10 octubre 2024

DANDO UN GARBEO POR CANTABRIA/PALACIO DE SOBRELLANO (Comillas) III (en construcción)

Otro de los días, nos desplazamos a la bella localidad de Comillas, el que fue en mi humilde opinión, el más atractivo e interesante de cuantos enclaves turísticos visitamos durante nuestra estadía en Cantabria. Atesora verdaderas joyas de la arquitectura modernista del siglo XIX como el Capricho de Gaudí, el Palacio de Sobrellano y la Capilla Panteón, la casa del Duque, la Universidad Pontificia, etc, y otros puntos de interés como la Fuente de los Tres Caños, el ayuntamiento, la calle Cervantes, repleta de tiendas de souvenir, el Centro Histórico de la villa donde se encuentra la iglesia de San Cristóbal, el puerto pesquero y buenas playas que la prominente estatua del marqués de Comillas vigila desde el parque Güell. Si te tomas la visita a Comillas con calma, se te puede ir el día sin apenas darte cuenta.
Cuando llegamos a la turística localidad, enseguida comprobamos que ya había visitantes tan madrugadores como nosotros que se dirigían en primer lugar al Capricho de Gaudí. Nosotros preferimos empezar por el Palacio de Sobrellano, que se encuentra adyacente al singular edificio. 
En 1880 se inició la construcción del primer edificio modernista de Comillas, la capilla panteón, que fue inaugurada en 1881 por Alfonso XII. Evoca a una catedral en pequeña escala y cumple la función de mausoleo familiar, pero también de templo. La ceremonia inaugural fue oficiada por el obispo de Santander y de Zamora, a la que asiste Jacinto Verdaguer como capellán de la familia del marqués de Comillas. Al esbelto edificio se puede entrar con visita siempre guiada, lo mismo que al palacio pero a nosotros nos pilló a desmano y rehusamos entrar. Según opinión de sus visitantes, merece la pena la entrada. He aquí un vídeo del interior, tanto de la capilla como del palacio:
El Palacio de Sobrellano es de estilo gótico-modernista, y fue construido entre 1881 y 1888. El proyecto inicial contemplaba , además, una torre mirador en el centro y una galería que unía el palacio con la capilla-panteón. Tenía la finalidad de ser la nueva residencia de verano del I Marqués de Comillas, acorde a su status y recién estrenado título nobiliario pero por desgracia, nunca lo vería terminado pues la muerte le sorprendería en enero de 1883, a los 66 años, mientras jugaba al tresillo (juego de naipes), al parecer, por un ataque de corazón fulminante, impidiéndole ver culminados muchos de sus proyectos, como el del propio palacio y el seminario. Le correspondió a su hijo, Claudio López Bru, II marqués de Comillas, continuar su actividad pública y empresarial, así como completar otros propósitos apenas esbozados por su padre. El hijo sucesor optaría por conferirle una mayor sobriedad al regio edificio, dotándole de elementos afines a su personalidad y gustos tales como los museos del Cantábrico y Filipino, compuesto este último por diversas obras de arte, piezas arqueológicas y etnográficas. 
Entre los numerosos datos curiosos de esta construcción, debemos tener en cuenta que es considerado como el primer edificio de España en utilizar la luz eléctrica. Y es que el primer Marqués de Comillas ordenó su instalación con motivo de una de las visitas del Rey Alfonso XII. En tiempo récord trataron de poner todo a punto para que el monarca y su familia se sintiesen lo más a gusto posible en el palacio aunque acabaron alojándose en la Casa Ocejo porque a pesar de los ímprobos esfuerzos que se realizaron, no lograron que la instalación eléctrica estuviese terminada a tiempo. 

Por otra parte, también nos comentaba la guía que el palacio había sido proyectado con una inapropiada orientación al norte, de manera intencionada, al objeto de permitirle al marqués, ver desde el balcón de su dormitorio, la azulada línea del mar y la Universidad Pontificia, de la que era mecenas y ya se había colocado la primera piedra para su construcción. Pero ello hizo del edificio una morada demasiado fría, fresca en verano, desde luego, pero poco acogedora y confortable para sus descendientes, lo que originó que nunca le tuvieran demasiado apego ni afición a instalarse.

En el interior se pueden visitar todos sus salones, como la sala del billar, el comedor, la biblioteca, los museos ya mencionados y el salón del trono. Este último, junto con la espectacular escalera de alabastro del vestíbulo, es el más llamativo de todos pues sus altísimas paredes se hallan decoradas con pan de oro y pinturas murales de Llorens i Masdeu, que reflejan algunos de los acontecimientos más significativos del marquesado. 

