La excursión senderista que ahora me dispongo a relatar, quedará registrada
en los anales históricos de este blog, como aquella inolvidable aventura en
la que Viky, por fin, oh aleluya, perdió el miedo al chapuzón. Manteniendo
una pugna encarnizada consigo misma, supo vencer su ancestral hidrofobia,
oponiendo valiente resistencia al líquido elemento, llegando a surcar las
indómitas aguas del río Chícamo como si de un simple charco callejero se
tratara. A partir de esta casi traumática experiencia, nos atrevemos a
predecir, que ya no habrá río, torrente o caudal, que Viky no se atreva a
vadear. Lleva sin hablarme dos días, desde que hicimos esta ruta. Me mira
con cara de malas pulgas y yo me hago el desentendido, pero tengo confianza
en que se le pase pronto el enojo. Confieso que tuve que empujarla un poco
para contrarrestar el bloqueo, el canguelo, la parálisis emocional que la
atenazaba, y así deste modo se arrancara. Seguro estoy que algún día me lo
agradecerá, aunque ahora de momento, en su mirada vidriosa que rezuma rabia
contenida, no parece sino que cavila la más retorcida y sibilina venganza.
La excursión al río Chícamo figuraba en mi lista de prioridades desde
tiempo inmemorial, y si no había decidido hacerla antes era porque el
ambiente árido de su entorno, me echaba un poco para atrás. Con el paseo ya
en la saca, bien puedo decir, que la hora y veinte minutos que empleamos en
llegar a Macisvenda, merecieron mucho la pena.
Reconozco que esa parte de Murcia, casi en el límite con la provincia de
Alicante, me es bastante desconocida. Hasta decidir un día antes de la
excursión que visitaría estos pagos, y para ello, documentarme, no descubrí
que el nacimiento del río tiene lugar en las proximidades de la pedanía de
Macisvenda y a lo largo de su curso se encuentran situadas numerosas
pedanías pertenecientes al municipio de Abanilla:
de norte a sur, El Chícamo, La Umbría, El Tollé, El Partidor, Sahués,
Ricabacica, y Mahoya así como la localidad que da nombre al término,
Abanilla.
Por ello, ya el viaje de aproximación a la zona, atravesando algunas de
estas aldeas, me pareció muy interesante. Una vez más, la ruta la tomo
prestada de
Isidoromf
que como guía y orientador senderista no tiene precio. Él mismo dice en su
reseña de Wikiloc que
El río Chícamo es un oasis peculiar dentro de un ambiente árido como es
la zona de Abanilla. Es un lugar de gran belleza, así como de gran
interés geológico, botánico, paisajístico, etc., un tesoro natural en
una región conocida como la Palestina de Abanilla o las Badland, que es
un término inglés que significa tierra mala, tierra baldía.
El río Chícamo es un afluente del río Segura por su margen izquierda, su longitud es de 54 kilómetros, aunque solo 22 mantienen agua de una forma temporal o permanente.
Nace cerca de la pedanía de Macisvenda, tras un breve recorrido se encajona en un barranco muy estrecho llamado “Garganta de Cager”, sigue su recorrido hasta una gran balsa donde el agua se canaliza para el riego y a partir de aquí, prácticamente desaparece su caudal.
El río Chícamo es un afluente del río Segura por su margen izquierda, su longitud es de 54 kilómetros, aunque solo 22 mantienen agua de una forma temporal o permanente.
Nace cerca de la pedanía de Macisvenda, tras un breve recorrido se encajona en un barranco muy estrecho llamado “Garganta de Cager”, sigue su recorrido hasta una gran balsa donde el agua se canaliza para el riego y a partir de aquí, prácticamente desaparece su caudal.
Esta zona es tal como yo me la imaginaba. Árida, desértica, caracterizada
por la irregularidad y torrencialidad de sus precipitaciones. Por estas
latitudes, la canícula en su fase de mayor apogeo tiene que parecerse mucho
a la idea que tenemos del averno. Por eso sorprende muchísimo, encontrarse,
en efecto, con este oasis, este remanso, esta palestina casi exuberante que
bien parece un espejismo en medio del desierto.
Seguro que constituye un lugar habitual de multitudinario encuentro entre
los que, en balnerario tan idílico, buscan mitigar los efectos del
asfixiante calor del verano.
