09 noviembre 2015

CERRADA DE LEZAR- CUEVA DE DON FERNANDO- PICO DEL BUITRE I

Hacia finales de la primavera, de este mismo año, después de haber ido encadenando algunas rutas por la sierra de Castril, me quedé con las ganas de hacer otra, que a decir de algunos, se presentaba bonita pero también exigente. Con el tórrido calor que por entonces ya nos azotaba sin compasión desde hacía algunas semanas, decidí que aplazaría la empresa, para ocasión en que las temperaturas fuesen más benignas.

Lo que más me atrae del Parque Nacional Sierra de Castril es su escabrosidad, lo áspera que resulta de patear, lo indómito de su orografía, los tiros de trepada que a veces te ves obligado a realizar, la soledad y paz de que rezuma y sobre todo, con cámara en ristre, lo muy fotografiable que siempre me resulta su relieve.


La génesis del recorrido partía, al parecer, de un track de nuestro amigo Jose Antonio, alias "montañasdelsur", del que se había valido otro gran montañero, "Alsamur", para trazar su propio recorrido que a su vez, con posterioridad, había sido perfilado por un tal "pepe Koete". Nosotros nos aprovecharíamos de la experiencia de los tres, aunque al final, por no seguir con la debida frecuencia el progreso del track, me comí un tramo de senda, para zamparnos en su defecto 300 metros de descenso por saltos de roca absolutamente temerarios. Pero en fin, como bien está lo que bien acaba, y la audacia intrépida no pasó a mayores, pues ahí queda una nueva versión, nueva vía, nueva alternativa, por la zona de la sierra que nos ocupa.

En su día me había leído los comentarios suscitados en WIKILOC a raíz del track de Alsamuz y sabía, que hacia el final de la ruta, la bajada por el barranco Seco entrañaba alguna dificultad. 
Así también lo dejaba de manifiesto Pepe Koete en su propio track.

Uno de los alicientes que a priori tenía para mí la ruta residía en que, durante el proceso de estudiar su recorrido, me surgió la idea de incorporarle un nuevo ingrediente al ya de por sí, rico caldo montañero. Como el track pasaba muy cerca de la cueva de Don Fernando (sí, sí, ese que unas veces va a pie y otras andando y que lleva los, ejem, colgando...😆), a la que desde hacía algún tiempo, le tenía echado el ojo, estimé que la ocasión la pintaban calva para desviarme un poquito e intentar hollarla.
Todos los track aguardaban pacientes en mi garmin a que les llegara la oportunidad de lucir su palmito en la sierra granadina y entretanto, con el transcurrir del tiempo, los conocimientos adquiridos se fueron difuminando.

Hace unos días, de pronto sentí en mi interior la llamada de la selva, el empuje, el impulso, la determinación necesaria, el hueco entre las obligaciones profesionales para salir al encuentro de un recorrido que desde hacía algún tiempo bullía en mi anhelo.

 Tenía apalabrado hacer la ruta con mi amigo y avezado montañero Carlos Alcázar, de modo que, proponerle de un día para otro vivir la aventura, y obtener su asenso, previo al encaje de sus propios compromisos y obligaciones, fue todo cuestión de una animada y expectante conversación telefónica.
La ruta, a priori parte de la cerrada de Lezar, busca la localización de la cueva de Don Fernando, conecta de nuevo con el track, llega hasta la cueva del cuervo, sigue hasta la loma de las cabrillas, vuelve hacia el pico del Buitre y cerrando el círculo baja por el referido barranco seco hasta completarlo. 