Desde los jardines del palacio también se disfruta de unas vistas panorámicas muy bonitas del pueblo y por descontado, la antigua Universidad Pontificia de Comillas, que antes de abandonar la villa, nos acercamos a echarle un vistazo in situ, para obtener asimismo, otra estupenda estampa del palacio pero contemplado desde la universidad.
La visita guiada al palacio no comenzaba hasta las diez de la mañana, así que nos sobraba tiempo para darnos un sosegado paseo por el amplio perímetro del jardín y así admirar sus hermosos alrededores. 
Casa del Duque de Almodóvar del Río
Mientras con disimulo, en cada dependencia que íbamos visitando, me quedaba algo rezagado para ir tomando estas fotos, intentaba no perder detalle de cuanto hecho relevante nos iba describiendo la guía, cuya exposición percibía amena y fluida. El marqués tuvo que ser un hombre riquísimo para poder permitirse semejante casoplón como residencia de verano, aunque más tarde, también nos sugirió la idea de que sus últimos años, tras la muerte de sus hijos y embrollos con su familia política, tuvieron que serle bastante amargos, de una tristeza infinita, lo que al fin y a la postre le causaría la muerte, no mucho tiempo después. En especial, la pérdida de Antonio, con el que mantenía una relación muy estrecha, lo sumió en la más profunda aflicción, hasta el punto de que ya no volvería a ser el mismo. En él tenía depositadas todas sus expectativas en pro de la continuación de su legado ya que era el más parecido a él en cuanto a lo físico, personalidad y carácter. Al poco tiempo, también perdería a su hija, a los tres meses de casada por lo que de estas terribles desgracias familiares, ya nunca llegaría a recuperarse y fueron probablemente el motivo del paulatino deterioro de su salud y muerte repentina a los 66 años. Mientras escribo esto, me viene a las mientes, aquella serie televisiva, creo que mexicana, que llevaba por título "Los Ricos también lloran..."   
Nos decía la guía que el legatario había tenido la enorme generosidad de renunciar a una sustancial cantidad de dinero que en su día le ofreciera una importante cadena de hoteles para comprarle el palacio, en pro de traspasarlo al gobierno de Cantabria por una cifra cuasi simbólica, para hacerlo público y que así, cualquiera lo pudiera visitar y siguiera siendo propiedad de los cántabros y por ende, de los españoles. Todo un gran gesto, sin duda, que hemos de justipreciar en su verdadera medida.
El relato de la guía me estaba despertando el suficiente interés como para, ya desde casa, seguir indagando a través de San Google, en la eminente figura del Marqués de Comillas. Lo tenía decidido.
Antonio Víctor López López de Lamadrid, el Marqués de Comillas.
A pesar de que, por razones obvias y comprensibles, gran parte del mobiliario que contenía el palacio, había quedado en posesión de los herederos legales, aún permanecen en el esplendoroso edificio, elementos dignos de contemplación, como muebles diseñados por Antoni Gaudí y diversas pinturas de presentación mural que pertenecen a Eduardo Llorens. El palacio, como bien se ve, resulta impresionante tanto por fuera como por dentro. Si se viene a Comillas, es un lugar de obligada visita.
Las vidrieras también resultan espectaculares.
Paneles en la paredes de "pan de oro".
Techos altísimos. Este salón me pareció de un espectáculo factuoso, de contemplar con la boca abierta...
Los hijos del I Marqués de Comillas
En el portafotos se puede ver a la bellísima María Gayón Barrie, considerada una de las mujeres más bellas de la época, que contaba 17 años cuando se casó con Claudio López y Bru, cuarto y último hijo de Antonio López y López y de Luisa Bru, el que fuera digno sucesor y continuador del legado de su padre. Tanto las biografías de uno y otro, padre e hijo, juntas o por separado, merecerían por sí mismas una película de Hollywood.
Sobre este asunto existe un chisme, que creo recordar refirió la guía, así como de pasada, pero que es desmentido por el autor de un libro, que tengo pensado leer en los próximos días, pues tal ha sido el inusitado interés que ha despertado en mí esta familia de emprendedores, la más importante seguramente que hubo en España, en el siglo XIX. 