Si a la vuelta, nos queda algo de tiempo, habrá que obsequiarse con un buen
chapuzón. Seguimos el track de Isidoro y muy cerquita de la poza ya visitada
nos encontramos esta casa recién restaurada.
Aún parece que huele a obra por lo que la rehabilitación se habrá llevado a
cabo, no hace demasiado tiempo
La sierra del Cantón
A la hora de abordar y adentrarme en el meollo de la ruta, me tropecé con
algunos primeros escollos a las primeras de cambio que no me esperaba tan
inmediatos. Aunque me había echado en la mochila, por si las moscas, unas
sandalias de goma para recorrer por el lecho, algún que otro tramo, no
supuse que al poco de avanzar por las márgenes del río, se haría condición
imprescindible el hacer uso de ellas. So pena claro, de empaparse las
zapatillas, y el resto de la ruta, andar con ese chapoteo incómodo de mis
pies rehogados al baño maría.
Por estos pasos, bien se podían hacer equilibrios, con riesgo de
deslizamiento y caída, con tal de retrasar y no cambiarse todavía de
calzado
A sus propietarios nunca los vi. Ignoro si caminaban por delante, o tal
vez, los habían abandonado o quizás, vaya usted a saber. Misterio sin
resolver.
En todo caso, yo me hacía el resistente y por no pararme, seguía avanzando
encontrándome tramos de variopinta dificultad
Aunque hubiera ido progresando por el lecho del río, este también
presentaba las complicaciones típicas de una frondosa vegetación de ribera
que impedía el avance. Tuvimos que trepar para luego destrepar esta
peligrosa ladera rocosa. Sinceramente, me vi en la tesitura de no tener más
remedio que calzarme las sandalias para, caso de aterrizar sobre el Chícamo,
mantener las zapatillas secas, si es que lograba mantener la vertical,
evitando el zambullido total o parcial. A toro pasado puedo decir y afirmar,
que en este punto, el track discurre por el lecho del río, por lo que, hacer
lo que hicimos nosotros, con riesgo de pegarnos una leche, como así mismo
ocurrió, no formaba parte del guión original de la ruta.
Tuve que salvar a media altura, este paso antes de calzarme las sandalias
de agua. El lecho se adivinaba bastante profundo.
Por fin llegamos a la zona más bonita y espectacular del recorrido. El
tramo estelar de toda la ruta.
Muchas pozas donde bañarse, donde refrescarse, con una altura de agua en mi
caso, por encima del ombligo
Un rincón bello y delicioso, enriquecido de sonidos muy relajantes,
producidos por el borboteo incesante de las áureas aguas que manaban cañón
abajo.
Se trata de un río de características semiáridas, que discurre
mayoritariamente por una cuenca de naturaleza margosa. Posee un elevado
interés hidrológico, geológico, botánico y faunístico. La cabecera del
río Chícamo, forma un conjunto de charcas que alberga, entre otras
especies protegidas, la única población de interior de la Región de
Murcia del Fartet (Aphanius Iberus), un pececillo chiquitillo, especie
catalogada en peligro de extinción.
Viky me miraba de refilón. Sabía que su suerte estaba echada y que tarde o
temprano habría de sucumbir a la fuerza tenaz, testaruda de mis garras. Pero
estaba decidida a vender caro su inexorable chapuzón.
Sí, sí, tú mira de soslayo, que por más que te hagas la sueca, vas de
cabeza a la cazuela del Chícamo.
¡Sí, no te hagas más la huidiza perra loca...!
Continuando el trayecto alcanzamos el entorno más bello y conocido; una
vasta formación conglomerática que está espectacularmente seccionada por
el río, originando un estrecho desfiladero, de menos de dos metros de
anchura y alturas próximas a los cuarenta metros en algunos tramos. Todo
ello salpicado por un cauce siempre con agua y con remansos. Es en este
punto en donde "hay que mojarse" literalmente y donde conviene cambiar
las zapatillas por un buen calzado para el discurrir por el agua.
Durante el recorrido se pueden ver otros aspectos geológicos, como la
existencia de fallas. Algunas de estas han sido aprovechadas por el río
Chícamo para excavar su cauce y son las responsables de que gire
bruscamente en algunos puntos, formando rotundos meandros de 90º.
