19 febrero 2025

ADENOW 2024

El pasado noviembre de 2024, desde el punto de vista físico, fue para mí excepcional, por las buenas sensaciones que tuve. Me sentía pletórico de fuerzas y encadenaba una paliza senderista tras otra, sin apenas menoscabo para los nuevos tutes que vinieron después. No se me acababa la gasolina, por más estopa que me auto infligiera, y de un día para otro, recuperaba muy bien. Ni siquiera mis castigadas rodillas, parecían resentirse y tanto en subida como bajada, andaba como un tiro. Soy de la opinión de que tantos los buenos como los malos momentos, suelen ser pasajeros, y si son infaustos, ya pasarán o te adaptarás a ellos (¡qué remedio!), pero si son afortunados, como un limón que se exprime, hasta la última gota, hay que aprovecharlos al máximo, todo lo que dé la mata, sacarles el jugo, para que cuando vengan mal dadas, te puedas decir a ti mismo, "fue bonito mientras duró y que me quiten lo bailao"; y de este epítome de vida, no hay quien me baje del burro. Que no me vendan la moto del "todo por la pasta" para conseguir esto o aquello otro que no deja de ser material y por tanto efímero, que lo más importante es la salud y cierto equilibrio emocional que suele devenir de ella, por aquello del cuerpo sano, mente sana y de las endorfinas que se generan durante la actividad física al aire libre, porque lo demás, son zarandajas propias del marketing y los tiempos ultra epicúreos que vivimos, que en el mejor de los casos, reportan momentos de felicidad efímeros que apenas nos dejan un poso que pueda resultarle beneficioso al espíritu.

De las cosas sencillas de la vida, que cuestan poco dinero o ninguno, devienen los mejores y más duraderos momentos de felicidad. Y me estoy yendo por los cerros de la Peñarrubia caravaqueña, lo reconozco, porque no tenía yo intención de ponerme ahora en plan estoico metafísico, que ni por allí te asomes, que seguramente cuando mañana relea lo escrito, lo borre, porque lo que aquí y ahora pretendo, mientras aporreo el teclado, es aprovechar unas pocas fotos que hice durante mi participación en la última Adenow que tuvo lugar el pasado día 9 del mes noviembre de 2024. 
Hacía más de diez años que no me volvía a meter en semejante embolao, pero como quiera que habían pasado su fecha de realización al mes de noviembre (antes se hacía en marzo), pues un buen día, de finales de octubre, después de un palizón de 28 kilómetros, hecho entre las sierras de Burete y el Quipar, con subida y bajada por el As de Copas, dadas las buenas sensaciones que tuve, me dije: ¡en cuanto llegue a casa, compruebo si, a diez días vista para su celebración, todavía quedan inscripciones para la Adenow de este año, porque si quedaran...es que estoy para hacerla!   
Y pensado y hacerlo porque para siquiera plantearse participar en la Travesía Adenow, no hay que pensárselo mucho, porque si lo haces, enseguida te disuades y buscas excusas ya que lo que peor he llevado siempre es su hora de inicio, esto es, las cuatro de la madrugada. ¡A ver cómo gestionas las horas de sueño previas al evento? Muy difícil para mí por no decir imposible, porque abordas el reto de los cuarenta kilómetros, con más de dos mil y pico metros de desnivel, sin haber dormido o descansado lo suficiente. Pero forma parte del desafío a superar, de la idiosincrasia, marca de la casa de esta veterana prueba que ya va por su XXII edición. 
Lo mejor de esta marcha, no competitiva, aunque muy exigente, es su organización. Dada su experiencia, rozan la excelencia en todos los sentidos. El personal y colaboradores que la hacen posible, resultan insuperables. Se les nota en todo momento su esmero y entrega, su compromiso, cuidado en los detalles para que todo salga perfecto. Los avituallamientos son oportunos, muy estratégicos y sin reparar en gastos. Este año, como sorpresa que dio mucho que hablar, aparte del recorrido, que cada año es inédito, y se confecciona en el mayor secreto, fue el avituallamiento principal de carrera, esto es, un espléndido bocadillo caliente, a elegir entre salchichas y lomo, con lata de cerveza incluida, que podías repetir. Apoteósico es poco. Ni qué decir tiene que la merienda cena de hermandad, con entrega de buenos regalos al azar, según sorteo de los números de inscripción, al final de la prueba, es otro marchamo de distinción que hacen de esta CLÁSICA, en mi modesta opinión, la mejor y más genuina prueba de senderismo murciano, y parte del extranjero, que en todos estos años, ha sabido mimar y conservar la pura esencia de su primigenia edición, cuando tuvo lugar allá por el año 1991.
Dos o tres tramos durante la marcha, resultaron inéditos para mí, y tuve que explorarlos días después, porque me gustaron mucho y quedé con la copla de su interesante entorno y orografía. De hecho, serán el motivo de las dos próximas entradas de este blog.

Lo que más me llamó la atención, nada más hacer acto de presencia sobre las cuatro menos cuarto en los Salones del Castillo, fue que no conocía a nadie de los participantes. Quitado algún veterano colaborador y organizador de la travesía, me pareció que la mayoría de los concurrentes eran forasteros. Mi amigo Fernando llegó tan apurado de tiempo al punto de salida que no coincidimos en los momentos previos al evento, lo que me supuso una inopinada sorpresa, encontrármelo más tarde casi de sopetón, poco antes de romper el día, en el avituallamiento del caldo caliente. 

