Me gusta caminar solo, perdido en mis pensamientos. Pero eso no quiere decir que “ande” abstraído todo el tiempo, como un lunático enajenado, que no se da cuenta de nada de lo que ocurre a su alrededor. Muy al contrario, mis sentidos permanecen alerta, no solo a los sonidos del silencio, atento al incesante zumbido que procede de mis abismos, sino también a los susurros del bosque, a los rumores que producen las criaturas del monte y sobre todo me encanta presenciar, el mágico momento de la fascinante luz de un amanecer o atardecer.
Todos mis “momentos” quedan registrados en mi mente y guardados en mi corazón, que ya se que suena bastante cursi pero no puedo ni sé explicarlo de otra manera, porque lleno me siento cuando regreso a casa, seguramente con cara de poema y con una armonía interior brotando a raudales en cada poro de mi piel.
En fin, a veces, solo a veces, soy capaz de congelar ese momento, de captar ese fugaz instante y convertirlo en imagen.
He aquí una muestra de esos “momentos...”
El As de Copas, atardeciendo...
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