27 noviembre 2025

ADENOW 2025 III y FINAL (en construcción)

Ya he comentado otras veces, a propósito de esta prueba, que lo peor que tiene para mí esta veterana travesía de resistencia por entre los montes del noroeste murciano es siempre su hora de inicio, esto es, las cuatro de la madrugada, aunque se debe hacer acto de presencia en el punto de encuentro y salida, al menos, media hora antes. Por eso resulta vital para mí, que al menos, la noche anterior, haya dormido mis 6 o siete horas acostumbradas, porque de lo contrario, en las precedentes a la gran cita, entre la ansiedad anticipatoria que suelo experimentar en los momentos previos a un gran desafío y que nunca suelo tomar la siesta ni meterme en la cama antes de las doce o doce y media de la noche, pues entre unas razones y otras como digo, resulta bastante probable que no haya podido descansar ni tan siquiera una miaja, antes de embarcarme en una aventura tan exigente como la Adenow. Sin embargo, excepcionalmente este año, me metí en el catre a las 22 horas, por si sonara la flauta y la alarma del tfno. me despertó hacia las dos de la madrugada. ¡Dormí de un tirón cuatro horas! Me ausculté a ver que tal sensaciones tenía y de camino a la ducha, sentí cierta euforia porque sabía que ese breve descanso lo rentabilizaría con creces a lo largo del día. ¡Yupiiiiiiiiiii!
Esté año también coincidiría con Fernando, un excelente y bravo trailero ceheginero (aunque es oriundo de Bullas) junto al cual hice gran parte del recorrido. El punto de encuentro y salida para recoger los dorsales, la camiseta, que en esta edición me parecía especialmente bonita; recibir instrucciones por parte de la organización, desayunar, el que así lo deseara, llegar con tiempo suficiente para "aclimatarse o ambientarse" etc., se hacía en el amplio aparcamiento de la Escuela Oficial de Idiomas de Caravaca. En cuanto hube cumplimentado el trámite de recogida de dorsal y comprobado el contenido de la bolsa del concurrente, me dediqué a observar al personal. Se puede decir sin riesgo a equivocarse mucho, que la media de edad de los participantes, se hallaba en torno a los cincuenta y de ahí para arriba, incluso pensionistas. Pero todos ofrecían una pinta de más que curtidos y capacitados andarines todo camino que resaltaba a la legua. Me decía yo a mí mismo, ¡a todos estos no te los comas de vista que andan y algunos hasta corren que se las pelan...! Seguro que acuden a muchos de los exigentes certámenes traileros que tienen lugar en nuestra región y allende otras fronteras. 
En fin, a partir de ahora, voy a ir comentando un poco el recorrido de la travesía de este año, que era lineal, de Caravaca a Benizar.
Y para ir ilustrando mis comentarios, voy a coger prestadas algunas fotos de la organización, combinadas con unas capturas fotográficas, de mejorable calidad, bien es cierto, que le he hecho a un vídeo editado por mí, ya que, aquel día, me tomé la molestia de ir grabando con una cámara de acción, algunos momentos del recorrido.
El primer tramo, siempre me ha gustado especialmente. Se hace todavía de noche, alumbrado con los frontales, en rigurosa fila india, y aislándome en lo posible, escuchando mi musiquita, me concentro en las sensaciones y en las evoluciones del que me precede. Si observo, que este lleva bastones y no está acostumbrado a andar en grupo, lo que se revela cuando no piensa en el de detrás, y los mueve caóticamente a su libre albedrío, con riesgo de saltarte un ojo, le mantengo la distancia, y en cuanto puedo, lo sobrepaso y el que venga después, que arree, pues de nada sirve, llamarle la atención y crearte la animadversión de alguien a las primeras de cambio. Como solía decir mi viejo, que para mi desgracia, descubrí lo sabio que era después de muerto, "aquí cada cual va a lo suyo, menos yo que voy a lo mío...!
Saliendo de la Escuela de Idiomas y sobrepasando el Parque Encina y las inmediaciones de las emblemáticas Fuentes del Marqués, nos encaminamos hacia las Casas de Mairena y Vistalegre hasta llegar a la Cuesta Colorada y el primer cerro de cierta entidad que no es otro que el Trompetero, sito a 934msnm. En un plis plas, ya hemos superado los primeros 300 metros de desnivel positivo.
