05 mayo 2018

LAS RUINAS DEL ÉXODO (CASA MULA) VII

 Le hemos dado una vuelta completa a Bugéjar. Mi paseo escondía algunos alicientes por cuanto conocía de antemano, algunas de las vivencias de sus moradores. He buscado la iglesia, y la escuela, el manantial de agua, el molino, algunas casas y con las sensaciones a flor de piel, me digo, hay que ver, quien me iba a decir a mí, que una excursión a Mancheño, alargada un poquito por sudar la camiseta, me fuera a dar tanto de sí. Podemos decir sin equivocarnos, que los caminos del senderismo son inescrutables. Y es que, conocer la historia de Bugéjar, me ha resultado muy entrañable. Total, tampoco estamos hablando de hace cuatro siglos, que la mayoría de las personas que conectaron en el blog de Jose Fidel, han nacido aquí y aquí hicieron la primera comunión y fueron por primera vez a la escuela, aprendieron a leer, escribir y a recitar las tablas de multiplicar y los ríos de España y los sistemas montañosos de la península ibérica y todas esas materias que se estudiaban en aquellas enciclopedias de primero, segundo y tercer grado de la editorial Alvarez, y las caligrafías numeradas de Rubio, y jugarían por las calles y las afueras de Bugéjar, subirían a los montes de alrededor, o lo que se les antojara, que por entonces, los críos tenían mucha imaginación y con bien poco se entretenían y ya más mozicos pues jugarían a otras cosas. Se desplazarían a los pueblos de alrededor, Macián, Cobatilla, Cañadas de Cañepla, La Junquera, Los Royos, Almaciles e incluso a los más grandes, a echarse novi@, a Topares, a La Puebla etc, pero su final estaba echado, crónica de una emigración anunciada, se terminarían marchando, porque el pueblo no tenía futuro, cada vez quedaría menos gente, hasta que llegara el día en que se fuera el último, el último Bugejeño. 
¡Qué día tan triste y desolador tuvo que ser aquel!
      El proceso no sería rápido pero sí inexorable. A lo peor, en solo una década, se fue todo quisque. Desde luego, que los mozicos serían los primeros en marcharse a probar fortuna en otras partes, en otros pueblos, a ciudades más grandes, a otros países incluso, impulsados por la irresistible y natural aspiración de encontrar una vida mejor con un futuro más prometedor para sus hijos. Huían primero a la ciudad más cercana, cuando esta se saturaba, porque su mercado de trabajo no podía absorber más mano de obra, buscaban otro lugar más grande. Si no había suerte, lo intentaban fuera de España. El progreso trajo consigo que todo el mundo quería "progresar", y quedarse en el pueblo subsistiendo de lo que diera el campo, era condenarse a pasar hambre y miseria. En todo caso se quedarían las personas mayores cuya vida ya estaba amortizada. Cuando desaparecieron estos por mera evolución del ciclo vital, o por la necesidad de ser atendidos en la recta final de sus vidas, el pueblo quedaba casi sentenciado. Algo así está sucediendo actualmente en Los Royos y en tantos otros lugares de España. En el mejor de los casos, los descendientes mantienen y cuidan por una cuestión sentimental, las casas (un claro ejemplo de ello es El Hornico) que fueron de sus padres. Acuden al pueblo de su niñez a pasar algunos días durante las vacaciones de verano, y en puentes, Semana Santa o Navidades, y cuando les llega la jubilación, alternando temporadas en un sitio y en otro, de ahí la diferencia de concepto entre pueblo abandonado o deshabitado, pero no está muy claro que los nietos vayan a seguir la tradición y el bagaje sentimental de los padres, sobre todo, si mantener la casa les supone más gastos que satisfacciones. Por no hablar de que el ratero mangante, suele visitar las casas vacías, con alguna frecuencia a ver lo que puede rapiñar. Para los descendientes, mantener estas casas, muchas veces, a demasiada distancia de su lugar de residencia, no deja de suponer un problema.  
A instancias de mi curiosidad por saber un poquito más, acerca de las causas del éxodo, he leído varios trabajos de investigación y encuentras que fueron multiples las razones que lo motivaron. Se puede decir que ya existía en el siglo XIX, una brecha importante, que parecía insalvable, entre el campo y la ciudad. Las diferencias eran notables y estaban constatadas desde los censos de 1860, pero lo sucedido en esos pocos años de mediados del siglo XX hizo que las grietas se volvieran abismos. La confrontación entre una España rural y una España urbana es anterior a la revolución industrial y a cualquier éxodo campesino. La primera gran ola de despoblación en España se produjo en el siglo XIX debido a un parásito que destruía las viñas, la filoxera, que devastó millones de hectáreas y llevó a la ruina a miles de familias que abandonaron sus pueblos. La singularidad y por tanto diferencia de España con respecto a otros países del entorno es que, cuando este círculo de declive rural se agravó en las décadas de 1950 y 1960, el campo español partía ya de una situación calamitosa, con mucha desventaja con respecto a las zonas rurales de Francia o Alemania. 
