01 diciembre 2025

De vuelta por la TORROSA y la playa de FATARES II y FINAL

No estoy mucho tiempo en el Cristo de los Buzos, porque hace un frío que pela, y el fuerte viento reinante, me hace inhóspita la estancia en esta bonita aunque desamparada atalaya. Salgo para abajo cagando leches y recupero la senda, que se dirige a la Parajola. 
Pero antes de abandonar definitivamente el cerro del Cristo, le tomo una última instantánea.
Llegando a la batería de la Parajola, completamente desmantelada desde hace décadas, y la mayoría de sus edificios, en ruinas. Pasé de largo, a ritmo de trote cochinero, con vistas a la Falco.
La entrada del blog del año pasado, creo que fue más profusa en cuanto a la incorporación de fotografías de esta zona se refiere. 
Desde esta batería se ejecutó el fatídico y certero tiro que ocasionaría el hundimiento del crucero para transporte de tropas, Castillo de Olite, y con ello, la muerte de más de 1500 personas, la mayoría, procedentes de Galicia, aunque pudieron ser muchas más, que no figuraban en la carta de embarque, ya que, muchos de los jóvenes soldados y oficiales del bando nacional, que acudían a Cartagena, a priori, en plan festivo, para celebrar el final de la guerra, llevaban a sus novias de extranjis. De hecho, el final de la guerra fratricida llegaría 25 días después de que se produjera tan funesto acontecimiento. Cientos de personas, en el momento en que el disparo impactara contra la santabárbara del barco, y como consecuencia de ello, se partiera en dos y hundiera en pocos minutos, permanecían inexplicablemente en las bodegas, con lo que se vieron sorprendidas, sin tiempo para reaccionar, muriendo todas ellas ahogadas. Ya se puede uno imaginar las espeluznantes escenas de pánico que se tuvieron que vivir dentro de esas bodegas, cuando presenciaban impotentes como estas, en pocos segundos, se inundaban de agua, quedando atrapados en una enorme lata de sardinas, condenados a una muerte sin remisión. Ninguna de las personas, que horas antes, habían embarcado en el Castillo de Olite, alegres y jubilosas por el inminente fin de la guerra, pudieron imaginarse nunca que aquel desvencijado barco, al que ni la radio funcionaba, se terminaría convirtiendo en su tumba.
Los pormenores de aquel suceso, que tanto impacto me ocasionaron, se encuentran más profusamente relatados en esta entrada. En aquella ocasión, también llegaría a leer "Perdidos en la Memoria" (he aquí el libro), que relata al detalle, lo acontecido antes, durante y después de la catástrofe, así como entrevistas y vídeos de YouTube muy interesantes, cuyos enlaces aporto en la publicación referida. Lástima que no tengamos en España a un James Cameron al uso, que dirigiera la película y relato de tan fatídico hecho histórico, al modo en que fue narrado el del Titánic. 
Desde el sendero, obtenemos amplias vistas hacia Algameca, pequeña ensenada delimitada entre la Cala del Gallito y el Puntal del Aire, que comprende los términos geográficos de la Playa de la Parajola, Calas del Indio Chico e Indio Grande, también Algameca Grande, donde existe un pequeño muelle de la Armada, con varios edificios (entre ellos el CBA) pertenecientes a esta y finalmente Algameca Chica, donde desemboca la rambla de Benipila y se introduce un pequeño brazo de mar a tierra, en cuyos márgenes se extiende un singular poblado marinero de ocupación veraniega.
Aunque el recorrido, también contempla la visita a la Cueva de la Sal, por haberla conocido en la anterior ocasión, la obvio, y siempre al trote cochinero, pronto me planto frente al proyector de la Torrosa. El fuerte viento existente que no cesa, me hace extremar las precauciones al evolucionar próximo a los cortados que caen al mar.
Algameca Grande y el Castillo de Galeras, en lo alto del cerro.
Ya desde el proyector, que se halla muy expuesto al viento, tomo estas bonitas fotografías a lo que parece una corbeta.