Resulta que Claudio López era tan ultracatólico, que aunque fue obligado por el padre a contraer matrimonio con la chica del retrato, para continuar la estirpe, cosa que hizo, como nunca llegó a tener descendencia, se conjetura que fue porque secretamente se había encomendado al voto de castidad. Esta es la aseveración que se hace en varios artículos, muchos de ellos, de lo más tendenciosos, que he leído en Internet. En la presentación del a priori, interesante libro, cuyo vídeo, más tarde enlazaré, se desmiente este supuesto voto de castidad, por la existencia de una correspondencia íntima que mantienen los esposos durante algunas de sus obligadas separaciones por asuntos de negocios. Al parecer, lo estuvieron intentando durante mucho tiempo, pero no tuvieron suerte ya que uno de los dos, lo más probable Claudio, era estéril. Llegado a este punto, se ha de puntualizar que este siempre había arrastrado importantes problemas de salud, producto de las secuelas que le había dejado una pasada tuberculosis que no olvidemos, se había llevado por delante a dos de sus hermanos. Apenas comía y su aspecto era enfermizo, sufría de constantes recaídas y si logró estar a la altura de las circunstancias y con más que solvente capacidad de trabajo fue por su inquebrantable tesón y fuerza de voluntad, amén de su innata inteligencia y disciplina horaria, lo que pondera todavía más el hecho cierto de que fue capaz de continuar y aún mejorar el legado de su padre. En fin, a través, de la lectura del libro, espero completar la idea que me he forjado sobre tan admirable familia.
La espaciosa sala dedicada a sendos museos que se instalaron aquí, de los que hoy solo queda lo que se observa en las vitrinas.
Recuerdo tras la visita guiada, que antes de salir del palacio, coincidí con una mujer, mientras esperábamos nuestro turno para entrar al aseo, que me comentó: ¡hay que ver, como se confirma una vez más que el dinero no hace la felicidad! Se refería a la desdicha y amargura de los últimos años de la vida del marqués de Comillas, que con toda su fortuna, y acceso a los mejores médicos, no había sido capaz de salvar la vida de sus hijos. Tampoco conocíamos ni la coincidente turista ni yo la de sinsabores y quebraderos de cabeza que le había ocasionado su familia política, por lo de siempre, por la desconfianza y envidias que provoca la codicia.

Fue al día siguiente, en nuestro ya, restaurante de confianza de Noja, cuando nos comentó el dueño, los vaivenes que había experimentado el Capricho de Gaudí, antes de que lo compraran unos japoneses, que prácticamente, lo habían rescatado del abandono y ruina en que se hallaba, habiendo sido primero, tras la restauración, un restaurante de lujo, y en la actualidad, un espacio cultural de la obra artística de Gaudí, habitual destino de pensionistas y extranjeros admiradores de este genial artista, algunos de los cuales, hacen el viaje a España, ex profeso, para conocer el Capricho. A renglón seguido, nos soltó que el conde de Comillas había gestado su fortuna en base al tráfico de esclavos, habiendo sido un negrero en toda regla, como tantos otros catalanes de la región del Maresme. Me saltaron todas las alarmas, y desde ese mismo instante, ya tenía claro, que debía indagar más sobre la figura de tan interesante, filantrópico a la par que polémico personaje. ¿Tendría algún fundamento lo que tan segura y alegremente aseveraba el restaurador...? Había que investigar.

En la red se pueden leer un montón de artículos, sobre la biografía de Antonio López López, algunos de ellos, de sesgo claramente izquierdoso, independentista catalán o reuniendo ambos rasgos al mismo tiempo. No falla, cuando en el artículo, basan sus difamantes aseveraciones en "según dicen los expertos", no hay más que retrotraerse a los ídem de la plandemia, que como todo el mundo sabe, brillaron por su ausencia. La izquierda siempre hace lo mismo, proyectan sobre los demás, tachan a los otros, de lo que ellos con todo inicuo cinismo incurren.

¡Conocer la historia, es una tarea ardua! Y sobre todo hay que ser curioso y no dejarse manipular ni inducir por aquello del sesgo de confirmación ni quedarse en el titular. Requiere leer textos, a menudo poco amenos, muchas veces tendenciosos, tanto los escritos hoy o ayer como los procedentes de siglos. Y, además, resulta indispensable viajar en el tiempo, situarse en el contexto de cada momento, ponerse los anteojos adecuados para que las cosas y los hechos pasados no resulten distorsionados por la visión que en la actualidad tenemos de las cosas que vemos y de los hechos que estamos viviendo. Algo que los investigadores solventes saben sobradamente y que los demagogos, cuñados de diverso pelaje y perrodistas activistas a sueldo del poder, se pasan con toda abyecta intención, por el forro. 
En fin, recapitulemos: Antonio Víctor López López de Lamadrid (Comillas, 12 de abril de 1817-Barcelona, 16 de enero de 1883) fue un empresario, banquero, y senador español conocido por su título nobiliario de marqués de Comillas concedido por Alfonso XII en 1878.

Fue bautizado en la villa de Comillas como Antonio Víctor López López de Lamadrid, segundo hijo de Santiago López Ruiz del Piélago y de Antonia López de Lamadrid Fernández, ambos de familias hidalgas pero con escasos recursos económicos, el primero natural de Ruiloba y la segunda de Comillas. Tuvo tres hermanos llamados Genara, Claudio y Fernando. Su padre murió estrangulado en circunstancias misteriosas, en el año 1819, cuando Antonio apenas tenía seis años de edad, dejando a su viuda al cuidado de tres churumbeles, obligándola a trabajar para el sustento de su familia, por lo que entró como lavandera al servicio de los Fernández de Castro, rica familia de Comillas.
Siendo todavía un niño, Antonio López marchó a Lebrija, donde se empleó en el negocio de una prima de su madre. Sin embargo, su estancia en esta localidad andaluza transcurrió sin pena ni gloria.

