27 septiembre 2018

EL CALAR DE JUANA I (desde el Picón del Molinillo)

El Calar de Juana, situado en el extremo norte de la Sierra del Pozo, constituye uno de los lugares más emblemáticos del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas y por ello, tarde o temprano, nos habíamos propuesto visitarlo y registrarlo en mi Viky y Yo. Sin embargo, en la anterior entrada a esta, aquella de la Cerrada del Pintor, ya referimos que la habíamos realizado hacia finales de octubre del año pasado, pero que las fotos hechas se fueron al garete por una putada en forma de mancha de humedad que le surgió a la lente de la cámara durante el transcurso de la ruta. ¡Válgame dios, qué contrariedad, una faena en toda regla! Pero había que tomárselo con filosofía pues son gajes de un pasatiempo que a veces nos depara este tipo de pequeñas fatalidades, porque el remedio para subsanar tamaño percance parecía claro, hacer de nuevo la ruta. Recuerdo que al llevarla a cabo junto a mi perrita, esta ya me había comentado que había acabado de excursión hasta el corvejón. Y es que para consumar esos 25 km de que consta este recorrido, hay que echarle ganas y sobre todo, disponer de un fondo físico lo suficientemente holgado que te permita en un momento dado, combatir la alargada sombra y amenaza del tío del mazo. Qué razón tenía la Viky, pues también acabé yo el otro día cuando la hice en solitario, hasta los mismísimos cataplines. Los últimos kilómetros se me hicieron eternos y casi tortuosos, porque venga senda cuasi abandonada, por aquí, otra que coger por allá, sin perder de vista el gps, obstáculos, piedras, muchos troncos de árboles caídos, ramas secas atravesadas que había que eludir por donde buenamente se podía, atento a no pasarte, para luego no tener que desandar lo andado, sobre todo con las fuerzas ya muy justas, y mi verdadero talón de Aquiles, el calor y los tábanos, que ya decía yo en la garganta del Pintor, que del verano, hasta septiembre e incluso algo de octubre todo es verano, y vaya si estaba en lo cierto, pues durante toda la ruta hizo un bochorno desintegrador de partículas, que me hacía tener la sensación a veces de andar con la cabeza introducida en un horno, y en las zonas de sombra, cágate lorito, tábanos colmilleros con aspecto incluso más amenazador y terrorífico que los de Burete. Completé el círculo casi arrastrándome y acribillado de mordiscos. He de reconocer, para colmo de males, y a fuer de ser sincero, que me sobran también unos kilos a nivel medio de los flotadores volantes, así que, en lo sucesivo, una de dos, o fenezco en el intento o con cuatro excursiones de estas me quedo más estilizado que un corredor etíope. Y mi perrita, ¡ay cuanto la echo de menos! Yendo con ella, nunca me sentí verdaderamente solo, hablábamos y hasta me mostraba el camino o me sugería cual tomar, solo verla delante o al lado de mí ya era confortador y estimulante pero ahora, mi soledad andarina es absoluta. Mi continuidad senderista se halla en grave peligro de suspensión o abandono. Pido fuerzas a Yoda el pesadumbres, que es el único que por ahora me comprende y acompaña porque de lo contrario, no respondo de la continuación de esta gaceta de Mi Viky y Yo en lo venidero.
 La ruta clásica para alcanzar el vértice geodésico del Calar de Juana, que casi todo quisque hace, es más llevadera pues consta de 14 kilómetros, con principio en la vertiente opuesta de la sierra desde donde la atacamos nosotros, y hay que buscar su punto de partida, pasando Pozo Alcón, tomando la pista que conduce hasta el magnífico y emblemático ejemplar de pino laricio, el denominado Pino de las Tres Cruces, lugar desde el que salen un sinfín de excursiones por esta zona. Desde este punto (alternativa que algún día utilizaremos para volver por aquí) y camino del Calar de Juana, se obtiene una privilegiada perspectiva de la cerrada del Pintor, en su parte superior, amén de otros lugares singulares que se divisan en derredor, recorriéndose también unos bonitos parajes, regados del arroyo de los Tornillos de Gualay, un humilde curso de agua que nace en la vertiente del Guadalquivir pero que el muy cabezota, se empeña en verter sus aguas en el río Guadalentín y que para ello labra, casi contra natura, un profundo y espectacular cañón donde la cerrada del Pintor y de la Canaliega conforman sus angosturas y arquitecturas naturales más sobresalientes. Nosotros empero, nos atizamos este palizón de casi 27 kms, no solo porque estamos así de sobraos sino por ahorrarnos algunos kilómetros de coche, y porque pretendemos de una tacada, reconocer gran parte de las arterias, aurículas y ventrículos del soberbio corazón de la Sierra del Pozo. 