Hace unos años, cuando el sendero de subida hacia el Cerro Gordo, no se hallaba tan cincelado como en la actualidad, como estos contornos los frecuentaba, de uvas a brevas, siempre se me olvidaba y pensaba que la primera tachuela del Trompetero correspondía a la antecima del Cerro Gordo, por eso, cuando llegaba a esta pensando que sería la cumbre y veía que aún me quedaba otra loma que salvar, me decía, ¡la virgen, esto es más largo que un día sin pan...! ¡Aún me queda otro repecho, aunque algo más liviano! ¡Menos mal...! Yo creo que en cuanto a dureza se refiere, viene a ser algo así como un As de Copas y medio, más o menos.
Después del Cerro Gordo, tenemos una leve bajada y tras atravesar un bonito y zigzagueante pie de monte, una pendiente suave que nos lleva a coronar el Cerro de la Canaleja, sito a 1201m. El que tenemos enfrente, a nuestra mano derecha es el Cerro del Mojón, 1178m, en el que hace unos años, tuvo lugar un incendio y aún se pueden ver las secuelas.
Del cerro de la Canaleja descendemos hacia las inmediaciones del Cortijo del Nevazo de Arriba, y a través de una pista, de empinadísima rampa, nos orientamos hacia la cima del Buitre, cogiendo la punta de la cuerda, a la altura del Puntal del Farol. A estas alturas, ya está amaneciendo, y en mi opinión, es la subida más dura hacia la cumbre, pero también la más bonita, con impresionantes vistas hacia Moratalla y sus campos y montes aledaños. En la fotografía inferior, subiendo por la cuerda hacia el cilindro geodésico y las antenas del Buitre. Como decía, ya estaba rompiendo el día.
El descenso desde el Buitre, siempre me ha parecido muy disfrutón, y en esta ocasión lo iba disfrutando a rabiar, no solo porque mis nuevas ruedas La Sportiva Ultra Raptor II, se adhieren al terreno como lapas, transmitiéndome una sensación de seguridad ergo estabilidad como nunca antes había sentido con unas zapatillas, sino porque la chica que me precedía, bajaba con una celeridad y destreza en verdad admirables. Pegado a una "buena rueda", siempre se marcha mucho mejor.  
El primer avituallamiento, que todos conocemos por "el del caldo con pelotas" constituye uno de los más esperados porque después del prolongado y exigente esfuerzo del primer tramo, los motores ya necesitan un reajuste y recomposición de fuerzas, y añadirle algo de aceite al que tiende al desgaste. Se realiza en el bonito paraje de las Talas del Nevazo, en el camino en dirección al Cortijo de Nevazo de Arriba. Aquí hacía el típico helor y brisilla del amanecer, que se fue acrecentando con el enfriamiento del sudor, algo atemperado, bien es cierto, con el rico caldo caliente que estaba delicioso y entraba dabuten. Yo me zampé dos vasos con su correspondiente albóndiga, aunque me apresuré a cambiarme de camiseta y prenda de abrigo porque me estaba quedando más tieso que la mojama. Yo aguanto el frío que me echen, más que el calor, pero lo que me matan son los parones. Y este año fueron algunos, en mi modesta opinión, demasiado dilatados en el tiempo. 
Aquí algunos colaboradores y miembros de la organización, entre ellos, Jose María, alias Joliver, a la izquierda, y Alfonso, en el centro, uno de los pioneros de esta clásica entre las clásicas, el fundador y organizador de esta veterana travesía, que va por su XXIII edición.
Los rollos también estaban muy ricos.
Después de tan reconfortante avituallamiento, y sin apenas tiempo para la digestión, hemos de salvar las duras rampas que existen entre El Reventón y la Cueva Negra. A partir de aquí es cuando me decido a sacar la cámara de la mochila.
Observo a montañeros con mucho peso en sus mochilas. ¡Y me quejo yo de la mía...!La subida hacia las inmediaciones del Reventón, 1388msnm, donde se halla la garita forestal, se las trae, se hace dura de pelar. ¡Menos mal que estoy asimilando bien el sabroso caldo, las pelotas y otras vituallas! 
El recién dejado atrás Cerro del Buitre.
Últimos metros antes de coronar e iniciar la tendida bajada hacia la bonita Tala del Pelón de Ortega. 
Soplaba bastante viento y gélido biruji que cortaba el cutis. Pero yo protegido con mi gorra ciclista de invierno, de los noventa, aguantaba bien el envite.
Este tramo, que el año pasado se hizo en subida, es muy bonito, con amplias y despejadas vistas hacia poniente. 
Aquí con Fernando, en una de las paradas para reagrupamiento del personal.
Transitando por pista entre los Cortijos Casa Nueva y De la Santa, en dirección a El Robledo y Benamor. A nuestra izquierda, la Sierra del Pajarejo. Bonitos parajes moratalleros.
El Buitre, a la izquierda de la imagen.
