El recorrido senderista, que tengo a bien ilustrar a continuación, fue realizado hace unos días junto a mis amigos Anabel y Fernando y discurrió por la sierra del Burete más meridional, la que linda con el término municipal de Lorca, a la altura del paraje, que todos los lugareños conocemos como La Peñica del Viento. Durante esta actividad senderista, obtendremos despejadas vistas hacia el inmediato Campo Coy y más en lontananza, hacia los distintos cerros que existen entre las pedanías lorquinas de La Paca, Coy y Doña Inés. En algunos puntos de este itinerario, también divisaremos las pedanías caravaqueñas de La Encarnación, Singla, Caneja, Barranda y la misma villa de Caravaca, etc, entre otros puntos que quedan visualmente al margen de los senderos habituales y más frecuentados de Burete.
Esta ruta asaltalindes, fue pergeñada tiempo ha, con motivo de las primeras ediciones de la Falcotrail, en que perseguía redondear un recorrido en torno a los 50 kilómetros, con un desnivel que sobrepasara los tresmil metros. No en vano, este que hicimos el otro día, en apenas doce kilómetros y medio, ya sobrepasa los 900 metros, cerquita de la actual media distancia (22km, 1270m) de la Falcotrail.
Y descubrí estos parajes y puntos de conexión entre cerros, porque en mi mente más calenturienta, albergaba la idea de diseñar un recorrido al estilo de los 101 kilómetros de Ronda, pero en versión ceheginera, esto es, los ciento y pico kilómetros de Begastri. Una prueba de lo más jodía que pasara holgadamente los cinco mil quinientos metros de desnivel, donde muchos de los participantes tuvieran que retirarse sin conseguirlo, y que para aquellos que lo lograran, tanto fenómenos del trail como senderistas mediopensionistas y del montón, fuera considerada sanguinaria, inhumana y por tanto épica, solo al alcance de unos pocos elegidos. Por supuesto, se tenía que coronar el techo de Cehegín (Pico de Lavia, 1236m), cuyo engarce entre sectores ya tenía medio perfilado.
Por aquella época, cumplimos mi Viky y yo nuestro máximo récord, nunca después repetido, de completar 63 km de una sola tacada. Así acabamos los dos aquel día, molidos y para el arrastre, pero felices y contentos de haber sido capaces con nuestras humildes figuras de consumar tan portentosa hazaña. Bueno, ella seguramente acabaría de mí hasta el mismísimo rabo y las orejas. pero nada que no pudiera compensar y hacerle olvidar, con ración triple de jamón de York y una delicatessen de paté en lata que le entusiasmaba.
Por razones que ahora no vienen al caso, aquello se quedaría en agua de borrajas, pero no así este recorrido, que quedó para mi uso y disfrute, compartido a veces con amigos.
Pero de un tiempo a esta parte, y dados los últimos temporales que han sobrevenido en nuestras latitudes, con difuminado de senderos, corrimientos de tierra y pinos literalmente troceados obstaculizando su trayectoria, pues el recorrido, como digo, se ha hecho tan arduo y enmarañado, tan accidentado, que ya ni es tan disfrutón ni seductor como lo fuera antaño.
Perfil del recorrido.
Cuando quedé con mis amigos para reeditar este recorrido, no tenía pensado el ir haciendo fotografías, como me suele suceder cuando camino por los mil veces pateados senderos de Burete. Pero el paisaje ofrecido a lo lejos se mostraba tan rozagante y sugestivo que tuve que echar mano de esa cámara vieja del tiempo de los romanos que siempre llevo en la mochila para este tipo de situaciones y momentos inopinados. Aunque tuve que restringir y dosificar el número de disparos, más de lo que en mí suele ser habitual, porque solo disponía de dos baterías; una a la que apenas pude sacarle diez o doce instantáneas y la otra que por falta de uso, tampoco me duró mucho más. En fin, como diría mi padre, cuando no hay pan, buenas son las tortas...
Enfocando al paraje que conforman La Hoya Quemada, Peña del Viento, Los Pelados y Las Zorreras.
Al fondo, casi difuminado sobre el horizonte, entre el collado del Juego de Bolos, las pedanías de Singla, Caneja, Barranda, la cantera de Agrocava, Cerro Gordo, sierras de La Serreta y Mojantes.
Sierra de Las Cabras
La intrépida y tenaz Anabel
Abandonada cantera de mármol en una de las laderas del Cerro de las Cabras.
Mis compañeros de fatigas en aquella soleada mañana.
Sierra del Madroño, 1237m, montes de la Pinosa y El Gigante, 1493m.