Lo que queda de lo que un día constituyeran las instalaciones del proyector. Creo recordar que se desmantelaron al poco de la finalización de la guerra.
La isla de la Torrosa o Terrosa, como también la he visto escrita, que se encuentra apenas a unos cientos de metros del proyector. En esta ocasión, la fotografío a distancia, por ya conocerla y haberla hollado junto a mi amigo Pepe Luque, el año pasado. Lugar pintoresco e idílico, sin duda.
Lugar donde estuvo ubicado el proyector.
La Torrosa y el tómbolo que la une con la costa.
Las instalaciones del proyector que aún resisten, pero en proceso inexorable de derrumbe, aunque ya han demostrado sobradamente su solidez, si tenemos en cuenta los 89 años transcurridos desde que se abandonaron. Ya podía haberlo reconvertido el consistorio, con la anuencia o visto bueno de la armada, en un buen refugio senderista.
Las tierras raras que se observan desde el proyector.
Bonita imagen de la isla de las Palomas y su aledaño, islote del Raspallón, y al fondo, la sierra de la Muela, destacando su cima, 546 msnm, Cabeza Colorada, Cabezo de la Aguja, Trompa del Burro, etc.
La corbeta regresando a puerto.
Por aquí más o menos, debía estar navegando el Castillo de Olite, cuando fue hundido por la batería más al oriente de la Parajola.
Poniendo tierra de por medio respecto del proyector e isla de la Torrosa.
Bonita imagen, con los buques fondeados, de Cabo Tiñoso.
Yendo a pijo sacao hacia la playa de Fatares o Zotares, como también se la conoce.
Una vez aterrizado a nivel de playa, he de sortear varios desprendimientos y puntos inundados por la situación de pleamar, pero nada que me obligue a descalzarme o sumergir el calzado. Entre ola y ola, aprovecho para dar el brinco. Es cuestión de sincronización.
Por aquí me hallo al amparo del viento, y el momento de cruzar estas fragorosas playas solitarias se me hace delicioso. Los desprendimientos del acantilado han provocado que se divida en tres calas bien diferenciadas por diversos fragmentos de roca, de ahí que su belleza primigenia y salvaje, su apariencia remota y solitaria, la erijan en foco de atracción para parejas en busca de intimidad, senderistas y pequeñas embarcaciones de recreo que suelen fondear en sus inmediaciones.
Ahora, una vez recorridas las playas de Fatares, es cuando la cosa se pone recia, hasta alcanzar el Mirador de Roldán, pues es todo subida. 
A la izquierda de la imagen, la cresta de Fatares o cuesta de la Pupa, que mucha gente utiliza para llegar o abandonar estas idílicas playas, procedentes del sendero aledaño al Cristo de los Buzos.
Aspecto de los puntos de desprendimientos que tuve que sortear.
Las playas de Fatares, tomadas ya desde cierta altura.
El esfuerzo ahora, para superar estas rampas, es denodado, pero queda muy atemperado con la visión de estos espectaculares paisajes marinos.
La isla de los Colomos o de las Palomas, tiene una extensión de 1,2 hectáreas y fue designada como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y Espacio Natural Protegido por la presencia del paiño común mediterráneo y la pardela cenicienta. Sus acantilados se encuentran profundamente erosionados por la acción marina formando diversas estructuras pétreas. Conserva un bello y valioso entorno submarino por su notable biodiversidad, destacando, en su cara Norte, la pradera de posidonia oceánica donde se refugian o encuentran alimento diversas especies, siendo la más significativa la nacra, molusco bivalvo endémico del Mar Mediterráneo en peligro de extinción. Ofrece a los buceadores distintas inmersiones en fondos rocosos llenos de vida y de aguas transparentes. Junto a esta isla se sitúa el pequeño y poco divulgado Islote del Raspallón.


Último vistazo a la orografía y cima de la batería de Roldán, que tan bonitos y épicos recuerdos me evoca, y después del último repecho, hasta alcanzar por fin, el Mirador de Roldán, breve parada para recomponer los apechusques, beber y comer algo, admirar una vez más, el hermoso paisaje cartagenero y al trote cochinero, enfilo el conocido tramo de GR-92, casi todo en bajada, en dirección a una arboleda del parque de Tentegorra, donde me aguarda el auto que me traslade de vuelta a casa.
Y colorín colorado, unas breves tomas que hice del paisaje, con una cámara de vídeo con buen zoom, que llevaba encima y...
¡HASTA LA PRÓXIMA!