A partir de 1950 la economía española creció como nunca antes. Como otros países europeos, España vivió una época dorada de 1950 a 1970 que le permitió converger con los países europeos más desarrollados. La población rural contribuyó activamente a la transformación económica del país. El sector agrícola también participó de este progreso gracias a las medidas liberalizadoras de Franco que comenzaron a dar sus frutos y permitieron que se incrementara la productividad agrícola gracias a una distribución más eficiente de los recursos. Pero, según los autores, fueron principalmente tres las medidas que impulsaron el crecimiento agrícola: la mejora en los insumos agrícolas (maquinaria, fertilizantes, herbicidas y pesticidas), la incorporación de tecnologías biológicas (variedades de semillas híbridas y de alto rendimiento) y la gran extensión de la superficie irrigada (gracias a la construcción de pantanos que llevó a cabo el general Franco). El crecimiento en los ingresos procedentes de la agricultura estimuló también el desarrollo del sector servicios en las zonas rurales (lo que se conoce como "desarrollo rural endógeno"). Si el desarrollo tecnológico en la agricultura generó un excedente de mano de obra y empujaba a la población a salir de los pueblos, los empleos de los sectores no agrícolas que se ofertaron en las zonas rurales, por el contrario, ofrecían posibilidades de progreso. Sin embargo, estos sectores no crecieron lo suficiente como para evitar la salida masiva de población de las zonas rurales. 
Si bien el nivel de vida creció tanto en el mundo rural como en el urbano a partir de 1950, el progreso de las ciudades fue tan rápido que las diferencias campo/ciudad se incrementaron lo que, inevitablemente, estimuló el éxodo rural (el efecto atracción pesó más que el de expulsión). El mercado de trabajo rural ofrecía pocas oportunidades de acceder a puestos no agrícolas por lo que las posibilidades de obtener los ingresos y el nivel de consumo que ofrecían las ciudades eran mucho menores. Los jóvenes, y muy especialmente las mujeres, optaron por la emigración como estrategia de adaptación a las nuevas circunstancias. La tradicional sociedad rural optó por rendirse pacíficamente ante la emergencia de la sociedad industrial y de consumo. Según los autores, la razón profunda por la que el mundo rural tuvo que sufrir el gran drenaje demográfico se debió a que las políticas del dictador Franco priorizaron la industrialización nacional y no tuvieron en cuenta los intereses del campo. Collantes y Pinillas insisten en el capítulo 7 que Franco prestó poca atención a los desequilibrios económicos territoriales y no tomó medidas para mejorar las dotaciones de infraestructuras y servicios públicos del mundo rural.
La muerte de Franco, la instauración del sistema democrático y la entrada de España en la entonces conocida como Comunidad Económica Europea tampoco lograron frenar el proceso de despoblamiento rural. Los gobiernos democráticamente elegidos siguieron considerando al mundo rural como un lugar de producción agrícola y no como potencial foco de proyectos de desarrollo. Pero, sorpresivamente, después de insistir y responsabilizar a las políticas, tanto de Franco como de los primeros gobiernos democráticos, del proceso de despoblación rural, los autores concluyen que las políticas simplemente reforzaron una tendencia al despoblamiento que tenía causas más profundas.
Leer la España vacía, de Sergio del Molino, me ha hecho darme cuenta de varios detalles en los que, hasta ahora, no había reparado. Una parte importante de nuestra geografía española, es un erial, un paisaje desolador, sin un solo árbol y con problemas importantes para abastecerse de agua. Este inmenso descampado explicaría la España vacía, que está constituida por las comunidades autónomas que no tienen litoral, es decir las dos Castillas, Extremadura, Aragón y la Rioja. Aporta como magnitud los 268.084 km2 que suman estas Autonomías, es decir, más del 50% de la superficie peninsular. El despoblamiento se extendería más allá de estas fronteras, por la parte interior de Andalucía, Galicia, Comunidad Valenciana.
En  realidad, visto desde esa perspectiva, a pesar de nuestras largas rachas de sequía y problemas con el agua, las personas que vivimos por esta parte del país, somos unos privilegiados. Cuando salgo a caminar por la sierra de Burete, con tanto árbol y vegetación por doquier, no me doy cuenta, que muchos españoles no lo tienen tan fácil para ver una montaña sobre el horizonte, y montes en las cercanías con árboles que proyecten sombra y algo de frescor. El verano por esas soledades castellanas que describía Cervantes, tiene que ser un verdadero infierno. Muchos de los pueblos y cortijos abandonados, que hemos fotografiado en mi Mi Viky y Yo, se tuvieron que fraguar y luego construir al amparo de una fuente, de un río, de un nacimiento, de una surgencia de agua. Una de las razones que puede explicar que muchas de estas poblaciones sucumbiera prematuramente al abandono, antes de que, por la simple arremetida del progreso le tocara, puede explicarse porque esa agua dejara de nacer, manar o correr por las inmediaciones del poblado o caserío. Porque todos las cortijadas, seguro que tenían cerca, un lugar donde aprovisionarse, algo tan esencial para la vida de animales y personas. Cuando esta dejó de surgir, se tuvo que convertir en un auténtico problema el permanecer en el lugar y subsistir. Dado el proceso de desertización que muchas regiones, incluida la nuestra, sufren desde hace décadas, o se establece un plan solidario de reparto de agua, de las zonas más abundantes a las más secas, o las pasaremos canutas en años venideros.
El libro de Sergio del Molino, toca muchos palos distintos, a cual más ameno e interesante, y engarza unos con otros de manera magistral. Se carga un mito y sospecho que puede estar en lo cierto. Nos plantea aquella leyenda de que hubo un tiempo muy lejano en que una ardilla (o un mono, según las versiones) podía cruzar la Península de Irún a Cádiz saltando de árbol en árbol. Cada vez que el coche familiar atravesaba la meseta, alguien lo comentaba. Qué lástima. ¿Adónde fueron a parar esos árboles? Sergio dice que su generación fue la última en creerse el cuento de la ardilla.

