto vacuo, insustancial, carente de sentido en el que nunca se pararon a pensar y por eso jamás les llegó a apremiar. Sencillamente, el morirse y dejar de existir no iba con ellos. Enfermos y postrados durante largas semanas en cama, esperan recuperarse y disponer de ese dinero ahorrado por si vienen mal dadas. El caso de nuestros negociantes de la peluquería es parecido pero sutilmente diferente al del dinero a plazo fijo, cero por ciento de interés, depositado en la Caja Rural del Arca Apolillada, protagonizado por el padre de nuestro amigo, pues estos durante su vida, tampoco esperaron gran cosa del tiempo, salvo la reaparición cotidiana de sus enjuagues, conversaciones triviales y rutinas. Hasta que llega ese dramático instante en que advierten el fétido aliento que despide la parca, se ven a solas, cara a cara con ella, entonces sí, entonces piensan que no vivirán lo suficiente para saber a cuanto llegó a ponerse el metro cuadrado de terreno, si llegaría a urbanizarse o no, y entonces ahhhh, acaso reparen en lo estúpido y fútil en que emplearon el tiempo de una vida que ya no les queda.
Dicen que muchas personas cambian su concepción de la vida cuando han superado una enfermedad grave, han llegado a verle las orejas al lobo y entonces sí, entonces caen en la cuenta de la clase de existencia absurda y sin sentido que hasta ese momento había regido sus vidas. Si tienen esa segunda oportunidad, su orden de prioridades cambia y todo en su existencia se trastoca. Y digo yo, ¿es preciso esperar a tener que verle brillar el filo de la hoja a la guadaña para aprovechar el tiempo mientras aún se pueda y nos lata con fuerza la patata...?  
Sin ánimo de meterme en camisas de once varas, y tras haber visto por tercera vez el filme "Interestelar", he leído por ahí que un nuevo modelo físico propone que el tiempo es sólo una ilusión. Es posible que el espacio y el tiempo no tengan otra naturaleza que la que les asignemos por costumbre. Son conceptos tan básicos que se resisten a ser definidos, y, sin embargo, sobre ellos se basa toda nuestra ciencia. ¿Qué son el espacio y el tiempo? Su interpretación ha variado a lo largo de la historia y aún hoy es posible que una nueva manera de entenderlos provoque la próxima revolución científica. Digo esto porque igual andaba errado cuando pensaba que el tiempo es un concepto inmutable, idéntico para todo el mundo. Una medida que hemos inventado los humanos para entender el espacio que nos rodea. Que somos nosotros los que nos movemos a través de nuestro particular espacio tiempo, o llámalo equis, como tú prefieras. Que cada cual tiene el suyo y que por ello lo experimentamos y sufrimos de diferente manera. En todo caso, nada más lejos de mi intención que pastorear por los vericuetos e intríngulis de la física cuántica y teoría de la relatividad, de las que no tengo ni pajolera idea, para qué negarlo. Además, no es momento ni lugar. Nos quedaremos con el concepto convencional y más asequible para nosotros que sobre el transcurrir del tiempo tenemos la mayoría de humildes mortales.
El hecho de mirar atrás, hacer balance y preguntarnos dónde ha ido a parar el pasado tiene hoy una respuesta muy simple, pero tal vez la única tangible: para todo quisque su pasado se contiene hoy por hoy en el teléfono móvil, en el ordenador doméstico o en los discos de memoria. La necesidad de guardar nuestros archivos jpg en carpetas responde a la necesidad de reunir nuestra existencia dispersa o sepultada bajo tanta imagen. Contentos de vernos con otra lozanía, a nosotros y a los nuestros. Nostalgia de vernos así de buenos mozos... cuando nos sabemos ya, cuesta abajo y sin frenos, camino de la decadencia y posterior senectud. En la contemplación de esas imágenes, no solo nos vemos a nosotros mismos según el aspecto que teníamos hace unos años sino que descubrimos a familiares, amigos y conocidos que ya no están entre nosotros. Nos observamos en esas fotos junto a ellos, y lo percibimos como un reencuentro, un homenaje, una evocación, un acto de justicia hacia ellos y con nosotros, constatando que no nos reducimos a lo que ahora somos y ya no seremos, sino que somos mucho más según esas prolíficas imágenes testimonian que alguna vez fuimos.
