Y es que ya
llevaba algunos años quedándome con las ganas de participar en la
TRAVESÍA DE
RESISTENCIA SIERRAS DEL NOROESTE.
No en vano, me
sorprendió conocer que para este año ya se trataba de la duodécima edición; ahí
es nada, porque esta auténtica prueba de resistencia que organiza la asociación
deportiva ADENOW, ya se ha convertido en una “clásica” que no es moco de pavo.
Quiero decir que es preciso acudir más o menos “bien preparado” si no quieres
en el transcurso de la marcha “hacer agua” y dar lugar a que “se te gripe el
motor”.
Porque la prueba
es exigente.
Son muchos kilómetros durante muchas horas por
terreno abrupto y muy empinado, acumulando al término del recorrido un desnivel
de más de dos mil metros.
Endurecido todo
por las últimas nieves que habían caído sobre nuestras latitudes.
Y a una hora de
salida (a las cuatro de la mañana) solo apta para chalados o lunáticos de esta actividad deportiva.
En fin, que no
sería yo el pardillo que acudiría a la cita como San Juan por sus viñas,
subestimando el nivel de exigencia requerido y la dureza del recorrido.
Pero tampoco
acojonado y mucho menos acongojado.
Prudente y cauteloso,
sí; guardando fuerzas hasta los últimos kilómetros por si al cabrón del tío del
mazo, le llamaba la atención mi desgalichada figura, vislumbraba algún signo de
debilidad y decidía sacudirme por detrás de las corvas.
A priori, para
evitarlo contaba con dos inestimables bazas.
Una es el propio
espíritu, sustancia y esencia de esta prueba “no competitiva”.
Que sobre el
terreno se traduce en que, la organización, mantiene un ritmo más o menos llevadero,
a través de un guía al que no se puede adelantar.
Cada equis
kilómetros, tienen lugar los “reagrupamientos”, en los que la “gran cordada” se
reúne de nuevo para comenzar todos juntos el reinicio de la marcha.
Bajo mi punto de
vista, todo un acierto por parte de Adenow porque de este modo, la hacen única
y auténtica, preservándola de cualquier matiz competidor, ergo pique, rivalidad, que
tan común viene siendo en otras marchas de similares características a esta.
Mi otro as en la
manga lo llevaba a veces delante y otras detrás, y no era otro que mi amigo, mi
gran compañero de aventuras senderistas Josepaco, alias “Indiana Jones Barranda”, que conocerán
algunos de mis ocasionales lectores, de pasados episodios, también relatados en este blog.
Bien sabía, que pasara lo que pasara en el transcurso de esta gran prueba de resistencia, mi leal, noble e infatigable amigo nunca me abandonaría.
Bien sabía, que pasara lo que pasara en el transcurso de esta gran prueba de resistencia, mi leal, noble e infatigable amigo nunca me abandonaría.
Pero echaría de
menos a mi Viky, que dadas las circunstancias climatológicas adversas (esencialmente
la mucha nieve que se preveía que existiera en todo el recorrido), hube de
dejármela refunfuñando en casa.
Y otra cosa que me
preocupaba era la indumentaria a llevar en tal coyuntura nívea así como los “neumáticos”,
que ya comenzaban a dar muestras de falta de adherencia al terreno, por presentar
un gastado dibujo en las ranuras principales de la banda de pateamiento.
Pero sobre estas
cuestiones, ya entraremos en detalle más adelante.
Decir también,
antes de proseguir mi relato, que por alguna razón que yo mismo desconozco,
apenas hice fotos. No se si porque anduve la mayoría del tiempo más pendiente
de “no aterrizar” que de fotografiar el entorno, pero lo cierto y verdad, es que,
infiel y traidor a mi costumbre, la compacta que llevaba consigo, permaneció
más tiempo guardada que cumpliendo su misión fotográfica. Cero y colleja por tanto, para este
cobarde y pusilánime reportero senderista que se cagó a las patas abajo cuando
el terreno se puso cuestarriba.