Por esta zona me costó mucha paciencia dios y ayuda enganchar a la Viky y
forzarla a que se metiera en el agua. Sentía miedo cerval a evolucionar
entre fluidos. A día de hoy, y en sus doce años de existencia, me queda la
satisfacción de que, tal vez, por fin, haya superado su pánico a
desenvolverse en el medio acuático, y en lo sucesivo, cuando haya de
atravesar un río, salga de ella misma negociarlo y vadearlo nadando
contracorriente cual si de un tenaz salmón se tratara. Pero no caerá esa
breva.
Este tramo tan espectacular es conocido como la garganta de Cager
Corresponde al final del cañón del río Chícamo
Al salir de entre las paredes del desfiladero todo se ilumina
Nosotros continuamos chapoteando por entre el refrescante y cristalino
curso del río Chícamo
La sensación es muy agradable
En un momento dado, he sentido unos casi imperceptibles golpecitos sobre mi
espalda y de pronto he reparado en la naturaleza de esas señales. Se trataba
de Agapito Malasaña quien pedía a gritos ser liberado de su encierro
mochilero para alborozarse y refrescarse en las límpidas aguas del río
Jordán.
Ni siquiera las benditas y venerables aguas del río Chícamo fueron capaces
de suavizarle el gesto a este abnegado paladín defensor de la montaña.
Inasequible al desaliento, fue capaz de apalancarse sobre el turbulento
lecho fluvial y resistir impertérrito, sus recias sacudidas y embates.
Una gozada muy placentera caminar por el lecho del río
La eclosión primaveral se halla estos días en sus momentos de mayor
esplendor
Casas de La Umbría
Durante el recorrido podemos imaginarnos como era el paisaje tropical
de hace unos 10 millones de años. La Sierra de Abanilla al sur, que
formaría una isla, la Sierra del Cantón al norte y entre ambas, un brazo
de mar, donde desembocaba el delta sobre el que nos encontramos y que
formaba parte de la extensa cuenca marina de Fortuna. En este mar,
moderadamente profundo, se depositó gran cantidad de margas que tras su
emersión, fueron talladas profundamente por los procesos geológicos
externos, dando el actual paisaje de cárcavas (bad-lands), típico de
zonas semiáridas. Esta historia geológica es la responsable de que hoy
podamos gozar de este oasis murciano.
El resto de la ruta desde la aldea La Umbría hasta la conclusión del
círculo en el punto de partida, transcurre por un previsible secano de lo
más desolador y aburrido. El contraste con lo que dejamos atrás resulta
notable. Es por ello que el curso del río y sus aledaños, constituye un
verdadero oasis en medio del desierto como bien pueden atestiguar estas
imágenes. Este tramo mejor obviarlo y volver sobre nuestros pasos por el
río, o dejarlo para el invierno, pues esta parece tierra solo rica en
espartos, amena e interesante solo para geólogos y lagartos.
Por simple y llana indolencia, tuve los santos bemoles de hacer este tramo
en chanclas, osea, en sandalias, las mismas que había utilizado en el río, y
todo por no detenerme un instante a cambiarme de calzado. A ver, a ver si
veo un sitio donde poder sentarme, pero en tierra tan hostil, lo mejor era
salir, cuanto antes de allí.
Mis sandalias de los chinos, posando sobre un cadáver vegetal, que salvo
los tramos en bajada, se comportaron ante el irregular y devastado relieve,
mucho mejor de lo previsible.
En las postrimerías de la ruta, tuve que superar esta polvorienta mina de
arcilla por su izquierda, estratos a través, ascendiendo estos
a cuatro patas y en sandalias pues veía en el gps un camino por
encima de mí. En una de estas, un trozo de ladrillo zahirió lastimosamente
mi tobillo derecho. Me provocó una pequeña aunque lacerante herida.
Visualicé la hermosa poza, punto de reunión en que se cerraba el círculo, y
animado por esta visión, aceleré el paso, imaginando el reparador y
refrescante baño con que iban a homenajearse mis sufridos y doloridos
güesos.
Ciego y turulato, transido de punzante dolor del astrágalo, caminaba
decidido hacia la exuberante poza cuando de pronto, me di de bruces con una
imagen surrealista, irreal, fantasmagórica, imaginaria...una escena de
ensueño que parecía extraída de los mismísimos cuentos orientales de las Mil
y una noches.