La imágenes captadas y conservadas se oponen ante todo a la muerte y a sus estragos, aun cuando revelen también cada uno de los trechos que nos dirigen a ella. Que lo que ahora está pasando no pase del todo, que lo bello que contemplamos no se extinga, que todo lo que merezca sobrevivir se muestre más poderoso que la potencia empeñada en destruirlo. Si queremos dejar constancia gráfica de algo, es, antes que por ninguna otra razón, porque deseamos que perdure, que no se nos escape entre las fisuras del recuerdo. Párate, le rogamos a ese momento singular. ¡Detente! Y no sólo porque es tan bello y único, sino porque es tan auténtico y oportuno, tan cautivador... que, en cuanto se desvanezca y pase, la realidad (al menos, la de cada cual) habrá perdido una parte del encanto que la hacía digna de ser vivida. Sacamos fotos porque deseamos perdurar nosotros mismos. La permanencia en nuestras estampas de personas, situaciones y cosas es un recurso más que busca el incontenible afán de perseverar en el ser. Será como un facsímil de esa perseverancia de carne y hueso. Nos ponemos a coleccionar fragmentos de vida duplicados para hacernos la ilusión de no morir del todo o, si no hay más remedio, desaparecer dejando a los nuestros, parte de la vida que fuimos. Grabamos la foto porque vamos a irnos y ese manojo de pixeles registrados y guardados en una memoria digital, representan nuestro acto de resistencia a la desaparición. La ocasión es la vaga conciencia de que algún día faltaremos y nos faltará todo, pero su disfrazado propósito es impedir nuestra desaparición total y absoluta y la del mundo en el que fuimos.
En estos momentos hace su entrada triunfal en los campos de Cagitán, míster Hulk, con su habitual rostro cariacontecido, aunque no sabemos si preocupado por los derroteros que pueda tomar la nueva coalición del gobierno de España o porque así se ve más atractivo e interesante para las fotos. El tío se nota que las disfruta y casi se podría afirmar que ha nacido para esto, para el postureo.
Pasada la euforia vivida por los 52 escaños obtenidos por el partido político en el que milita, lo notamos algo más relajado y tranquilo, esperándolas venir. Aquí posa entre los campos del Cajitán de Mula, con ese aspecto envidiable de tipo duro, musculoso y varonil que para mí lo quisiera. 
En esta otra impronta lo vemos acompañado de su mascota, aunque no sabemos a ciencia cierta si lo cuida y lleva al veterinario cuando toca o se trata más bien de una chaladura más, un pegado postizo de parte de su tutor realizada con el fotoshop
-Ya, ya, tú echando balones fuera y entorpeciendo que me pronuncie. 
-¡Hulk, no me jodas la marrana que no hay necesidad de meternos aquí en esos charcos...! Dedícate al postureo, que es lo tuyo, y la política déjasela a los políticos. 
-Sí, lo que tú quieras pero antes me dabas más vidilla.
-Ya, es que temo que te desmadres.
-¡Vaya, no me fastidies! Lo que tú temes es perder a algún visitante de izquierdas.
-¡Qué pijos, pero comprenderás que la política lo inficiona todo y no tenemos necesidad de emponzoñar este lugar con idearios que a las montañas y paisajes que aquí se dan cita, le importan un carajo.
- (entre dientes): ¡Pijoprogre de los cojones...!
- ¿Qué mascullas cenutrio...?
- ¡Ehhh, sin insultar que de la primera hostión te mando a las antenas de Ricote...! 
(¡huy!, esa indisimulada amenaza me la voy a tomar en serio por si las moscas).
- Bueno hombre, perdona si te he ofendido pero insisto, tu efervescencia política déjala para cuando estés guardado en el armario y puedas expresarte a tutiplén desde la quinta dimensión de que trata Interestelar...aquí tengamos la fiesta en paz y dediquémonos a desbarrar y disfrutar del paisaje.