Viaje a Cuba
Según el archivo de la familia Fernández de Castro, Antonio López se vio envuelto en una reyerta callejera con unos malandrines. El documento dice así:
Perseguido por la justicia, acudió el muchacho a D. Ignacio [Fernández de Castro], que lo conocía desde niño por ser su madre lavandera de la casa, y muy apreciada por los señores, confiándole sinceramente el peligro en que se veía. D. Ignacio que sabía muy bien que era bueno el mozo mandó enganchar en el acto su coche y montando en él con Antonio, salió a toda prisa camino de Santander, donde una de sus fragatas estaba a punto de zarpar para Cuba. Presentó el mozo al Capitán, encargándole con gran empeño que lo tuviese bien escondido hasta salir de las aguas jurisdiccionales y que lo llevase a América.

De este modo abandonó la península en 1831 con catorce años, con rumbo a Cuba, estableciéndose en Santiago de Cuba donde abrió un baratillo o tienda de toda clase de géneros de inferior calidad. Lo hizo en los bajos de un edificio propiedad de un comerciante catalán llamado Andrés Bru Puñet, a quien alquiló el local en marzo de 1844, año por cierto en que nació la benemérita, hoy en día contaminada de corrupción por esa banda de mafiosos criminales que tenemos en el gobierno de la nación.
Matrimonio
En mayo de 1848, sin embargo, Antonio López dejó por un tiempo Cuba para regresar a España. El propósito de este viaje era el de casarse con la hija criolla de su casero, Luisa Bru Lassús, de la que se había enamorado y era correspondido. Un braguetazo en toda regla, vamos. Enriquecida en Santiago, la familia Bru había regresado poco antes a Cataluña, instalándose en Barcelona. El joven e intrépido cántabro, tuvo que acudir, por tanto, a dicha ciudad, si quería hacer realidad su anhelo. Y así fue, la boda tuvo lugar en la ciudad condal, en noviembre de 1849. Un enlace que al novio le facilitó sobremanera los propósitos comerciales que llevaba en mente. A estas alturas, seguro que su suegro ya había constatado el enorme potencial que atesoraba su yerno como auténtico lince de los negocios. Cuando su fortuna prosperó, compró el Palacio Moja de Barcelona, erigiéndolo como residencia familiar y núcleo estratégico desde el que se controlaban muchas de sus empresas. 
De este enlace nacieron cuatro hijos:
Luisa Isabel López Bru, nacida en Santiago de Cuba el 20 de noviembre de 1850. Primogénita de la familia, mayor en edad, que no había heredado el título por la ley de primogenitura del varón, quien contrajo matrimonio con el industrial Eusebi Güell i Bacigalupi, primer conde de Güell, dando lugar a una importante saga de empresarios catalanes. De ella descienden también todos los últimos marqueses de Comillas, puesto que fue la única de los cuatro hermanos que tuvo descendencia. 

Antonio López Bru, nacido en Santiago de Cuba el 2 de noviembre de 1851. Era el destinado a heredar el emporio familiar y a suceder a su padre en las empresas. Sin embargo, murió inesperadamente en 1876.

María Luisa López Bru, nacida en Santiago de Cuba en 1852, contrajo matrimonio con el comerciante y socio de su padre Joaquín del Piélago y Sánchez de Movellán. No tuvieron descendencia puesto que Luisa falleció tres meses después del enlace.

Claudio López Bru, segundo marqués de Comillas, nacido en Barcelona el 14 de mayo de 1853, fue el sucesor y heredero de su padre en la fortuna familiar y en la dirección de las numerosas empresas tras la muerte de su hermano Antonio.

Negocios
Tras su matrimonio recibió, por un lado, la dote de su mujer; una dote que pudo invertir en sus iniciativas empresariales cubanas. Su suegro, además, quiso comprometer una parte de sus capitales financiando, como socio comanditario, las empresas de López en la Isla, confiándole además, a sus dos jóvenes hijos, a quienes el de Comillas empleó en sus negocios cubanos. Uno de los cuñados, le salió rana pues se pasó la vida despotricando y difamando a nuestro protagonista. De hecho, esa mala influencia, el nefasto influjo del típico tópico cuñao, ese cáncer, acabaría por destrozar y enfrentar a toda la familia. He aquí un interesante y revelador artículo, de obligada lectura que he podido encontrar, todo apunta, que muy bien documentado, que habla del escabroso embrollo familiar, sembrado de litigios, que acabó como el rosario de la aurora, y de lo cabrón con tirantes y liante que fuera el tal Pancho Bru. Pues de esas maledicencias eructadas por un ludópata vago y envidioso, se valieron casi cien años después los de Barcelona en Comú y ERC para retirar la estatua en Barcelona de tan insigne hombre de pro. ¡Manda güevos!