Las casi tres horas de andadura nocturna, bajo la luz de los frontales, no te las quita nadie, de manera que, una vez se da la salida desde Los Salones del Castillo (restaurante de Caravaca), afrontamos en subida sin interrupción, los cerros sucesivos del Trompetero 931m, Gordo 1192m, De la Canaleja 1201m y del Buitre 1427m. Al descender este último, nos espera un avituallamiento muy oportuno, ya que, entre otras viandas, te puedes echar al coleto, un caliente caldo de pollo con pelotas que sienta como dios. ¡Qué bien nos entró aquel mejunje reconstituyente...!

Desde el minuto uno de marcha, tengo presente no olvidarme de ir reponiendo fuerzas e hidratarme. El paso, todavía a oscuras, por las Talas del Nevazo y la Umbría del Buitre, que difusamente recordaba de otras ediciones, me gustó y me dije que tenía que recorrerlo bajo la luz del día y con mucha más calma. El ritmo en todo momento es vigoroso, y no te puedes dormir en los laureles ni un segundo para tomar una fotografía, so pena de quedarte en un pispás, muy rezagado.
 
Durante el transcurso de la sucesión de repechos interminables del paraje Pelón de Ortega, se comienzan a vislumbrar los primeros albores del amanecer. Es hora de prescindir de los faros frontales.
Hemos conectado con la pista del Nevazo, la que viene de Caravaca, en el paraje que llaman del Reventón, en las inmediaciones del observatorio forestal que se halla a 1387 metros de altitud. Seguimos hacia La Barquilla, Collado de la Cruz y proximidades del Cortijo de Bollarín, donde tendrá lugar el avituallamiento estrella de la ruta Adenow. 
Al fondo, la cresta del Pinar Negro o sierra del Gavilán, 1478m.
Durante este extraordinario avituallamiento donde se sirvieron generosos bocadillos calientes de salchichas o lomo, que sentaron dabuten. Aquí la organización se marcó un puntazo sublime.
El ceheginero Fernando, compañero de fatigas de otras rutas hechas con los Amigos Senderistas, que anda mucho...mucho.
El que suscribe, esperando a que la cola del bocadillo, disminuyera un poquito. Lo tenían tan bien y eficientemente organizado, que la espera fue breve.
Reanudando la Adenow en fuerte subida, con el buche lleno, buscando el Collado del Pinar Negro. ¡Ay's, quién me mandará a mí meterme en estos berenjenales...! 
Arriba del collado, esperando el reagrupamiento del resto del grupo, poquito antes de enfilar por el espectacular Barranco del Culebrón, el que me pareció más largo que un día sin pan, y muy técnico, por el que se evolucionó casi a la carrera. El ritmo empleado fue tan vertiginoso que no hubo ocasión ni tan siquiera para tomar una foto. El año que viene, si la hiciera, me traería mi cámara de acción, porque en la Adenow ni se anda ni se corre, ¡aquí se vuela...!
Gesto crispado de puro esfuerzo.
Una vez dejado atrás el referido barranco, nuevo reagrupamiento y avituallamiento líquido/sólido en la pista asfaltada de los Llanos de Béjar, previos a afrontar la fuerte subida a Las Asperillas. Aquí, una vez todos congregados, nos avisa un miembro de la organización, que viene la parte más dura del recorrido, no por la orografía en sí, sino por los kilómetros que ya llevamos en las piernas y la exigencia del tramo que hemos de afrontar. Advierten que el que vaya muy justito, que baraje aquí y ahora la posibilidad de dar por finiquitada la prueba, que una vez metidos en faena, y si nos visita el tío del mazo, no habrá lugar para la evacuación o el rescate. Si feneces en el intento, no te queda otra opción que resignarte a ser pasto de los buitres. Yo este tramo no lo conozco. Resulta para mí inédito. He comido y bebido, quizá, más de lo necesario y auscultándome, percibo que mis niveles de energía parecen óptimos, aunque estas sensaciones pueden resultar engañosas, porque hasta que no te pones en marcha, no se te despejan las dudas. Subiré con prudencia, de menos a más, que tampoco conozco la distancia, y si me veo bien, ya tendré tiempo de apretar en el tramo final, como así hice.
Reanudando la marcha por un tramo, que a los pocos días, volví a hacer en solitario, evolucionando por un bonito paraje que la cartografía denomina Las Asperillas.
Cerros Poyos de Iglesia y Morra Gallina, rondando ambos los 1400m de altitud.
Una vez superados los toboganes (subibajas) Puntal de las Asperillas, Morra del Atajo, Los Enebrales y la cumbre más elevada de este trecho, sito en Morras del Perdigonazo, 1183m, atravesamos una tala de incómodo terreno lapiaz, buscando el cuele por un bonito barranco que tiene por topónimo Barranco de los Aserradores, que como he mencionado antes, días después a la Adenow, lo recorrí en solitario con más sosiego y atención a los detalles de los que tuve oportunidad en aquel día D. 
Descenso en ocasiones complicado, técnico, hacia el barranco de los Aserradores.
Después de completar esta accidentada bajada, te introduces en el largo barranco de los Aserradores, que más adelante atraviesa sendas ramblas del Agua y del Baladre. A partir de aquí, quedan por cubrir algunos senderos y caminos asfaltados, sobrepasar por sus inmediaciones, Las Fuentes del Marqués, Parque Encina, Urbanización Vistalegre, etc., y el último tirón hasta cerrar el círculo en los Salones del Castillo. Terminas fundido pero feliz de haber conseguido culminar el desafío de los cuarenta kilómetros de marcha con sus 2300 metros de desnivel acumulado. El rato de la comida, compartiendo sensaciones con los compañeros de travesía resulta muy ameno, y tras este broche de oro a tan insigne prueba senderista, cada mochuelo nos retiramos a nuestro olivo y hasta el año que viene si dios quiere. 
Perfil vertical del recorrido
¡HASTA LA PRÓXIMA!

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