18 abril 2024

EL YELMO CHICO, DESDE LA CAPELLANÍA II

Seguimos avanzando por una cómoda y bien cuidada pista, ora llaneando, ora descendiendo, mientras a nuestra izquierda, espectaculares torreones y pináculos, algunos de ellos, rematados por enormes bloques o engrosamientos, se ofrecen solícitos, a nuestra golosa mirada fotográfica.
Bastante por debajo de la pista que seguimos, distinguiremos de vez en cuando, algunas de las circunvoluciones de la carretera A-317a.
Un árbol recién cortado cuya savia excreta en vano, sus últimos impulsos de flujo circulatorio.
Para tomar la mayoría de estas instantáneas, hemos de salirnos unos metros de la pista, para así disfrutar de los miradores naturales, en todas sus espléndidas posibilidades.
A nuestra espalda, siempre iremos dejando el flanco sur del Yelmo.
Entre la frondosa arboleda, también podemos distinguir alguna que otra pequeña nava, acolchada de verde, donde se ubican por ejemplo, el Cortijo de la Tejera o el Caserío de la Garganta.
Algunas de las prominencias rocosas que se nos ofrecen a la pupila, nos parecen dignas de escrutadora observación y captura.
La pista que seguimos resulta muy agradable de patear. Una delicia. Todo un lujo por los frecuentes miradores que nos brinda.
Enfocando a nuestro frente, esto es, hacia Santiago-Pontones, Campos de Hernán Pelea, Almorchón, Banderillas, etc. Lugares que han hollado mis pies y se hallan registrados en este blog.
Banderillas, 1993m y Peña Palomera, 1991m.
Les precede en la fotografía la inconfundible silueta de Peñamujo (Amusgo), 1517m.
Tremendas con el zoom y desde aquí, las posibilidades para el postureo de estos mastodontes pétreos. Pero con mucho cuidado, eh?
Espectaculares las panorámicas que esta excursión de senderismo en pista nos ofrece. Si has aterrizado en este blog de casualidad, buscando información al respecto de este recorrido, no te lo pienses más, bonita y asequible para casi todo el mundo con un mínimo de bagaje en las piernas.
La calva de este fraile, solo accesible para los muy escaladores, supongo.
¡Qué curiosidades más insólitas nos brindan el efecto del tiempo y la naturaleza...!
Este pedrusco frailón, tiene toda la pinta de que en algún momento, se debió partir en dos.
Es que adonde mires, la pupila se queda embelesada.
El cogote de este titán se resiste a desaparecer de escena.
Visto desde este flanco, parece otro. ¡Vaya megalito...!
Una réplica en miniatura de Viky, que siempre me acompaña.
Asomando El Blanquillo, 1830m. Lo tengo pendiente.
Aún blanqueaban algunos neveros en la Peña Banderillas.
Ahora hemos de cruzar por esta casquera o pedrera. He leído en algunas crónicas antiguas, de hace unos años, que este paso, estaba casi obstruido por los guijarros que se iban amontonando sobre una pista muy difuminada por este tramo, que entrañaba alguna dificultad franquear. Por aquí, los abismos a nuestra izquierda son de vértigo. Y las rampas a nuestra derecha, cuasi verticales. Parece evidente que esta pista que rodea el Yelmo Chico, tuvo que ser habilitada en sus principios, a pico y pala por el hombre. Se infiere claramente que la cornisa abierta a media altura de la montaña, para trazar la pista forestal, es artificial, pues la perpendicularidad por aquí es terrible, y por ello antaño, poco seductora para el trasiego humano. Y a esta altura del camino me sucedió una pequeña anécdota, que no sé si contar porque me produce un poco de sonrojo. Pero lo voy a hacer, que siempre tendría la posibilidad, si cambiara de opinión, de suprimirla.
En esta fotografía no se aprecia bien, pero puedo asegurar que en este tramo, existe mucha inclinación. La rodadas de piedras son continuas. Con que solo un animal, ante tu cercana presencia, se mueva inquieto en su guarida, ya comienzan a rodar piedras ladera abajo.
En esta otra toma se puede apreciar mejor la gran inclinación que presenta esta ladera de El Yelmo Chico. Se nota que quienes están a cargo del mantenimiento de la pista, intentan mantener los desprendimientos a raya.
