13 mayo 2012

SIERRA DE LAS CABRAS II PARTE

Y después de la tempestad, viene la calma. O lo que es lo mismo, después de las Fortalezas, el auténtico espíritu que debe albergar el buen senderista, resurge de su forzado enclaustramiento y todo vuelve a la normalidad. Es decir, las aguas vuelven a su cauce, la primavera brilla en todo su esplendor, la naturaleza se enciende derrochando belleza por doquier  y las ruticas se trazan en plan paseo y para el absoluto divertimiento.

Porque a mí el verano no me gusta. El sofocante calor de estas latitudes me ofusca, achicharra las pocas neuronas que aún me son de alguna utilidad y me deja en estado catatónico.
En verano, andar, lo que se dice andar, suelo andar poco, más bien me arrastro y permito impotente que tábanos, moscas borriqueras y demás plagas de insectos estivales que medran en esta época, me horaden el pellejo hasta clamar venganza por cada una de las ronchas que me producen.

Hace unas lunas, hice solico con mi viky, sin presión, sin estrés, sin prisas, la ruta de la Sierra de las Cabras, que no pudimos culminar en aquella ocasión en que nos hizo tanto frío...!
Dije entonces que regresaría y como aquel general americano durante la segunda guerra mundial en el Pacífico, el otro día cumplí mi promesa de "volver" y completar el recorrido.

El paisaje no era tan bonito como con nieve, todo hay que decirlo, pero también tenía su encanto.
Y desde luego, siempre resulta mejor, ir acompañado, que en la más completa soledad, por lo menos de este modo, las tomas al paisaje, parece que ilustran más, y se obtienen mejores perspectivas, pero como antes decía, andar en recogida soledad, también tiene sus ventajas. Porque andas al ritmo que te apetece sin tener que adaptarte al de nadie. Y te detienes para otear el horizonte, cuantas veces sean necesarias y ya no digamos si de echar una meada se trata o de materia menos fluida...oye, en donde te sale del pijo, eh?, y nunca mejor dicho.