- Sí, algo de razón te concedo pero reconocerás que esto de posar en plan musculitos ya me aburre un poco. Al menos en las películas de Marvel tengo algo de acción, pero aquí, ya me contarás, metido todo el rato en la mochila para liberarme del encierro durante cinco minutos para cuatro fotos tomadas deprisa y corriendo y ¡hala!, otra vez sumido en las tinieblas. 
¡Imploro, te exijo mayor protagonismo en este espacio...! 
- ¡Vamos a ver Hulk, no me seas necio que ya lo tendrás. No niego que eres el personaje más fardón que tengo en nómina de Mi Viky y Yo. Mejorando a Yoda que también tiene su aquel. Pero no es el momento. Créeme amigo si te digo que ya tendrás tu momento de gloria en el que puedas despotricar a rienda suelta. De momento, toca mostrarse discreto, prevenido, nunca atemorizado, esperando acontecimientos. ¿Sabes que te digo?, que ya va siendo hora de buscarte una novia.
- ¡Perdona...?, pero ya me la busco yo solito...!
- ¿Sí, cuando...?
- ¿Nunca te he dicho que Bett'y Soul me gusta...?
- ¡Acabáramos...qué personaje más sensual!, no me extraña que te guste. Pero no es de tu tamaño y además, la veo demasiado enclenque y finolis, demasiado sofisticada para ti. Tú necesitas un personaje femenino más bizarro, más guerrero, que se acople mejor a tu natural tosquedad y rudeza.
- ¡No me toques los güevos! De todo el mundo es sabido que a las bestias verdes y pardas como yo nos gustan rubias y tontas, bellas y delicadas, a saber, La Bella y la Bestia, King Kong, etc.
- Entiendo, bueno, si quieres a partir de ahora, os pongo juntos en el armario. Lo que hagáis allí es cosa vuestra, que en eso yo no me meto. Lo que si te pido es que no me la descoyuntes. Como alguna vez eche mano de ella y me encuentre que le falta un brazo o una pierna, te quedas sin pareja. No obstante, a partir de ahora te iré presentando a algunos personajes femeninos o masculinos si quieres, para que tengas un amor en cada puerto.   
- ¡Oye, por quién me has tomado! Yo soy hetero y hombre de una sola mujer. Si me encuentras a mi media naranja, le seré fiel hasta la muerte.
- Pero cacho julay, si tú tienes madera de inmortal, ¿acaso te estás riendo de mí, ¡ohhh los humanos, probes mortales, tan caducos y efímeros...!
- ¡Ahhh, no había caído en ello!, bueno, también depende de como me trates. Mira lo que le pasó a mi predecesor, ese que llamabas Agapito Malasaña, que en gloria esté, que debe estar acumulando polvo y olvido en Sierra Seca in aeterno...
- ¡Sí, en eso tienes razón!. ¿Sabes?, igual te pongo en el salón comedor de mi casa, junto a Spiderman, Terminator, Batman y Yoda, para que salgas del armario y así puedas tener algo más de contacto y vida social. Pero calladito eh?, que nos dejes ver la tele sin intromisiones de ningún tipo, que te conozco bacalao...
-  ¡Pues vaya un plan que me propones, como un pasmarote hacer de monigote decorativo!¡Para esa aventura no necesito mochila! ¡Yo creo que lo que debes ir haciendo ya es rematar este auténtico diálogo de tarugos. Con estas gansadas blogueras, ¿cómo pijos esperas que te tome la gente en serio? Anda y deja de inventarte chorradas. Que en las próximas imágenes fluya en armonía y silencio mi escultural anatomía marveliana, que es lo único que vale la pena en esta birria de blog.
- ¡Será capullo, pues nada, ¡ea!, ¡así sea...! 
- ¡Pero, hombre de dios, perdona la interrupción...!, ¿desde cuando fumas tú?, no sabes que está terminantemente prohibido hacerlo en el monte. ¿Y si le pegas fuego a los pinos, tarambana irresponsable...?
- Es que me gusta hacerte rabiar, ponerte de los nervios. Pero tranquilo que ya lo apago.
- Eres un rebelde sin causa Hulk. Si sigues perseverando en tu indisciplina, te voy a castigar con dos o tres excursiones sin salir.
- No por favor, eso no...
