El camino desciende y atraviesa el barranco del Peralejo para acceder de inmediato a la pista que sube a los Prados del Conde.
El verde primaveral hermosea todavía más la belleza natural que ya de por sí desprende la escultural orografía de esta región
Caminar por aquí sin prisas, en silencio, en soledad, recogido en la sola contemplación de una naturaleza que te absorbe, te penetra, te empapa, te llena, es como formatear el alma, resetear el espíritu para dejar operativos y a pleno rendimiento los sentidos.
Durante nuestro largo paseo, recibiremos importantes chutes de endorfinas, que nos harán sentirnos como en éxtasis.
Este es el cortijo de Viñas con su correspondiente era que estuvo en funcionamiento hasta la década de los sesenta del pasado siglo. Aquí, al igual que en el resto de los cortijos de Suerte Somera, que es como llaman a esta región, se trillaba el abundante cereal (centeno y trigo), que crecía en las tierras del entorno, hoy en día abandonadas.
Anduve buscando la llave debajo de una teja o bajo una piedra, pero o la tenía el dueño o no supe dar con su escondite.
La Viky ya buscaba cualquier sombrajo que la aliviara de las pertinaces radiaciones de un sol abrasador. ¡No te queda na que pasar, le decía yo desde mi fuero interno...!
Bueno, adios cortijo de Viñas...vamos al siguiente.
Cortijo de Pino Julián
Una vez hemos cruzado el barranco de la Majada de los Carneros, la vía remonta por un terreno margoso desde el que tomamos una nueva instantánea del cortijo de Pino Julián, visto desde la distancia.
Al poco nos tropezamos con las ruinas del cortijo Morales, cuyas dimensiones y enorme era aledaña nos dan idea de un más que probable pasado esplendor.
Desde el collado, vemos el cerro de las palomas y apenas distinguible su pequeño cortijo y el barranco del mismo nombre hacia el que nos dirigimos. En la dirección opuesta y pintada de verde podemos admirar la Morra de la Laguna.
Atravesamos un pequeño barranquillo y bajamos suavemente en dirección hacia el barranco de Marfil. Al llegar a la altura de unos corrales con techado de uralita, que desafinan horrorosamente con el bello entorno al que estéticamente aporrean, abandonamos la pista que se dirige hacia los Prados del Conde y tomamos una traza de carril para dirigirnos a los mencionados corrales que vistos de cerca son todavía más horribles. Semejante desentono estético debiera estar penado por ley pues no se puede perpetrar una agresión mayor a la por demás, armoniosa y homogénea belleza global del paraje. Hasta Viky parece escandalizarse al toparse con tamaña pocilga plantada en pleno corazón de este magnífico y sublime paisaje.
Después de abandonar presurosos esos horrorosos corrales, giramos a la derecha para bajar al inmediato barranco de Marfil, acompañado por madreselvas arbóreas, majuelos, escaramujos, agracejos para ir subiendo relativamente próximos al cauce del barranco de las palomas, que ahora nos flanquea por la izquierda.
Nos vamos aproximando hacia la piedra "del gorro", también llamada Picón de Martín Sánchez, una estilizada roca en forma de pináculo.
Nos vamos aproximando hacia la piedra "del gorro", también llamada Picón de Martín Sánchez, una estilizada roca en forma de pináculo.
El Caballo al fondo
Dependiendo del ángulo o lo que es lo mismo, del punto de vista con que se mire, a cada cual esta formación rocosa le sugerirá una cosa. Como la vida misma, dicho sea de paso.
A mí me sugiere un cachorro de león abriendo sus fauces
Continuamos por la derecha del barranco de las palomas subiendo hacia un waipoint estratégico que tenía marcado en el gps donde esperaba encontrar caballos que fotografiar y un tornajo donde repostar agua fresca que me calmara la sed que en ese momento ya comenzaba a ser galopante. (No me había echado agua por no arrastrar peso innecesario)
Dejando la piedra del Gorro detrás...
La silueta del Caballo recortándose sobre el horizonte
Echando la vista atrás del barranco de las Palomas
...y hacia adelante
FIN SEGUNDA PARTE
No hay comentarios:
Publicar un comentario