Desde luego que Alsamuz tenía razón cuando al subir esta ruta a Wikiloc, en su estupenda descripción decía que era probablemente, la zona más impresionante de la sierra de Castril.Yo creo que lo debe ser. Aunque me faltan elementos de juicio para ratificar tal aseveración, por cuanto no conozco ni mucho menos, toda la sierra, sí puedo afirmar ya, que adentrarme en el barranco de la Magdalena, ha supuesto para mí, una experiencia inolvidable.
Para esta segunda ocasión en que volvía a conquistar la cima del Empanadas y visitar de nuevo la cabaña del maestrillo, cambiaba de compañeros de aventura y en esta nueva cruzada lo hacía escoltado por mis amigos, Miguel Ángel y Amancio, dos curtidos y avezados montañeros que llevan pateando sierras y cordilleras desde su más tierna infancia. Sus contrastados y fidedignos instintos montañeros, me hicieron plantearme el dilema, de si merecía la pena soportar el peso del gepese, para al fin y al cabo, llevarlo de paquete, o me lo dejaba en el coche, pues poco trabajo preveía yo aquel día que le pudiéramos demandar a los satélites rusos o americanos, llevando a mi lado a semejantes brújulas humanas, controlando la rosa de los vientos.
Para esta segunda ocasión en que volvía a conquistar la cima del Empanadas y visitar de nuevo la cabaña del maestrillo, cambiaba de compañeros de aventura y en esta nueva cruzada lo hacía escoltado por mis amigos, Miguel Ángel y Amancio, dos curtidos y avezados montañeros que llevan pateando sierras y cordilleras desde su más tierna infancia. Sus contrastados y fidedignos instintos montañeros, me hicieron plantearme el dilema, de si merecía la pena soportar el peso del gepese, para al fin y al cabo, llevarlo de paquete, o me lo dejaba en el coche, pues poco trabajo preveía yo aquel día que le pudiéramos demandar a los satélites rusos o americanos, llevando a mi lado a semejantes brújulas humanas, controlando la rosa de los vientos.
La ruta es espectacular. Una de las más bonitas y exigentes que hasta la fecha han pateado mis pies. Es para disfrutarla.Y sin entretenerse demasiado pues en invierno se nos hará de noche, y en verano, también, a poco que te quedes embelesado
fotografiando las diferentes gamas de formas pétreas, esculpidas por el
agua, a cual más bella, que componen este auténtico paraíso geológico.
Yo creo que el quid de la cuestión para disponer de más tiempo si volvemos por aquí, residirá en obviar la subida al Empanadas, que una vez dominada, ya no me parece imprescindible.
Porque tengo claro que esta ruta merece una nueva incursión para disfrutar con más detenimiento de sus enormes pináculos, de todas las formas y tamaños, recortados en el cielo. De sus inmensas paredes verticales. Piedra ventana de todos los calibres. Altas agujas de piedra, similares a rascacielos. Cuevas, abrigos rocosos, afilados cuchillares, canchales, portillos, lapiaces...en fin, espero que algo de todo esto, quede plasmado en este reportaje, que después de este "breve" prefacio, ahora despega...
En la impresionante cerrada de la Magdalena corría menos agua que en aquella primera ocasión en que la visité con los amigos de Barranda.
No se asusten l@s admiradores de la Viky que ese infame corte de pelo militar que estoicamente soporta, se lo debe al indigno zopenco de su dueño que por meterse a peluquero, a su indefensa perrita dejo trasquilada.
El conde posando en la cascada...
Con Amancio...
Después de hacernos las fotos de rigor en la cascada, hemos de retroceder unos metros hasta un solitario pino laricio desde el que se inicia la ascensión por una inclinadísima ladera, cuya dureza ya conocía por haberla subido antes con los amigos de Barranda.
A nuestra derecha quedará siempre el imponente muro rocoso y a nuestros pies un formidable canchal por el que hay que trepar.
En todo caso, la subida se hace dura pero se realiza sin mayores problemas pues el terreno es propicio para una buena tracción.
A media subida, mis compañeros de fatigas, intentando enderezar la inclinación de esas formidables paredes que piden a gritos unos puntales.
De vez en cuando, descansaremos para admirar la gran muralla caliza que poco a poco estamos conquistando, disfrutando al mismo tiempo de unas magníficas vistas aéreas de un valle del Castril espléndido, así como de gran parte de la línea de crestas de Sierra Seca, de la que se descuelgan un buen número de barrancos tributarios del río Castril.