Al margen de las particulares y puntuales circunstancias del narrador que ahora no vienen al caso, este recorrido ofrece a sus andarines, un delicioso placer respecto de intuir, palpar, vislumbrar la historia de aquell@s que otrora, andaron por estos viejos caminos de herradura, sendas y veredas, ya casi abandonadas, durante aquellos tiempos de intenso trasiego serrano. Los ingenieros de caminos, ergo constructores que no eran otros que los mismos habitantes de la sierra, establecieron un amplio cinturón de vías y encrucijadas que conectaban a lugareños de uno y otro lado, según los bañaran las vertientes de los ríos y afluentes del Guadalquivir y Guadalentín. Por muy profano que pueda ser uno en la materia, se observa que para disminuir las naturales irregularidades de este tortuoso terreno, se tuvo que levantar en muchos puntos, paramentos de piedra, muy bien trabajados, en un ingente trabajo de mampostería, con más que presumible escasez de medios, y que lo milagroso del caso, es que aún hayan llegado a nuestros días, en un razonable estado de conservación. De este asunto, con un claro cariz crítico, habla en su descripción alexandermágina, de quien en esta ocasión utilizamos su track y portentosa reseña como guía. Ni qué decir tiene, que como glosaba Cervantes, el camino es siempre mejor que la posada, así que, el verdadero aliciente de esta excursión es la caminata, pero ¡ojo! las panorámicas excepcionales que por doquier y durante el camino se nos van a ofrecer a las pupilas tampoco son para despreciarlas. Más bien, al contrario. Al oeste, y una vez nos encontremos sobre la plataforma del calar se nos ofrecerá a la vista el majestuoso valle de Gualay por donde discurre el Arroyo de los Tornillos y la Sierra de Cazorla con el pico Gilillo dominando. Al suroeste, el Rayal y el Picón del Guante. Al norte, el monte de Navahondona con los Poyos de la Mesa como paraje más notable. Al este las primeras estribaciones de la interesante Sierra de la Cabrilla y la Lancha del Almicerán con el valle del Rio Guadalentín a sus tobillos y por el sur toda la cuerda de la Sierra del Pozo con sus sobresalientes picos en sucesión, esto es, Cerro de la Tableta (1914m), Junta de los Cerros (1919m), Puntal del Buitre (2007m), Pico del Águila (1985m) y su cima más elevada, el pico Cabañas con sus 2.026 m. En fin, toda una aventura, que el track tiene marcado hacerla al contrario del sentido horario pero que si se hace a la inversa, tampoco sugiere menoscabo del recorrido. He visto a posteriori una alternativa a este, cruzando el arroyo de Guazalamanco, pero no se exactamente a qué altura. Quizás sea una opción de final de ruta a tener en cuenta, aunque el remate por la pista hasta cerrar el círculo en la casa forestal del Picón del Molinillo, no parece muy sugerente. Me estoy enrollando demasiado en esta introducción, soy consciente de ello, pero antes de comenzar con las fotos, decir que en la cumbre del Calar, pudimos observar desenvolverse en toda su salsa a Yoda el pesadumbres, el filósofo de las cumbres, quien in extremis y contra todo pronóstico, parece que nos ha salido algo facha. Ello no ha de coadyuvar en deterioro de nuestra relación habida cuenta que entre este presunto carca de la galaxia y su acompañante protector, apenas los separa un hervor. Como último gran Jedi de la antigua Orden y entrenador de Luke Skywlaker durante la guerra civil Galáctica, atesora experiencia en este tipo de conflictos y quien sabe si tendré alguna vez que echar mano de su sabio consejo para los tiempos confusos y difusos que se avecinan. Sin más dilación ya, nos echamos la mochila y todos los demás apechusques al pecho y espalda y comenzamos.
Este es el curso de Arroyo Frío que hemos de vadear
Estos enormes troncos caídos son una novedad respecto de mi primer paso por aquí, todavía no hace un año. Serán una constante hasta llegar a la plataforma calcárea. Las últimas y copiosas nevadas por estas latitudes, debieron causar estragos en los ejemplares más grandes y frágiles.
Esta ruta se puede considerar como la de los senderos. Transitar por aquí es una delicia. Hacerlo en soledad, escuchando a R. Kelly, constituye un plus para el disfrute.
