Metidos ya en el amplio cauce de la Rambla Mayor, seguimos disfrutando de unos singulares parajes, que en temporadas largas de sequía y verano, adoptan o sugieren la idea de un inhóspito secarral.
Pero claro, en estos lluviosos días del mes de mayo de 2025, no es el caso, como bien se ve.
A partir de cierto punto, hemos de salirnos de la rambla por un cuele a nuestra derecha, que mis varias tentativas me costó desentrañar. Si no vas atento al track, es posible que te pases de largo. Se trata de una pequeña torrentera que desemboca en la rambla, por cuyo cauce andaremos unos metros para salirnos al poco a nuestra derecha, atacando en subida "Las Jarosas" más contiguas a la Rambla Mayor. Ya expliqué en su día que la idea era conectar con una antigua pista que existe más arriba, que coge la dirección que nos interesa hacia "Las Salinas". Con las últimas torrenciales lluvias ergo corrimientos de tierra, no las tenía todas conmigo de que este tramo aún permaneciera realizable, pero sí, continua intacto. Después de alcanzar una coqueta cresta entre ramblizos, con vistas despejadas en derredor, iremos atravesando en subida, tornasolados barrancos, con visos de precipicios, que sobre todo los que quedan a nuestra izquierda, han llamado siempre, muy poderosamente mi atención. Por estas quebradas, en momentos de lluvias torrenciales, tiene que causar verdadero pavor, ver bajar el agua hacia la Rambla Mayor. Proceden de un paraje que la cartografía denomina "Las Cumbres".
Hemos alcanzando la pista por fin, y ahora, todavía subiendo, cogemos a la izquierda en dirección a "Las Salinas". Entre este paraje y otro que se denomina "Las Laborcicas", nos vamos a encontrar con una soberana y bellísima carrasca, que en esta ocasión he decidido visitar, pues en todas las anteriores, la soslayaba a distancia por la derecha. Aunque el track no contempla el paso a la altura de tan vetusta criatura, aconsejo desviarse, siguiendo los pequeños taludes entre bancales, para alcanzarla. Digo esto porque en otras ocasiones, puede que te encuentres las parcelas sembradas de trigo, centeno, avena o cebada. La majestuosa encina, merece una visita obligada, pues las dimensiones de su tronco, una parte de él, medio hueco, nos despertará no poco asombro.
Vamos a evitar siempre, pisar el sembrado, caminando por los extremos de los bancales, caminando, ora por una pista, ora por una senda, entre "Las Solanas de Mancheño" y "El Carrizalejo".
Aunque los escombros y ruinas de Mancheño, quedan ya muy mimetizados con el paisaje de su entorno, si te fijas bien, aún se pueden distinguir los muros de algunas casas, que todavía resisten en pie.
Pero no por mucho tiempo.
Después de salvar varios ramales del Barranco de las Salinas, por fin alcanzamos Mancheño, que cada vez encuentro más y más derruido. Uno de mis alicientes en la ruta de hoy, es comprobar si el que fuera el alcalde de Mancheño, aún resiste el polvo del olvido. Pero es duro el tío, vaya que sí, pues aunque por efecto de la erosión, ya tiene partes del rostro un tanto desfiguradas, sus facciones aún resultan bastante reconocibles. Descubro con pesar, en la ya enlazada entrada bloguera de hace cuatro años, a propósito de este mismo recorrido, que unos vídeos de YouTube que tuve a bien compartir entonces, han desaparecido. Estos registraban a una buena mujer, nacida en Mancheño, que acompañada de su hijo, refería in situ, según paseaban por aquí, anécdotas acontecidas en este lugar, recitando de memoria, coplillas y chascarrillos aprendidos de cuando era cría. Mencionaba también a carismáticos vecinos, explicando en el vídeo, que en la tarde de nochebuena, era costumbre local y de los alrededores, que los zagales, acompañados de algunos adultos con instrumentos musicales, pasaran por todas las casas, cantando y tocando villancicos. Una de las visitas obligadas, como era de prever, era detenerse en la casa del alcalde. La esposa de este, que era muy buena y servicial, les sacaba una bandeja bien surtida de diferentes dulces, peladillas, mantecados, toñas y turrones, y para los adultos, algunos licores, que los críos y los no tan críos, celebraban muchísimo porque solía ser la más variada y apetitosa de entre toda la gama de chucherías y golosinas con que les obsequiaban los mancheños. En fin, es una pena, que el autor haya retirado testimonio tan valioso y emotivo como me pareció en su momento aquel.