- Pues compórtate como un personaje de cómic, cabal y sensato, hombre, que pareces un crío...
- Mira quien habla...
- ¿Cómo...decías algo?
- Que sí, que a partir de ahora me voy a portar bien.
(grrrr, cuanto más viejo más pejiguero y cascarrabias...y luego soy yo el déspota fascista grrrrr) 
Viky se vino conmigo en la segunda excursión a la muela. Hasta que no coge confianza o se le calientan las articulaciones, pues supongo que ya debe padecer algo de artrosis, se le ve con dificultades para sortear accidentes orográficos que hace tan solo un par de años, superaba haciendo cabriolas en el aire. Además, vengo observando de un tiempo a esta parte que ha perdido capacidad auditiva. Como no le grites, parece sueca, o en este caso, teniente. Pero de momento, lo lleva bien. Le dosifico las salidas ya muy próxima (en abril) a su decimoquinto cumpleaños.
Lo primero es caer en la cuenta de que, junto con la vida, se nos ha concedido un tiempo finito para vivirla. La idea de su limitación viene a la par con la de su regalo, pero su vivencia estricta sólo llega con la madurez. Hasta entonces el tiempo parece ilimitado, dispuesto para su derroche. Cuando somos jóvenes, parece que no envejecemos. Mañana es como hoy, un día más, un día cualquiera, pero sin especial conciencia de que entonces nos queda un día menos. Puesto que aún no existe para nosotros propiamente el tiempo, nada queda afectado por su transcurso. Es una dimensión vacía y sin mojones que la marquen y dividan; hay un antes y un después, pero son partes de un todo inagotable.
En cuanto conocemos con la madurez nuestro límite temporal, la percepción inmediata es que el tiempo se nos escapa. Aprendemos que el tiempo es pasajero y fugaz, que por eso la vida humana fluye con toda rapidez. Por tanto, ello sugiere que hemos de aprovechar el tiempo, no perderlo ni matarlo, como declaran varios de nuestros dichos más populares. Por eso resulta injusto que otros ocupen o roben mi tiempo contra mi voluntad. Si el tiempo humano es ante todo mi tiempo, no el de la Humanidad, que otro me lo arrebate en todo o en parte, sin permiso ni contrapartida, significa privarme de mi condición vital más básica. La fórmula "gracias por tu tiempo" lo expresa a la perfección, porque el tiempo es personal e intransferible. El que se pierde no se recobra jamás. Brindamos nuestro tiempo muy a la ligera porque pensamos que andamos sobrados de él pero para unos seres sabedores de existir con fecha de caducidad, el tiempo apremia siempre. Vivir como humanos es vivir con prisa. Una ocasión, situación u oportunidad, como sean perdidos, pasados por alto o desaprovechados ya son irrecuperables. Hay múltiples despedidas ignorantes de que van a ser para siempre. Si lo supiéramos, emplearíamos más énfasis y vigor en el abrazo. Es uno de los componentes más visibles de la tragedia humana. Es el tren del tiempo que pasa y que ya no volverá a pasar. Lo más terrible de morirse es que ya no podamos corregir o siquiera retocar los momentos cruciales de la vida, que nuestra suerte o situaciones dadas se nos han escapado de las manos, que ya no podremos ser nada más o mejor... porque ya no seremos nada. 
Mi amigo bullero alias Caballero, hace muchos años me decía que le tenía miedo a la muerte, cuando reconozco que por mi juventud e inexperiencia de entonces, esa eventualidad me sugería bien poca cosa. Ahora comprendo a lo que se refería pero sigo sin compartir enteramente su temor. Porque no es el miedo lo que debería ser predominante, sino la inconsolable pena de abandonar la vida humana, la insondable tristeza de despedirse de tanta maravilla y belleza como nos rodea. No negaré que, llegados al umbral mismo del desenlace, nos tiene que asaltar la angustia ante el inimaginable dejar de ser. La tristeza o el pesar más íntimo, la rabia e impotencia yo diría, proceden de anticipar la pérdida de algo particular (familiares, amigos, discos, libros, etc.), que en definitiva está contenido ya en la pérdida total de la vida del sujeto. Pero, a la postre, nos dará lo mismo. Como cualquier ser vivo, el hombre desea permanecer en su ser y su indudable fugacidad, la inconcebible idea de desaparecer para siempre ha de contristarle al máximo.
