Alcoy, es una ciudad alicantina de sesenta mil habitantes que en honor a la verdad, antes de acercarme por aquí y cruzar algunas de sus calles, tan solo me sonaba por sus célebres fiestas de moros y cristianos, por sus famosas cabalgatas de reyes y por ser el pueblo que vio nacer a Camilo Sesto. Pero nada más, ni siquiera se me había ocurrido situarla sobre el mapa. Me preguntan, en esas entrevistas que a veces hacen por la calle para medir el grado de cultura geográfica que atesora el vulgo, por la ubicación de tan conspicuo municipio, y seguro que hago el mayor de los ridículos pues igual lo sitúo entre Benidorm y Cullera. Pero no, Alcoy, se encuentra hacia el interior de la provincia de Alicante y está rodeado de montes por lo que, desde la distancia presenta ese aspecto bravío, accidentado, áspero de los típicos pueblos de montaña. Alcoy está atravesada por los ríos Riquer, Benisaidó y Molinar, afluentes del Serpis, motivo por el que a veces se la nombra como la ciudad de los tres ríos o la ciudad de los puentes por los muchos que tiene para vencerlos. Se sitúa a unos 562 metros sobre el nivel del mar en terreno montañoso. Alcoy está envuelto por diversos parajes naturales y montañas que llegan a rozar los 1400 metros. La vegetación ha conservado importantes restos del bosque autóctono mediterráneo, principalmente en el Carrascar de la Font Roja, con ejemplares de encinas, tejos y especies caducifolias. En otras masas forestales de repoblación predominan los pinares, que suponen el 85% de los bosques. Pero Alcoy, como casi toda nuestra región de Murcia, sufre un preocupante y acaso inexorable proceso de desertización.
De hecho, aunque a la hora de iniciar la confección de esta entrada, podemos decir aliviados que llevamos encadenados varios días de lluvias incesantes que están mitigando no poco lo que parecían, inacabables meses de sequía, cuando nosotros hicimos esta ruta hace unas semanas, la pertinaz aridez aún subyugaba, amarilleaba gran parte del frondoso paisaje alcoyanense, y por ello, la ruta no logró destellar en todo su enorme potencial. Después de las abundantes lluvias de estos días, seguro que volverá a brillar en todo su natural esplendor.
Estimulados por la prometedora amistad, que nacía de nuestra concomitante afición y alentados a buen seguro por las buenas vibraciones que nos había dejado la ruta del Tranco del Lobo, los amigos de Lorca me proponían hacer excursión por tierras alicantinas que a mí se me antojaban a priori muy seductoras. Acepte la invitación al instante, casi de modo impulsivo. Haremos una ruta por Alcoy, me decía Chiki, el rozagante administrador del club de montaña Sigismondi; nos vamos hacia esa villa para hacer un recorrido muy interesante por sus alrededores. ¡Hombre, que ocasión más propicia para conocer pueblo con tanta solera y renombre! Enseguida me vino a la mente Camilo Sesto y mientras en el whatsapp se materializaban los caracteres que perfilaban la configuración orográfica de la ruta, comencé a tararear un desentonado "Algo de mí" repleto de gallipavos.
El comando para esta nueva aventura estaba compuesto por el ya mencionado Chiki, Pedro, Asensio y el menda que suscribe. Recorrido que tenía esta contextura y al que echamos un vistazo en wikiloc para conocer de antemano su relieve y prever sorpresas y eventos con que nos pudiéramos tropezar durante su transcurso.
Como ya queda dicho, el recorrido cuenta con abundante vegetación, con rincones de exuberante belleza por donde se supone que pródiga, discurre el agua, pero no fue el caso, no fue el día escogido, el momento más oportuno para disfrutar de todo esto, preciso es decirlo, debido a la sequía alarmante que descollaba por doquier.
Al poco de comenzar a caminar, abandonando la vía verde, atravesando la font del Quinzet y buscando el emblemático paraje "Racó de Sant Bonaventura", nos tropezamos con el primer elemento curioso que llama poderosamente nuestra atención.