Con Fernando...y Anabel.
Desde aquí divisamos también Peña María. Un día de estos habrá que volver por allí.
La ciudad santa de Caravaca, Cerro Gordo, El Buitre, el Nevazo, sierras del Cerezo y de La Muela, etc.
Cabezo Redondo, 999m y Cerro de La Paca, 1029m.
Después de haber sobrepasado la Peña del Viento y el barranco de la Hoya Quemada, enfilamos hacia la exigente cima, máxima cota que hoy alcanzaremos, sita en Mayar Alto, rozando los 1200 metros.
Anabel postureando con vistas hacia la cortijada de Ballesteros Viejos, El Maleconcillo, El Cabretón y Cabezo del Carretón.
Hacia Campo Coy.
Fernando, otro crack del Trail que se mueve por el monte como pez en el agua.
Enfocando hacia el bancal de Ballesteros, que pronto tendremos que atravesar, pero antes, nos queda una ardua bajada que afrontar y luego el peliagudo cauce del arroyo del Bancal de la Sierra, sembrado de pinos troceados que dificultaron mucho e hicieron penosa nuestra progresión. Pero despacico y buena letra, todo fue llevado a buen término.
Durante la espinosa bajada con denso follaje, procedentes de Mayar Alto.
Salvando algunos de los incontables escollos con que nos tropezamos durante nuestra evolución por la rambla del Bancal de la Sierra.
Atravesando el referido campo de labor, en la actualidad, en barbecho, denominado por la cartografía Campo de Ballesteros.
La emblemática Hoya de Don Gil, (que los cehegineros más antiguos, pronuncian HoyaOngil), donde tiene su nacimiento el arroyo de Burete, estos días, discurriendo más caudaloso que nunca, flanqueada la mencionada hoya por el Campanario y Collado Alto, ambas prominencias, incluidas dentro de parte del recorrido de la Falcotrail, en la distancia de Maratón (la modalidad Ultra, debutaría años después), ya desde su segunda edición hasta la 14ª de la actualidad.
La Sierra de las Cabras caravaqueña.
Sobrepasando la cuesta y camino del Reventón, cerro de las Fuentes, y breve descansillo, antes de afrontar la durísimas rampas de la pista que se introduce por las faldas de Casablanca y Peña del Viento.
Tomando un breve descanso y tentempié al lado de un puesto de caza, antes de afrontar las duras rampas que tenemos por delante, de las que ellos, probes ingenu😂s, todavía no saben nada.
¡Qué feliz se vive en la ignorancia!
A estas alturas de partido, y dado el empinado repecho a superar, el fuerte calor reinante nos comenzaba a hacer mella.
A esta apasionada y entusiasta montañera, inasequible al desaliento, a coraje y capacidad de sufrimiento no le gana nadie.
Cubriendo los últimos metros de este cuestarrón.
Alcanzada la cima de la Peña del Viento, 983m, ahora toca bajarla.
Anabel recortada entre Hoya Quemada y Casa Blanca del Puerto
Descenso técnico y algo deslizante. Mis Hoka Mafate Speed 4, casi de estreno, pues suponía esta ruta su segunda salida, no colmaron mis expectativas. Demasiado blandas ergo amortiguantes para mis rodillas y complexión física, y no tan adherentes como mis últimas Asics, cuya suela me cargué hace unos días, hallándose a mitad de uso, en el barranco del Canalón. Ahora hay mucho de marketing y materiales de chichinabo en las suelas, en pro de la reducción de peso, y poco de componentes resistentes al desgaste y la abrasión. Voy a tener que volver a las Merrell de treking.
El último tramo de monte, antes de alcanzar el coche, también se presentó muy escabroso por lo intrincado del ramaje y pinos abatidos diseminados por doquier. En todo el recorrido, el track que llevaba en el gps me resultó tan solo orientativo, ya que, los tramos en que alguna vez hubo un sendero, se habían volatilizado como por ensalmo o más bien por efecto de la devastación galopante que sufren nuestros montes, ya sea por la gota fría, la sequía o la propia fractura de los pinos dimanante de aquellas.
Pero bien está lo que bien acaba. Con esta última captura que pude cosechar, con mis compañeros de aventuras semi ocultos por la floresta, creo que echamos el finiquito definitivo a este recorrido, y por demás, ponemos punto y final a nuestra andanza senderista de esta ocasión, que ha transcurrido por Mayar Alto y otros parajes de la siempre sugestiva orografía ceheginera, que linda con el término municipal de Lorca. Y con esto y unas torrijas de Bullas...
¡HASTA LA PRÓXIMA!