Las circunvoluciones, sinuosidades que adopta el camino para suavizar lo áspero y escarpado del relieve, nos sugiere la sabiduría de aquellos serranos que conocían, más que nadie, el medio en el que se desenvolvían.
Un cadavérico ejemplar, milagrosamente todavía erguido.
Detalle de la curva bien trazada que describe la senda hacia Cortijo Aserradores, ya muy próximo.
En este tramo se puede vislumbrar la obra de ingeniería romana, construída por los serranos, que desafiante, soporta los rigores del tiempo y la soledad en lo más recóndito y apartado de la sierra.
Alzando la mirada hacia el calar, al que llegaremos al cabo de unos kilómetros.
Bonito y apacible paraje
Las ruinas del cortijo Aserradores
Posando cabizbajo, en la entrada principal del cortijo, echando de menos a mi Viky
Continuamos ascendiendo
Mirando hacia la cerrada de la Canaliega, curso del Guadalentín, loma del Caballo, sierra de la Cabrilla, etc
Esta imágen será la tónica de una parte del recorrido
Pasos y parajes de cuento
Otro ejemplar en vías de extremaunción
Rincones exuberantes de refrescante sombra, que dado el reinante calor, invitan al descanso y la reflexión, sentados sobre una mullida piedra. No corre un pelo de aire.
Al fin, asomamos a la despejada y alargada plataforma calcárea. 
Aquí la suave brisa nos resulta aliviadora.
Asomando a malas penas la familiar silueta de las Banderillas, por entre el Cerro de los Torcales de Pedro.
Verdaderas calzadas romanas las construcciones de estos serranos. El otrora importante paso de esta encrucijada para aquellos lejanos lugareños, resulta evidente.
El paisaje que se ofrece a la atenta e insaciable pupila del senderista medio es más que notorio y notable. Tras el Picón de los Halcones, en primer término, vemos a lo lejos el Blanquillo, la cota máxima de la sierra de las Villas.
Esta autovía desciende al majestuoso valle de los Tornillos de Gualay. Es la ruta clásica que referíamos en la introducción y que tiene su principio en el pino de las tres cruces. Al arribar a la plataforma del calar, desde esta mampuesta senda, para campo a través, alcanzar el vértice geodésico, también tenemos otro pino de emblemática referencia, el denominado pino de los cuatro brazos que podremos reconocer en el video final que añado a la parte final del Calar de Juana. No obstante, si no estoy equivocado, es el que asoma a la izquierda de la imágen.
Al llegar aquí, decidí descender unos metros, para comprobar el aspecto de las paredes del calar desde la senda, así como patear unos metros de esta, a ver qué sensaciones me transmitía. Para ello, escondí detrás de unos matojos la mochila y me quedé solo con la cámara.
Llevaría medio kilómetro de bajada cuando advertí que el calor y la falta de brisa hacían mella en mí. Como reza la cita, que hombre prevenido vale por dos y hasta por tres, y que la experiencia es un grado y que había que volver, subir lo bajado y demás, me dije, a ver si con las tonterías y haciendo alardes propios de novato, doy lugar a que me haga una visita el tío del mazo. ¡Media vuelta se ha dicho! Y echando unas fotos más, decidí volver a por la mochila y atacar la subida hacia el Calar de Juana.
¡Qué orografía más hermosa y fascinantemente salvaje!
Siempre tengo en cuenta, sin pecar de nervioso, el tiempo. Ya me ha sucedido más de una vez, que echando fotos y admirando el paisaje, se me va el santo al cielo, y cuando vengo a darme cuenta, estoy a equis kilómetros del coche, y si no me doy prisa, se me echa la noche encima. Por la noche, todos los gatos son pardos, y los desniveles, abismos. Llevar una linterna, por defecto, en la mochila, para que nunca se pueda olvidar, es no solo aconsejable sino preceptivo.
Después de disparar en todas direcciones, vuelvo sobre mis pasos y recupero de nuevo la mochila.
Tras superar un pequeño escarpe, al poco queda a la vista el peculiar conjunto rocoso donde está plantado el tubo del vértice geodésico, que recordemos, tal y como sucede en otros lugares, no constituye el punto más elevado en los 1842 metros sino en las inmediaciones del Rastrillo del Calar de Juana donde el mapa indica una altura máxima de 1889 metros. Ni siquiera está situado en Peña Juana (1877m), donde indican algunos libros. La familiar estampa de pinos bandera, nos flanquearán la distancia hasta el vértice.
Ya lo tenemos a tiro de piedra.
FINAL PRIMERA PARTE

No hay comentarios:

Publicar un comentario