He dejado el coche en la parte de atrás del puticlub, a resguardo de la carretera. El sembrado ya ha crecido unos centímetros respecto de la última vez que estuve por aquí. Es la primera vez que encaro la montaña por esta parte, así que voy un poco a la buena de dios, sin ayuda tecnológica, confiando en mi instinto montañero para hallar el mejor camino, decidido a salvar los obstáculos con los que me pueda tropezar. Comenzamos bien porque las Piedras del Reloj están envueltas en la niebla. Les brindará un toque especial a las fotos. Pero todo apunta a que esta comienza a disiparse.
Veo una pista que no puedo saber de momento hasta donde llevará y si tomará alguna dirección concreta, aunque se infiere que será de corto recorrido y habrá de agostarse al poco. Evitando pisar el sembrado, tomo el arcén de la carretera durante unos cientos de metros hasta conectar con el referido camino.
Las Piedras del Reloj lucen de lo más graciosas y resultonas esta mañana.
En determinados momentos, quedan completamente ocultas por la niebla.
Hoy, el cometido fotográfico apunta maneras. ¡Yupiii!
Aunque abandono el camino sin saber hasta dónde llega, a la vuelta compruebo que termina en un pequeño pinar.
Comienzo a ascender a través de unos cerros que van de manera progresiva cogiendo altura hasta alcanzar el collado de las Alegas. Al frente, la inconfundible silueta del Carro.
Ayer estuvo lloviendo todo el día y en la mañana de hoy, el monte desprende una intensa fragancia que enardece los sentidos. La sensación es tan penetrante que al poco me invade la euforia. Se trata de las endorfinas campestres que están haciendo de las suyas.
Sigo progresando sin perder de vista el frente que es también mi principal objetivo. Esta mañana se han conjugado los astros, para que una excursión, a priori intrascendente, se convierta en una actividad apasionante. Todo se confabula a mi favor. Es como si me encontrase en las inmediaciones de un castillo al que pretendo conquistar y aquellas, las murallas que he de vencer.
Sus defensores me están disparando flechas, enormes piedras lanzadas con catapultas y aceite hirviendo. (Estos desvaríos que a veces me asaltan, cual Quijote de Mojantes, consecuencia lo más probable del síndrome covidiano y sus concomitantes efectos sobre la psique...)
Palmo a palmo, metro a metro voy ganando terreno
Hay que ver, y yo que pensaba que ya estaba todo visto en Mojantes
Como decía un tal Vincent Van Gogh:
"Si realmente amas la naturaleza, encontrarás belleza en todas partes..."
¡Menudas rampas, produce un poco de repelús la idea de enfrentarse a ellas...!
En el collado de las Alegas nos aligeramos de ropa. Cuando la cosa se empina, van sobrando algunas capas.
Los espectaculares escarpes calizos que presenta la cara sur de esta sierra, son los emplazamientos elegidos por los buitres leonados para su nidificación. Su gran altura, aislamiento y óptima orientación hacia levante los hace idóneos para ello.
Bonita composición cromática aprovechando la combinación de los diversos elementos que coinciden en las siguientes fotografías
Una florida, bella y deslumbrante mata de tomillo.
Que alguien me corrija si yerro en mi denominación
La solana de Mojantes está sometida a una fuerte erosión por alta escorrentía de las precipitaciones, debido a la gran pendiente y composición del suelo de la ladera, además de que la vegetación está bastante dispersa, por lo que existen pocas raíces que mitiguen el desgaste y sujeten el suelo.
En la ladera se observan algunos pinos dispersos, arbustos hostiles a la incauta y desprevenida pantorrilla, típicamente mediterráneos, también espartizales y plantas aromáticas como el romero y tomillo. Ya hemos visto el pedazo de mata espectacular con que nos tropezamos hace un rato. ¡Auténtico tamayazo digo tomillazo!
Por el centro de las Piedras del Reloj parece que existe un cuele hacia el tubo del vértice geodésico. Habrá que comprobarlo más de cerca.
Las Piedras del Reloj y las sombras que se proyectan en ellas, eran aprovechadas por los antiguos habitantes de estos contornos, para saber más o menos, cuando era mediodía y debían abandonar sus tajos para irse a comer el rancho.
Peñas del Águila, a la izquierda de las Piedras del Reloj, que componen la típica y familiar fisionomía del Mojantes sur.
Resultan muy características de estas paredes, las manchas blancas que dejan en las rocas los excrementos de los buitres que moran por aquí, pudiéndoseles distinguir desde la misma carretera.
Llanos de Casablanca y Tornajuelo
En torno a la sierra, se extienden cultivos de cebada y trigo que se alternan en la época estival con superficies cultivadas de hortícolas, que aunque precisan de abundante riego, tienen la suerte de contar con el prolífico acuífero de este ubérrimo territorio.
El Muro del Sur. Aquí los caminantes blancos se achicharrarían. Su intervención en la serie se acabaría en un plis-plas. Solo quedaría de ellos una masa informe y gelatinosa. Veremos a ver si no me sucede a mí, idéntica contingencia al comenzar a subir tan espeluznantes rampones, ¡ay la virgen!
El antiguo burdel, secuela de un pasado y lujurioso esplendor.
Existe un gran contraste entre las caras norte y sur de esta sierra, hallándose la presente más árida y erosionada que la umbría, donde encontramos bosques de pino carrasco y abundante vegetación, inclusive cultivo de trufa.
FINAL SEGUNDA PARTE
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