Pero sigamos con la semblanza del excelso I Marqués de Comillas, del que ya me considero, visto lo visto, su ferviente admirador. 
Al poco de casarse Antonio López regresó, junto a su mujer, a Santiago de Cuba, donde pudo desarrollar una ingente actividad empresarial, a partir, sobre todo, de la sociedad Antonio López y Hermano. Con la colaboración de su hermano Claudio López y de otros socios, como Patricio Satrústegui, López impulsó nuevas iniciativas desde Santiago de Cuba, abriendo una nueva tienda de ropas en aquella ciudad, comprando hasta cuatro plantaciones de caña diferentes, cafetales, etc. López adquirió, además, el que fuera el primer vapor de hélice de la marina mercante española, el vapor General Armero y se dijo en los mentideros, que mantuvo una cierta actividad intermediaria en la venta de esclavos. Según decía su envidioso cuñado, Francisco Bru, resentido por su distinta suerte en los negocios, en Cuba se le describía como un sujeto cruel y despiadado, para el cual los negocios consistían en explotar al prójimo, y para el que todos los medios eran lícitos —legales o ilegales—, con tal de conseguir beneficios. 
Este crápula, derrochador y ludópata, juerguista, putero y bocachanclas, que había pisado dos veces la cárcel, calumniador irredento, es al que los independentistas de izquierdas dieron crédito para justificar en 2018, la retirada de la estatua del insigne cántabro que tanto había dado a Barcelona y a España entera, ante la pasividad acomplejada de los de siempre, los que para la batalla de las ideas y el relato, ni estuvieron, ni están ni se les espera. 
¡Vergüenza torera mi inspiran esos cobardes de la agrupación pepera!
Alrededor de 1855, con treinta y ocho años de edad, Antonio López había acumulado una fortuna suficiente con la que quiso regresar a España. Su mujer y sus tres primeros hijos, nacidos los tres en Cuba, habían regresado poco antes, a finales de 1852, tras una epidemia de cólera en la región oriental de la Isla. Desde la capital catalana acabó de dar forma a un gran proyecto empresarial: la constitución de una gran empresa naviera dedicada a la explotación de buques de vapor. Apoyado por tres de sus socios cubanos, pudo crear en 1856 la sociedad Antonio López y Compañía, dedicada en primera instancia a la explotación de varios buques de vapor que cubrían la ruta del mediterráneo, entre Marsella y Cádiz, con escalas intermedias. Una firma naviera cuya base se situó entonces en Alicante.

La oportunidad de participar, junto al gobierno, en el transporte de soldados y pertrechos para la Guerra de África (1859-1860) abrió a la naviera López las puertas del contrato oficial de conducción del correo para las Antillas españolas. Así, a partir de 1861, el puerto de Cádiz sustituyó al de Alicante como el principal puerto para la logística de la firma naviera.

Antonio López participó, en 1863, en la creación de un nuevo banco, el Banco de Crédito Mercantil, una entidad financiera domiciliada en la capital catalana que se preocupó por impulsar diferentes negocios como fueron la urbanización del ensanche de Barcelona, en primer lugar, y la promoción ferroviaria, en segundo término. Así, López participó directamente en la creación de la compañía ferroviaria de Zaragoza a Pamplona y Barcelona. Y más adelante, en 1878, en el proceso que permitió su absorción por la poderosa Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España, de la que López acabó como vicepresidente. Un año aquel en el que López fue ennoblecido con el título de marqués de Comillas por el rey Alfonso XII.

Sin embargo, su principal proyecto empresarial fue la creación de un gran banco, domiciliado asimismo en la capital catalana, el Banco Hispano Colonial. Una entidad financiera que nació en 1876 para captar fondos que ayudasen al gobierno español en su guerra contra los independentistas cubanos y que, a partir de 1880, se transformó en un verdadero banco de negocios. Un banco sobre cuya solidez financiera, su presidente impulsó un verdadero holding empresarial. Consecuencia de esto, su compañía naviera se transformó en la sociedad anónima Compañía Trasatlántica Española, compró plantaciones de tabaco en Cuba y posteriormente realizó inversiones en Filipinas, creando la Compañía General de Tabacos de Filipinas.
Últimos años
El marqués decidió convertir la villa de Comillas, donde se encontraban sus raíces, en un lugar de descanso para la nueva burguesía que quería disfrutar de la bravía costa de Cantabria. Se hizo con la finca de Sobrellano, y proyectó construir un lujoso palacio neogótico, que por desgracia nunca pudo ver del todo terminado, aunque entretanto, consiguió  atraer un veraneo que llegó a competir con Deauville o Biarritz. Incluso la familia real, acudió durante varios años consecutivos a pasar el verano en Comillas. En esta localidad llegó a celebrarse un consejo de ministros en 1881, con Sagasta y Martínez Campos, inmediatamente después de un viaje del soberano por tierras gallegas.

