Aparte del día que dedicara a realizar la ruta de los Picos de Urbión,
también nos dimos un rápido garbeo por otros lugares próximos adonde
estábamos alojados, esto es, Molinos de Duero, que creo merecen dejarlos
registrados en este humilde blog. Me hallo en un estratégico mirador,
encaramado a 1329 metros de altitud, desde el que se puede obtener una
amplia panorámica de todo el entorno que me rodea. Es el Pico del Águila,
encuadrado dentro de la sierra de la Umbría. Desde esta atalaya podemos
otear las poblaciones, en primer término de Salduero y más al fondo,
Molinos de Duero, como se puede advertir, muy próximos el uno del otro,
apenas a un kilómetro de distancia.
Salduero y su Puente de las Carretas
Molinos de Duero
Este es el embalse de Cuerda del Pozo, que los lugareños también conocen
por el de Muedra, por ser la población que quedó sumergida tras su
inauguración, en el curso del río Duero, término municipal de Vinuesa, en la
provincia de Soria. Constituye junto al de Los Rábanos, uno de los dos
pantanos que regulan el Duero en su cabecera.
Es precisamente este embalse, uno de los más notables atractivos
turísticos con que cuenta este rincón de España. No tuve tiempo de visitar
su presa, y otros alrededores, aunque sí pude constatar que estos resultan
ideales para la práctica de numerosos deportes, incluyendo los acuáticos,
que tienen su principal exponente en el denominado paraje de Playa Pita,
la playa oficial y más emblemática de los sorianos. Circunvalada de
altísimos pinos y algunas estratégicas zonas recreativas, el windsurf,
piragüismo, la pesca y vela, por descontado el baño, son algunas de las
actividades turísticas que permite este embalse, que cuenta con una presa
de muy poca altura en relación con la cantidad de agua que
alberga.
La presa de La Cuerda del Pozo tiene una inusual altura de 36 m y
una longitud de 425 m. Sin embargo, su capacidad de embalse, con 249
millones de metros cúbicos, lo sitúan entre los seis más grandes de todos
los que el Estado ha construido en esta cuenca hidrográfica.
Este pantano regula el Duero, abastece de agua potable a Soria y
parcialmente a Valladolid, y sirve para regar 26 000 hectáreas hasta su
confluencia con el río Pisuerga.
Molinos, situado en las puertas del valle por el que desciende el Duero,
fue el más importante enclave de carretera del país. El municipio, a
mediados del siglo VXIII, contaba con un parque de 876 carretas, y de ellas,
tiraban una cabaña de 2630 bueyes. De ese espléndido pasado, quedaron en la
villa una buena muestra de arquitectura pinariega en piedra.
La garita de vigilancia avisa incendios del Pico del Águila.
Este es el río Duero, a su paso por Salduero. Como ya decía en la entrada
bloguera dedicada a los Picos de Urbión, el apenas hilillo de agua que surge
en su nacimiento, no revela o augura el importante caudal in
crescendo, que irá adquiriendo apenas unos kilómetros más abajo. Consultada la
cartografía, compruebo que se produce por recoger las aguas de los ríos
Triguera, Remonicio, Revinuesa, de la Ojeda, etc, y otras aguas
tributarias como las de los arroyos Covagrande, Perondillo, de la Nava, la
Paúl, Arroyo Frío, de la Yedra, de la Tejera, de los Tolmos, Mojón, de la
Poveda, etc. Toda esta margen izquierda del río Duero, de donde procede el
grueso de su caudal, a su paso por Salduero y Molinos de Duero, y ya no
digamos de la cercana Vinuesa y otros arroyos que vierten sus aguas en el
embalse, seguro que esconden bonitos parajes para la exploración y el
disfrute. En fin, a ver si en un futuro no muy lejano, tenemos oportunidad
de conocer algunos de ellos.
