El lunes día 6 de febrero, soplaba un viento del copón bendito y hacía un frío del carajo. A punto estuve de dejar la excursión para mejor ocasión, pero finalmente, pudieron más las ganas de aventura que mi presunta sensatez o cordura.
El cielo ofrecía este aspecto...
Pretendía coronar Mojantes por una vía distinta a la utilizada en mis anteriores visitas a la sierra, siguiendo una ruta que un amigo senderista había colgado en Wikiloc.
Pero antes, quería aprovechar la coyuntura para acercarme al pueblo de Almaciles y llenar unas garrafas de agua.
A la altura de El moral, el termómetro del automóvil marcaba los cinco grados por debajo del cero.
Una vez en el pueblo me sorprendió que aún quedara nieve en sus calles.
Nieve congelada.
Pese a ello, el coche no me hizo ningún extraño.
La fuente, a las ocho menos algo de la mañana estaba desierta.
Y había mucho hielo alrededor.
Pero antes, quería aprovechar la coyuntura para acercarme al pueblo de Almaciles y llenar unas garrafas de agua.
A la altura de El moral, el termómetro del automóvil marcaba los cinco grados por debajo del cero.
Una vez en el pueblo me sorprendió que aún quedara nieve en sus calles.
Nieve congelada.
Pese a ello, el coche no me hizo ningún extraño.
La fuente, a las ocho menos algo de la mañana estaba desierta.
Y había mucho hielo alrededor.
El chorro, oscilaba y se bamboleaba por la fuerza del viento. Cuando amainaba, caía mansamente sobre la garrafa.
A punto estuve de pegarme una hostión, pero finalmente pude agarrarme a la fuente y evitar la caída.
Sin embargo, mi rodilla izquierda se resintió.
¡Vaya, empezamos bien...!-me dije.
A la vuelta decidí que sería mejor comenzar la ruta al contrario de la propuesta por el amigo senderista, y así caminar resguardado del fuerte viento por entre el barranco del Noguerón.
Fue una sabia decisión.
Seguí hacia delante, estacionando el auto en las inmediaciones del semiderruido cortijo de Mojantes.
También fue una acertada elección venir provisto de un forro polar con capucha que me vino de perlas.
Fue una sabia decisión.
Seguí hacia delante, estacionando el auto en las inmediaciones del semiderruido cortijo de Mojantes.
También fue una acertada elección venir provisto de un forro polar con capucha que me vino de perlas.
Subida prolongada pero no demasiado dura, que estaba marcada cada equis metros con monumentales hitos que se divisaban a distancia...
Faltaba poco para llegar arriba...
¿No viste, por ahí, a los cernícalos primilla?
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