En esta nueva
aventura senderista, debo confesar que he tenido momentos preñados de emoción
en que me he sentido un poco como “gran explorador”, descubridor...conquistador
de senderos inéditos de Burete.
He disfrutado
mucho abriendo nuevas vías, descubriendo, “inventando” otras posibilidades,
conectando diferentes tramos, enlazando y configurando por fin un bonito
recorrido con que potenciar mis futuros paseos, por la sierra que más cerca
tengo de casa y por la que siento una querencia, una atracción especial. Porque
la ubérrima Burete es para mí, mágica e inacabable.
Hasta en cuatro o
cinco ocasiones tuve que cambiar la configuración del recorrido al tropezarme
con nuevos senderos, nuevas vías que consideraba más fáciles y por tanto abordables
para el senderista medio.
Por que tampoco se
trataba de emular a las cabras o a los arruis que tan visibles y de presencia
tan próxima tendremos durante todo el recorrido.
Así fue como una
mañana de febrero me desvié del camino acostumbrado y me adentré por el monte.
Acabé lleno de
arañazos y con las pantorrillas en carne viva intentando hallar la senda que me
marcaba el gepeese y que no existía,
o al menos yo no encontraba por ninguna parte.
Aquella mañana
llegué al camino próximo al mirador de las águilas desollado, sangrando como un
cristo crucificado pero al mismo tiempo entusiasmado por la frondosa belleza de
aquel monte inmaculado que habían disfrutado mis ojos, que habían sufrido mis
corvas, que habían pateado mis pies.
Al día siguiente
volví a la carga, con algún que otro esparadrapo en mis canillas pero con la
ilusión y esperanza intactas de encontrar por fin el rastro de algo que se pareciera a una
senda.
Regresaba otra vez
frustrado al camino desde donde había partido para intentarlo de nuevo en otra
dirección cuando por fin, tropecé con ella...era una senda bien definida que no se
encontraba registrada en el mapa del garmin. Primero la seguí dirección sur,
hasta deducir al camino que podía conducirme y viendo que se me pegaba el arroz
por tener que currar aquella tarde, la cogí dirección norte por pillarme en el
camino de regreso. Burete parecía en ese momento más mágica y desconocida que
nunca.
Después de andar a
buen paso durante bastantes minutos, desemboqué por fin en un camino familiar que
me produjo hondo regocijo. Aquella senda en el corazón de Burete, aumentaba, (¡y
de qué manera!) mis posibilidades de conectar distintas demarcaciones y por
tanto, proporcionarles más variedad y aliciente, ergo diversión a mis
recorridos. A partir de aquí comencé a “tirar del hilo” y ya todo fue un
maquinar y configurar mentalmente y por tramos, un recorrido lo bastante largo
y entretenido para que valiera la pena reputarlo como bonita y atractiva ruta
de senderismo. Atrás quedan momentos pletóricos, eufóricos, cuando encontraba un
enlace más o menos armonioso que “encajara” bien con el resto del recorrido; y de
arduo trabajo también por tener que despejar, serrucho en mano, un precioso y técnico tramo, de algunos de
los pinos caídos que, atravesados sobre el barranco obstaculizaban el paso; y de
las muchas sutiles marcas que tuve que disponer para en ocasiones sucesivas, abordar
la apenas tangible senda, por un lado del accidente orográfico que me encontrara o del otro.
En definitiva,
esta ruta la considero mía.
Todo estaba
preparado y solo faltaba presentarla en sociedad y bautizarla, pero el esperado
acontecimiento se hizo esperar. Por fin, tres de los Falcomosqueteros con Dartañán
al ataque, quedaron el jueves santo para ejecutar tan sublime partitura senderista.
El nombre de la criatura, esto es, de la ruta, se la debemos al conde.