Financió, a propuesta del jesuita Tomás Gómez Carral, la construcción del Seminario Pontificio de Comillas, predecesor de la Universidad Pontificia Comillas, si bien falleció el año de la colocación de la primera piedra en 1883. Su hijo Claudio López Bru continuó con la iniciativa de su padre. El Seminario fue erigido el 16 de diciembre de 1890 por León XIII y posteriormente convertido en Universidad Pontificia.
El marqués de Comillas falleció el 16 de enero de 1883 en Barcelona.

Títulos y distinciones
El rey Alfonso XII le hizo marqués de Comillas en 1878 y en 1881, le otorgó la dignidad de grande de España. Tuvo de huésped en su casa de Comillas al Rey y su familia durante el veraneo de agosto de 1881 y 1882 (en esa fecha, no estando aún construido el Palacio de Sobrellano, el rey se hospedó en la Casa Ocejo, ornamentada artísticamente para la ocasión).

Fue condecorado, entre otras, con la gran cruz de la Orden de Isabel la Católica. Alfonso XII, al tener conocimiento de su muerte, sentenció: "España ha perdido uno de los hombres que más grandes servicios le ha prestado".

En 1884, se inauguró una escultura de enormes proporciones llamada A López y López en Barcelona, creada por algunos de los escultores más destacados de la época.
Tiene a su nombre una calle de Santander,​ y otra en Cádiz.
Claudio López Bru, II Marqués de Comillas
Cuarto hijo de Antonio López, I marqués de Comillas, que hizo su fortuna en Cuba. El cólera que se desató en la isla determinó que sus padres se trasladaran a Barcelona, donde nació Claudio. Tras el bachillerato, se licenció en Derecho en Barcelona, junto con su hermano Antonio, en 1873. Su padre los envió a Europa para completar su formación y en Londres perfeccionaron su inglés. De nuevo en España se instaló en Cádiz para trabajar en la Trasatlántica. En 1876 falleció su hermano y a la muerte de su padre (1883) se convirtió en heredero de las empresas paternas. Para entonces se había casado con María Gayón. No tuvieron descendencia. Para la boda compuso un Cántico Jacinto Verdaguer. Tras ella, el mismo año 1881, Alfonso XII quiso veranear en Comillas. Puesto que el I marqués —lo era desde 1878— no podía abandonar sus negocios durante tanto tiempo, delegó en los recién casados como anfitriones reales. En premio a sus atenciones, el Rey nombró a Claudio López gentilhombre en ejercicio en 1884.
Como empresario, heredó de su padre una red empresarial en la Península, en Cuba y Filipinas, centrada en La Trasatlántica, el Banco Hispano Colonial y la Compañía de Tabacos de Filipinas. Claudio la amplió con empresas agrícolas, mineras y ferroviarias. Fue la mayor corporación empresarial española del siglo XIX. Pese a lo que le afectaron el 98 y la Primera Guerra Mundial, siguió manteniendo su fama de buen empresario: Cambó quiso que presidiese la Compañía Hispanoamericana de Electricidad (1920). En varios momentos se le ha acusado del origen moralmente reprobable de su fortuna, sin poder probarlo. No se ha demostrado que quisiera controlar ideológicamente a sus trabajadores ni que se opusiese a los sindicatos. Su generosidad está reconocida incluso por quienes estaban más alejados de él y fue de los primeros en incluir en sus empresas las mejoras a los obreros que iba imponiendo la ley. Aportó su dinero para diversas iniciativas sociales de la Iglesia española: la Peregrinación Obrera a Roma (1894), la edición popular de Socialismo y Anarquismo del padre Vicent, comentario popular a Rerum Novarum y otras acciones en torno a la encíclica.
Nunca ocupó cargos políticos y no hizo caso a quienes, desde el Estado y la Iglesia, lo animaban a entrar en política. Fue, sin duda, dinástico y pretendió, con su independencia de los partidos, poder hacer más bien a la Iglesia y a las causas que consideraba justas. Apoyó decididamente a la Iglesia universal y española. Durante el pontificado de León XIII, además de lo ya dicho sobre sus apoyos a la difusión de Rerum Novarum, financió la construcción y parte del mantenimiento del Seminario Pontificio de Comillas (1892), dependiente directamente del Papa, continuando así los proyectos de su padre. Propuso también un proyecto concreto, que no llegó a realizarse, para que los católicos de todo el mundo comprasen al reino de Italia la ciudad de Roma y se la regalasen al Pontífice. En tiempo de Pío X, aunque su ayuda económica al seminario comillés debió de disminuir tras sus pérdidas en el 98, logró que se le concediera el rango de Universidad con la facultad de impartir grados académicos (1904). Prestó su ayuda al Papa con ocasión del terremoto de Messina (1908): convirtió en buque-hospital su barco Cataluña. No tuvo éxito, pero no fue por culpa de Claudio, la gestión que le encargó Benedicto XV —que le conocía de sus años madrileños— para repatriar prisioneros austríacos y húngaros confinados en Siberia (1920). Pío XI, como los Papas anteriores, mostró su gratitud al marqués.
Apoyó las mejores iniciativas sociales de la Iglesia española. Fundó, financió y siguió de cerca El Universo, órgano de Acción Católica. Apoyó también otras publicaciones: El Siglo XX, Revista Parroquial, Revista Católica de Cuestiones Sociales, La Lectura Dominical, La Paz Social y El Eco del pueblo, además de otras publicaciones misioneras. Fue alma de las grandes asociaciones del catolicismo social: la Asociación General para el estudio y la defensa de los intereses de la clase obrera, el Consejo Nacional de las Corporaciones Católico-Obreras y el Centro de Defensa Social. Participó en los congresos católicos (1889-1902). En los de Tarragona (1894) y Santiago de Compostela (1902) se aprobaron sus propuestas sociales. Colaboró igualmente con las semanas sociales desde 1906 hasta su muerte. Y apoyó ante el Rey la Gran Campaña Social (1922), tras la que estaba Ángel Herrera Oria, pese a que no le satisfacía el proyecto y le constaban las aprensiones del Rey ante él. Estuvo siempre tras las actuaciones del jesuita Antonio Vicent. Aportó tiempo, dinero y prestigio para que el catolicismo español no se encerrase en las sacristías y superase sus divisiones. Incluso quienes no compartían sus opciones y criterios reconocieron que, además de ser el mayor limosnero de España, era el mayor propagador de las ideas y realizaciones sociales de la Iglesia española, “la más poderosa inteligencia” entre los católicos españoles (Vázquez de Mella), “la más limpia, autorizada y desinteresada voluntad” (Severino Aznar). También aquí, como en su gestión empresarial, priman las luces sobre las sombras.