Yo no se lo he contado a mi hijo y dudo de que alguien lo haga, pero lo oí en la voz del naturalista Félix Rodríguez de la Fuente en una de las muchas reposiciones de la serie de televisión El hombre y la tierra: «En tiempos históricos España fue un paraíso forestal. Un águila imperial, la reina de las aves de nuestros bosques, hubiera podido sobrevolar la península ibérica sin dejar de sobrevolar un infinito manto verde. Sin embargo, Plinio el Viejo, una fuente mucho más fiable por lo prolijo de sus descripciones, dejó escrito que «los montes de las Hispanias, áridos y estériles y en los que ninguna otra cosa crece, no tienen más remedio que ser fértiles en oro. Por más que a un niño que creció arrullado por la voz antigua de Félix Rodríguez de la Fuente le duela refutar al señor de El hombre y la tierra, la verdad es que sólo contribuyó a agrandar un mito. Porque los últimos estudios dicen justamente lo contrario: nunca ha habido tantos árboles como ahora en España.
Abandonamos Bugéjar y ahora tenemos pensado trasladarnos a Casa Mula. Sabemos que el camino puede ser algo complicado, por no estar muy frecuentado, así que, vamos con cuidado.
Nos detenemos unos instantes en Macián para echar estas fotos.
Cobatilla enmarcada
Antes de abordar la fase final de nuestra excursión turística, nos disponemos a coronar el vértice geodésico de Casamula. Le echamos estas fotos al paisaje.
Es el primer vértice que coronamos sin apenas esfuerzo.
Por arte de birlibirloque, otra vez parece que con nuestra presencia, volvemos a generar la aparición de una suerte de polifónico abono, hasta el punto de hacer que broten estos extraños hongos sonoros que sin demora pasamos a degustar.
Ella es Bonnie Tyler. Saltó a la fama con el lanzamiento de su álbum de 1977, The World Starts Tonight . Su canción "It's a Heartach" fue un éxito a ambos lados del Atlántico, alcanzando el número uno en varios países europeos y rompiendo las listas de éxitos estadounidenses.

Uno de los grandes. "Sexual Healing", es uno de los temas más famosos de Gaye. A pesar del resurgir de su carrera y su reencuentro con la fama, se hundió aún más en las drogas de las que intentó aislarse buscando refugio en casa de sus padres. Sin embargo, durante el tiempo que pasó allí en varias ocasiones intentó suicidarse después de mantener agrias discusiones con su padre. Finalmente, el 1 de abril de 1984, la víspera de su 45 cumpleaños, en el transcurso de una de esas discusiones, su padre lo mató de dos disparos (hecho que sería calificado como homicidio justificable o defensa propia, ya que en el tribunal su padre alegó defensa propia porque Marvin lo había agredido a golpes, hecho que se repetía bastante debido a sus diferencias y al abuso de drogas por parte de Marvin) con un arma que el propio Marvin le había dado cuatro meses antes. Después de la tragedia, su madre se divorció de su padre y éste terminó sus días en un asilo de ancianos, donde falleció en 1998 de un ataque al corazón.