Nadie mejor que él para entender la íntima conexión emocional que existe entre el hombre y su perro. Ramón, Nana y Viky disfrutaron de la aventura más que nadie, casi como hermanos, rezumando gavillas de libertad por cada una de sus patas. Fueron los tres perros quienes mejor encarnaron la verdadera esencia de esta ruta, y por ello, son merecedores de nuestros elogios más encendidos.
El nombre de la criatura, esto es, de la ruta, se la debemos al conde.
Nadie mejor que él para entender la íntima conexión emocional que existe entre el hombre y su perro. Ramón, Nana y Viky disfrutaron de la aventura más que nadie, casi como hermanos, rezumando gavillas de libertad por cada una de sus patas. Fueron los tres perros quienes mejor encarnaron la verdadera esencia de esta ruta, y por ello, son merecedores de nuestros elogios más encendidos.
Como viene siendo
habitual en algunas de mis aventuras ilustradas mediante fotografías, alternaré
imágenes obtenidas durante la configuración de esta nueva singladura, con las del día en
cuestión en que fue bendecida por mis amigos. Estoy convencido de que para muchos de vosotros, será todo un descubrimiento.
Y después de este “breve
prólogo”, comenzamos.
A veces, durante mis constantes aproximaciones durante la configuración de la ruta. me sorprendía el siempre bello atardecer...
A veces, durante mis constantes aproximaciones durante la configuración de la ruta. me sorprendía el siempre bello atardecer...
Iniciamos la ruta cuando los primeros albores del amanecer comenzaban despuntar...la cámara es nueva y la foto pésima.
Ante determinadas situaciones, aún no he intimado con ella.
El conde, transmitiendo su siempre contagiosa garra y fuerza...
Hacia el otro lado del cortafuegos y bajo otras condiciones lumínicas también se puede apreciar un agradable paisaje en el que se mezclan naturaleza y civilización...
Durante el camino, nos encontraremos con huellas y vestigios de civilizaciones antiguas...
Tótem y misteriosas señales de guerreros de otro tiempo...
Curioso el doble triángulo que forman hombres y animales .
Comenzaba a sobrar algo de ropa. Aquí vemos a Juan, que en un santiamén se quedó en paños menores. Omito esas fotografías de dos rombos por comprender que estamos en horario infantil.
El conde, mostrando con orgullo la camiseta de su participación en el último trail de Cabo de Gata, en Almería...
Su hermano...
Amor fraterno...
Bonita fotografía de mis tres camaradas de ruta, teniendo a sus espaldas el esplendoroso valle de Lavia...
Aquí con el menda...
Durante una buena parte del recorrido, tendremos a nuestra izquierda un majestuoso paisaje que cautivarán nuestros sentidos...
Intentando encontrar agua para los perros...
Y el conde que no piensa nada bueno, haciéndole una nueva perrada a Ramón...aquí vemos a este con rostro carioacontecido...
Imposible que el diminuto sensor de una compacta pueda captar la belleza real del entorno por el que transcurre esta ruta...
En febrero los almendros estaban en flor...
Llevábamos poquito más de la mitad del recorrido y decidimos que era momento de parar y "repostar".
Un dique de contención de los varios que nos encontraremos en la ruta, nos sirvió que ni pintado para la ocasión...
Es hora de recomponer el equipo, y reanudar la marcha...nos aguarda un barranco duro de pelar...
FINAL PRIMERA PARTE
Llevábamos poquito más de la mitad del recorrido y decidimos que era momento de parar y "repostar".
Un dique de contención de los varios que nos encontraremos en la ruta, nos sirvió que ni pintado para la ocasión...
Es hora de recomponer el equipo, y reanudar la marcha...nos aguarda un barranco duro de pelar...
FINAL PRIMERA PARTE
Esa si es la Lavia, jajaja.... hay que ver, en cosa de pocos años lo humanizado y urbanizado con cientos de casas que ha quedado ese valle de la Lavia.... y lo de las canteras en la sierra de Burete es un verdadero atentado ecológico, demencial.
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