14 junio 2014

POR EL CAÑÓN DE ALMADENES I

A pesar de todo, por si acaso, quería comprobar si la experiencia sufrida por Viky, en la cascada de la cerrada de la Magdalena, había sido lo suficientemente traumática como para haberle dejado secuelas. Y por ello pensé, que sometiéndola a un tratamiento de choque, en donde tuviera que “enfrentarse” al fragor de las aguas, con ello y observando sus reacciones, podría entonces extraer conclusiones.
Así fue, como se me ocurrió que la ruta del cañón de Almadenes me podía venir pintiparada para el propósito que perseguía.
Ya había dejado dicho en Wikiloc algún compañero senderista, que desde hace algún tiempo, está cortado el acceso por la presa de la Mulata, así que no tenía más remedio que comenzarla desde la antigua central hidroeléctrica, en demarcación de Cieza, y pudiera o no saltarme la reja, volver por el mismo sitio, eludiendo la circular por el otro lado del cañón, ya que, no me apetecía, como sería el caso, pegarme el alpargatazo por un terreno bastante árido de monte bajo, sin sombras, sembrado de esparto, que no me despertaba el menor entusiasmo.
Eché a andar a través del poyo de esa acequia de la izquierda que se ve en la imágen, y Viky venía detrás, sin acusar alteración alguna en su comportamiento. Todo parecía ir bien hasta que tres o cuatro lacerantes setazos en mis piernas, me recordaron que, en ambientes húmedos, padezco un porculero magnetismo hacia tábanos, mosquitos y demás ralea de insectos de la familia de los dípteros chupasangre, que en cuanto me huelen, me acorralan y se ceban conmigo. He probado toda clase de repelentes de insectos. Desde los más caros, a los más baratos. Procedentes de farmacias, de los chinos, de Internet y hasta caseros; algunos exóticos o directamente extravagantes, pegajosos, todos ellos apestosos y que solo parecen resultar efectivos contra los mosquitos y de rebote también contra la Viky que, cuando me los aplico, me mantiene una prudente distancia de entre los veinte a los treinta metros, por delante y por detrás, sin acercarse, hasta que no disminuye la pestilencia y por tanto, el efecto. Pero contra los tábanos no hay nada que hacer. Se ríen de los repelentes y hasta he observado que algunos, lejos de ahuyentarlos, los atraen.
 Cuando notas la mordida ya es demasiado tarde pues es un bicho tan avispado y cuco, que antes de que te des cuenta, sus muelas ya han hecho presa y perforado tu desprevenido pellejo. Le atizas un manotazo fuerte, que te deja amoratada la parte, y cuando crees que ese maldito y repulsivo insecto ha bebido su última sangre, se recupera, resucita, y sale volando el muy cabrón, con una cara de guasa que se las trae.  Lo peor es la picazón molesta que te deja durante diez minutos y la desazonante roncha consecuente que te dura varios días.
Los tábanos pican a las personas debido a que el tábano hembra, al igual que la hembra del mosquito, necesita alimentarse de sangre para poner sus huevos. Al igual que los mosquitos machos, los tábanos machos comen polen y néctar y pican en raras ocasiones. Los tábanos hembra son diurnos y se sienten atraídos por el movimiento, el cuerpo serrano del autor de este blog, las superficies brillantes y el dióxido de carbono y calidez de la respiración de los mamíferos vivos. A diferencia de los mosquitos hembras, las del tábano no utilizan una jeringuilla sutil como parte de la boca para llegar a su comida, sino partes como sierras pequeñas para romper la piel y alimentarse de la sangre resultante.  
Digo yo Viky que ya podía tener la misma facilidad para atraer a esas otras tábanas de dos patas que pican y muerden pero en principio no perjudican. Aunque a algunos he oido decir que existe una variedad de tábana cruzada con lagarta, a las que se les da muy bien eso de chupar la sangre, pero ese es un jardín en el que no quiero meterme.Y haces bien...porque una vez que entras lo tienes jodío pa salir. Sí, creo que tienes razón. Tú siempre tan juiciosa y prudente. Mejor dejamos a las tábanas de una y otra especie y nos dedicamos a lo nuestro. Está chulo el río Segura visto desde aquí...y ya lo verás discurrir encajonado entre las paredes del cañón de Almadenes. 
Bueno, ¿y qué me dices de tu experiencia del otro día...?
¿A cual te refieres?
Mujer, a cual va a ser, a la de Castril...cuando el agua te arrastró corriente abajo. ¿Te dio tiempo pensar que estabas haciendo el último viaje...? 
Ufff, no quiero ni acordarme.
Las pasé canutas y mira que di vueltas a ver por donde podía saltar al otro lado sin mojarme, que ya sabes tú que con el agua me pasa como a los gatos, que remojarme lo justo y necesario, pero cuando me decidí, me sorprendió comprobar que en el centro de la poza, no hacía pata y entonces me sentí arrastrada torrente abajo, e impotente luchaba por salir de la corriente, pero no había manera. Si quieres que te sea sincera, no me dio tiempo a pensar en nada. 
Fué todo tan rápido que mi instinto de conservación ni llegó a reaccionar.
Ya, te entiendo. Pero tan pelada, tan escuchimizada, con esa cara de espanto dibujada en tu cara, con ese aire de desvalida, de indefensa, de huérfana, saliendo de aquella lóbrega poza, con el mismo aspecto del náufrago, que después de vencer a la tormenta, a las olas, al embravecido mar, llega exhausto a tierra firme, a la orilla de una isla desierta...la verdad es que me diste mucha pena.
Bueno, no te pongas melodramático que no fue para tanto.
Ningún marinero se ha vuelto experto en aguas tranquilas.
Si me apuras, hasta en algunos momentos me pareció divertido.
Como tirarse por los toboganes de un aquapark.
   ¡Mira la tía que chula que es, como fardea y se crece a toro pasado...! Suerte tuviste de no romperte la cabeza.
Soy una perra con suerte. Ya lo sabes.
Bueno, y yo preocupado días después porque tu extraño comportamiento se debiera a un síndrome postraumático.
Joder, no me hables que lo que fuera me picaba por todo el cuerpo y eso sí que era insoportable. Te miraba, pidiéndote ayuda y tú ni caso. ¡Y yo como podía sospechar que tenías un chinche incrustado en la piel...tan lista como eres, a ver si aprendes a hablar y nos forramos, me jubilas antes de tiempo, y de paso, cuando te pique algo, me entero y le ponemos remedio!
¡Coño!, ¿y ahora que estamos haciendo...?
¡No seas malhablada doña ufana...no te lo creas tanto, que esto no es hablar, esto es telepatía!
Ah, en ese caso, lo mismo da que me aleje más o menos de ti, que la transmisión de pensamientos va a funcionar igual.
Bueno, depende, si te pierdo de vista, igual ya no funciona la cosa.
Bueno, habrá que probar. ¿Que te parece si nos damos una vuelta por los alrededores de la central a ver que podemos encontrar de fotografiable...? Me parece una estupenda idea, como casi todas las tuyas. Pues venga...demos una tregua a nuestra parroquia de este auténtico diálogo de besugos. Sea.


