Bien, seguimos caminando entre riscos, disfrutando de los bellísimos paisajes que embelesan nuestras pupilas, ganando la Morra de las moscas y desde esta alcanzando el collado Mangueta, que tras cruzarlo y superar los pozos de la nieve de Cartagena y La Villa, sobre el papel, había que coger un camino hacia la izquierda y cuesta abajo pero que yo, que soy más chulo que nadie, o por mejor decir, ando más despistao que Adán y Eva el día de la madre, pues sigo palante como los de Alicante porque a mi izquierda, esa mole del morrón de Espuña me tiene hipnotizado y a mi derecha, el paisaje que forman la peña Rubia, Los Malvariches, El Bosque, Aguilón, la cima de Pedro López etc, hacen que me despiste, me disperse, se me vaya el santo al cielo y me olvide del rumbo, de la orientación correcta del recorrido. ¡Menudo capitán de mochila y vara estoy hecho yo!
Y hablando de capitanes, precisamente en el mes de octubre del año pasado, tuvimos que lamentar el fallecimiento de un militar del ejército del Aire, 56 años, destinado en EVA 13, al precipitarse al vacío desde una altura de 50 metros. Según versión oficial, al resbalar, cuando realizaba tareas de reconocimiento sobre estas impresionantes paredes. Supongo que la caída tuvo que ser brutal, mortal de necesidad.
En la cumbre del Pedro López hay una caseta y antena y sobre estas se encuentra el vértice geodésico de la segunda montaña más alta de Espuña (1569m), que nos asoma al barranco de Enmedio y El Purgatorio.
El Morrón de Espuña (1583m) y Las Cunas (1406m)
Viky, muy atenta a las irregularidades del terreno...
Alsamuz tuvo que subir este accidente orográfico, nosotros bajarlo.
Nada complicado, la verdad...
Este otro sin embargo, merecía se adoptaran exquisitas precauciones por si las moscas. Como he aprendido de los veteranos y avezados montañeros, cuando uno va solo, en cuanto a ligerezas y descuidos, como se suele decir ahora, tolerancia cero, y en cuanto a asumir riesgos, los mínimos y necesarios.
Como resulta evidente colegir de esta toma, la dificultad parecía más sencilla, treparla que destreparla.
Cualquier desliz, un resbalón, una piedra de apoyo que se desmorona y...el terreno para aterrizar no parecía demasiado amigable. Aunque el paisaje sí.
De pronto, Viky se bloquea. Se aturrulla, se amohína, se azora, y no es capaz de seguirme. Venga a darle ánimos, y de un lado para otro buscando un lugar más asequible pero no se decide.
Le tiembla el rabo, está cagaíta de miedo, comienza a lloriquear, y parece que se jiña patas abajo.
Estos inteligentes animales, observan comportamientos idénticos al de los seres humanos en situaciones límite que a priori les superan.
Sienten miedo, canguelo, pena, tristeza, abatimiento, alegría, gozo, satisfacción, agradecimiento...por tanto, son capaces de experimentar emociones. ¡Venga ánimo Viky, que tú puedes...!
Y tienen orgullo, amor propio, son valientes.
Son capaces de superar sus miedos, y en pos de su dueño, vencer cuantos obstáculos se interpongan en su camino. Ni qué decir tiene que tras su gesto de coraje y valor, recibió su premio en forma de jugosas y apetitosas lonchas de jamón York. Nunca antes, un senderista de medio pelo como yo, se sintió más orgulloso, complacido y satisfecho de su perro.
¡Bravo por la Viky!
Una vez salvado este escollo, progresamos por una bonita senda que a intervalos, presenta detalles de lo que debieron ser, remotas obras de mampostería, a juzgar por el estado de abandono y desamparo en el que actualmente se encuentran. Fueron construidas en la época de la repoblación forestal a primeros del siglo XX, que sirvieron de lugares de paso de personas y bestias de carga en las labores propias de la actividad. La dificultad de su construcción se aprecia sobre todo en los tramos en que hubo que formar muros de piedra por las laderas más empinadas donde era imposible encontrar una huella plana para el paso. Estos muros fueron tan bien construidos que aún hoy, siguen muchos, inmunes al paso del tiempo. Sólo los arrastres del agua de lluvia han podido romperlos por algunos lugares.
Las paredes de la cara sur de Pedro López ofrecen un aspecto magnífico. Ensalzadas por un precioso cielo salpicado de cumulus.
Este tramo que Alsamuz sube y nosotros bajamos, fue el que mayor descomposición presentó y por ello hubo que extremar las precauciones pues no resultaba fácil descender sin correr el riesgo de deslizarte y pegar el batacazo...al menos yo, ya que Viky se movía por este terreno, como pez en el agua.
Llegaremos a un abrevadero, al camino del Pinillo, y lo bueno de bajar por esta pista es que nos encontraremos la monumental mole del Morrón de Espuña, siempre de frente.
En el Morrón de Espuña, se podía haber rodado la película "Encuentros en la tercera fase...", y hubiera quedado igual de bien si no mejor que en el original.
Cuando ya la pista comenzaba a bordear el morrón por la derecha, tenía que estar atento porque el gepese me indicaba que tenía que realizar un brusco giro a mi izquierda para comenzar ascenso por una canaleta convertida en senda, denominada por la cartografía, acequia de Aledo, que se me hizo más larga que un día sin pan, pues no parecía tener final.
En el Morrón de Espuña, se podía haber rodado la película "Encuentros en la tercera fase...", y hubiera quedado igual de bien si no mejor que en el original.
Cuando ya la pista comenzaba a bordear el morrón por la derecha, tenía que estar atento porque el gepese me indicaba que tenía que realizar un brusco giro a mi izquierda para comenzar ascenso por una canaleta convertida en senda, denominada por la cartografía, acequia de Aledo, que se me hizo más larga que un día sin pan, pues no parecía tener final.
Una vez arriba, vuelta a pasar por los pozos de la nieve mencionados antes, atravesando de nuevo, en sentido inverso, el collado Mangueta y después de hacer unos metros por la carretera que viene del collado Bermejo, nos salimos a nuestra izquierda para coger la senda que nos conduce hacia la Morra de las Moscas, pero que tras unos pocos metros, nos desviamos a nuestra derecha para comenzar a atacar el barranco del Gallego, a través de otra canaleta convertida en senda, en algunos tramos, descubierta, de pendiente bastante pronunciada, y que tanto a Viky como a mí nos gustó y disfrutamos muchísimo.
Y aquí me quedé en la crónica de esta ruta porque compromisos profesionales me obligaron a estar fuera de casa unos días, habiendo dejado inconclusa hasta hoy, la presente publicación bloguera.
Creo recordar que al final me salieron algo así como veintitantos kilómetros, que mi Viky y yo disfrutamos al máximo, como espero haya quedado evidente, a lo largo de esta nueva narración senderista. En todo este tiempo transcurrido, me temo que he perdido el hilo, de modo que, dadas las fotografías que describen por sí solas, mejor lo dejamos en este punto del relato. No hemos hecho más que comenzar a descubrir Sierra Espuña. Pero todo en esta vida tiene un principio y por tanto, sospecho que más pronto que tarde, mi valiente jabata y yo, habremos de volver por aquí.
¡HASTA LA PRÓXIMA AMIG@S!
Me encantan tus fotos y tus comentarios. Y esa Viky campeona!!
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