02 enero 2016

EL PUNTAL DE LA ZURDICA Y LA MORRA DEL CHASPINAR (CASTRIL) III

Aún no he llegado al ecuador del recorrido y me preocupa haber caído en mientes de que la noche se me puede echar encima sin haber completado la ruta. Yendo solo es preciso contar siempre con un margen amplio de seguridad y tiempo para dirimir contratiempos que se te puedan presentar. Después de hacerme estas fotos, parece que me entran las prisas y barajo la posibilidad de obviar mi siguiente meta que no es otra que la de la morra del Chaspinar. No parece muy distante de donde me encuentro ahora y por tanto, decido alcanzarla por aquello de "no dejar la faena inconclusa".
Para llegar hasta la plataforma caliza del Chaspinar, tengo que descender hasta los 1745m y luego subir hasta los 1826 en que se encuentra esta, a campo través, por ingrato terreno lapiaz. Yendo y viniendo por el mismo trazado para converger con la senda, desde una vaguada principal que nos conduce cuestabajo y sin frenos por el Cinto y el barranco del Carrascalillo hasta la pista que llaman camino de Castril a San Clemente. Por ello, en el punto de reunión, me desembarazo de la mochila, la chaqueta polar que a lo largo del día, durante todas las subidas me estuvo estorbando y con cámara en ristre y paso vigoroso, me planto en dos zancadas al pie mismo de la morra del Chaspinar. 
Allí sorprendo a unas cabras salvajes paciendo, pero antes de que pueda inmortalizarlas, Viky las espanta y cuando voy a echar mano de la cámara, ya han desaparecido barranco abajo que se las pelan. Lástima de bonita visión súbita que no me da tiempo atrapar. A todo esto, majestuosos buitres leonados sobrevuelan nuestras cabezas.
Viky, en lo más alto de la morra del Chaspinar, tras el rastro de las cabras desaparecidas como una exhalación, de su campo de visión, y del mío.
¡Pero adonde vas alma cándida...!
No insistas Viky, imposible alcanzarlas...
Imponentes vistas desde esta morra. Vale la pena llegar hasta ella. Amplia panorámica de toda la sierra de Castril con sus numerosos barrancos y una visión espectacular de los Hoyos de Moreno y de los Tajos del Volador. ¡Y me había planteado obviar tan espectacular atalaya...! 
¡Qué iluso, hubiera hecho el primo!
Cerrada de la Magdalena.
Vuelo de un buitre capturado en curva de nivel.
Impresionante disfrutar in situ de orografía tan bella y salvaje.
Buitres sobrevolando el indómito relieve de esta sierra tan alucinante.
Volvemos sobre nuestros pasos con destino a la vaguada principal donde he dejado la mochila.
No hay tiempo que perder. Son las dos de la tarde y el resto de la ruta es una incógnita. Solo nos quedan cuatro horas de luz.
Recuperamos fuerzas mediante bocata elaborado con mimo desde casa; Viky también recibe su ración, bebemos agua y ahora toca dar prioridad al aspecto físico de la ruta. Bien ajustados todos los apechusques, cámara en su funda, a su vez, en la mochila, y bien concentrados, ritmo enérgico y decidido hacia la pista lejana que vemos abajo, por terreno lapiaz, áspero y muy quebrado.
La senda se presenta a veces muy difusa o directamente inexistente pero no así el track de montañasdelsur que nos conduce fiable y sin contratiempos hasta la pista aludida antes, aunque eso sí, por terreno ingrato, duro, muy montañero.
El alpargatazo mortal e inmisericorde que esperaba encontrarme se me hace corto. Desde la pista, bonita imagen del cortijo de la Morra en el paraje denominado Las Hazadillas.
Cuerda del Tranco de la Zorra, desde el Corralón
Desde el cortijo de Belerda.