Salduero, enclave tranquilo y apacible en verano, y según el decir de los
lugareños, la mayoría ya jubilados, cuasi inhabitado en invierno. Por lo
comprobado por mí mismo, el patrón del tipo de visitantes que más prolifera
por aquí, suele ser el familiar, esto es, cuarentones con críos pequeños,
diversos grupos, de todas las edades, congregados para la actividad
deportiva, ya sea la senderista montañera, ciclista, motera, en sus
diferentes variantes, y personas jubiladas o medio pensionistas. El ambiente
que se observa por aquí me pareció de lo más sano y tranquilo, sobre todo
por las noches, en las antípodas de ese otro (sol y playa), mucho más
bullicioso y ruidoso que se vive en los emplazamientos de costa.
El Puente de las Carretas
Salduero es un lugar ideal para desconectar del mundanal ruido.
Por la margen izquierda del río, existe una preciosa calzada romana que
conecta las villas de Molinos y Salduero, y desde esta última, por la margen
derecha con Vinuesa. No tuve tiempo de recorrerla entera pero es una
actividad que dejo pendiente para una próxima ocasión.
La Fuente de Molinos, ubicada en la plaza del Ayuntamiento. La de
Almaciles todavía me sigue pareciendo mejor. Debe ser porque mi gaznate ya
se encuentra muy acostumbrado a esa agua, de momento para mí,
incomparable.
Enclavada entre pinares y muy próxima a una playa de agua dulce, la
localidad soriana de Molinos de Duero se convierte durante el verano en un
oasis para pasar unas vacaciones en una zona privilegiada y rodeada de
naturaleza, que cada vez atrae a más visitantes. Por estas fechas, el
pueblo cuenta con más de 250 plazas para turistas, mientras que la
población censada apenas llega a 180 habitantes.
Frente a los duros inviernos, la buena temperatura de los meses de
verano hace que la demanda se dispare en esta época en viviendas de uso
turístico, hoteles, hostales y casas rurales. "El mes de agosto puede
estar a un 90% de ocupación".
La tradición de los veraneantes se remonta a hace ya décadas en la
localidad, donde era habitual alquilar casas para la época estival. A
mediados de los noventa empezaron a abrir los primeros alojamientos
rurales y, ahora mismo, son uno de los principales motores económicos de
un pueblo en el que también abundan las segundas residencias.
Además de ancianos jubilados, también varios ganaderos, una familia
que regenta una pequeña fábrica, una panadería que permanece abierta
todo el año y una pequeña tienda, además de dos restaurantes. El resto
de los vecinos se dedican principalmente a las labores propias del
pinar que, en tiempos, suponía el principal sustento para una
localidad situada a treinta kilómetros escasos de Soria capital.
Ahora, "la gente joven de aquí tiene que emigrar porque hay mucho
trabajo, pero muy estacional". Sin cajero automático, el pueblo
también se sigue viendo acuciado por problemas habituales de la España
vaciada como la falta de cobertura telefónica y de señal de
televisión.
Si la temporada de setas es buena, los alojamientos consiguen alargar
su negocio unas semanas más. Y, después, llega el crudo invierno. Por
entonces, "la gente mayor tiene muy poco que hacer en el pueblo porque
se pierde la movilidad con el frío y con la nieve".
"El invierno se hace muy largo. Desde finales de diciembre hasta
marzo-abril, no hay un alma". No en vano, el 80% de las plazas que
hay en verano se cierran.
FUENTE 


Por estos lares también es típico celebrar la
Pingada del Mayo, a principios del mes de Mayo, una
tradición arraigada en la zona de pinares en la que los mozos del pueblo
traen hasta la plaza un altísimo pino para después elevarlo con las
ayudas de las tijeras de madera y las sogas hasta conseguir mantener
erguido el pino que permanecerá en el enclave durante todo el mes de
mayo. He aquí la última "pingada" celebrada para hacerse una idea de la
referida tradición que congrega a gentes del pueblo, toda suerte de
foráneos y de otros alrededores.
El embalse de La Muedra, al atardecer.
