07 julio 2012

DESDE EL CENAJO POR EL RÍO SEGURA (DESPUÉS DEL INCENDIO) I

Ahora que ya está extinguido, sentía curiosidad por acercarme a comprobar de primera mano, los estragos del incendio, que estos días ha quemado casi mil hectareas forestales, entre los términos municipales de Moratalla y Calasparra. Acercarme, pero no demasiado, que contemplar el monte quemado, me produce abatimiento e inconsolable tristeza. 
Pensar en el tiempo que la madre naturaleza necesita para recobrar y recuperar su antiguo esplendor, me deprime, porque pienso que quizás ya no viva lo suficiente para verlo otra vez regenerado y como antes del siniestro,  radiante de vida.
A estas alturas ya sabemos, que el desastre se originó en Hellín y que, en pocas horas, las siempre voraces llamas traspasaron las fronteras murcianas para arrasar todo lo que se le puso por delante.
Quizá sea pronto todavía para dirimir responsabilidades pero lo triste es que, año tras año, siempre hay que lamentar unas cuantas miles de hectáreas quemadas y el que no se adopten las medidas necesarias para evitarlo siempre le da a uno bastante mal que pensar.  En fin, no quiero meterme en procelosas aguas de crítica y reproche hacia nuestros políticos pero, sean los incendios provocados por siniestros o inicuos intereses, estulticia y bellaquería humanos, por la negligencia de estos o simplemente por factores climatológicos adversos...realmente, no podría el hombre hacer algo más...?
Admiro la capacidad que el hombre tiene para unirse, organizarse, coordinarse ante la catástrofe en pro de luchar contra esa calamidad hasta vencerla o en su defecto, minimizarla...
¿Pero no será siempre mejor prevenir que curar...?
¿No sería mejor no tener que intervenir...?
¿Es sensato y hasta ético "recortar" en aquellos recursos que nos ayudan a preservar la naturaleza, el medio ambiente, lo más preciado que debería siempre defender, proteger, administrar, mantener, cuidar, conservar el hombre...?
¿No tuvimos bastante cuando se quemaron tantas miles de hectáreas hace 18 años en un incendio que inicialmente se declaró en la sierra de Moratalla para propagarse luego a todos los confines del universo...? ¿Cuanto se ha aprendido de aquel desastre...?

