A mí me gusta madrugar, sobre todo para salir a andar. Todo lo que no sea estar ya en marcha antes de las ocho, es que ni merece la pena molestarse en preparar los bártulos para salir pongamos por caso a las nueve; demasiado tarde, para hacer algo que valga la pena, pues es hora de gandules y de gente con inmoderado apego a las sábanas.
Ayer me hice con mi amigo Eloy 28 kilómetros haciendo la ruta del tío de la vara, y hoy pensaba descansar y recuperar fuerzas, pues la edad no perdona y debes dosificar los esfuerzos, si no quieres acabar pinchado como una anchoa.
Pero la mañana evocaba mis mejores presentimientos; mis sensaciones físicas eran inmejorables, un solaz y reparador descanso nocturno, debía ser el responsable de tan magnífico entusiasmo físico y mental; ¡las ocho y media!-exclamé con pesar.-¡Demasiado tarde para ponerse en marcha, más de media mañana perdida...!
Pero no todo está escrito ni soy partidario de impedir que al fin y a la postre, sean tus propias sensaciones, las que decidan qué camino tomar.
Dejarse llevar por ese torrente interior que te impulsa, es no solo aconsejable sino también muy saludable.
Pero no todo está escrito ni soy partidario de impedir que al fin y a la postre, sean tus propias sensaciones, las que decidan qué camino tomar.
Dejarse llevar por ese torrente interior que te impulsa, es no solo aconsejable sino también muy saludable.
Contrario a lo que suele ser habitual a mis costumbres y principios, he salido de casa pasadas las nueve.
La ruta era presumiblemente corta, y tendría tiempo de culminarla mucho antes de que se me hiciera la hora de comer.
La ruta era presumiblemente corta, y tendría tiempo de culminarla mucho antes de que se me hiciera la hora de comer.
El Herrera le estaba haciendo una entrevista muy interesante a uno de sus habituales contertulios, que acaba de publicar un libro.
Sin apenas darme cuenta, escuchando la radio, me he visto aparcando en el lugar desde el que pensaba iniciar la ruta.
Llevaba ya algún tiempo intentando encontrar el momento propicio para conquistar el llamado Cerro gordo de Caravaca.
Y hoy, después de sentir el primer chute del café con leche, sabía que era el día.
Y hoy, después de sentir el primer chute del café con leche, sabía que era el día.
El cerro gordo de Caravaca siempre ha atraído mi atención, pues cuando subes o bajas por la Alberquilla, Peña Rubia, por el Nevazo, por la senda del agua, por la sierra del Buitre, siempre lo tienes enfrente no solo escoltando sino hermoseando el paisaje global de todo el entorno.
Puede parecer que se queda pequeño o por debajo de alturas máximas como la del pico del buitre, pero adivinaba, sin duda, que atesoraba un paisaje, unas panorámicas, un espectáculo digno del esfuerzo que me iba a requerir conquistarlo.
No me ha decepcionado.
El principal encanto que le veo es que, no existen de momento mojones, esto es, hitos, ni aparentes sendas o vías para subir, es decir, que se puede decir que aún permanece virgen y por tanto desconocido para el gran público senderista.
Como siempre hago, voy a intentar relatar en imágenes, la aventura de la subida y bajada al Cerro Gordo, de Caravaca.
La Peña Rubia y un diminuto avión "a chorro", surcando el intensísimo cielo azul...
Y este es, según el mapa, el nevazo de abajo, el cerro gordo, está detrás, es decir, una vez arriba, tienes que bajar un poquito y subir el auténtico cerro gordo hasta los 1189 metros que me ha marcado el GPS. Ya lo veremos más adelante.
Parece poca cosa desde esta imágen, pero, ejem, ¡hay que subirlo...!
Mientras vas subiendo, con el paisaje a tu derecha bien merece la pena echar un descansillo de vez en cuando para admirarlo o fotografiarlo...
Este cerro que quedaba a mi espalda es el cerro trompetero, así lo pone en el mapa. En la subida lo he eludido por mi izquierda, pero en la bajada lo he atravesado por la ruta natural y más interesante que tiene el cerro gordo, merced a un sendero apenas insinuado que he descubierto en el descenso.
Más imágenes de lo que iban oteando mis ojos durante el ascenso...
Mi infatigable e inseparable compañera de aventuras...
Más relajantes y apaciguadores paisajes con que henchir el espíritu...
Aquel es el cerro gordo y mi sombra, en pos de conquistarlo...
Ya falta poco...
El Buitre...
Este es el punto más alto del cerro gordo.