La base de su actividad empresarial, social, política y eclesial fue una fe sólida que, con mentalidad práctica, quiso poner al servicio de la Iglesia. Su espiritualidad estuvo muy inspirada por la línea de san Ignacio de Loyola y quiso ser enterrado con la sotana jesuítica.
Cuando en 1893, explotó en Santander el buque a vapor Cabo Machichaco destruyendo el puerto y segando la vida de 500 personas, aun no siendo el barco siniestrado de su propiedad, se sintió llamado a ejercer socorro, acudiendo de inmediato al lugar de la tragedia y de su cuenta fletó un tren desde Barcelona con médicos y bomberos para aliviar la desolación; después de consolar a los heridos, pasados unos días, abandonó la ciudad sin aceptar recompensa ni homenaje, alegando que le correspondía hacerlo para cumplir como cristiano y como montañés.
Guerra hispano-americana
Destacó por su patriotismo, especialmente durante la guerra hispano-americana de 1898. Siendo presidente de la Compañía Transatlántica Española, dirigió al capitán del buque "Antonio López" el día de su salida de Cádiz hacia San Juan, un telegrama que decía:
Es preciso que haga usted llegar el cargamento a Puerto Rico aunque se pierda el barco.
El buque encalló en Ensenada Honda, Puerto Rico, perseguido por el Yosemite, navío estadounidense, el 28 de junio de 1898. El valioso cargamento militar que transportaba el buque pudo ser rescatado más tarde. Veintiún buques dedicó la Compañía Transtlántica a soportar a España durante la guerra; siete de ellos en Filipinas y 14 en el Mar Caribe. Claudio López Bru los enviaba a conciencia del riesgo que corrían. Sus marineros civiles rivalizaban en arrojo y pericia con los marinos del almirante Cervera. Bastantes de sus unidades rompieron el bloqueo de la poderosa escuadra norteamericana y una sola destruyeron los cañones enemigos.
En 1948 se inicia el proceso de su beatificación abierto aún en nuestros días. Con un hombre que fue tan venerable y de tan loables cualidades, la iglesia se lo debería hacer mirar por postergar durante tanto tiempo una más que merecida beatificación. Más de lo mismo, otros pusilánimes y cobardes de mierda.
Al visitar el palacio, también deberemos fijarnos en la calidad de las tarimas de roble y ébano, en las preciosas puertas de nogal. Imposible no quedarse alucinado ante la majestuosa escalera de alabastro en el vestíbulo, iluminada a través de una claraboya de vidrieras polícromas. Una obra de arte que el heredero se podía haber perfectamente llevado para venderla por separado en Wallapop o Milanuncios pero que prefirió dejarla en el palacio porque entendió que se trataba de un legado histórico y artístico de alcance universal para usufructo de toda la humanidad.
El pecado del Marqués de Comillas, ¿esclavista o charnego?