En esta nueva ruta, en compañía de mi inseparable Viky, y partiendo desde el pantano del Cenajo, daremos un muy agradable paseo por la margen derecha del curso del río segura, hasta enfrentarnos visualmente con las primeras secuelas del desastre. Las crudas, cenicientas y terribles imágenes hablarán por sí solas...luego regresaremos, cruzando el río, por una pasarela, haciendo equilibrios a lo Indiana Jones, y descubriremos a una Viky distinta, porque, la otrora valiente, intrépida y audaz aventurera, casi temeraria que no se dejaba arredrar ni amedrentar por nada, se está haciendo mayor, comenzando a manifestar los primeros síntomas de la sabia madurez que sin duda atesora; regresaremos por la margen izquierda del río, rematando un recorrido circular muy divertido, solo oscurecido, y nunca mejor dicho, por las desoladoras imágenes de la tierra calcinada. Cara y cruz de una jornada, en cualquier caso, fascinante. Comenzamos...
Esta monumental obra de ingeniería, la inauguró Franco, un 6 de junio de 1963. La placa conmemorativa del evento todavía existe y en ella se puede leer, cada vez con más dificultad:
"Este embalse del Cenajo lo mandó construir Francisco Franco, Caudillo de España. Dominó con él las aguas turbulentas del río Segura para que fecundizaran apaciblemente unas tierras ubérrimas. Redimió a los hombres que las trabajan del milenario temor de las inundaciones y de la sequía. 
Con su presencia fue inaugurado el día 6 de junio de 1963".
En estas instalaciones, trabajaron cerca de 8000 personas. Un tanto por ciento de estos trabajadores eran presos políticos, los vencidos de la guerra civil.
El chorro de agua que desde el pantano se vertía al cauce del río era ciertamente espectacular...
Nos vamos alejando de la presa...aunque el río nos regala las últimas imágenes antes de la vuelta...
Pasear junto al río...puro éxtasis para los sentidos.
Tras sortear un muro, existe una pasarela que se adentra en el río. Resulta tarea ineludible comprobar qué vistas se pueden obtener desde aquí. En la mayoría de ocasiones, no me tengo que preocupar de Viky para nada. El accidente natural o dificultad orográfica tiene que ser demasiado insoslayable, esto es, perpendicular, para que tenga que ayudarle a superarlo. Me ha demostrado en infinidad de ocasiones que, en cuanto a salvar desniveles se refiere, puede emular a una cabra. Pero aquí me llevé un chasco...no me lo podía creer.
De pronto, oigo sus gimoteos, vuelvo la cabeza y ¡era Viky que no se atrevía a salvar la altura...! ¿Qué le podía suceder si la había visto arrojarse al vacío desde alturas mayores...?
Tanteaba la altura, me miraba, lloriqueaba, parecía que se iba a lanzar y en el último momento se arrepentía...
Seguro estoy que debía percibir, intuir, que estaba decepcionando a su dueño.
Me miraba con cara de circunstancias y seguía sin atreverse a saltar...disimulé que me despreocupaba de ella y por el rabillo del ojo observaba su comportamiento, porque sabía que era cuestión de tiempo el decidirse a "dar el salto..."
Pero pasaban los minutos, y allí se encontraba, frustrada y enojada consigo misma por no ser capaz de seguirme...
Con su rapao de verano y tan escuchimizada como lucía, ciertamente que parecía en aquellos momentos una enjuta alma en pena. Todas las personas tenemos un lado perverso y entonces reparé que podía sacar algo provechoso de aquella situación. ¡Le enseñaría a superar sus miedos! Haría de psicoanalista y la espolearía, la azuzaría a saltar. Tenía que conseguirlo por sí misma y entonces no solo la abrazaría con todo el amor y la adoración del mundo sino que, como premio adelantaría "la hora de su golosina..." Es una lástima que criaturas tan inteligentes como los perros, nos las dotara el supremo hacedor de la capacidad del habla. En tal caso, es muy probable que me hubiera podido explicar, que desde hacía un tiempo, comenzaba a tener problemas de movilidad, de artrosis en las articulaciones y temía que si saltaba se pudiera hacer daño. Que no lo hacía por instinto y prevención.
¡Esta no era mi Viky, me la habían cambiado en mitad del camino...!¿cómo podía ser que ante la irresistible visión de una loncha de jamón de york, se relamiera, invocara a San Roque, a todos los santos perrunos del mundo, pero renunciara, sin atreverse a saltar...? ¡No me lo podía creer! ¡Inauditoooooooooooooooooo!
Es el hombre (algunas mujeres también) el único animal que tropieza dos y cuarenta veces en la misma piedra...pero los animales propiamente dichos, no...esos tienen instinto y memoria.
Mi Viky solía salir como una posesa tras el rastro de cabras montesas, arruís y jabalíes con los que se tropezaba en el monte.
Debía reconfortarla y alimentar su ego el que bichos tan grandes salieran huyendo ante su "imponente" presencia.
A veces tenía que esperarla y llamarla incontables veces para que acudiera. Esta situación comenzaba a molestarme y a convertirse en un incordio pues tenía que desgañitarme e interrumpía mi ritmo normal de caminata. Hasta que un día decidí darle una lección y ponerla a prueba a ver que tal se desenvolvía.
Recorríamos la tantas veces pateada sierra de Burete y ante la enésima ocasión en que al ver a las cabras salía tras de ellas, decidí continuar el camino sin esperarla. Supuse que no se perdería pues debía conocer los caminos incluso mejor que yo.
Después de completar un recorrido de más de tres horas, seguía sin aparecer. Cuando llegué al coche, esperando que se me hubiese adelantado por otro camino alternativo, me sorprendió que brillara por su ausencia. Comencé a inquietarme y salí en su búsqueda.
Pero no la encontré. Y comencé a sentirme culpable.
Quizás la había sobre estimado. Al fin y al cabo solo era un perro.
Quizás no fuera tan lista como yo suponía. Quizá quería ver en el animal la inteligencia que a veces echo de menos en algunas personas. Decidí regresar al punto de partida y esperar.
Al poco, la veo subir por la cuesta, exhausta, extenuada, casi exangüe, con la lengua fuera, sin fuerzas siquiera para mostrar alegría por haberme encontrado. Sus pezuñas sangraban. Solo ella conocería el calvario por el que habría pasado. La acaricié y abracé hasta asfixiarla y me dije a mí mismo que mi inseparable compañera no se merecía lecciones de aprendizaje tan severas. Pero aprendió la lección, y desde entonces, ve a los rumiantes y ni se inmuta. Debió pasarlo tan mal sintiéndose sola y abandonada que desde entonces, ya pueden cruzársenos las más estilizadas gacelas de rutilantes colores que no se separa de mí más de lo que su vista no alcance.
¿Como pueden ignorar esas viles alimañas de dos patas que abandonan a sus mascotas cuando se "hacen grandes" que estas criaturas poseen sentimientos igual de nobles y elevados, si no de más alto abolengo que la de los mismos humanos...?
Ahora recuerdo que en Sierra Seca, Viky salvó un desnivel bastante importante y debió apoyar mal en la caída porque anduvo cojeando algunos kilómetros...¿no sería que se acordaba de aquel incidente, o que tal vez, aún estuviera convaleciente de aquel pequeño accidente e instintivamente eligiera no volver a tropezar en la misma piedra...? ¿Y si me vuelvo a hacer daño...? ¡Seré una perra peluda pero de tonta no tengo ni un pelo...! ¡Para hacer la cabra ya está mi dueño...total, tengo su misma edad, el que tiene que madurar y comportarse de forma más prudente es él, así que...que salte Rita la Cantaora que yo me quedo donde estoy! Y en efecto, no saltó y de pronto vislumbré en su canino comportamiento, su razonamiento e inteligencia cuasi humanos, pues ella comprendía aún antes que yo, que se estaba haciendo mayor y por ello, obraba en consecuencia.
Sus chispas se cuelan cada verano entre la maleza y avanzan, sin freno, destruyendo a su paso un patrimonio verde de incalculable riqueza que la naturaleza ha tardado siglos en componer. Los incendios forestales se convierten cada estío en el fantasma que pone en jaque a bomberos y brigadas medioambientales. 
Un triste envite que transforma el verdor en desolación y que no perdona un verano. Este año la región ya ha batallado contra cerca de 80 quemas y el pasado se cerró con 130 fuegos. 
La gran mayoría solo tenían un culpable: el hombre.
Más de 7000 hectáreas de monte pertenecientes a Moratalla y Calasparra y la localidad albaceteña de Hellín son el último "trofeo" que se ha cobrado el fuego este verano. Un incendio que obligó a desplegar decenas de medios aéreos y terrestres y a desalojar varias pedanías entre ellas la moratallera Salmerón. Sus vecinos apenas podían articular palabra cuando recobrada la calma, regresaron a sus hogares. 
"Esto es un desastre", clamaban absortos.
Como en otras ocasiones, también detrás de este incendio parece esconderse una "mano negra". Según fuentes ligadas al caso, todos los indicios apuntan a un fuego intencionado. Una realidad que se repite en casi el 20% de los casos. En 2011, la región registró 25 incendios intencionados que arrasaron más de 410 hectáreas forestales, un 86% de todas las que ardieron en ese periodo. El año anterior, un fuego intencionado en Calasparra alcanzó grandes proporciones y calcinó cerca de 640 hectáreas de gran valor ecológico. Sus presuntos autores querían robar a placer y sin contratiempos.