Puente de las Siete Lunas, que entre otros accidentes orográficos, salva el río Polop. Situado más allá del barrio de Batoi. Se construyó para que pasara por aquí el tren Alcoy-Alicante, que no llegó a circular nunca. Visto desde abajo, impresiona por su enorme altura y amplitud de sus arcos. Lo hollamos hacia el final del recorrido, que lo contempla y atraviesa, aprovechando un tramo de su vía verde, muy frecuentada por los alcoyanos, en idéntico y mayoritario propósito a la de Cehegín, esto es, con fines deportivos y anticolesteriles.
El sendero que discurre por estos parajes es muy bonito y agradable de transitar. Lástima de sequía que menguaba en gran parte su indudable atractivo.
Estamos ya en el área recreativa del rincón de San Buenaventura
Mis compañeros de excursión, posando sobre este leñoso y acaso olvidado fiambre vegetal, otrora coloso de las alturas forestales
Este espacio natural con abundante agua debe ser espectacular. Además, lo afirmo porque he visto imágenes en coyunturas de abundante caudal y por tanto más propicias para su lucimiento
Aún así, eran mis camaradas de excursión los que, con su natural y varonil atractivo, ensalzaban el paisaje, a falta de otros reclamos.
En Chiki se aprecia cierta propensión a encaramarse a todo montículo donde pueda dar rienda suelta a sus habilidades alpinas.
Aquí debería existir una bella cascada de agua que por la escasez de esta, brillaba por su ausencia
Asensio, emperejilando con esmero a la Merkel
Para sortear algunas pozas y dificultades que existen en este tramo de la ruta, que llaman de los "Canalones", los de Alcoy, han instalado recias y sólidas cadenas para asirse, que ya se hallan algo oxidadas, pero que transmiten mucha seguridad y que resultan harto divertidas de salvar.
En el camino nos cruzaremos con esta carrasca centenaria
Y para finalizar esta primera parte del relato senderista que en esta ocasión llevamos entremanos, qué mejor para despedirla que la imágen de un gallardo a la par que atractivo montañero que, ¡cáspita, oh aleluya, aquí demostrado queda que bien puede también destacar y relumbrar don Asensio sin peluca...!
De hecho, aunque a la hora de iniciar la confección de esta entrada, podemos decir aliviados que llevamos encadenados varios días de lluvias incesantes que están mitigando no poco lo que parecían, inacabables meses de sequía, cuando nosotros hicimos esta ruta hace unas semanas, la pertinaz aridez aún subyugaba, amarilleaba gran parte del frondoso paisaje alcoyanense, y por ello, la ruta no logró destellar en todo su enorme potencial. Después de las abundantes lluvias de estos días, seguro que volverá a brillar en todo su natural esplendor.
Estimulados por la prometedora amistad, que nacía de nuestra concomitante afición y alentados a buen seguro por las buenas vibraciones que nos había dejado la ruta del Tranco del Lobo, los amigos de Lorca me proponían hacer excursión por tierras alicantinas que a mí se me antojaban a priori muy seductoras. Acepte la invitación al instante, casi de modo impulsivo. Haremos una ruta por Alcoy, me decía Chiki, el rozagante administrador del club de montaña Sigismondi; nos vamos hacia esa villa para hacer un recorrido muy interesante por sus alrededores. ¡Hombre, que ocasión más propicia para conocer pueblo con tanta solera y renombre! Enseguida me vino a la mente Camilo Sesto y mientras en el whatsapp se materializaban los caracteres que perfilaban la configuración orográfica de la ruta, comencé a tararear un desentonado "Algo de mí" repleto de gallipavos.
El comando para esta nueva aventura estaba compuesto por el ya mencionado Chiki, Pedro, Asensio y el menda que suscribe. Recorrido que tenía esta contextura y al que echamos un vistazo en wikiloc para conocer de antemano su relieve y prever sorpresas y eventos con que nos pudiéramos tropezar durante su transcurso.
Como ya queda dicho, el recorrido cuenta con abundante vegetación, con rincones de exuberante belleza por donde se supone que pródiga, discurre el agua, pero no fue el caso, no fue el día escogido, el momento más oportuno para disfrutar de todo esto, preciso es decirlo, debido a la sequía alarmante que descollaba por doquier.
Al poco de comenzar a caminar, abandonando la vía verde, atravesando la font del Quinzet y buscando el emblemático paraje "Racó de Sant Bonaventura", nos tropezamos con el primer elemento curioso que llama poderosamente nuestra atención.