Menos mal que el
amigo Joaquín, aquel del comando Totana, que en ningún momento se "encogió" pese a
lo dificultoso del camino, hizo con su admirable réflex más de doscientas fotos y
algunas de ellas, (en adelante, las que correspondan a su autoría, aparecerán con una orla de color blanco) con su previo consentimiento, habrán de servirme para
ilustrar esta nueva historia que después de este “breve” preámbulo, comienza...
Posiblemente,
quedamos el de Barranda y yo a hora excesivamente apretada en la glorieta “de
la cruz de Caravaca” a las cuatro menos cuarto de la mañana.
En el hotel El
Llano había un ambiente muy animado, estupendo yo diría. Gente con aire
competente, operativo y muy capacitado.
Daban la sensación de "estar en forma" y de saber "qué" los había reunido en ese momento y lugar.
Bien equipados, y ya
protegidas sus tibias con polainas.
Empezaban a entrarme las dudas acerca del porqué de mi presencia allí. ¿Que no había acudido yo a este baile con un traje de prestao y como san Juan por sus viñas...?
Los primeros kilómetros, alumbrados con nuestros frontales o linternas y saliendo del pueblo, se sucedieron vertiginosamente.
Íbamos en la puta cola y por momentos creía quedarme sin resuello.
Comencé a sentirme agobiado por la excesiva ropa que sin duda me cubría. Pero pararse, significaba tener luego que echar a correr para recuperar el terreno perdido.
Decidí aguantar.
Poco a poco mis pulsaciones se fueron estabilizándo y las sensaciones térmicas, equilibrando.
Por entonces, ya sabía que mi anorak para nieve era excesivamente "aislante" y que no expelía el sudor de forma eficiente.
Todo el mes aquejado de un recalcitrante constipado, me habían hecho tomar excesivas precauciones contra un presunto frío que nunca llegó a hacerse evidente. La primera paradiña para reagrupar a la gente me sirvió para evacuar líquidos y quitarme algo de ropa.
Algo más confortable, comenzamos a ascender las primeras estribaciones de la sierra del buitre.
Mi amigo Asensio, el montañero más divertido y extravagante del universo cibernético, siempre con gana de broma, me disparaba con su pistola de rayos láser y comenzaba a aligerarse de ropa.
Yo a su lado me sentí como un quejumbroso viejo reumático, tapado hasta las orejas. Un carcamal, decadente y senil por así decir. Sentí ramalazos de abatimiento y ráfagas de intenso frío, lamináronme el alma y mi espíritu bravíos.
Los últimos cien metros hasta el punto geodésico de la sierra del buitre son bastante empinados. Pero subimos tranquilos y en agradable conversación, al ritmo de los que nos precedían; y casi sin darnos cuenta, nos vimos coronando, con fuerza, con brío, con el recio ímpetu de un macho cabrío.
Josepaco parecía no acusar esfuerzo alguno y su cara reflejaba el intenso placer que debían estar proporcionándole sus sentidos.
Sobre el horizonte, comenzaba a alborear y rodeados de los compañeros que desde hacía unos minutos nos esperaban, supimos que la primera cima, era misión cumplida.
En el punto geodésico de la sierra del Buitre, disfrutando también de un momento "cumbre".
La bajada desde la sierra del buitre constituyó un deleite absoluto.
Tanto fué así que se lo tuve que expresar no una sino dos o tres veces a mi amigo Josepaco.
¡Estoy difrutando amigo, estoy disfrutando como un enano!
Bajamos como una exhalación, jugando con los patinazos controlados y el riesgo permanente de un culazo o batacazo que nos rompiera los dientes entretanto.
Cuando ya la pendiente se reducía bastante, hasta iniciamos un delicioso trote cochinero que nos supo a gloria bendita.
Mientras tanto, la eclosión de un sugerente amanecer, ensalzaba la belleza fascinante de un paisaje deslumbradoramente nevado.
Parece ser que es nuestro destino, llegar a cada reagrupamiento, "de los últimos". En realidad, durante la travesía, en ningún momento somos conscientes de este hecho ni sentimos premura, apuro, agobio alguno porque nos estamos tomando este viaje como una fiesta de sensaciones, absorviendo el reconstituyente elixir que destila la naturaleza, porque ese y no otro es nuestro principal objetivo. Lo estamos consiguiendo, amén de tragarnos el polvo y la nieve pisada de todos los aguerridos caminantes del mundo.
