05 enero 2025

CON LOS AMIGOS SENDERISTAS POR LA SIERRA DE RICOTE III y FINAL



Este tramo del recorrido, aparte de visualmente imponente, resulta muy divertido de patear. Trepadas y destrepadas, pero muy sencillas, con la debida atención y precaución, sin peligro alguno. El bastón por aquí puede venir muy bien.
Desde estas excepcionales atalayas, eché de menos mis prismáticos.
He aquí La Cuerda de los Cuernos.
Nuestro amigo Mariano, colocado en una de las astas de este recio y abrupto morlaco, presto para la foto.
Y Anabel, dispuesta en la misma tesitura que posturea así de espectacular, recortada entre picachos y montañas del centro de la región murciana.
El grupo, esperando en un promontorio la llegada de Anabel.
Me esperan hasta que les alcanzo porque ya nos queda el último tirón.
Fernando, capturando su figura y marcha instantes antes de descolgarse a plomo por el bonito sendero.
 La villa de Ricote y todas las prominencias inmediatas y más lejanas que la circundan. 
A la izquierda de ese promontorio perpendicular a la población, se halla el Peñón de Ricote, pared emblemática muy solicitada de los aficionados a la escalada deportiva. Cuenta con más de 30 vías de uno y varios largos con grados que abarcan desde el 5b hasta el 7a, de aciago recuerdo para mí porque aquí encontró la muerte nuestro amigo Pedro, un lorquino de pro, al precipitarse al vacío mientras practicaba esta disciplina deportiva.  
Seguimos evolucionando por un sendero muy bien marcado, como aquel que dice, cuestabajo y sin frenos.
Aunque de vez en cuando aún nos sorprende tener que afrontar algún que otro repecho.
Cuando me enfrento a esta imagen, veo la composición fotográfica de inmediato, a mis compañeros de ruta, enmarcados entre las diferentes prominencias que componen la sierra de la Pila (catalogada de Parque Regional), entre otras, los picos de Caramucel (1025m), Alto de las Manojeras (1058m), pico Los Cenajos (1226m), y la cumbre más elevada de todas donde se encuentran las antenas, el pico de la Pila (curioso trabalenguas), a 1265 metros de altitud, adonde ya estuvimos en 2014. Me espero paciente a que se vaya congregando el resto del grupo y los voy recortando contra la sobresaliente montaña. 
Destacando la cima de La Pila entre el cresterío transversal por abajo de la Sierra del Viar (697m).
Reunido el grupo en tan pintiparado balcón con vistas a la Sierra de la Pila por su vertiente Sur, continúo el camino a ver si los atrapo.
Ya nos queda muy poquito para cerrar el círculo mientras desde una posición privilegiada, disfrutamos de las vistas de Ricote y de la Sierra del Chinte. Entremedias de ambos discurre el río Segura.
Uno de Los Cuernos de Ricote, que ya hemos pateado y dejamos atrás, donde inmortalizamos a Anabel.
El ubérrimo valle de Ricote, donde se asentaron hace algunos siglos, aquellos musulmanes más tarde trocados, ultimada la reconquista, en moriscos. Rescatamos algunas reseñas de una publicación anterior.
El valle de Ricote, el que se dice fue el último reducto morisco de la península, comprende un territorio de pequeña extensión pero marcada personalidad paisajística. El río Segura aporta el agua; el arte y la encomiable ingeniería hidráulica árabe hizo el resto, creando un complejo entramado de canales, acequias, norias (ñoras) y azudes para convertir al valle en un auténtico vergel, un mar de cítricos, oasis cromático incrustado entre ahogadizas y áridas montañas rocosas que produce un gran magnetismo a quien las divisa desde las alturas.
Cítricos, vid, aceite, esparto y agua alimentan a las poblaciones que integran el también llamado Valle Morisco: Blanca (localidad con gran dinamismo cultural), Ojós (inmersa en el mar de cítricos bajo la pared del Chinte, y célebre por sus bizcochos borrachos de bergamota), Ulea (encaramada bajo la peña vigía de la Pila de la Reina), el propio Ricote (encajado entre la altiva sierra a la que da nombre (1122 m) y algunos vigorosos relieves arcillosos, productor de un vino goloso y único), Villanueva del Segura y Archena, conocida esta última por su popular balneario e iniciando la transición hacia el paisaje mucho más urbanizado e industrial de las poblaciones de la Huerta, que rodean la ciudad de Murcia.
Templo parroquial de San Sebastián.
La belleza del valle de Ricote, el Wadi Riqut de los moriscos, puede pasar desapercibida si uno se limita a pasar cerca sin penetrar en su interior. Si acaso los explosivos relieves que lo resguardan pueden llamar algo la atención desde el extrarradio, cuando transitamos por la autovía hacia Murcia. Pero es necesario pasear por las riberas del Segura o auparse hasta alguna de las alturas que custodian el curso fluvial a su paso por el valle, para empaparse de toda la belleza y el embrujo del paraje. Frágiles terrenos margosos y arcillosos, donde no faltan los bad-lands, se combinan con calizas y areniscas, modelando montañas de altitud media que se desploman en verticales paredes de piedra roja, ocre y blanquecina hacia lo más profundo del valle, ofreciendo un aspecto de atalayas difícilmente alcanzables. Sin embargo, como ocurre en otros rincones de la geografía murciana, la mayoría de rutas asequibles transcurren bajo las grandes manchas de pino carrasco (Pinus halepensis) que se han apoderado felizmente de las vertientes de umbría, aportando una nota de frescor al ambiente, además de ayudar en la sujeción de unos suelos que la mismísima caricia del viento erosiona.
De entre todos los relieves del valle de Ricote, uno destaca sobre los demás por su innegable magnetismo: la Sierra del Chinte (469m). Denominada también Alto del Solvente, la montaña se desploma sin miramientos sobre el estrecho que el río Segura ha abierto entre las poblaciones de Blanca y Ojós. En contraste con su brutal fachada meridional, la vertiente norteña se presenta con formas mucho más suaves y vestidas de vegetación, en las que el pino carrasco cede el espacio a espartales y romerales en la parte alta. Incluso un cortijo, visible desde la cima y hoy en día tristemente abandonado, proporcionó cobijo y riqueza a alguna familia blanqueña en esta ladera septentrional, a la que se accede con suma facilidad desde las inmediaciones de Blanca por medio de un viejo camino. Llevaremos así el sol siempre a la espalda y la luz a favor para disfrutar, de principio a fin, de la fuerza visual del Chinte.
Hemos completado el círculo, con la sensación de haber disfrutado y aprovechado muy bien la jornada senderista; un recorrido, como se suele decir, de los que hacen afición, y a las pruebas fotográficas me remito. Es que la región de Murcia, para los que nos gusta el monte y empaparnos de naturaleza, todavía esconde lindos y sorprendentes tesoros por descubrir, y voto a bríos que para mí, este ha sido uno de ellos. Como suelo decir en estos casos, parafraseando al célebre general americano, durante la IIGM, Douglas MacArthur: ¡VOLVERÉ!
El perfil del recorrido trazado sobre la cartografía y Google Earth así como el TRACK del recorrido, que el insigne Anthercas, realiza a la contra de las manecillas horarias, por si a alguien interesa.
¡HASTA LA PRÓXIMA!

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