En el modo "atraviesa campos" en dirección al avituallamiento líquido del Cortijo de la Canaleja, después de cruzar la carretera RM703, de Moratalla a Campo de San Juan.
Después de un nuevo receso en el Cortijo de la Canaleja, en el que no sabes si ponerte o quitarte ropa, nos toca ahora, atacar las duras rampas de la Sierra de los Álamos, hasta coronar un punto de su alargada cresta, a la altura del Portillo de la Zorra.
Arribando al Portillo de la zorra, con bonitas vistas hacia el noreste. Aquí alguien comentó algo que me hizo gracia. Había llegado algo rezagada a este nuevo reagrupamiento y ya estaba uno de los guías avisando que ahora la bajada que habíamos de afrontar, tenía su miga, que no era peligrosa pero sí susceptible de escurrimiento por lo perpendicular, pedregoso y bastante áspero del terreno. Decía la compañera de fatigas: ¡mira que me revientan los descansos "del hijoputa"! Venía a decir, que los primeros esperaban veinte minutos o más a la reanudación de la caminata, mientras los últimos si acaso cinco minutos que ni tiempo tenían para mear. 
Aquí con Isabel, otra ceheginera valiente y más dura que el vinagre.
Aquí también con Fernando y Cristian.
La escarpada empero bonita bajada en umbría, finalmente no es para tanto, porque tenemos a nuestra disposición a muchos jóvenes pinos y encinas donde aferrarnos. Tras superar la umbría de los Guerreros, llegamos a la pista de Juan Corrales, donde se halla el avituallamiento principal de los bocadillos, que este año, " no eran calientes". Es que lo del año pasado fue todo un puntazo excepcional, difícil de reeditar. Ya me imagino la infraestructura, personal y despliegue de medios que fueron necesarios para llevarlo a la práctica. Aún así, el de este año, también fue espectacular y muy bien surtido. Se podía repetir de todo, incluso de bocadillos de varias clases de fiambres, atún, tortilla, cerveza y postres riquísimos Reina. A la Adenow, en cuanto a avituallamiento, intendencia y organización de todo el cotarro se refiere, incluido el recorrido, no hay quien les eche la pata. Aunque me comentaría un miembro de la organización, que cada año que pasa, se tropiezan con más trabas e imponderables que salvar. No cabe duda, que todavía se puede llevar a cabo, por el tesón y la disposición decidida y desinteresada de sus colaboradores. 
Este es el menda, preparando su roal para el condumio.
Una alegre adenowiana, poco antes de reanudar la marcha. 
Foto de grupo, y ya estamos de nuevo en camino.
Este tramo que discurre por la umbría de los Gorros, me pareció especialmente bonito e inédito para mí. Pero no lo capturé con la cámara porque andaba inmerso en agradable cháchara con algunos de mis compañeros de travesía. Lo tengo que repetir un día de estos. Sobre todo el trecho que existe entre el lugar donde nos comimos el bocata y la Casa del Fresne y el Cortijo de Somogil. 
A la altura del Cortijo de Somogil, vadeamos el río Alhárabe. Un poquito más arriba, ha vertido sus agua a él, el arroyo de Hondares, que precisamente este año, he recorrido sus adyacentes bonitos parajes, en varias ocasiones, solo o acompañado, visitando entre otros lugares, las bonitas pozas de Hondares, Poza de las Tortugas y La Sima. Por ello conozco sobradamente, la descompuesta, fracturada y empinada pista, que tras superar el Sondeo Baños de Somogil, ahora hemos de afrontar, bajo un calor abrumador. El camino, un cuestarrón de padre y muy señor mío, discurre en paralelo al mencionado arroyo, que nos queda por abajo y a nuestra izquierda, a contracorriente del sentido que llevamos. 
Nos desviamos a nuestra derecha de la pista, siguiendo en vertiginosa subida, un apenas insinuado sendero, que discurre por entre el Puntal de los Caracoles y la Loma Blanca. Al guía a veces, se le observa algo indeciso porque los mojones no están dispuestos, todo lo cerca el uno del otro, que debieran. Pero se nota que conoce la zona y la ha pateado en más de una ocasión. El calor y la calma chicha reinantes, al andar tan encajonados o embutidos en el barranco, hace el camino todavía más penoso y exigente por la falta de aire. Debe ser un sendero abierto ex profeso por la misma organización de la Adenow, que por supuesto, me es completamente inédito. Este tramo y sus condiciones ambientales, seguro que estarán pasando factura a más de uno. Como diría el Sanchinflas, tengo buenas sensaciones, he comido y digerido bien, así que, me hallo en toda mi salsa.
