18 abril 2021

PIEDRAS DEL RELOJ DE MOJANTES I

En la sierra de Mojantes se encuentra el punto más elevado del municipio de Caravaca (1612m) y por ello es vértice de obligada conquista para cualquier andarín de las sierras murcianas que se precie de serlo. No se trata de un monte amigable, de confortable paseo al estilo de Burete pues al contrario que este, su orografía es abrupta, áspera, incómoda de andar, ya que las sendas o accesos cómodos que presenta esta montaña brillan por su ausencia. Existe algún que otro rastro de sendero señalizado con mojones para no perderse (v.g por el barranco del Noguerón), pero el ataque a la cima, desde cualquier otro punto, siempre requiere de un esfuerzo exigente. La aproximación más progresiva y por tanto de acceso más liviano a la cumbre se consigue desde el Campillo de Arriba, por Los Bujes, Peñas del Gato y del Águila, y desde estas a las Piedras del Reloj, donde se encuentra el vértice. En el resto de puntos de ataque, incluido el barranco del Noguerón, siempre hay que apretarse los machos pues casi se podría decir, que hay que hacerlo al modo atraviesa monte. En mi opinión, es precisamente en esta característica donde reside su principal atractivo, porque al ser una sierra dura de pelar, no parece que se halle demasiado integrada en el circuito habitual senderista. Es visitada, sin duda, pero no de manera frecuente, si tenemos en cuenta lo poco trilladas que están sus contadas trochas o sendas. 
Yo a Mojantes siempre le he tenido una querencia especial pues ya la visitaba incluso antes de que me diera por esto de andar con asiduidad. Me gustaba subir entre los meses de octubre y noviembre, cuando parece que la atmósfera se halla más despejada y nítida. Ello permite avizorar el horizonte hasta el infinito. Provisto de unos buenos prismáticos, se puede distinguir el Mediterráneo en algún punto del litoral entre El Puerto de Mazarrón y Águilas. Esta observación lleva toda la intención porque en esta excursión coincidí en el vértice geodésico con una familia de Caravaca. Estuvimos poco tiempo juntos, pues cuando yo hacía acto de presencia, ellos ya abandonaban el lugar, pero hablando con mi coetáneo, se planteó la cuestión sobre a qué altura de la costa se podía ver el mar. Con la inclusión del mapa, espero haber dejado más o menos resuelta la duda.
Subía con pantalones vaqueros y botas militares, por el corral del Asturiano, como san Juan por sus viñas, monte a través, mochila escolar y toparriba, hasta dar con el tubo que más o menos intuía por donde debía quedar. Me colaba por entre los collados del Pozo y del Civil, a la buena de dios, alcanzando la cima de chiripa. Mirando en lontananza hacia el cerro del Carro, sierra del Gigante y Pericay; observando el vuelo majestuoso de esas aves que siempre se encuentran planeando por aquí; sentado al borde del precipicio, con las piernas al vuelo, bajo el acariciador sol otoñal, mientras me zampaba un crujiente bocadillo de atún con tomate, acompañado de aceitunas rellenas y una rubia de Espinardo, que con el buche lleno y la espumosa centrifugando en el estómago, al poco me hacían sentir para el arrastre; ingresaba en tal estado de sopor, de aturdimiento que me decía: ¡ahora, a ver quién es el guapo que arranca y encuentra el camino de vuelta...!
El día en cuestión, para subir a la cima de Mojantes elegí parcialmente un recorrido diseñado por mí. El primer tramo forma parte de ese itinerario que nos lleva a conocer entre otros interesantes puntos de la sierra, la cueva del Águila, Punta Estrecha (donde se encuentra otra comunidad de buitre leonado) y el Puntal de Bogarra. Pero, una vez en el vértice, en vez de enfilar hacia el norte, en dirección a la cueva de los Desertores y la Umbría de los Frailes, hemos de volver por el collado del Civil y las Quebradas, atravesando el denso y laberíntico carrascal de Piedras Coloradas, hasta conectar con el quebrado y tortuoso sendero (bien señalizado con mojones por algún altruista senderista) que discurre por el barranco del Noguerón, hasta completar el círculo que remata nuestra excursión. Algún avezado lector del presente blog, llegado a este punto se habrá preguntado, bueno, y el título, ¿a qué viene?, pues a que en la segunda parte de este nuevo episodio que peregrina por la serranía mojantina, voy a intentar alcanzar las verticales paredes de las Piedras del Reloj, acometiendo las impresionantes rampas de su cara sur, hasta tocar la base de esa colosal muralla que resulta imposible contemplar desde la cima. También volveremos a recordar el motivo de su singular topónimo. 
En estos meses, hay que procurar no pisar el verdeante sembrado que existe entre mi posición al tomar estas fotografías y los primeros cerros de nuestro recorrido. En la base de la sierra se originan alargados ramblizos que adentrándose en las sementeras, podemos utilizar para evitar pisarlas.
Uno de los principales atractivos de nuestro recorrido reside en que según vamos ascendiendo, se nos van poniendo a tiro de pupila y por ende de cámara, las inmensas explotaciones agrarias sitas entre los llanos del Campillo, Casablanca y Tornajuelo. Todo un espectáculo que irá in crescendo a medida que el fulgor tornasolado de los sembrados se vaya acentuando.  
No resulta extraño que este "esplendor en la hierba" llame la atención del viajero transeúnte y detenga su vehículo para tomar unas fotos.
El omnipresente cerro del Carro, durante esta excursión y la siguiente.
Sierra de la Serrata, Loma de las Banderas, Campillo de Abajo.
El primer tramo es muy progresivo pero requiere de alguna que otra trepada sin mayor dificultad que la de nuestra habilidad.
Primeras vistas hacia el murallón de Mojantes
La carretera comarcal RM 730, que atraviesa esta comarca en dirección Andalucía.
El andar pendiente de capturar los detalles del paisaje, te hace reparar apenas, en el esfuerzo que requiere el camino. 
Nos colaremos entre el collado del Pozo y las Quebradas
Tras atravesar el collado de El Pozo, enlazaremos con la cresta que se observa en la imagen, que siguiéndola, nos conducirá a la cima. Desde esta sucesión ininterrumpida de miradores naturales a cual más idóneo, podremos disfrutar del bello espectáculo que nos ofrece el Llano del Campillo y sus alrededores.

