Aún no he llegado al ecuador del recorrido y me preocupa caer en mientes de que la noche se me echa encima sin haber completado la ruta. Yendo solo es preciso contar siempre con un margen amplio de seguridad y tiempo para dirimir contratiempos que se te puedan presentar. Después de hacerme estas fotos, parece que me entran las prisas y barajo la posibilidad de obviar mi siguiente meta que no es otra que la de la morra del Chaspinar. No parece muy distante de donde me encuentro ahora y por tanto, decido alcanzarla por aquello de "no dejar la faena a medias".
Para llegar hasta la plataforma caliza del Chaspinar, tengo que descender hasta los 1745m y luego subir hasta los 1826 en que se encuentra esta, a campo través, por una zona lapiaz. Yendo y viniendo por el mismo trazado para converger con la senda, desde una vaguada principal que nos conduce cuestabajo y sin frenos por el Cinto y el barranco del Carrascalillo hasta la pista que llaman camino de Castril a San Clemente. Por ello, en el punto de reunión, me desembarazo de la mochila, la chaqueta polar que a lo largo del día, durante todas las subidas me estuvo estorbando y con cámara en ristre y paso vigoroso, me planto en dos zancadas al pie mismo de la morra del chaspinar. Allí sorprendo a unas cabras salvajes paciendo, pero antes de que pueda inmortalizarlas, Viky las espanta y cuando echo mano ya han desaparecido barranco abajo. Lástima de visión instantánea que no me da tiempo atrapar. A todo esto, majestuosos buitres leonados sobrevuelan nuestras cabezas.
Viky, en lo más alto de la morra del Chaspinar, tras el rastro de las cabras desaparecidas como una exhalación, de su campo de visión, y del mío...
No insistas Viky, imposible alcanzarlas...
Imponentes vistas desde esta morra. Vale la pena llegar hasta ella. Amplia panorámica de toda la sierra de Castril con sus numerosos barrancos y una visión espectacular de los Hoyos de Moreno y de los Tajos del Volador.
Cerrada de la Magdalena
Vuelo de un buitre capturado en curva de nivel
Impresionante disfrutar in situ de orografía tan bella y salvaje
Buitres sobrevolando el indómito relieve de esta sierra tan alucinante
Volvemos sobre nuestros pasos a la vaguada principal de la que antes hablábamos
No hay tiempo que perder. Son las dos de la tarde y el resto de la ruta es una incognita. Solo quedan cuatro horas de luz.
Recuperamos fuerzas mediante bocata elaborado con mimo desde casa; Viky también recibe su ración, bebemos agua y ahora toca dar prioridad al aspecto físico de la ruta. Bien ajustados todos los apechusques, cámara en su funda, a su vez, en la mochila, y bien concentrados, ritmo enérgico y decidido hacia la pista lejana que vemos abajo, por terreno lapiaz, áspero y muy quebrado.
La senda se presenta a veces muy difusa o directamente inexistente pero no así el track de montañasdelsur que nos conduce fiable y sin contratiempos hasta la pista aludida antes, aunque eso sí, por terreno ingrato, duro, muy montañero.
El alpargatazo mortal e inmisericorde que esperaba encontrarme se me hace corto. Desde la pista, bonita imágen del cortijo de la Morra en el paraje denominado Las Hazadillas.
Cuerda del Tranco de la Zorra, desde el Corralón
Desde el cortijo de Belerda
El track del ciezano sigue por esta pista hasta la carretera de Fátima, lugar desde el que tiene inicio y regreso su ruta.
Yo pretendía aprovechar la existencia de una senda que sale desde el cortijo de Belerda y que veía dibujada sobre el mapa, hasta conectar de nuevo con el barranco de Martín, que habíamos utilizado para la ida. Sin embargo, intentando dar con esta, me sale al paso un barranco muy coqueto, también sembrado su lecho de blanquísimas arenas dolomíticas, que observo en el gps, enfila directo y mucho antes hacia mi propósito. No me lo pienso demasiado y encamino mis pasos hacia el estrecho barranco que conforme gana altura, se va poniendo más empinado y abrupto. Finalmente y tras denodados esfuerzos, logro alcanzar mi objetivo. Respiro con alivio pues el terreno ya es conocido y llevamos tiempo de sobra para acabar la ruta con suficiente luz del día.
Ya solo resta desandar lo andado por un playero barranco de Martín, cuyo aspecto soleado y por tanto luminoso, dista mucho del sombrío y frío que ofrecía por la mañana.
Cuando vas cansado y te pesan las piernas, andar por arena fatiga todavía mucho más. Además, hay que descender algunos escalones rocosos que terminan por liquidar las últimas fuerzas que te quedan. Supero el último hasta llegar al corral de cabras que ya había cruzado por la mañana. El pastor insta a los animales en un lenguaje que yo no acierto a descifrar y después responde a mi saludo de buenas tardes. En cierto modo me reprende por andar solo por la sierra. Me viene a decir que ya voy teniendo edad para mostrar más juicio y sensatez de la que demuestro. No salgo de mi asombro, no sin cierta pesadumbre, cuando me la adivina, la edad, sin inmutarse. Y me da por pensar que el saber tanto de cabras tiene que hacerle amplio conocedor también de la morfología humana. Tiene que existir algún tipo de vínculo entre unos y otros. Y me cuenta la anécdota durante este otoño de un día que acompañó a su hijo y un sobrino a recoger güíscanos. Al regreso, el hijo tropezó, cayó de bruces, hizo bicarbonato la cesta de níscalos, que eso es lo de menos y se fastidió la pantorrilla y rodilla. Imagínate que se rompe una pierna, y le pilla solo, sin nadie que le ayude, me dice. No puedo interponer nada en contra porque tiene más razón que un santo. Mientras tanto, Viky observo que hace buenas migas con el macho cabrío. Por alguna razón, la debe encontrar atractiva y de su especie. Ese galante macho con cuernos no sabe con quien se juega los cuartos.
A nuestro amigo Luís, pues así se llama nuestro afable y amistoso pastor castrilense, 75 años le contemplan y parece locuaz y buen conversador. No encuentro forma cordial de poder despedirme y me cuenta que lo han operado una cuantas veces de esta o aquella parte de su cuerpo. Entre otras, de apendicitis y del corazón. De hecho, lleva instaladas unas cuantas válvulas y no hace mucho, tras un reconocimiento, comprobaron con alarmante pasmo, que no tenía pulso...inmediatamente una ambulancia para trasladarlo a Baza, clamaba el galeno que lo atendía, pero si yo me encuentro bien, decía Luís, y el médico no daba crédito a lo que oía, mejor en helicóptero, hay que evacuarlo al hospital de Baza inmediatamente, en helicóptero que es lo más rápido y así, gracias a la intervención de aquel avezado facultativo, posiblemente le salvaron la vida.
Bueno, feliz año, le digo, buscando la despedida pues no quiero que se me haga demasiado tarde para llegar a casa. Espero, para la próxima vez que venga por aquí, encontrarle tan bien como ahora le encuentro, le digo, y me contesta, que si vuelvo por aquí, procure hacerlo acompañado, esté o no esté él con sus cabras. Que le sirven de entretenimiento y que tiene disputas constantes con su mujer e hijos por esta causa, pero que las cabras han sido, son y serán su vida hasta que se muera. Que duermen en lo alto del cerro y que solo tiene que llamarlas para acudir ipso facto a su presencia. Tiene lugar un nuevo apretón entre sus cálidas manos, me despido y enfilo los últimos metros hasta el cortijo de los Arenales, que ya no me parece tan feo.
¡HASTA LA PRÓXIMA AMIGOS!
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