Al fondo la villa de Bullas y cerro de Cabeza Gorda que le precede.
El As de Copas, sierra de Mojantes y asomando La Sagra nevada.
Desde hace algún tiempo y dada la naturaleza propia de mi trabajo, tengo que acudir con cierta frecuencia a urgencias de un gran hospital y permanecer allí durante largas y a veces tediosas horas.
Es la oportunidad perfecta para que un espécimen de mis características, curioso y observador, pueda estudiar, discretamente el estado de ánimo de una persona en una situación límite como es la inopinada pérdida de salud y situación de angustia e incertidumbre a la espera de recibir un diagnóstico. Desde que hace unos años sufrí mi primera y de momento única intervención quirúrgica, comprendo mejor la razón que amparaba a los epicúreos cuando reducían la felicidad a la ausencia de dolor y molestias en el cuerpo (aponía). Todas hacen sufrir, por supuesto, pero bastante menos cuando tienes la esperanza de que una intervención médica oportuna, te puede solucionar el problema físico u orgánico que padeces, y a ser posible, de modo definitivo.
Yo solo estuve dos días ingresado, pero tuve tiempo más que suficiente para sentir y pensar en mi propia vulnerabilidad ergo fragilidad como ser humano. Reza el dicho que no es de bien nacidos el no ser agradecidos y yo lo quedé y mucho hacia el personal que con profesionalidad y atención se ocuparon de mí en esos días en que me sentí tan insignificante como un escarabajo. Lo mío era en ese momento circunstancial y de a priori, pronta recuperación, pero otra cosa muy distinta sospecho que se trata cuando presientes o sabes con certeza que padeces los últimos dolores, o más bien los dolores de lo último y frente a los cuales no se hallarán auxilios, salvo los que alargan aún más la agonía. Esos sí que son dolores y tienen que venir acompañados del sufrimiento más profundo y apesadumbrado del alma. Como los que a mi edad actual, tuvo que experimentar mi madre.
Yo, si tuviera la desgracia de padecerlo, creo que sería un penoso enfermo de cáncer, al menos al principio, hasta que lo asimilara. No digo que no fuera capaz de encontrar la forma de sobrellevarlo mejor, combatirlo, y presentarle batalla, que el instinto de supervivencia siempre se impone, pero lo llevaría francamente mal. Hay mucha gente que le gana la batalla pero también otros muchos que no. Y de estos últimos, entre familiares, amigos y conocidos, seguro que tenemos todos unos cuantos ejemplos. Pensar en la muerte ante un trance así parece ineludible y solo disponer de una singular personalidad, entre valiente y animosa, a prueba de bombas o vivir en la más completa ignorancia de lo que te sucede, puede obrar el milagro de evitar hacerte caer en la más absoluta e inconsolable depresión.
Yo intuyo que para el enfermo perspicaz y realista, que vive ese tenebroso proceso de la enfermedad grave que pone en serios apuros la continuidad de su existencia, cabe sobreponerse a este o aquel mal puntuales, pero él sabe que nunca podrá superar la condición más esencial y radical de su ser humano en la que ha reflexionado hasta el paroxismo como es su finitud. Los triunfos parciales no nos podrán confortar frente a la segura derrota última. Porque el final inexorable es el de que, antes o después nos iremos como todos y nos olvidarán tan pronto como a los demás.
FINAL SEXTA PARTE

2 comentarios:

  1. Bonitas las primeras fotos.
    El texto (reflexiones) muy lúgubre.

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  2. Bueno, la muerte siempre se presenta lúgubre. Ignorarla, al menos de momento, es todo lo contrario a lo que se pretende en estos capítulos que discurren alrededor de Venta la Reja. Me he propuesto hablar de la muerte sin muchos reparos, a propósito de unas lecturas que hace un tiempo me llevaron a reflexionar sobre ella. Al fin y al cabo, tarde o temprano a todos nos habrá de concernir. Pero sigue atento a la continuación. Saludos.

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