El conde es quien la ve primero. Una cabra autóctona de la zona que por alguna razón, ante nuestra presencia, permanece y no se mueve del lugar. Es más, parece agresiva e intenta cornear a Ramón. La razón nos la explica Antonio...preservaba, protegía a su cría. Aunque debía estar tan escondida que nosotros no la vimos.
Por si acaso, intentamos eludirla con suficiente distancia entre el animal y nosotros, para evitar una embestida de fatales consecuencias, aunque hubiese resultado bastante interesante comprobar las dotes toreras del conde...
Cuando llegamos a este pino cuyo tronco tiene tres ramas basales bastante singulares, hemos alcanzado ya un desnivel importante.
Ya nos queda muy poquito para coronar y atravesar la puerta de acceso al impresionante barranco de la Magdalena.
Este es Antonio, un afable pastor de la sierra de Castril, que nos hizo parte de la ruta, maravillosamente agradable.
Por desgracia, yo íba siempre algo rezagado, ocupado en la fotografía y no pude disfrutar de su interesante a la par que entrañable conversación, refiriendo anécdotas, que tuvieron lugar, por estos rincones de dios.
Vamos a su encuentro...
Y ya lo tenemos con nosotros.
Fué un encuentro muy grato y cordial con alguien que desprendía bonhomía por los cuatro costados.
Nos demostraba a cada paso, atesorar un profundo conocimiento de la sierra. Este sí que podía prescindir de los satélites para orientarse y moverse por estos pagos.
Encuentro un tanto exótico a la par que afortunado, en lo que a nosotros se refiere.
Nos daba referencias y explicaciones acerca del medio físico que dominaba. El mejor plano o mapa de la sierra con que podíamos contar. Un gepese de lujo.
En medios tan grandiosos y al mismo tiempo tan sobrecogedores como en el que nos movíamos, no parecía fácil trasladar, captar con el sensor de la cámara, lo que nuestros ojos, lo que nuestro espíritu percibía. Si existen emociones, sentimientos en la vida que no se pueden expresar con palabras, también existen imágenes que trascienden lo artificial, lo tecnológico, que no pueden quedar capturadas en el diminuto y frío corazón de una máquina fotográfica.
En los momentos en que veía a Antonio interactuar con mis compañeros de ruta, deseaba tener el don de la ubicuidad para poder desdoblarme y encontrarme en varios lugares a la vez.
Antonio parecía moverse en la sierra como un arrui, progresando por entre los abruptos senderos sin apenas esfuerzo. La sierra de Castril era parte de su hábitat natural y se movía a través de ella, como pez en el agua.
Introducirse en el barranco de la Magdalena es entrar en un mundo fascinante, hermoso como difícil de patear, en el que tenemos que extremar las precauciones para no perder el sendero y para evitar resbalones en un terreno hostil, que cada dos por tres te pone a prueba con constantes escollos y trampas que superar.
Vamos encajonados entre pendientes laderas, colonizadas por sabinas y algún que otro laricio, y a nuestro paso, el heterogéneo catálogo geológico, resulta inconmensurable.
Antonio ya no es un pastor como los de antes. Aunque luce indumentaria a lo superpaco, y bastón clásico, está bastante tecnificado por cuanto luce botas Chiruca, prismáticos de la marca Olympus, reloj Casio y mochila del Decathlon, en cuyo interior, aparte de condumio y agua, no descarto que lleve también una tablet.
Formas zoomórficas se irán sucediendo durante toda la ruta.
Con solo poner a volar un poquito nuestra imaginación, podremos ver siluetas de familiares animales perfilados sobre la roca.
Hasta la testuz de un conocido me pareció a mí ver cincelada sobre uno de los innumerables contornos pétreos que se nos iban ofreciendo a un lado y otro del camino.
El conde también se mueve ligero entre las rocas
Mis compañeros se movían seguros, tranquilos y confiados con tan acreditado cicerone del que disfrutábamos.
Amancio, luciendo con porte de gran montañero...
¡Qué paisajes dios mío!
El paraíso de la roca...
Antonio anda un trecho, siempre se destaca sobre los que le siguen, sin aparente esfuerzo porque conoce la sierra palmo a palmo y sabe por donde se puede progresar con más facilidad.
Luego nos espera y cuando nos reagrupamos e intercambiamos algunos comentarios, reinicia la marcha.
Cuando se apalanca entre una roca y su cayado, parece que encuentra la posición ergo comodidad perfecta para el relax.
Las curiosas formas rocosas no paran...
FIN DE LA PRIMERA PARTE
Preciosa ruta. ¿Me podríais enviar el track?
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