La extrema izquierda que controla el Ayuntamiento de Barcelona no va a permitir que la verdad le estropee un día de pachanga.

Ya sabemos que cada vez que Amancio Ortega cobra los dividendos que le corresponden por sus acciones de Inditex o hace una donación millonaria recibe los insultos de la izquierda. A principios de mes, una figura parecida a la de Ortega, Antonio López del Piélago (1817-1883), primer marqués de Comillas, también fue afrentada cuando se retiró su estatua de la Vía Layetana de Barcelona.

Y es que el odio de la izquierda española no conoce final. Tanto a sus enemigos políticos (sobre todo si la derrotaron, caso de Franco) como a quienes le disgustan por su modo de vida, sean monjas o empresarios.

La aprobación de la Ley de Des-Memoria Histórica en 2007 aceleró el movimiento izquierdista para eliminar del espacio público todo aquel nombre o acontecimiento que no encaje en su sectaria visión histórica y que ya había comenzado con los primeros ayuntamientos democráticos (1979). De esta campaña de la guerra cultural, la derecha española está ausente, ni está ni se le espera, como siempre.

El 4 de marzo, el Ayuntamiento de Barcelona, presidido por Ada Colau, retiró la estatua de López. La alcaldesa considera, en cambio, que merece ser honrado el pistolero Salvador Puig Antich, abandonado en 1974 por toda la izquierda y el catalanismo.
El cuñado envidioso
La justificación de la retirada ha sido el rumor de que Antonio López hizo su fortuna con el tráfico de esclavos, rumor creado por un cuñado, Francisco Bru, resentido y envidioso. ¡En ocasiones la vida imita a los chistes!

La historiadora María del Mar Arnús negó (La Vanguardia, 4-3-2018) semejante leyenda negra:
Tras revolver archivos y consultar a historiadores ingleses, catalanes y cubanos, comprobé que no existía ningún documento serio que avalase esa tesis. Tan sólo encontré unos libelos publicados por su propio cuñado, Francisco Bru, preñados de envidia y resentimiento, que evidenciaban las sospechas que provoca toda persona que acumula mucha riqueza y poder en tan corto periodo de tiempo. En la Cuba de hoy se respetan los monumentos de los esclavistas catalanes, que los hubo. Pero allí a López se le reconoce como liberador de esclavos y promotor de la escuela moderna.

¡Pero qué más da! La extrema izquierda que controla el Ayuntamiento de Barcelona no va a permitir que la verdad le estropee un día de mandanga.
El odio a los López y García
Si a Colau, al argentino Pisarello y los demás concejales morados les conmoviese la vinculación de antiguas familias catalanas con el tráfico de esclavos, deberían consultar el libro Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atlántica, donde aparecen, por ejemplo, varios antepasados de Artur Mas, y desmontar gran parte de Barcelona.

Si la izquierda barcelonesa quiere honrar a quienes persiguieron la esclavitud, que coloque en el pedestal que ocupaba la estatua del Marqués de Comillas otra dedicada a la reina Isabel la Católica, que prohibió a Cristóbal Colón y a todos sus súbditos hacer esclavos entre los indios.

Entonces, si no se trata de un auto de fe por el esclavismo, quizás la inquina contra el Marqués de Comillas se deba a su doble López. Ya escribió Pío Baroja sobre los vanidosos nacionalistas vascos que para ellos el maqueto es un García o un López, pero un García o un López pobre y desastrado, porque si este García o este López es rico y tiene un título, entonces ya no es un maqueto, y el naviero rico o el comerciante bilbaíno le dará su hija para que sea la señora marquesa o la señora condesa y brille en Madrid.

Notorio y público como es el componente racista del catalanismo, no sorprendería que la aversión a Antonio López fuera, no por negrero, sino por charnego… y, encima, monárquico y empresario.

Enloquecida por su sectarismo (y por su ignorancia), la izquierda cumple el sueño de muchos figurones que, en el siglo XIX, detestaban a López, tal como explicó uno de sus descendientes, José Joaquín Güell y de Ampuero:
Una trayectoria literalmente subversiva en un país anquilosado: profanó la nobleza, con su marquesado, su grandeza y los veraneos de Alfonso XII en su casa de Comillas; reventó en la práctica, con la compra de inmensos latifundios, el régimen feudal de propiedad que la ley de supresión del mayorazgo había abolido en teoría; fundó empresas multinacionales con sede en Barcelona que trascendieron las fronteras del imperio agonizante; modernizó, en fin, la jerarquía de la iglesia con su patrocinio de la futura Universidad Pontificia de Comillas.
Presentación del libro “La singular vida de Claudio López Bru”
FINAL DEL PRIMER CAPÍTULO

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