Aquella mañana me fui para los cortijos de la fuente de la Carrasca sin pensármelo mucho. Padecía mono de sierra y mi perrica, poco menos que apremiante necesidad, pues llevaba unos días desquiciada.
En mente tenía culminar aquella ruta interrumpida, aquel gélido día, la que hice en compañía del tío de la vara, Juan y los amigos de Barranda.
Llegué a los cortijos, en una radiante mañana de invitadora primavera. Y estaba deseando ponerme en marcha.
El rincón es precioso. Un lugar de solitaria y apacible belleza.
Imperdonable no refrescarse, en el agua límpida de la fuente, a modo de obligado ritual. Algo así como “un bendecir la ruta” para pedir al santísimo, que todo marche bien, sin contratiempos...en fin, ya se sabe, una caída de fatales consecuencias físicas, la mordedura de una serpiente venenosa, la cornada de un ciervo, ser víctima  del siempre inquietante extravío...
Se comienza a ascender, desde la vertiente sur, por el llamado barranco del Rincón del Sordo. No existe un sendero claro pero la subida se hace evidente. Enseguida, nada más iniciar la marcha, nos encontramos a nuestra izquierda un aprisco, aprovechando una cavidad natural en la roca. Supone un punto de referencia inequívoco durante la ruta. Tanto en la ida como en la vuelta.
Nos seguimos adentrando y cada pocos metros encontraremos mojones para no desviarnos del camino. La Fuente de la Carrasca, va quedando atrás.
Otra perspectiva del corralito y al fondo, como siempre, destacándose la familiar silueta de barca invertida de La Sagra.
Bellos contornos esbozando los colores de una mañana radiante.
Por aquí, la cosa se empina bastante; cada equis metros, una mirada hacia la emblemática montaña, nos modera y suaviza el rigor en el esfuerzo.
 Al fondo...Sierra Nevada. Es tan elevada y casi con nieve perenne que se deja ver, a cientos de kilómetros de distancia.
Llegando al pico Calderón, (2070m). 
 Pino bandera en el altiplano...
Majestuosas vistas al pie del Pico Calderón...lugar de indudable atractivo y desde donde se puede divisar un horizonte que parece infinito...desde aquí se nos ofrece una espléndida panorámica del Cagasebo, al que llegaremos más tarde y por el que bajaremos, retornando a nuestro punto de partida.
Desde este otero se pueden divisar muchos kilómetros en derredor.
La Sagra, Guillimona, Sierra Seca, Sierra Nevada, Sierra de María y de los Vélez...ummmmmmmmm!
Menudas panorámicas...
Otra vez Cagasebo...¡qué bonito el cielo!
Aquí, en el pico calderón, me sucedió algo espectacular, pero lástima que no pueda dar testimonio gráfico de lo ocurrido.
Me parecía increíble que viky hubiera subido por donde yo lo hice, una pared de dos metros que había que trepar...pero sí, no se cómo ni de qué manera, pero lo hizo. Luego descubrí que se podía acceder por puntos menos escarpados, pero ella siguió mi rastro hasta lograr ascender tras de mí. Acababa de darle "su golosina" en premio a su proeza, cuando de pronto un estampido ensordecedor hizo que temblara toda la montaña...era el rugido de los motores a reacción de un caza militar, que como un relámpago, tan rápido como apareció, se desvaneció por el horizonte...no me dio tiempo a reaccionar. 
¡Si me hubiera sorprendido aquella vertiginosa aparición con la cámara en las manos...! ¡Me pareció poder tocarlo, a unos metros por debajo de donde yo me encontraba! Seguramente por ello no advertí su presencia hasta tenerlo a escasos metros de mí. ¡Qué visión más espectacular e impresionante...!
Viky tampoco pierde ocasión de subirse al mejor promontorio rocoso para otear más lejos.
Yendo en pos de la cota más alta, es decir, la sierra de las Cabras, a 2084 metros.
Hemos alcanzado una altiplanicie vasta e inmensa y comenzamos a caminar por terreno quebrado de lapiaces y hendiduras. Las panorámicas en derredor son formidables.
Pico de la Atalaya, 2081m, lugar en donde se encuentra el vértice pero que no es el punto más elevado como tuve ocasión de comprobar.
Dirigiéndome con paso firme hacia el techo provincial de Albacete, la cumbre de la sierra de las Cabras, a 2084 metros de altitud. 
¡Todavía quedaba algo de nieve...!
Hollando el techo provincial de Albacete
 Cerros del Mosquito y los Cacarines con la peña de Moratalla y Revolcadores al fondo.
Enfilando hacia La Atalaya.
  El enhiesto cilindro del vértice geodésico.
 La vertiente norte del Cagasebo
Mirando hacia el pico de sierra de las Cabras...
Las vistas hacia la Sagra siempre son magníficas
Bajamos por un collado hacia el Cagasebo, quedando a nuestra izquierda, el pico de las Cabras. Por detrás, La Atalaya.
La Sagra siempre luce bien y embellece nuestras tomas.
El pico Calderón, lugar donde me encontraba cuando "la tierra tembló".
Desde la piedra de la lobera. En nuestro camino hacia el Cagasebo, se puede eludir por la cara sur sin problemas, pero para el buen senderista montañero, es preciso conquistar cada otero o punto descollante de la ruta.
¿Se deberá el nombre que recibe esta cumbre a reminiscencias de su pasado...? He aquí una descendiente muy particular.
Hasta coronar Cagasebo podemos seguir el cercado cinegético que nos conduce a la cima.
Una vez en la cumbre, toca admirar la belleza del entorno, porque el horizonte que se ofrece ante nosotros no parece acotarlo ningún límite...a nuestra derecha, hacia el NE, todos los dosmiles, cerros del Mosquito y los Cacarines, las Cabras y la Atalaya, con Revolcadores al fondo. 
La aldea Cañadas de abajo.
Bonito prado en donde tomarse un respiro para otear con los prismáticos.
A nuestra izquierda, hacia el SO, tenemos omnipresente a la siempre majestuosa Sagra, La Guillimona, Sierra Seca, insinuándose en la lejanía la sierra de Castril, de Alcaraz, Segura y Cazorla, de María y los Vélez, todo un cóctel de macizos a cual más sugerente y tentador.
En verdad que era un lugar estratégico y magnífico para entregarse a la contemplación y por ende, el disfrute.
Uno de los principales atractivos de disfrutar la montaña es sorprender embelesado, las evoluciones de sus criaturas en su hábitat natural
Iniciando el descenso...
 A mis pies, un castillo de muros infranqueables...
 Aunque para Viky no tanto...
Durante la prolongada y bonita bajada, mi rodilla se volvió a quejar, pero aguantó bien el envite. 
 De vuelta al idílico rincón de la Fuente de la Carrasca, otro refrescante trago de su riquísima y transparente agua, admirando el intensísimo verde de sus praderas arboladas y el acogedor y entrañable lavadero donde bebió hasta saciarse, la indomable y aguerrida Viky. De regreso a casa, el corazón rebosante de paz y armonía interior, fueron mi mejor recompensa.
¡HASTA LA PRÓXIMA AMIGOS!

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