Como resulta obvio, no podíamos regresar a casa sin al menos, emplear una de las jornadas en darnos un garbeo por la capital de la provincia, esto es, Soria. Lo primero que visitamos fue la emblemática e imperdible Ermita de San Saturio, de 1268. Lugar de importante bagaje histórico, cultural, se encuentra ubicada en enclave natural, espectacular. Desde luego que el paseo de dos kilómetros, en progresiva subida, hasta alcanzar la ermita, mereció la pena. La entrada es gratuita y al llegar, una persona alojada en una garita, hace las veces de cicerone y te informa a grandes rasgos de la distribución y niveles que conforman la ermita, construida sobre una cueva, y por dónde encontrarás la salida, sin posibilidad de pérdida, una vez concluyas la visita.
Al inicio del paseo, tenemos que sobrepasar la antigua iglesia del monasterio templario de San Polo, único resto conservado del mismo. En la actualidad es de propiedad particular, convertida en vivienda y rodeada de bonitos jardines que causan la admiración de propios y extraños.
El trasiego por el paseo de los Enamorados, de turistas y senderistas que nos vamos entrecruzando es constante. Desde San Polo, son algo más de dos kilómetros los que hay que recorrer hasta llegar a San Saturio, bordeando el Duero, por una pista asfaltada que pica hacia arriba, jalonada por esos árboles a los que se refería Antonio Machado en unos versos que aparecen en una lápida ubicada al final del recorrido: "Estos chopos del río que acompañan, con el sonido de sus hojas secas, el son del agua cuando el viento sopla, tienen en sus cortezas grabadas iniciales que son nombres de enamorados, cifras que son fechas".
En la otra margen del río, existe también un bonito paseo con jardines, que termina en un aparcamiento para autocaravanas, junto al cual se puede cruzar a San Saturio por una pasarela. El pulular de andarines, de todas las edades, que deben realizar un delicioso y típico circuito senderista alrededor de la ermita, iba in crescendo, a medida que avanzaba la mañana.
La ubicación de la ermita puede sorprender por encontrarse excavada en la roca, por el interior de la cual se accede a la parte superior, la del santuario propiamente dicho. A la entrada de la cueva, puede observarse un vitral o vidriera que representa a San Saturio, patrón de Soria, un santo eremita visigodo que, según la tradición, vivió en la cueva, donde recibió la visita del joven San Prudencio, que le solicitó vivir con él, para hacerle de maestro.
Esta imagen, al darte de sopetón con ella, y sobre todo porque lo ilumina una luz muy tenue, puede sorprender y provocarte un susto porque parece la de un santón real, que estuviera vivo. Se trata de San Miguel, que durante muchos años estuvo enterrado en la cueva, hasta que sus restos fueron trasladados a un nivel más arriba, ya en la ermita edificada sobre la roca. Para el cuidado y mantenimiento de esta, siempre hubo un ermitaño que residía allí donde ahora se han recreado las instalaciones de las que disponían, siendo los encargados de recaudar limosnas para el sostenimiento del templo y su propio sustento.
La visita, además del interés propio del monumento, representa una toma de contacto o aproximación a la poesía de Machado. En otra placa, difuminada y apenas legible, se representan varios versos de su magna obra, Campos de Soria, donde se menciona este sin igual enclave:
"HE VUELTO A VER LOS ÁLAMOS DORADOS".
He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio:
tras las murallas viejas
de Soria -barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra-.
Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña;
alamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!
Fotografías tomadas desde la pasarela.
Otro de los lugares que nos acercamos a visitar, después de San Saturio fueron los célebres Arcos, ubicados en el monasterio de San Juan de Duero. En sus inmediaciones y en un apacible parque, cercano a la ribera del río, se halla Gustavo Adolfo Bécquer.
La originalidad del Monasterio de San Juan de Duero lo convierte en una de las joyas del románico español más reconocidas y representativas, que lo hacen único en España.
Declarado monumento nacional en agosto de 1882, destaca por su impresionante claustro, que conserva una colección de estilos en su ejecución de lo más sorprendente. Románico, mudéjar, árabe se dan la mano en sus arcos, sumando a su belleza la singularidad de ser diferentes entre sí.