Aquí, en otro de los innumerables reagrupamientos avituallados en donde reponer fuerzas y reabastecerse de líquidos y nutrientes varios. En cuanto a organización, cuidado por el detalle y desvelo por cubrir cualesquiera de las necesidades que pudieron surgir de parte de los participantes, la asociación deportiva ADENOW se mereció un diez y medio.
Desde el principio hasta el final, rozaron la perfección, cuando no la excelencia.
Es hora de proseguir la marcha porque no resulta conveniente estar mucho tiempo detenido y conseguir así que el sudor del cuerpo se enfríe. Aún nos queda un largo camino por recorrer y muchos centímetros de nieve que aplastar. Andar sobre el blanco elemento resulta agradable y vivificante por un rato, pero durante tantos kilómetros, agota y exprime las fuerzas del más pintado.
Sin embargo, todo se conjura para que personas y entorno se fusionen armoniosos, complementándose, confundiéndose unos y otros en el centelleante paisaje.
Y esta simbiosis sabe captarla como nadie nuestro amigo Joaquín.
Pasen y vean, pasen y vean señores. Sigan deleitándose porque aquí el artista, se nota que disfruta y se recrea, atrapando la sencilla a la par que fascinante belleza inherente que habita en cualquier criatura de la naturaleza.
FIN DE LA 1ª PARTE
Empezaban a entrarme las dudas acerca del porqué de mi presencia allí. ¿Que no había acudido yo a este baile con un traje de prestao y como san Juan por sus viñas...?
Los primeros kilómetros, alumbrados con nuestros frontales o linternas y saliendo del pueblo, se sucedieron vertiginosamente.
Íbamos en la puta cola y por momentos creía quedarme sin resuello.
Comencé a sentirme agobiado por la excesiva ropa que sin duda me cubría. Pero pararse, significaba tener luego que echar a correr para recuperar el terreno perdido.
Decidí aguantar.
Poco a poco mis pulsaciones se fueron estabilizándo y las sensaciones térmicas, equilibrando.
Por entonces, ya sabía que mi anorak para nieve era excesivamente "aislante" y que no expelía el sudor de forma eficiente.
Todo el mes aquejado de un recalcitrante constipado, me habían hecho tomar excesivas precauciones contra un presunto frío que nunca llegó a hacerse evidente. La primera paradiña para reagrupar a la gente me sirvió para evacuar líquidos y quitarme algo de ropa.
Algo más confortable, comenzamos a ascender las primeras estribaciones de la sierra del buitre.
Mi amigo Asensio, el montañero más divertido y extravagante del universo cibernético, siempre con gana de broma, me disparaba con su pistola de rayos láser y comenzaba a aligerarse de ropa.
Yo a su lado me sentí como un quejumbroso viejo reumático, tapado hasta las orejas. Un carcamal, decadente y senil por así decir. Sentí ramalazos de abatimiento y ráfagas de intenso frío, lamináronme el alma y mi espíritu bravíos.
Los últimos cien metros hasta el punto geodésico de la sierra del buitre son bastante empinados. Pero subimos tranquilos y en agradable conversación, al ritmo de los que nos precedían; y casi sin darnos cuenta, nos vimos coronando, con fuerza, con brío, con el recio ímpetu de un macho cabrío.
Josepaco parecía no acusar esfuerzo alguno y su cara reflejaba el intenso placer que debían estar proporcionándole sus sentidos.
Sobre el horizonte, comenzaba a alborear y rodeados de los compañeros que desde hacía unos minutos nos esperaban, supimos que la primera cima, era misión cumplida.
En el punto geodésico de la sierra del Buitre, disfrutando también de un momento "cumbre".
La bajada desde la sierra del buitre constituyó un deleite absoluto.
Tanto fué así que se lo tuve que expresar no una sino dos o tres veces a mi amigo Josepaco.
¡Estoy difrutando amigo, estoy disfrutando como un enano!