Hemos ascendido por entre esta frondosa quebrada, que ya miramos aliviados, desde cierta altura, hasta alcanzar las inmediaciones del collado Quintero y la carretera del Cordel de Hellín que conecta Benizar con El Sabinar, donde ya nos refrigera algo la brisa. Conozco bien esta carretera, y sobre todo sus trepidantes rampas, por la cicloturista que se celebra todos los años en Moratalla, cuyo uno de sus más exigentes tramos, pasa por aquí, nada más salir de Benizar hacia Zaén de Arriba y Los Cantos. 
Transitando a paso ligero por el collado Quintero, camino del último descanso y avituallamiento. Al fondo a la izquierda, en el plano medio superior, la inconfundible silueta de la Molata de charán.
Aquí, en el último avituallamiento, muy generoso en cuanto a variopintas provisiones se refiere, estuvimos demasiado tiempo, habida cuenta que ya solo nos quedaba un pequeño tirón hasta meta. Al parecer, el último descenso hacia Benizar, tenía su complejidad, que no peligrosidad, y por ello nos llevaría su tiempo el sortearlo. La organización de la Adenow, siempre me ha parecido impecable, y más, si se tiene en cuenta, que el recorrido nunca es el mismo, y cambia de un año para el otro. El complejo despliegue de medios, tanto de personas como de vehículos y equipo, me parece encomiable. Ahora bien, los largos parones de esta edición, se podrían haber reducido un poquito, si se hubiera mantenido una menor distancia, entre la cabeza y la cola. A los que llegan con los primeros, les parece larga la espera y se enfrían, y a los últimos, corta e insuficiente, que apenas tienen tiempo de recuperar, repostar o evacuar. En fin, tras el último descanso y avituallamiento, reanudamos la marcha, enfilando el tramo final de la travesía, que todos andamos expectantes a ver qué nos depara. 
El camino en dirección Benizar, transita por la margen izquierda de la carretera "Cordel de Hellín".
En efecto, la bajada es bastante pronunciada, tiene estrechamientos y hay que hacerlo con mucho tiento y de uno en uno. De ahí el tiempo extra que aseguraban los guías debíamos emplear para franquear este corto pero escabroso tramo. Teníamos enfrente las ruinas del castillo de Benizar y desde luego, visto lo visto, me quedé con la copla y las ganas, de hacerle una visita más pormenorizada al paraje, que a la hora en que nosotros lo recorrimos, ya se hallaba envuelto en las sombras.
Las detenciones fueron frecuentes porque las angosturas solo permitían el paso de una persona.
El Capitán, parecía tener alguna dificultad para salvar este paso.
Allá abajo teníamos que llegar. Pero pasicos cortos y vista larga o despacico y buena letra, que ambas expresiones nos valen.
Por fin, nos reagrupamos a la altura de la Pilica del Fraile o La Fuente de Arriba, como también la he visto referida en algunas reseñas.
Y una vez llegados a la altura del Molino de Benizar, ya toca callejear, eso sí, a pijo sacao, hasta alcanzar a los 3 autobuses que nos aguardan, para trasladarnos de nuevo a nuestro punto de partida en Caravaca. Catorce horas de marcha, casi 36 kilómetros recorridos y un desnivel positivo de 2400 metros. Creo que nos habíamos ganado con creces el asueto y una opípara cena, que no se la saltara un gitano. Y para terminar esta crónica, un vídeo, que pretende recoger algunos de los momentos más interesantes, desde mi punto de vista, claro, que tuvieron lugar durante la larga travesía de la Adenow 2025, amenizada, por supuesto, con parte de "la musiquilla" que fui escuchando ese día y tantos otros, porque es la que me gusta. Que por cierto, está generada por IA, lo que abre ante mí, un universo infinito del tipo de música y sones que más ha logrado siempre tocarme la fibra, la creada e interpretada por negros. Porque de un tiempo a esta parte, es que no doy crédito ni abasto a las joyas musicales y de imágenes, que mediante inteligencia artificial, una sola persona es capaz de crear mediante programa IA y un ordenador. ¡Qué baladas, qué duetos, qué ritmos, qué voces, ahhh, pa morirse! En fin, ya he dejado dicho por aquí, en más de una ocasión, que si por algo deseo, sin llegar a resultar una carga, alcanzar los 120 años o más, es por ser testigo de los apasionantes avances tecnológicos (o quien sabe si a la larga, se acabarían convirtiendo en retrocesos, caos, barbarie y exterminio), que habrán de acontecerle a la humanidad. 
En fin, que me voy por los cerros de Benizar. 
Y con esto y unas torrijas de Bullas...
¡Hasta la Falcotrail que viene si dios quiere!
¡HASTA LA PRÓXIMA!

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