Pues bien, me resulta muy inquietante pensar, que el cuerpo de la pobre señora desaparecida, pueda permanecer todavía en las inmediaciones de esta pista, y que tal vez, había pasado o podía pasar a escasos metros de ella. Y en esto, que me detengo, porque percibo un intenso hedor a cadáver. No es la primera vez, que unos senderistas o buscadores de setas o caracoles, se encuentran con el fiambre de una persona desaparecida hace varios meses o incluso años. De hecho, me acuerdo de un accidente que tuvo lugar en la provincia de Tarragona, sobre el año 85, en que un motorista colisionó contra un camión, yendo aquel a una velocidad claramente inadecuada. Del impacto del frágil cuerpo contra una parte del voluminoso vehículo, la cabeza del motorista resultó seccionada, y aunque se estuvo durante muchas semanas, peinando la zona para tratar de encontrarla, no se logró dar con su paradero. Solo apareció el casco, completamente destrozado. Fue un pastor, meses después, yendo con su ganado, quién se tropezó con ella, la que al parecer, había salido despedida, fuera del casco, más de tres o cuatro cientos metros desde el punto de colisión. Se trató de mi primera vez en que presenciara un cuerpo humano sin cabeza. Pues se me pasa por la ídem, que ese hedor que me venía, según me moviera hacia un lado u otro, podía proceder del cadáver en descomposición de la señora. Me descuelgo la mochila, y con los prismáticos, me dedico durante un buen rato, a peinar visualmente, unos metros hacia delante y atrás, ladera y lecho del precipicio abajo. Sin duda que para el personal integrante del dispositivo de búsqueda, tuvo que resultar un trabajo ímprobo, el peinar, barrer toda la abrupta y extensa zona de dominio. No olvidemos, que la persona tenía ochenta años, de manera que no resulta probable, que caminara demasiado, antes de que por ensalmo, se volatilizara, se la tragara la tierra.  
El rechoncho fraile, rodeado de su escolta de monaguillos, le ha cogido gusto a la cámara, y no para de engatusarme, seducirme para que no lo abandone tan pronto y lo siga retratando. Y entretanto, qué tufo, qué peste me viene, mira que si se tratara...ni pensarlo quiero.
Pero yo no pierdo ripio. Entre batida y batida de prismáticos, fotografía al paisaje que no es cuestión de que se me vaya el santo al cielo y pierda la noción y verdadero objeto de mi visita a estos pagos.
Las Banderillas, siempre ha supuesto para mí, una de mis cimas predilectas. La he fotografiado desde arriba y abajo, también coronado en más de una ocasión y de hecho, pernocté una vez en el refugio que existe en la ante cima. ¡Qué gran e inolvidable aventura aquella! La titulada: "Con mi mochila nueva hacia Las Banderillas". A punto estuvimos Viky y yo de fenecer deshidratados. Si no llega a ser por aquel buen samaritano que hacía de vigilante del INFOCA, que nos cedió parte del agua de que disponía en su turno, es que nos vemos en un dilema, en un brete, es que picamos billete. ¡Qué malo tié que ser perecer de sed...😞! La he vuelto a recordar, y en la tercera y última parte, relato aquel estremecedor hecho que a un hombre del Campo de San Juan le aconteció, camino de Santiago de la Espada, cuando quedó atrapado en el interior de la caja del vehículo isotérmico que conducía. Se me ponen los pelos como escarpias. ¡Que por nadie pase, qué terrible experiencia la sufrida por aquel hombre! 
Pues dejé la mochila en mitad del camino, y anduve unos metros hacia delante de esta y otros tantos hacia atrás, a ver de donde venía ese pestazo a perro muerto, que también podía ser, ejem, ya sabe el respetable a qué me refiero.
Y venga a escrutar, escudriñar el despeñadero, palante, patrás...y la olor desaparecía, volvía...me cagüen, qué zozobra más grande!
Hasta que...¡será posible, que tonto del haba soy, pero cómo pijos no me va a venir peste si tengo el cadáver putrefacto de una cabra que hiede, al lado mismo de la mochila..., pero si he estado a punto de pisarlo, agggg, qué asco!; por un lado, siento bochorno de mí mismo por haber sido tan bobo y no reparar en los despojos, ¡ si es un lobo...me come!, pero por otro lado, me río y siento alivio, por no materializarse lo que yo más temía, que era dar con los huesos de la pobre señora desaparecida y lo que ello suponía. ¡Uff, qué suspiro de alivio, alabado sea el señor...!
Bueno, después del pequeño susto o anécdota por así decir, sigo avanzando y estoy a punto de entrar en la curvatura sur que describe el bonito circuito con hechura de elipse que seguimos. 
FINAL SEGUNDO CAPÍTULO

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