Preciosa interpretación de José Carlos Cano Fernández, en su última gira, antes de su muerte prematura por problemas en su corazón. Artísticamente conocido como Carlos Cano. Fue un cantautor y poeta andaluz que recuperó estilos tradicionales andaluces relativamente olvidados como el trovo popular, y muy especialmente la copla, que recuperó para contemporaneizarla. Fue (y sigue siendo) un referente democrático y andalucista durante la Transición española y su música traspasó fronteras llegando a ser nexo de unión entre la cultura andaluza y la cultura latinoamericana. Entre sus amistades destaca la cantante María Dolores Pradera, con quien interpretó en numerosas ocasiones muchas de sus coplas, que a la vez tomaron mucha fama.

Dos bonitos temas que contiene este álbum.


Maravilloso y guapísimo cantante granadino. Aunque afincado desde su más tierna infancia en Cataluña. El segundo tema, de esta mancha de guíscanos musicales, me gusta especialmente.


  Cerro Gordo y La Sagra.

De estos, qué vamos a decir, pues que marcaron nuestra juventud, sobre todo la de ellas...he aquí dos temas de la casset que germinó como por ensalmo en Casamula.


Recolectamos y echamos en el cesto, las setas tiernomelodiosas y nos vamos para Casamula. Llegar aquí no resulta fácil. Y se aprecia que esta cortijada tuvo que disfrutar de un boyante pasado esplendor. Ahora es todo ruina y parece que la legión Condor en forma de olvido y desolación, se despachó a gusto y con saña. Me pregunto, ¿cómo es posible que Genaro y Prudencio llegaran hasta aquí en la burra? Seguro que de camino a Mancheño. Esto ahora parece tierra de nadie, aunque de los sembrados se infiere que tienen un propietario que las cuida. ¿Y de dónde obtendrían aquellas gentes el agua, si ahora, todo en derredor parece más seco que el cascabillo? Cuando pensaron en la soledad, debieron pensar en este lugar, pues no puede tener más aire de desamparo un rincón que podríamos llamar del olvido o del silencio. Echémosle un vistazo más de cerca a ver qué aspecto tiene.
Copón bendito. Se podría grabar aquí una escena de cualquier batalla de la IIGM.
Las paredes de algunos cortijos son tan sólidas que aún aguantan los embates del tiempo y el olvido. Pero no será por mucho tiempo más.
¡¡¡Virgen santa, cuanta devastación!!!
Algunas paredes, milagrosamente, aún resisten.
Un chiflado trastornado seguramente de peyote en la cortijada Casamula, posando en el portal de su chalé. ¿Qué demonios hará por aquí.? Hay que estar majareta perdío, bastante tocado del ala para hacer turismo por estos desolados contornos.
Última foto a esta urbanización de alto standing. 
Abandonamos estos solitarios parajes y cogemos camino de vuelta hacia la supuesta civilización. He aquí un ejemplo de moderna explotación agraria, sita en los inmensos llanos del Tornajuelo y Campillo de Abajo, (enfrente de la sierra de Mojantes) que aprovecha los conocimientos y avances tecnológicos en materia agrícola, unido a los ricos veneros que existen en el subsuelo, para esquilmar la tierra, en pro de un rendimiento ergo beneficio extra, haciendo bueno aquel dicho que reza "al agua y al bancal, lo que se le pueda sacar hasta agotar".
Llanos del Tornajuelo, al fondo, la sierra del Carro.
Llegamos al final de este capítulo (aún me queda otro) en el que hemos recorrido espacios que representan tiempos difíciles de nuestra historia más reciente. Modificados gracias al incontenible empuje del progreso y ese afán innato en el hombre de mejorar sus condiciones de vida pese a las díficiles circunstancias de que pueda ser objeto. Por mucho que uno se deje llevar de la nostalgia e idealización de los lugares que recorre, en los que imagina un esplendor que nunca existió, el entorno no engaña, y resulta fácil imaginarse lo penoso que tuvo que resultar arrancarle unas migajas de pan a esta tierra. Al fin y al cabo, y como dice Sergio del Molino, nadie quiere ser el viejo que sólo tiene álbumes de recuerdos y pasa los días recordando con nostalgia fingida un pasado que, en realidad, nunca sucedió. 
Abajo, posando en Bugéjar, con el libro de Jesús García, Y tambien se vivía...
FINAL SÉPTIMO CAPÍTULO

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