Y hablando de lugares emotivos, te aconsejo amable visitante, si sientes curiosidad por este pueblo, no ya solo abandonado, sino hoy en día, palmariamente desolado, que te pases por LOS PUEBLOS DESHABITADOS, del insigne autor, Faustino Calderón. En la web, podrás leer una inestimable crónica al respecto de lo que fue la vida en Mancheño, en su época de mayor esplendor, allá entre los años 40 y 50 del siglo pasado, hasta su definitivo declive y abandono en el año 75 (no como digo yo en el vídeo, en los 80), cuando se marcharon los últimos habitantes que quedaban en el pueblo, tras una nevada impresionante que los tuvo incomunicados durante varios días. Por demás, hay testimonios de algunos de sus habitantes y descendientes de estos, en la sección de comentarios, que todavía cuando los leo me resultan de lo más conmovedores y entrañables, y como es una entrada de 2010 (¡de hace quince años!), se podrá comprobar que aún permanecían gran parte de las casas en pie, y la cara del alcalde, reconocible e inmaculadamente blanca y todavía indemne. En fin...tiempo y olvido que todo lo aniquila. Lo que siempre constatamos, dicho sea de paso, cuando tantas veces hemos observado en este y otros lugares, el inexorable proceso del declive y la paulatina destrucción.
Abandonamos lo que queda de Mancheño, y por una pista recién trajillada y en subida, caminando un trecho en paralelo al denominado, "Cordel de Bugéjar a Alcoluche", desembocamos en el camino que conecta La Capellanía con el collado de las Jarosas. Cogemos para la izquierda en dirección a la primera.
Calar de Manrubio
Mientras nos vamos acercando a La Capellanía, obtenemos también, estas panorámicas hacia la ermita de los Poyos de Celda y su castillo. Recordemos, que hasta el siglo XVIII, por lo leído, aún se conservaban relativamente intactas, bastantes de las partes y estancias del castillo, pero como servían de refugio para muchos de los bandidos que frecuentaban estos contornos, las autoridades de entonces, tuvieron por conveniente, fastidiarles las guaridas y destruirlas.
Paisaje cautivador, el que conforman el Cerro del Castillo, la ermita de los Poyos de Celda, La Capellanía y sus huertos y Loma Macea, teniendo como telón de fondo la inconfundible silueta de la Sierra del Carro.
Loma Macea
La ermita de Los Poyos de Celda, que rinde culto a San Isidro Labrador.
Desde el 2022, las pedanías altas de Caravaca de la Cruz vienen recuperando una tradición festiva, religiosa y cultural que había dejado de celebrarse en el siglo pasado. Se trata de la Romería a la Ermita de Los Poyos de Celda, en La Capellanía, de San Isidro Labrador, patrón de los agricultores. Durante la peregrinación, la imagen de la virgen de Fátima sale de El Moralejo en dirección a Torre Girón donde se encuentra con la virgen de la Purísima de Los Royos, para tras un breve descanso, donde recuperar fuerzas, dirigirse acto seguido después hacia La Capellanía y la ermita de San Isidro Labrador. Ni qué decir tiene, que el "encuentro" de las tres imágenes resulta de lo más emotivo y festivo para sus devotos feligreses. A continuación, unas fotos del medio "La Opinión", donde se ilustra y describe el entrañable acontecimiento.
Tras esta pequeña digresión en mi relato (aunque quizá no tanto), afrontamos ahora el tramo final de nuestro recorrido, el que discurre entre La Capellanía y Retamalejo. Voy intentando seguir un difuminado, y a ratos, interrumpido sendero, distancia que los habitantes de Retamalejo, antes de abandonarlo definitivamente, recorrieron con frecuencia para asistir a la misa que se oficiaba en la ermita de los Poyos de Celda, los domingos y fiestas de guardar, para de paso, abastecerse del agua de su cercana fuente, que ya por entonces, tenía el prestigio de ser la mejor de aquellos contornos.
Los árboles de inmenso porte que existen en la Fuente de la Capellanía.
FINAL DEL SEGUNDO CAPÍTULO
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