Desde el collado de El Pozo y los puntos culminares de la sierra, al norte y noroeste, se obtienen buenas vistas de Revolcadores (2000m) y Obispo (2014m, techo de Murcia) así como la solana de la sierra de Villafuerte.
Desde la cima de esta sierra se goza de una panorámica envidiable, ya que, más hacia el sur, al otro lado de la carretera de El Moral, se extienden los Llanos del Campillo, un paisaje de lo más bucólico, pintado de verdes, almagres y ocres.
Geografía de cerros aislados, corrales de ganado, barrancos, lomas, cañadas, cultivos, manantiales, aldeas, cortijadas y tierras de labor en las que se ha introducido la agricultura hortícola (v.g cultivo de lechuga, que requiere suelo blando, permeable y con abundante materia orgánica), cuyas rebosantes aguas subterráneas de la zona, permiten un generoso riego, convirtiendo a estos contornos, en una jugosa e inmensa pradera de lo más feraz y productiva.
El murallón de Mojantes, paredes apabullantes si te colocas al pie de este impresionante escarpe calizo.
Dominando esa apacible y bella planicie, destaca la silueta del Carro, picacho de 1.267 metros en cuyo piedemonte, surcado por el río Quípar, se halla la aldea de Los Royos y la fuente de los Morales.
En la segunda parte de este capítulo, ascenderemos por esa sucesión de cerros que se observan en la imagen inferior, collado de Las Alegas, hasta alcanzar las colosales paredes de las Piedras del Reloj.
Aproximándome al vértice, ya iba advirtiendo presencia humana por las inmediaciones, algo inaudito, la primera vez que me ocurría, ya era casualidad y al poco, distinguí en la distancia a cuatro miembros de una misma familia que pululaban alrededor del tubo.
No permanecimos mucho tiempo juntos, salvo para estas fotos, por aquello de la distancia de seguridad que impone el dichoso covid, pero me parecieron unas personas majísimas, de lo más simpáticas y campechanas. Me agradó coincidir con ellos. Desde aquí va mi saludo y recuerdo afectuoso. Espero que haya quedado dilucidada la cuestión que se nos planteó acerca de la franja costera, que en días especialmente diáfanos, se puede divisar desde aquí, eso sí, con unos buenos prismáticos.  
De todos modos, dicho sea de paso, ¿alguien cree de verdad que el virus chino tenía alguna posibilidad de llegar hasta aquí...?, ni en sueños, como mucho alcanzaría el corral del Asturiano, que con el biruje que corre por aquí, en un santiamén, acabaría fulminado. Tengo para mí que no existe mejor y más efectiva vacuna contra el virus que una buena caminata por la sierra. 
Al poco nos despedimos y yo permanecí un rato más en la cumbre tomando las fotos que siguen.
Mirando hacia Peñas del Águila fue cuando tuve la idea de atacar las Piedras del Reloj desde Las Malvinas (lupanar de antiguo renombre, hoy día, desmantelado). 
Me hice un selfie y de pronto me entraron las prisas porque, aunque era poco más de mediodía, sabía que atravesar el denso carrascal de Piedras Coloradas hasta conectar con el escarpado barranco del Noguerón requería su concentración y tiempo. 
Vértice geodésico del pico Mojantes, techo del término municipal de Caravaca situado en los 1612 metros de altitud.
Última instantánea saliendo del barranco del Noguerón y vamos con la siguiente aproximación y excursión a la sierra de Mojantes.
FINAL PRIMERA PARTE

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