 Desde la antigua central hidroelectrica, resulta casi hipnotizante contemplar, el manso dicurrir de las aguas del Segura, si las comparamos con las más bravías y salvajes que nos vamos a encontrar río arriba...

 Aguas abajo de la Central Hidroeléctrica de Almadenes se observa el tímido nacimiento de agua en pleno cauce. Aguas transparentes y cálidas brotan entre las rocas de la orilla formando una pequeña poza de agua cristalina, la Fuente del Borbotón o Fuente del Gorgotón. Aparentemente ambas acepciones son posibles. Salir el agua a borbotones es sinónimo de brotar con fuerza. Gorgotear por otra parte hace alusión al ruido que un líquido produce al moverse en el interior de una cavidad, siendo muy numerosas en este terreno kárstico. Fuente


¡Mira que eres mariposón! ¡Cuanto te gustarán las florecitas..!
Pues sí, componen un interesante contraste de colores y con la macro de la cámara, queda bonito el efecto, pero mira quien habla...la que solo parece excitarse con las piernas de mis compañeros de ruta. A estas alturas del campeonato, no seré yo quien juzque tus inclinaciónes sexuales, pero en ese sentido, tu comportamiento siempre ha sido de lo más ambiguo, no te parece?
Pues yo no lo veo así. Una es muy exigente y no se deja cubrir  por el primero que llegue. ¿No querrás que me deje coger por uno de esos chuchos callejeros que solo acuden al socaire del celo y los efluvios florales de mi chichi...verdad?
Mira que eres remilgada. Has interiorizado tanto tu relación con los humanos que ya pareces una de esas maduras repipis a las que se les ha pasado el arroz esperando a su idílico príncipe azul.
Es que te pasas la naturaleza de tus genes por el forro de los ovarios. Eres una impía, una sacrílega, una traidora a tu especie.
Me parece bien que prefieras siempre mi compañía a la de un perro, pero al menos, en época de celo en que tienes eso que tu denominas el chichi, en carne viva, al rojo vivo, incandescente, en llamas...al menos, en esa época, podías prestarle algo de atención, a un macho resultón de tu especie. Yo lo comprendería e incluso, si quieres, lo podrías invitar a que retozara contigo unos días en nuestro patio. 
¡Qué pesado te pones...!. Este es un tema recurrente cada cierto tiempo y siempre te digo lo mismo...que aún no ha llegado un perro de mi altura. O demasiado grande o demasiado pequeño, demasiado sucio o demasiado inexperto. No he tenido suerte con los machos, eso es todo. Nada nuevo bajo el sol porque eso mismo les sucede a muchas hembras de tu especie y no hacen un drama del asunto. Además, ya que eres tan recalcitrante...te contestaré lo que Antonio Gala a una entrevistadora cuando le preguntó esta por su media naranja...yo no necesito una media naranja porque yo soy una naranja entera. 
Bueno, pues nada, todo eso es muy respetable, pero me hubiera gustado contar con alguien de tu descendencia, como continuación a tu irrepetible estirpe. 
Vale, eso me halaga, pero mi decisión es no complicarme la vida con ningún patán chabacano que acuda a olfatear mis intimidades, y eso tienes que respetarlo.
¡Ea, lo respeto, pero no sabes lo que te pierdes...!
Un macho recién lavado, perfumado, dulce y delicado, recorriendo con su lengua, tu cuello, tus orejas, tus ojos, tu lomo...
Claro, y después de un rato de besuqueos babosos, quedarme ridículamente enganchada a él, para completar un cuadro de lo más glamouroso. ¡Anda y que te zurzan...! Sigue con tus florecitas o cambia de tema que este ya huele.
Pues nada, doña pizpireta. Así sea...




Comenzamos a remontar el angosto río en dirección a la presa de la Mulata por su franja izquierda. Maravillosas vistas se irán ofreciendo a nuestra derecha. En algunos tramos, la senda transcurre bastante cerca del abismo. Es preciso adoptar precauciones para no dar un traspiés. Viky, como siempre, asoma el hocico al borde del precipicio, más de lo que a mí me gustaría. Pero confío en su instinto de conservación. Aunque el percance de Castril, ha sentado un precedente de devenir incierto.
Pero definitivamente, ni traumas ni leches, esta tía anda sobre estos cortados como Pedro por su casa. Y luego pasa lo que pasa.





FIN PRIMERA PARTE

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