Sentado en este confortable tresillo de piedra, que algún ocurrente, práctico, ingenioso y hábil trotasierras, acondicionó antes que yo, he pasado un rato realmente bonito, mientras me zampaba un plátano y una pera, que me han sentado como dios...
Realmente ha valido la pena llegar hasta aquí...
La Viky también parecía disfrutar...
Después de expansionarnos bien, la mente y el espíritu, toca bajar, y hemos de poner especial cuidado en donde apoyar, para evitar deslices ergo percances que den al traste con una excursión en verdad agradable y muy interesante...al principio del descenso abundan las piedras sueltas, por lo tanto, hay que bajar despacio, pero seguro...yendo solo, es de supino zascandil no adoptar precauciones...
He marcado en el GPS un "volver por donde he venido", pero hay que ser flexible porque ello no siempre es la mejor opción...hay que estar abierto y atento a las señales, pues imaginaba que podría tropezarme con una vía mejor...como así ha sido.
Un apenas insinuante, sutil, casi vaporoso sendero que me indicaba el camino a seguir, conduciéndome directamente hacia el cerro trompetero...
Desde aquí se puede apreciar más o menos la senda...
...que sigue hasta atravesar el cerro trompetero, cruzar la pista y seguir hacia la casa forestal, barrio de S. Vicente, etc...
¡Ummmm, bonito recorrido que habrá que repetir...!, aunque eso sí, a la ida, "tó cuestarriba".
He aquí una panorámica haciendo zoom del castillo de Caravaca...
Y ya miré el peluco y decidí enfilar pa donde tenía el troncomovil pues había que regresar a los cehegínes...coño, y aún me dio tiempo cruzarme con un colega y tomarme un par de birras con una sepia a la plancha, es decir, que eso de que salir después de las ocho no da pa na es una falacia, vamos, que pa andar y pimplar siempre es buena hora...
Y este es, según el mapa, el nevazo de abajo, el cerro gordo, está detrás, es decir, una vez arriba, tienes que bajar un poquito y subir el auténtico cerro gordo hasta los 1189 metros que me ha marcado el GPS. Ya lo veremos más adelante.
Parece poca cosa desde esta imágen, pero, ejem, ¡hay que subirlo...!
Este cerro que quedaba a mi espalda es el cerro trompetero, así lo pone en el mapa. En la subida lo he eludido por mi izquierda, pero en la bajada lo he atravesado por la ruta natural y más interesante que tiene el cerro gordo, merced a un sendero apenas insinuado que he descubierto en el descenso.
Más imágenes de lo que iban oteando mis ojos durante el ascenso...
Mi infatigable e inseparable compañera de aventuras...
Más relajantes y apaciguadores paisajes con que henchir el espíritu...
Aquel es el cerro gordo y mi sombra, en pos de conquistarlo...
El Buitre...
Este es el punto más alto del cerro gordo.
Sentado en este confortable tresillo de piedra, que algún ocurrente, práctico, ingenioso y hábil trotasierras, acondicionó antes que yo, he pasado un rato realmente bonito, mientras me zampaba un plátano y una pera, que me han sentado como dios...
Realmente ha valido la pena llegar hasta aquí...
La Viky también parecía disfrutar...
Después de expansionarnos bien, la mente y el espíritu, toca bajar, y hemos de poner especial cuidado en donde apoyar, para evitar deslices ergo percances que den al traste con una excursión en verdad agradable y muy interesante...al principio del descenso abundan las piedras sueltas, por lo tanto, hay que bajar despacio, pero seguro...yendo solo, es de supino zascandil no adoptar precauciones...
He marcado en el GPS un "volver por donde he venido", pero hay que ser flexible porque ello no siempre es la mejor opción...hay que estar abierto y atento a las señales, pues imaginaba que podría tropezarme con una vía mejor...como así ha sido.
Un apenas insinuante, sutil, casi vaporoso sendero que me indicaba el camino a seguir, conduciéndome directamente hacia el cerro trompetero...
...que sigue hasta atravesar el cerro trompetero, cruzar la pista y seguir hacia la casa forestal, barrio de S. Vicente, etc...
¡Ummmm, bonito recorrido que habrá que repetir...!, aunque eso sí, a la ida, "tó cuestarriba".
He aquí una panorámica haciendo zoom del castillo de Caravaca...
Y ya miré el peluco y decidí enfilar pa donde tenía el troncomovil pues había que regresar a los cehegínes...coño, y aún me dio tiempo cruzarme con un colega y tomarme un par de birras con una sepia a la plancha, es decir, que eso de que salir después de las ocho no da pa na es una falacia, vamos, que pa andar y pimplar siempre es buena hora...
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