Sherezade me vio un segundo antes que yo a ella. Se encontraba en
el centro de la poza, y cuando caí en la cuenta que se trataba de una
mujer real que desnuda se bañaba, ya venía con toda naturalidad hacia mí,
adonde se encontraba su toalla. En esos segundos en que absorto me hallaba
en la contemplación de tan sensual y alucinante estampa, ella no parecía
que surcase las aguas sino que flotaba sobre ellas, levitaba. Danzarinas e
iridiscentes gotas resbalaban de su húmedo y ondulado cabello moreno hacia
sus bonitos y turgentes senos y desde estos, describiendo graciosas
curvas, hacia la meseta firme y lisa de su vientre. Podría seguir el curso de mi sucinta descripción de esta verdadera
náyade surgida del río Chícamo, dirigiendo el objetivo de mi memoria
fotográfica hacia su aterciopelado monte de venus y sus muslos prietos y
bien torneados, pero de seguir por estos derroteros, podría parecer un
depravado, un degenerado libertino más que un humilde senderista que en
sus ratos libres se dedica en compañía de su perrita, a caminar, y
empaparse cual esponja, de cuanto la vida y el azar aventurero tienen a
bien ofrecerle en el transcurso del camino. Es por ello, que lo dejo aquí,
y pongo a dios por testigo, que lo dicho es la verdad en la que me afirmo
y ratifico, salvo superior parecer de mis más exigentes e incrédulos
visitantes.
Sin duda, que los más escépticos, y de entre estos, los dos o tres, que
siendo muy optimista, pueden llegar hasta el final de mis relatos, no
creerán que esa aparición fuera cierta. Que todo es fruto de mi más febril
fantasía. Reconozco que todo lo narrado, poetizado, hermoseado, sublimado
por la imaginación que rellena los huecos que hayan podido quedar opacos,
puede parecer un cuento chino, o por mejor decir, propio de un cuento de
hadas, pero os digo que la escena se reprodujo, tal y como, con mejor o
peor inspiración, he descrito. Envuelta en su toalla roja, y del modo más
espontáneo y natural, estuvimos intercambiando impresiones por espacio de
algunos minutos. Me sentía un intruso que sin pretenderlo había invadido,
irrumpido en su espacio. Con mi presencia había perturbado su apacible
baño, suspendido las caricias y agasajos que en ese momento le brindaba la
más pura y genuina madre naturaleza. Seguramente que había interrumpido un
momento de éxtasis. Pero en ningún momento la sentí violenta o incómoda
con la situación creada. Permanecíamos a cierta distancia, mientras
charlábamos, y entonces decidí, entendí que debía marcharme y dejarla
seguir disfrutando, en la plácida soledad, de su cuerpo desnudo, bañado
por las celestiales aguas de aquel manantial tan divino. Pero antes, sin
saber porqué, le pedí permiso para acercarme a ella. Entonces me presenté
y nos saludamos amigablemente con un beso. Me atreví incluso, bien es
cierto que sin mucha convicción en mi súplica, a pedirle que me permitiera tomarle una foto (¡qué osadía la mía, oh dios!), así, envuelta en su toalla roja, y con ello, ilustrar de manera
fehaciente, evidencia de tan insólita aparición etérea. Cuando con afable y gracioso gesto, rechazó mi ruego, comprendí sin acritud que así lo hiciera. Estaba tan bella enrollada
en su toalla morada que lo sentí de veras. La escena que me brindó, con su
cuerpo de diosa desnudo viniendo hacia mí, fue lo más bonito, el paisaje
más hermoso de toda la jornada y seguramente también de toda la temporada. Evocaron en mí la idea que tengo de esa virgen luminosa que de vez en cuando se le aparece a los
pastores o senderistas y que al cabo de cuatro siglos el papa de turno los
canoniza. Mientras cubría los últimos metros para llegar al coche, me la imaginé esperando ver desaparecer la estela
de mi fantasmal rastro, para despojarse otra vez de su toalla roja, y nadar desnuda, hasta
el corazón mismo, el fondo cristalino de la empírea alberca del río Chícamo...
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¡HASTA LA PRÓXIMA AMIGOS!
Yo esperaba ver alguna foto de la "Venus" emergiendo de las Aguas del rio chicamo. Tendremos que conformarnos con tu sublime descripción ye evocar las imágenes de las pinturas de Botticelli.
ResponderEliminarPreciosa la ruta! Vicky genial y tú forma de escribir también!
ResponderEliminarGracias!!