A la sierra Mágina le tenía yo ganas desde hace años. Desde los puntos más elevados de Cazorla, Segura y las Villas, así como desde la sierra del Pozo e incluso la de Castril, oteando con los prismáticos, allí destacaba en la lejanía su pico más descollante, el del techo de Jaén. Pero una vez en casa, estudiaba una aproximación, y veía que la sierra quedaba en cadiós, lo que me terminaban por disuadir o desalentar, las tres horas y pico de conducción, que tenía que abordar, para llegar siquiera a sus inmediaciones. Que sí, que lo suyo, es alojarse la noche antes, en alguna de sus villas de los alrededores, pero eso ya precisa de una logística, que se escapa a mi costumbre de hacer recorridos, entre la ida y la vuelta, de una sola jornada, que me permitan siempre, dormir en mi cama, acompañado de mi insustituible almohada. Acomodado y güevón que es uno. ¡Qué se le va a hacer! ¡Nadie es perfecto! ¡Pero será por montañas, a un paso de mi casa, y todavía sin conocer ni hollar...!
Pero este pasado verano, mira tú por donde, unos cuantos amigos senderistas de los de Cehegín, me pusieron los dientes largos, pues pasaron una noche, en el refugio de Miramundos. Yo no pude sumarme, por razones que ahora no vienen al caso, pero me dije, en lo que queda de año, no pasa de que, de una vez por todas, incluya en este blog, una ruta, al menos una, que transcurra por la sierra Mágina. Y aquí me hallo, decidido a relatar en imágenes, lo que dio de sí, mi periplo por tan bonito rincón de nuestra variopinta geografía hispánica. Otro más, dicho sea de paso.
Como digo, y fiel a mi costumbre, me preparo unos cuantos pódcast de temáticas diversas, y un buen surtido de "mi musiquita negroide", para ir entretenido durante el viaje, y un jueves, salgo pitando hacia la localidad de Huelma, bien pasadas las seis de la mañana. He estudiado bien el punto de partida, y sobre todo, la pista de aproximación que llaman "Camino de la Tosquilla", que me genera alguna incertidumbre, pues por las referencias leídas, unos dicen que es una pista criminal, solo asequible a vehículos 4x4, y otros, que está divina y recién arreglada. La cronología de estos comentarios, parecen indicar que su estado actual es el de bueno, pero por si las moscas, me llevo el Dacia, que para estados de firme adversos, siempre responde de forma óptima.
Me he estudiado a conciencia el punto de acceso, para tenerlo claro, una vez haya sobrepasado Huelma, porque algunos senderistas montañeros, pierden un tiempo precioso, en dar con el punto correcto de inicio de ruta. Se pasan o no lo encuentran y cuando vienen a darse cuenta, han perdido media mañana.
En efecto, la pista de la Tosquilla, a la que en verano, echan la barrera, por hallarse restringido el paso de vehículos a motor, desde el 1 de Junio al 15 de Octubre, se encuentra en muy buen estado, apisonada y compacta. Con la debida precaución, con cualquier tipo de vehículo, por la estrechez del camino, por algún que otro cuestarrón y cerradas curvas, despacico y buena letra, como digo, se accede sin mayores problemas a la Tinada o Cañada de las Cruces (Cortijo de las Tosquillas), donde existe espacio más que suficiente para dejar el coche. Si lo subes hasta el mismo inicio del sendero, donde acaba la pista, te puedes encontrar que hayan varios coches ocupando el limitado espacio y no lo puedas dejar, e incluso encontrar cierta dificultad para darte la vuelta. Total, son dos kilómetros más o menos, que te pueden servir para calentar antes de introducirte por las rampas del sendero propiamente dicho. Si se acude por aquí en verano, sin tener en cuenta estos condicionantes, y aún así, no cejar en el empeño de coronar las máximas alturas de sierra Mágina, se vería uno obligado a hacer 12 kilómetros, entre ida y vuelta, de alpargatazo inmisericorde, sin demasiado interés, salvo la propia del esfuerzo físico, acumulando unos cuantos cientos de metros de desnivel, que no son moco de pavo, so pena de optar por la otra alternativa, esto es, coger la pista que sale de Mata Bejid, denominada, camino del Puerto de la Herradura, que te conduce al otro lado de la montaña, en la vertiente norte, no muy lejos del refugio Miramundos, que alzando la mirada lo puedes otear o intuir, arriba, a tu mano derecha.

Como ya no podía aguantar más, y el Cortijo de las Tosquillas se hacía esperar, he parado a la vera de unos pinos para echar una meada, y en esa aliviadora tesitura me hallaba cuando he consultado el Garmin y he visto, que lo tenía a pocos metros. Después de más de tres horas de viaje, estaba deseando ponerme en marcha, y he pensado, que bajo la sombra de los pinos, en un buen anchurón, podía dejar estacionado el coche, con seguridad y a salvo de la intemperie solar. Pensado y hecho, lo he puesto mirando para Huelma y mientras el entrevistado por Wild Project, posible futuro premio Nóbel español, hablaba de física cuántica, un tal Juan Ignacio Cirac, me he ido preparando los bártulos, ya digo, con la necesidad imperiosa de desentumecer los músculos, andando por la pista, echando virutas hacia las emblemáticas cumbres de la sierra, como si no hubiera un mañana, como si fueran a desaparecer, como por ensalmo, de un momento a otro.
Como ya se habrá podido observar sobre la cartografía, el trazado del recorrido, se hace a la contra de las manecillas horarias, aunque muchos senderistas, prefieren hacerlo en el sentido horario, para emprender las duras rampas, al inicio, cuando las fuerzas aún se hallan intactas, porque al confluir casi en el extremo de la cuerda, a caballo entre la Peña de Jaén y el Pico Mágina, su pasaje de Oeste hacia Este se hace más liviano, al picar hacia abajo, con el aliciente, de hacer la parada para el bocadillo, contando con el amparo y la comodidad del refugio. Porque tras este merecido descanso, mientras se disfruta del paisaje que rodea a Miramundos, ya solo restaría cerrar el círculo, a través de una bonita, reconfortante y distendida bajada, repitiendo el tramo del collado del Puerto, que ya conocimos en la ida. En fin, como siempre, son decisiones de cada cual o del que hace de guía del grupo.
Son las nueve y media de la mañana, cuando me pongo en marcha, y al frente, lo que primero destaca es la Peña de Jaén, con sus imponentes 2147 metros, y a mi izquierda, La Serrezuela, otra mole que se eleva a los nada desdeñables 1966 metros. Tras dos o tres curvas, enseguida aparece la Tenada de las Tosquillas, ubicada en el paraje, