14 octubre 2017

SUBIDA AL MULHACÉN I

Para saborear Sierra Nevada, en su verdadera medida, hay que hacerlo en invierno o por lo menos en primavera, en que la sierra y cumbres visten sus mejores galas. Pero en verano, bien sabía que el paisaje que podía encontrarme no ofrecería su cara más lustrosa, y por tanto, su porte más distinguido. Pero había que subir porque constituía asignatura pendiente el poder decirme a mí mismo, ya de una vez por todas, que había logrado alcanzar, aunque solo fuera, por una vez en la vida, la cota más alta de la península Ibérica. Así que, sin demorarlo por más tiempo, hace algunas semanas, en un viaje relámpago, organizamos mi amigo Pedro y yo, el ataque a la cumbre, atizándonos el palizón de coche de ocho horas entre ida y vuelta que hace falta conducir para desde Cehegín, llegar al pueblo de Trevélez, bonita villa de la Alpujarra granadina, segundo pueblo más alto de España, donde comienza y termina, en evolución circular, nuestra ruta. La subida al techo de la península, utilizando para ello un itinerario clásico entre los clásicos, no tiene más historia ni alarde técnico que la de aguantar algo más de 23 kms entre subida y bajada, acumulando un desnivel de más de dos mil metros, que sobre todo durante la bajada, enfilando hacia Trevélez, se hace tediosa e interminable. El paisaje de la sierra, incluyendo la Alpujarra, aún en verano, me ha resultado espectacular, casi apabullante pues esos enormes barrancos y esas alturas parecen propias de latitudes mucho más al norte de Europa. Acostumbrado a sierras y paisajes, de cotas y perfiles más humildes, introducirme por entre estos contornos me abrumó. Andar por aquí en invierno, todo nevado, con el equipo apropiado tiene que ser la repanocha.
Hoy en día la montaña, y por ende el senderismo, están pensados para tontos pues siendo prudente, teniendo un mínimo de experiencia, sentido común y manejándote bien con la tecnología, puedes abordar empresas que al estilo antiguo, esto es, guiándote con solo brújula y mapa, resultaban bastante más complicadas. Hoy visitas la web de Wikiloc, te bajas el track, lo introduces en el gps, estudias un poquito el recorrido a través de Google Earth, los puntos difíciles si es que los hubiere, el itinerario en utilitario para llegar al punto de inicio y no necesitas más, te pones a funcionar. Así fue como escogimos este track para llevar a buen puerto nuestra misión que no era otra que llegar, conquistar y volver, todo en una maratoniana jornada, ¡menudo palizón! como ya ha quedado dicho. El amigo que sube el track hace una estupenda y muy ajustada descripción del recorrido por lo que no insistiré demasiado en mayores detalles salvo los que ya de por sí, reflejen algunas de las fotografías que le hice al paisaje y a Pedro.
El recorrido se hace al contrario del sentido horario. Lo primero que sorprende al viajero en Trevélez es la disposición escalonada de sus tres barrios, llamados por los locales Altero, Medio y Hondero. De modo que el caserío es un torrente de viviendas en pendiente, con la escandalosa cifra 150 metros de desnivel entre sus dos extremos. Las casas más altas 1.600 metros y las más bajas 1.450, lo que explica el baile de cifras existentes a la hora de reseñar su altura. Otro error bastante extendido es citarlo como el pueblo más alto de España, lo que tampoco es correcto, pues el honor corresponde a Valdelinares en Teruel (1.693 metros, con casas sobre los 1.700 m). Por el contrario, sí es innegable, que Trevélez es el pueblo más alto de la Alpujarra, la base del Mulhacén, el pico más elevado de la península, con 3.483 metros, muy por encima de los modestos 2.019 metros del Peñarroya de la Sierra de Gúdar que vigila Valdelinares.
Todos estos topónimos los he oído y leído tantas veces, Veleta, Alcazaba, refugio de Poqueira, río culo de perro, chorreras negras, puntal de siete lagunas etc, que ahora sí que ya me puedo hacer una idea de donde están situados todos respecto de otros puntos, y el aspecto real que tienen. Me suele ocurrir que cuando conozco personalmente un lugar, la idea y percepción que recibo, difieren en gran medida de la imágen que en su día me transmitieron las fotografías que había observado a través de internet.
Trevélez es de origen mozárabe, como parece probarlo su topónimo (tres valles) y una inscripción del S. IX. Durante la dominación musulmana surgirían sus tres barrios, dos rábitas, y una mezquita, pasando en época nazarí a depender de la Taha de Jubiles. La iglesia se construyó en el s. XVI sobre el solar de la mezquita, al hilo de la repoblación con cristianos viejos foráneos de Granada, que como en toda la Alpujarra siguió a la derrota morisca. Los nuevos pobladores fueron los introductores de la matanza del cerdo que tanta fama a dado a Trevélez, particularmente desde que la reina Isabel II otorgó, en 1862, sello real de calidad a sus perniles. El viajero encontrará un jamón blanco excepcional, accesible directamente de los productores a precios muy competitivos. La leyenda negra de que ya no crían cerdos en Trevélez es cierta, pues la crianza del cerdo es casi un recuerdo en la Alpujarra y la mayoría de jamones son traídos de fuera. Pero esta circunstancia no desmerece la extraordinaria calidad del producto, que mantiene un proceso semi artesanal, combinado con las peculiares condiciones climáticas de Trevélez. Sus 1.600 metros en la ladera sur de Sierra Nevada garantizan cada invierno nieves abundantes, mientras la cercanía de la costa trae cada verano vientos cálidos del Mediterráneo. Este peculiar clima local produce una flora microbiana única, que "suda el jamón" durante su maduración, infiltrando la grasa del tocino al magro. Previamente, la fase de secado u oreo habrá coincidido con las nieves del Mulhacén, y la salación habrá sido más corta para otorgar "dulzura". Comprenderá así el degustante el sabor característico de los jamones que sorprendieron a la reina. 
 (fragmento extraído del libro "Excursiones por el sur de España I", del murciano Juan Carlos García Gallego)
Trevélez, pueblo más alto de la Alpujarra, es la puerta pacífica del Mulhacén y Alcazaba; pastores o manzanilleros (recolectores del "Té de la Sierra", artemisia granatensis, hoy protegida), han subido desde siempre durante el verano a Siete lagunas y sus cimas. Desde el s. XIX, viajeros románticos, científicos y montañeros, convirtieron en habitual la ascensión al "cerro", como se conoce en Trevélez al rey de la península, alentados por los restos del camino carretero construido con motivo del Enlace Geodésico entre Europa y África en 1878, y la periódica publicidad que desde 1912 viene originando cada cinco de agosto la romería de la Virgen de las Nieves al Mulhacén, que llegó a contar en la cima con una pequeña ermita. Mi compañero de fatigas, en esta hermosa e inolvidable jornada de senderismo, saliendo de Trevélez hacia el techo de la península.
Al inicio se coge un antiguo camino arriero que al poco de salir del pueblo se deja para girar a nuestra izquierda y coger una vereda de progresiva ascensión que nos va acercando al refugio de la Campiñuela, situado a 2400 metros. Yo estaba atento a la altitud pues a partir de esta cota me adentraba en terreno desconocido para mí, ignorando como afrontaría la altura. Paso lento pero constante y seguro el del animal que pronto nos dejaría atrás.
Entrada a una gruta que inmortalizamos
Alejándonos de Trevélez
Este grupo de chicos con el que nos cruzamos, habían hecho noche en el Mulhacén y estaban de vuelta
El refugio de montaña de altura unos metros superior a la Sagra.

Seguimos hacia la cumbre con paso lento pero firme y seguro

Atravesando el riachuelo culo de perro
Una pareja que siempre nos mantuvo la distancia
Este montañero que había hecho noche en las siete lagunas nos decía con tristeza que estaba envuelta en la niebla.
Un grupo de montañeros extranjeros, gente joven que llevaban apechusques para pasar la noche en la montaña
Chorreras Negras. Justo encima se hallan las siete lagunas
Las rocas en este tramo escarpado y duro estaban calientes
Una foto clásica de la subida al Mulhacén
En efecto, en las siete lagunas no se veía a tres montados en una burrica así que, mi gozo en un pozo.
Mi amigo Pedro, parlamentando con otros montañeros en la cañada de Siete Lagunas. Es una cubeta de origen glacial encerrada entre las lomas meridionales del Mulhacén y la Alcazaba, que alberga siete lagunas entre 2.890 y 3.062 metros, envueltas de prados de alta montaña y roquedos. Su belleza está acrecentada por el nacimiento del río Culo de Perro, y la importancia botánica que concentran sus diferentes hábitats (borreguiles, cascajales y paredes), con valiosos endemismos de altura. El paraje de las lagunas se adivina bonito, pero el itinerario para llegar hasta aquí, es más bien aburrido, sobre todo en verano, como ha sido nuestro caso. Es un camino arduo pero "fácil" para subir al Mulhacén o Alcazaba. Bajo la óptica de un buen montañero, no tiene comparación con la salvaje belleza que esconden los itinerarios de la cuenca del Genil en la vertiente Norte de la sierra, por la zona de Güéjar-Sierra, de interesante y rica historia, sobre la que ya he indagado y que un día de estos, habrá que darse un amplio garbeo por allí.
Con el menda en la laguna Hondera
La niebla comienza a despejar en la Alcazaba
Paso constante, triturador, comportamiento típico de motor diesel que a mi amigo Pedro le mueven sus piernas
El tío de la vara
El reportero
La Alcazaba y lagunas
Afrontando la altura con la lógica fatiga que genera
La cima a tiro de piedra. ¡Qué alegría!
¡Por encima de las nubes!
Una pareja de Garrucha
Las empinadas cuestas se hacen duras de afrontar
FINAL PRIMERA PARTE

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