El track del ciezano sigue por esta pista hasta la carretera de Fátima, lugar desde el que tiene inicio y regreso su ruta. Yo pretendía aprovechar la existencia de una senda que sale desde el cortijo de Belerda y que veía dibujada sobre el mapa, hasta conectar de nuevo con el barranco de Martín, que habíamos utilizado para la ida. Sin embargo, intentando dar con esta, me sale al paso un barranco muy coqueto, también sembrado su lecho de blanquísimas arenas dolomíticas, que observo en el gps, enfila directo y mucho antes hacia mi propósito. No me lo pienso demasiado y encamino mis pasos hacia el estrecho barranco que conforme gana altura, se va poniendo más empinado y abrupto. Finalmente y tras denodados esfuerzos, logro alcanzar mi objetivo. Respiro con alivio pues el terreno ya es conocido y ahora ya sí, puede decir que cuento con sobrado margen para acabar la ruta con suficiente luz diurna. Aunque con sus dificultades, bien puedo decir que la maniobra de atajo ha culminado con éxito, que no siempre es así, porque ya lo dice el dicho, que a veces coger un atajo supone más trabajo. 
Ya solo resta desandar lo andado por un arenoso barranco de Martín, cuyo aspecto soleado y por tanto luminoso, dista mucho del sombrío y frío que ofrecía a la mañana.
Cuando vas cansado y te pesan las piernas, andar por arena fatiga todavía mucho más. Además, hay que descender algunos escalones rocosos que terminan por liquidar las últimas fuerzas que te quedan. Supero el último hasta llegar al corral de cabras que ya había cruzado por la mañana. El pastor insta a los animales en un lenguaje que yo no acierto a descifrar y después responde a mi saludo de buenas tardes. Durante nuestra conversación, no se me escapa la sutil admonición que me hace por andar solo por la sierra. Me viene a decir que ya voy teniendo edad para mostrar algo de más juicio y sensatez de la que revelo. No salgo de mi asombro, no sin cierta pesadumbre, cuando me la adivina, me refiero a las primaveras que me contemplan, sin inmutarse. ¡Y yo que pensaba aparentar algunos años menos; mi gozo en un pozo! Me debe haber clavado la edad por la dentadura y me da por pensar que el saber tanto de fisiología cabruna, le tiene que hacer también un experto en morfología humana. Debe existir algún tipo de paralelismo entre unos mamíferos y otros. Y me refiere un incidente acontecido durante el pasado otoño en que un día, acompañando a su hijo y un sobrino, buscando güíscanos, cuando venían de regreso, su vástago tropezó, cayó de bruces, hizo trizas la cesta y los níscalos que contenía, que eso es lo de menos, rompiéndose la barbilla, perjudicándose también la pantorrilla y rodilla de su pierna derecha. Imagínate que se rompe una zanca, y le pilla solo, sin cobertura, sin nadie que le ayude, me dice. No puedo interponer nada en contra de unos argumentos que los avala con anécdota reciente incluida, porque tiene más razón que un santo. Mientras tanto, Viky observo que hace buenas migas con un macho cabrío. Por alguna razón, éste la debe encontrar atractiva y de su especie. Este ufano y cabruno galán de la serranía castrilense no sabe con quien se juega los cuartos.    
A nuestro campechano amigo Luís, pues así se llama nuestro afable y amistoso pastor castrilense, 75 años le contemplan y parece locuaz y buen conversador. No encuentro forma cordial, que no parezca ingrata de poder despedirme y paciente le escucho, refiriéndome que le han operado una cuantas veces de esta o aquella parte de su cuerpo. Entre otras, de apendicitis y de corazón. De hecho, lleva instaladas unas cuantas válvulas y no hace mucho, tras un reconocimiento, comprobaron con alarmante pasmo, que no tenía pulso...inmediatamente una ambulancia para trasladarlo a Baza, clamaba el galeno que lo atendía, pero si yo me encuentro bien, decía Luís, y el médico no daba crédito a lo que oía, mejor en helicóptero, hay que evacuarlo al hospital de Baza inmediatamente, en helicóptero que es lo más rápido y así, gracias a la intervención de aquel avezado facultativo, posiblemente le salvaron la vida. Me expresa todo dichoso, que era la primera vez y seguramente sería la última que había montado en un helicóptero. Bueno, le digo, es usted un privilegiado, que no todo el mundo puede decir lo mismo. Como bien se sabe, no hay mal que por bien no venga.