Afortunadamente, el fuego fue interceptado en el área recreativa de Cubillas...a partir de aquí, el paisaje cambia por completo, se te caen los palos del sombrajo y te entran ganas de llorar.
No puedes creer lo que estás viendo...algo te oprime el pecho, y la sensación de abatimiento es enorme.
Hasta llegar al lugar del desastre, conservas la esperanza de que "no sea para tanto...", que solo hayan ardido las cimas, que las márgenes del río, por arte del birlibirloque, se hayan salvado...pero en tu fuero interno sabes que es cuestión de tiempo darte de bruces contra la cruda realidad. Y así es. Porque nada más dejar el área recreativa de Cubillas, te encuentras con las primeras consecuencias del fuego abrasador que todo lo aniquila. El impacto es terrible. Te quedas sin respiración. Y lo que primero te llama la atención es el fuerte y característico olor a ceniza mojada. El efluvio penetra tus vías respiratorias y contribuye a que tu desconsuelo sea aún mayor.
Pisar las cenizas, ayer humeantes, hoy polvorientas, resulta inquietante. A punto estuve de darme la vuelta, pero eludir, obviar la realidad, no hace que esta desaparezca, así que, anduve recopilando testimonio gráfico de lo ocurrido hasta más o menos la presa del Hondón, y mientras lo hacía, me daba cuenta, que al menos, las márgenes del río, pronto recuperarán su antiguo esplendor, porque este sabrá inyectarles la savia de vida que desde tiempos remotos, les reparte generosamente con amor.
En dirección al pantano, disparas y...
Pero al girarte, comienza el desastre...
Es como si la belleza intrínseca del río, pretendiera resistirse, oponerse a las funestas consecuencias del incendio.
Pero el fuego se muestra tenaz, obstinado en su empeño de imponer, la fuerza devastadora de su sello.
Este pino inmaduro debió encomendarse a algún bombero o santo porque de forma milagrosa, escapó del fuego abrasador que todo lo aniquila. Se libró de haber sido pasto de las llamas, por los pelos.
Desde el área recreativa, la presa del Hondón...realmente desolador.
Pero muchas criaturas buscan en el abrazo del río, el ángel protector que las libre del fuego destructor...
El río sigue su curso y paradojas de la vida, una mosca logra salvarse de las llamas pero no de la araña que le ha tendido una trampa. Impotente y resignada espera a ser devorada.
Las aguas siguen su curso, cantarinas y alegres río abajo, ajenas al exterminio y desolación que se extiende a su alrededor...
Inquietante imagen de Viky andando entre las cenizas del averno.
FINAL PRIMER CAPÍTULO


3 comentarios:

  1. Anónimo7/7/12 11:32

    precioso lugar, has echo fotos?

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  2. Si, alguna parece que ha hecho

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  3. No están todas las que son, pero sí son todas las que están...pero no se vayan todavía que aún hay más...jajaja

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