31 mayo 2014

EMPANADAS, POR EL BARRANCO DE LA MAGDALENA Y TÚNEZ II (SIERRA DE CASTRIL)

Más allá de las sombras, el lecho del barranco de la Magdalena.
Y el Empanadas, dominando el paisaje...
A nuestro paso, observo trozos de lo que tuvo que ser algún antiguo camino que por aquí pasaba, con refuerzos laterales de piedra; pero la erosión, así como la falta de uso y mantenimiento, ha borrado del mapa, muchos de los tramos de lo que tuvo que ser una antigua y espectacular vereda.
El camino desciende y llega a la base de una roca que presenta una superficie casi vertical y plana, de donde salen tres trazas de sendero. Antonio coge la del medio.
Caminamos por el lomo de lo que parece un enorme dinosaurio rocoso...
  Antonio nos sigue regalando indicaciones de todo lo que nos rodea.
Viky, sin separarse de mí, atenta a las evoluciones de nuestros compañeros de ruta, que remontando un pequeño talud, sortean esta barranquera por la izquierda, para avanzar entre matas de zarzas, juncos y rosales silvestres.
Una de las facetas que siempre me han admirado de Viky es que no parece tenerle miedo a los cortados...al final de la ruta, sufrió un percance, y después estuvo unos días terriblemente nerviosa y con un comportamiento quejumbroso y muy extraño que yo atribuía a la experiencia vivida. Afortunadamente, no fue esa la razón de que lo pasara tan mal, días después de haber hecho esta excursión. Ya me parecía a mí, con lo jabata que es, que se dejara traumatizar e intimidar por algo tan baladí. Nuestro amigo Juan, el veterinario, profesional donde los haya, dio con la solución al enigma.
Como se puede ver en la fotografía, el transcurso por entre el barranco de la Magdalena, nos sigue sorprendiendo con parajes absolutamente sublimes.
Desde aquí, el lecho del barranco parece que comienza a estrecharse entre rocas, por lo que desde la confluencia de varios arroyos, subimos por la derecha, al filo del encajonamiento, siguiendo una traza de ganado entre sabinas y romeros.
Tras superar una gran laja, con una pendiente considerable que salvamos rodeándola por la derecha, nos encontramos en la base de esta cueva que tiene forma de cráneo humano sin mandíbula.
...hacia la que se dirige el conde.
Echando un vistazo detenido a la oquedad, vemos que en realidad se trata de una cueva cascada, con ventana abierta hacia el cielo, por la que el agua, cuando llueve, cae desde la parte superior de esta, para juntarse al momento con el cauce del Magdalena.
Antonio, paciente, comprensivo y sonriente, aguarda que concluyamos nuestras maniobras turístico excursionistas.
Y nos sigue mostrando "el nombre de las cosas".
De vez en cuando echamos la vista atrás...
Amancio, disfrutando como el resto, de esta apasionante excursión.
Con esta imágen del conde, atendiendo las enseñanzas del maestro Antonio, damos por finalizada la segunda parte de esta cronica.
FIN DE LA SEGUNDA PARTE


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