Del monasterio de San Juan de Duero, nos trasladamos a la ciudad, propiamente dicha, para darnos un garbeo por sus calles y visitar de paso, algún que otro edificio emblemático, entre otros, el palacio de los Conde de Gómara, en la actualidad, propiedad del consistorio, dedicado a albergar el Palacio de Justicia de Soria (Audiencia Provincial). El edificio sorprende por su magnificencia. Es del siglo XVI y destaca su larga fachada llena de ventanales con arcos de medio punto y la gran torre en una de las esquinas.
Palacio costeado en el siglo XVI por Francisco López del Río, rico ganadero que logró, comprando cargos honoríficos, introducirse en la nobleza local. Uno de sus sucesores, Luis de Salcedo y Arbizu, fue honrado con el título de conde de Gómara por Carlos II y a partir de entonces, el edificio se conoció con ese nombre. Tuvo otras funciones como cine o sede de la OJE siendo actualmente Palacio de Justicia.
La enorme fachada de líneas puras no está completa según la idea original según la cual iba a ser mucho mayor. En la parte izquierda destacan los ventanales coronados por frontones herrerianos y la portada, con el escudo del propietario sostenido por dos maceros. La parte derecha, más dinámica, tiene en la planta primera una galería corrida con 12 columnas de estilo toscano y en la planta alta, 24 columnas de estilo jónico. La torre es muy robusta, con planta cuadrada, grandes ventanales y coronada con acróteras. En el interior se conserva un patio interior, típicamente castellano, que articula el resto de estancias, con doble piso.
Cuenta la tradición que el torso de la mujer asomada a una ventana que aparece en la portada sobre el escudo de la familia es en realidad el retrato de la condesa, esculpida como venganza de su marido por el supuesto gusto de ella a las rondas.
Emblemática Fuente de los Leones, regalo de Carlos IV a la ciudad, ubicada en la plaza Mayor, también conocida de los sorianos como la del Ayuntamiento.
Bonito y vetusto edificio del siglo XVII, muy reformado, donde lo que más destaca es su fachada y su zona aporticada. Antigua sede de los doce linajes, según se cuenta, sede de las 12 familias que repoblaron Soria.
Frente al ayuntamiento, se encuentra la figura de Leonor Izquierdo (Almenar de Soria, 12 de junio de 1894-Soria, 1 de agosto de 1912), hija de un sargento de la Guardia Civil, fue esposa y musa del célebre poeta Antonio Machado. Tenía apenas 15 años cuando se casaron y el poeta, 34. Contrajeron matrimonio en 1909, falleciendo de tuberculosis, tres años después, siendo enterrada en el cementerio del Espino de Soria.
¡Poco de la vida pudo disfrutar la pobre!
El poeta, que tras su muerte abandonó la capital soriana, le pediría a un amigo un año más tarde, que visitase su tumba con estos versos inmortales:
Con los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul sube al Espino,
al alto Espino donde está su tierra.
En la imagen inferior, una simpática turista que pasaba por allí.
La poco afortunada bella Eleonor, en fotografía retrospectiva, posando en solitario y junto a su eximio esposo.
He 👇 su interesante historia:
Antonio Machado es uno de los poetas españoles más famosos de la historia. En 1907 Machado se traslada a Soria como profesor de lengua francesa. En la pensión donde se instala hay una niña de 13 años. Machado se enamora a primera vista e inician la relación. Dos años después se casan. La novia tenía 15 años. El poeta 34. Pese a la diferencia de edad fue un matrimonio muy feliz.
En diciembre de 1907, al cerrarse la pensión de Soria en la que vivía Machado, los huéspedes se trasladaron a un nuevo establecimiento En la pensión, regida por un sargento de la Guardia Civil jubilado, el poeta conoció a Leonor Izquierdo, la hija mayor, una niña de trece años. Machado se enamoró de forma intensa.
La vida de Machado en Soria era muy tranquila. Tan sólo tenía dos clases, por lo que disponía de tiempo suficiente para dedicarse a contemplar la naturaleza y pasear. Le encantaba hacerlo entre San Polo y San Saturio, cuyo paisaje se convertiría en fuente de inspiración para su obra Campos de Castilla. Por allí también paseaba Leonor, a la que se encontraba de vez en cuando y seguía a distancia. Ella era consciente del amor del poeta.