Bueno, feliz año, le deseo, buscando la despedida pues no quiero que se me haga demasiado tarde para llegar a casa. Espero, para la próxima vez que venga por aquí, encontrarle tan bien como ahora le encuentro, le digo, y me contesta, que si vuelvo por aquí, procure hacerlo acompañado, esté o no esté él con sus cabras. 
Que las mismas le sirven de entretenimiento y que tiene disputas constantes con su mujer e hijos por esta causa, pero que las cabras han sido, son y serán su vida, sus eternas compañeras hasta que se muera. Que duermen en lo alto del cerro y que solo tiene que llamarlas para que acudan ipso facto a su presencia. Tiene lugar un nuevo apretón entre sus cálidas manos, me despido y enfilo los últimos metros hasta el cortijo de los Arenales, que ya no me parece ni tan desangelado ni tan feo. Cuando todo termina bien, con el broche de oro de mi conversación con Luís, no puede haber hombre más feliz sobre la tierra, que este caminante, cuyo gráfico relato de su humilde andadura, aquí y ahora toca a su fin.
¡HASTA LA PRÓXIMA AMIGOS!

EL PUNTAL DE LA ZURDICA Y LA MORRA DEL CHASPINAR (CASTRIL) II

Tras haber superado el empinado y deteriorado camino zigzagueante por entre el infranqueable gollizno, llegamos a la verde dolina del Estepar, en dirección a las ruinas del cortijo del Calerista, que a malas penas se adivina en el centro superior de esta imagen.
En esta turbadora imagen se puede apreciar el alcance de la plaga lepidóptera que azota la hoya del Estepar y campos colindantes.
Una visión realmente inquietante.
Más si cabe cuando cada dos por tres nos tropezábamos con la familiar y amenazadora imagen de este bicho avanzando en perfecta formación en hilera, es decir, en procesión; de esta peculiar característica en su forma de desplazarse le viene dado su religioso y acaso nazareno nombre. Cabe decir, que en esta época del año, aún deberían estar resguardados de las frías temperaturas, en el interior de sus bolsones de seda. No ocurre así, porque como les sucede a las abejas, el efecto de las temperaturas cálidas tempraneras les perturba y altera su ciclo biológico y creen que ya estamos en febrero o marzo, a las puertas de la primavera, que es cuando bajan de los árboles y buscan un lugar para enterrarse y crisalidar dentro de un capullo para convertirse posteriormente en mariposa entrado el verano.
 La procesionaria puede producir urticarias y alergias en personas y animales domésticos. Las orugas están recubiertas por unos pelillos urticantes que se dispersan y flotan en el aire, produciendo irritación en piel, ojos y nariz. 
  En animales domésticos, por ejemplo, animales curiosos como los cachorros de perro (los gatos son más cautos), son peligrosas las orugas de la Procesionaria del pino al chupar o tocar esta hilera en movimiento o a través de un nido que se haya caído, ya que contiene pelos urticantes. Los síntomas suelen ser inflamación de labios, boca y cabeza en general. El animal intenta rascarse, babeando exageradamente. Llegado el caso, es preciso consultar con un veterinario pues este insecto puede hacérselo pasar mal, pero que muy mal a nuestro perro. De ahí, que cuando atravesamos esta zona tan infectada, anduviera con el corazón encogido, primero por miedo a que yo mismo, en un descuido, rozara con mi cabeza uno de estos bolsones o que Viky reparara y curioseara más de la cuenta en este peculiar desfile gusanero, y ello nos amargara el día. Espero que los pinos no queden diezmados por tan agresiva epidemia lepidóptera.
Desde esta otra dolina, ya advertimos en la distancia, el poste del vértice geodésico del Puntal de la Zurdica.
Viky, cuando me entretengo más de la cuenta, mirando o disparando aquí y allá, pacientemente me espera. No le queda otra.
Justamente debajo de la Zurdica, a 1833 metros.
Pero antes de coronarla, es preciso darnos un garbeo por las inmediaciones que intuimos nos pueden ofrecer vistas más que interesantes.
Nuestro instinto montañero no nos falla.
Lugar para recrearse, solazarse...disfrutar.
Sin embargo, la procesionaria parece que quiere enseñorearse y dominar el paisaje.
Pero nosotros a lo nuestro...
A veces Viky ofrece la sensación de parecer ser consciente de la suerte que tiene por haber dado con un dueño que le ofrece la oportunidad de conocer un poquito de mundo; y no la desaprovecha.
Bonitas vistas para dispersarse y olvidarse hasta del propio yo.
Oteando las distancias desde esta atalaya, todo lo humano parece insignificante y pueril.
Los problemas mundanos desaparecen. 
Horizonte y mente se ensanchan.
Pero no nos olvidemos de que hemos de consumar la conquista del techo de nuestra ruta...y allá que nos encaminamos.
La familiar e inconfundible silueta de la Montaña Sagrada no es capaz de eclipsarla ni un batallón de procesionaria.
Coronando la Zurdica.
Sopla el viento pero no hace frío. La estancia en este soleado, radiante, espléndido lugar se hace muy agradable.
FIN SEGUNDA PARTE