Pero nosotros perdimos mucho tiempo fotografiando el mar de nubes con que nos encontramos y luego más tarde, buscando la cueva de modo que, con buen criterio, llegado el momento, decidimos acortarla en dos kilómetros y pico, prescindiendo de llegar hasta la loma de las cabrillas y coronarla. De lo contrario, se nos hubiera echado la noche encima que, a pesar de los frontales, con un barranco seco de por medio que sortear, ¡ay madre mía, quien sabe lo que hubiera podido pasar...!
 Nada más llegar al punto de inicio, y tal como presagiábamos, nos dimos de bruces con la niebla. Una densa bruma que no te permitía ver a dos montados en un burro.
¡Mala barraca tiene el perro!, exclamé ante mi amigo Carlos.
Caminar entre la niebla es algo muy agradable y vivificante, pero para el tema de la fotografía resulta descorazonador.
La llegada a la cerrada de Lezar era inminente, y no podríamos fotografiarla admirándola en toda su magnitud. 
¡Mala suerte!,...¡mecachis, grrrrr!
Contemplando desde la retaguardia, las evoluciones de mis dos compañeros de fatigas...
Pese a la apariencia de bombardeo segunda guerra mundial del cortijo, aún eran aprovechadas algunas de sus piezas techadas
Una alegre y curiosa cabritilla nos vigila desde una ventana enrejada.
El cortijo de lezar, vaporosamente sumido entre la niebla
El calasparreño Carlos Alcázar, gran persona, gran montañero, gran fotógrafo, compañero de aventuras senderistas ideal. Aquí lo vemos, trajinando con los parámetros de su estupenda Panasonic. 
A su autoría corresponden todas las imágenes en las que aparece el que suscribe. 

En la cerrada de Lezar no estuvimos mucho tiempo pues, pese a la espectacularidad del cañón que se adivina entre las paredes verticales que lo forman, la espesa bruma reinante nos impedía fotografiarlo en toda su verdadera dimensión y grandeza. 
Ingenuamente nos dijimos que lo haríamos a la vuelta.

    Al comenzar a subir por entre las primeras estribaciones del Poyo de la Cebada, nos giramos y el espectáculo que se nos ofrece ante las pupilas nos deja verdaderamente atonitos...
Un mar de nubes cubría todo el valle de Castril
El espectáculo que a bien tenía ofrecernos en exclusiva la naturaleza, era apabullante, asombroso, impresionante.
Nos sentíamos excursionistas privilegiados por vivir un momento tan singular como el que teníamos enfrente. El aquí y el ahora nos brindaba el disfrute de un fenómeno natural manifestándose en todo su esplendor.
Disparos y disparos tratando de atrapar pixeles que a cada minuto nos parecía que cambiaban su estructura y aspecto.
El postureo en momentos y circunstancias tan especiales resultaba comprensible

Seguimos ascendiendo trazando eses, por entre un a ratos difuminado sendero que se encuentra encajonado entre un estrecho pasillo pétreo.
De vez en cuando nos giramos para seguir contemplando la evolución del mar de nubes que se empeña todavía en ocultar el valle de Castril
Carlos manipulando su ingenio fotográfico
Durante la ascensión nos tropezamos con esta cueva que está enmarcada en un gran arco bajo el cual se presenta un gran tímpano y en el extremo inferior derecho es donde se sitúa un pequeño abrigo. Carlos, que había llegado antes, me lanzó un grito para que  apresurara el paso ya que estaba viendo las posibilidades fotográficas del contraluz.
Desde aquí las vistas aéreas hacia la majada de Lezar son extraordinarias. De no haber estado el horizonte inferior cubierto de nubes, también podríamos haber visto el embalse del Portillo y el Llano de Tubos, próximos a la villa de Castril.
Echándole un poquito de imaginación, bien semeja esta imagen los flujos y reflujos de un mar cuyas espumosas olas azotan las escarpadas laderas de un acantilado.

 Tras remontar otro tramo bastante pedregoso desde la cueva, llegamos a una zona menos pendiente y aquí se nos abre por la izquierda un pequeño mirador desde el que damos vista al interior del barranco del Buitre, a su cima, y a los cuchillares de la cerrada de Lezar.
Las vistas desde nuestra privilegiada posición resultan magníficas.
La cima del Buitre, a 2019 metros, será la máxima altura de la jornada a la que ascenderemos y premio especial de la montaña.
Podemos intuir que la cueva de Don Fernando se encuentra cerca aunque todavía se resiste a dejarse ver. Bellos pináculos nos observan mientras continuamos estrechando el cerco sobre la monumental gruta.
Este coqueto pináculo que parece un champignon se deja querer y decidimos inmortalizarlo con nuestras máquinas de retratar...
 Un buitre leonado planea sobre nosotros advirtiéndonos de la cercanía de la cueva...
Viky, siguiendo la estela de Carlos que con paso enérgico, camina hacia la Cueva de Don Fernando
FIN DE LA PARTE PRIMERA

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