Leonor tenía otro pretendiente, un chico barbero de profesión. Cuando el poeta se entera de esto, muy celoso, decide revelarle sus sentimientos dejándole, como olvidado en una mesa, un fragmento de su poesía: “Ay, si la niña que yo quiero prefiriera casarse con el mocito barbero”
Ella, sin dudarlo, se da por aludida y le confiesa también su amor. Una vez destapados los sentimientos de ambos, comienzan su relación a pesar de la diferencia de edad y de cultura.
Cuando Machado tuvo la certeza de que su amor era correspondido acordó el compromiso con la madre de Leonor. Había pasado poco más de un año, y los novios aún tuvieron que esperar otro hasta que ella alcanzase la edad legal para casarse que entonces eran 15 años. En julio de 1909 se celebró la ceremonia en la iglesia de Santa María la Mayor de Soria. Hacía un mes que Leonor había cumplido los quince y el poeta tenía treinta y cuatro.
Asisten a la boda el claustro completo de profesores, familia y numerosos amigos. A la salida ya de camino a la casa, acuden algunos jóvenes alborotando la calle y les increpan con burlas alusivas a la diferencia de edad entre ambos. El poeta recordará después estos momentos calificándolos de un «verdadero suplicio”. La pareja sale de viaje de novios por España, En un mes visitaron Zaragoza, Pamplona, San Sebastián y Madrid.
Contra todo pronóstico, el matrimonio fue modelo de entendimiento y felicidad. Así lo han referido todos los testigos de esta parte de la vida de Antonio Machado.
En Soria, el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, siempre vivo en el poeta, le llevó a emprender una serie de excursiones por la sierra de Urbión y sus pinares, hasta las fuentes del río Duero y la laguna Negra, escenario trágico de La tierra de Alvargonzález, el más largo poema de Machado. Leonor siempre le acompañaba.
En diciembre de 1910, Leonor y Antonio viajaron a París, con una beca concedida al poeta para perfeccionar sus conocimientos de francés durante un año. En los seis primeros meses, la pareja viajó por Francia, visitó los museos e intimaron con Rubén Darío y Francisca Sánchez, su compañera.
En julio de 1911, cuando el matrimonio iba a partir hacia la Bretaña francesa de vacaciones, Leonor sufrió una hemoptisis y tuvo que ser ingresada. Los médicos, impotentes en aquella época contra la tuberculosis, recomendaron el regreso al aire sano de Soria. Una engañosa mejoría dio paso a un fulminante final, falleciendo el 1 de agosto de 1912.
Machado abandonó Soria y cayó en una profunda depresión de la que tardó siete años en recuperarse. Siempre recordó el periodo con Leonor como el más feliz de su vida. ”Si la felicidad es algo posible y real –lo que a veces pienso– yo la identifico mentalmente con los años de mi vida en Soria y con el amor de mi mujer”.
La Iglesia de Santo Domingo de Soria es una de las joyas del románico español. Se creé que se construyó a finales del siglo XII, aunque poco queda de la iglesia original más allá de la torre. Lo que más destaca de esta iglesia es su impresionante rosetón de la fachada. La portada principal de esta iglesia es conocida como la Biblia de Piedra por representar sus arquivoltas parte de la historia sagrada.
Y aunque nos dejamos algunos lugares sin visitar, dado el calor que ya comenzaba a apretar y el pulular de turistas por doquier, que a mí por lo menos, me comenzaba a agobiar un poco, tras agradable pausa y cervecita fresca, en una terraza de los muchos bares que existen en esta transitada calle de Soria, dimos por finiquitada y muy satisfactoria, nuestra visita a la ciudad numantina, que como dice su eslogan turístico, "ni te la imaginas"; por ello, es más que probable, y parafraseando al célebre general americano, Douglas MacArthur, que si dios quiere:
¡VOLVAMOS POR AQUÍ!
¡HASTA LA PRÓXIMA!
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