Puente de las Siete Lunas, que entre otros accidentes orográficos, salva el río Polop. Situado más allá del barrio de Batoi. Se construyó para que pasara por aquí el tren Alcoy-Alicante, que no llegó a circular nunca. Visto desde abajo, impresiona por su enorme altura y amplitud de sus arcos. Lo hollamos hacia el final del recorrido, que lo contempla y atraviesa, aprovechando un tramo de su vía verde, muy frecuentada por los alcoyanos, en idéntico y mayoritario propósito a la de Cehegín, esto es, con fines deportivos y anticolesteriles.
El sendero que discurre por estos parajes es muy bonito y agradable de transitar. Lástima de sequía que menguaba en gran parte su indudable atractivo.
Estamos ya en el área recreativa del rincón de San Buenaventura
Mis compañeros de excursión, posando sobre este leñoso y acaso olvidado fiambre vegetal, otrora coloso de las alturas forestales
Este espacio natural con abundante agua debe ser espectacular. Además, lo afirmo porque he visto imágenes en coyunturas de abundante caudal y por tanto más propicias para su lucimiento
Aún así, eran mis camaradas de excursión los que, con su natural y varonil atractivo, ensalzaban el paisaje, a falta de otros reclamos.
En Chiki se aprecia cierta propensión a encaramarse a todo montículo donde pueda dar rienda suelta a sus habilidades alpinas.
Aquí debería existir una bella cascada de agua que por la escasez de esta, brillaba por su ausencia
Asensio, emperejilando con esmero a la Merkel
Para sortear algunas pozas y dificultades que existen en este tramo de la ruta, que llaman de los "Canalones", los de Alcoy, han instalado recias y sólidas cadenas para asirse, que ya se hallan algo oxidadas, pero que transmiten mucha seguridad y que resultan harto divertidas de salvar.
En los parajes naturales del Racó de Sant Bonaventura y Els Canalons, el agua del río Polop es protagonista y por tanto, todo lo embellece con la vegetación de ribera y la policromía de las choperas y caducifolios, junto con las pozas, cascadas y formaciones rocosas labradas por ella. Bien es cierto que no se hallaba ahora en su mejor momento, pero aún así se podía atisbar la belleza habitual del entorno.
Cuando dejamos atrás y a nuestra derecha el curso del río Polop y la umbría de los canalones, llegamos hasta un cruce en donde existe un cartel informativo que desde aquí te indica las posibilidades que se te ofrecen para tomar un camino u otro. En este lugar coincidimos con un grupo de montañeros alicantinos que estaban resolviendo qué itinerario seguir. Nosotros lo teníamos claro, habíamos de coger el GR-7, pues pretendíamos llegar hasta el santuario, que desde nuestra posición, ya podía otearse el tejado del monasterio, casi camuflado entre el denso carrascal, "allá arribota". Copón bendito, me dije a mí mismo, ¿allí hay que subir...?, pues sí, desde nuestra actual posición, había que salvar un desnivel bastante notable, por lo que comprendí al instante que la ruta no iba a ser tan amable y benévola como yo suponía. Entendí también que por unas semanas, llegábamos tarde para haber disfrutado del bello espectáculo que a buen seguro por estos parajes origina la venida del otoño, en el momento preciso en que el bosque mixto primitivo de las montañas del sur
peninsular, ofrece su máximo colorido. Que ya lo dice el dicho popular, más vale llegar a tiempo que rondar un año. Después de salvar un trecho de camino tocuestarriba, que nos sirvió para ir calentando, superar una vetusta casona que llaman "El Gelat" y una carrasca centenaria de monumental porte, llegamos a la carretera que conduce al santuario.
Al llegar a esta casona que nos dice que "si vienes para mal, no pases del portal, y si vienes para bien, no te quedes en la puerta", comienza, digámoslo así, lo empinado, es decir, lo exigente, lo severo de la ruta porque hasta el santuario de la Font Roja, todo es impenitente subida que no da lugar al respiro. Un palizón en toda regla, la verdad sea dicha, que no parecía tener fin,En el camino nos cruzaremos con esta carrasca centenaria
Y para finalizar esta primera parte del relato senderista que en esta ocasión llevamos entremanos, qué mejor para despedirla que la imágen de un gallardo a la par que atractivo montañero que, ¡cáspita, oh aleluya, aquí demostrado queda que bien puede también destacar y relumbrar don Asensio sin peluca...!
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