Bajamos como una exhalación, jugando con los patinazos controlados y el riesgo permanente de un culazo o batacazo que nos rompiera los dientes entretanto.
Cuando ya la pendiente se reducía bastante, hasta iniciamos un delicioso trote cochinero que nos supo a gloria bendita.
Mientras tanto, la eclosión de un sugerente amanecer, ensalzaba la belleza fascinante de un paisaje deslumbradoramente nevado.
Parece ser que es nuestro destino, llegar a cada reagrupamiento, "de los últimos". En realidad, durante la travesía, en ningún momento somos conscientes de este hecho ni sentimos premura, apuro, agobio alguno porque nos estamos tomando este viaje como una fiesta de sensaciones, absorviendo el reconstituyente elixir que destila la naturaleza, porque ese y no otro es nuestro principal objetivo. Lo estamos consiguiendo, amén de tragarnos el polvo y la nieve pisada de todos los aguerridos caminantes del mundo.
Aquí, en otro de los innumerables reagrupamientos avituallados en donde reponer fuerzas y reabastecerse de líquidos y nutrientes varios. En cuanto a organización, cuidado por el detalle y desvelo por cubrir cualesquiera de las necesidades que pudieron surgir de parte de los participantes, la asociación deportiva ADENOW se mereció un diez y medio.
Desde el principio hasta el final, rozaron la perfección, cuando no la excelencia.
Es hora de proseguir la marcha porque no resulta conveniente estar mucho tiempo detenido y conseguir así que el sudor del cuerpo se enfríe. Aún nos queda un largo camino por recorrer y muchos centímetros de nieve que aplastar. Andar sobre el blanco elemento resulta agradable y vivificante por un rato, pero durante tantos kilómetros, agota y exprime las fuerzas del más pintado.
Sin embargo, todo se conjura para que personas y entorno se fusionen armoniosos, complementándose, confundiéndose unos y otros en el centelleante paisaje.
Pasen y vean, pasen y vean señores. Sigan deleitándose porque aquí el artista, se nota que disfruta y se recrea, atrapando la sencilla a la par que fascinante belleza inherente que habita en cualquier criatura de la naturaleza.
FIN DE LA 1ª PARTE
Hola paisano,despues de mantener la conversación de ésta mañana me he decidido a visitar tu blog, un placer leer tus comentarios, tú como siempre tan locuaz, no has perdido tu esencia.Me gusta tu blog,muy muy bueno.Te seguiré. Saludos desde Villa Salto Lucero.
ResponderEliminarOh, Paquito, el placer ha sido mío. Cada vez que me tropiezo con mis amigos de la de la adolescencia, unas mariposillas traviesas me recorren el estómago porque evocáis mis recuerdos más nostálgicos y placenteros. Qué inolvidables momentos, cuando aún éramos unos críos, pasados allí en tu casa en "VILLA SALTO LUCERO DE GUMERSINDO Y ANTONIA. Está claro, que cuando os tengo enfrente, a ti, al Salva, al Pani, al Luís, al Mateo (al "muerte" algo menos), jajaja me hacéis retrotraerme al pasado, a los viejos tiempos en que todo era inocencia y felicidad.
ResponderEliminarY aún a riesgo de mostrarme excesivamente cursi o sentimental, aunque nos veamos poco, cuando lo hacemos, siento que la sincera amistad, continúa incólume y os sigo llevando en el corazón. Porque los buenos momentos pasados con tus amigos de siempre, NUNCA SE OLVIDAN.
A ver, a ver si es verdad que algún día nos volvemos a reunir para rememorar viejos tiempos, porque coincidirás conmigo...
"¡Qué rápido se han pasado 30 años de nuestras vidas...!"
Te mando un abrazo, más, mucho más fuerte que el que te di ayer...
¡Y sigue así, cabrón, que en treinta años apenas has cambiado...!
Maravillosa la primera parte!!! Me has hecho revivir cada instante de la travesía... y sin dolor!!! Jeje, sólo los buenos momentos, que fueron muchíiisimos. Las fotos buenísimas, y la narración magistral... eres único!!
ResponderEliminar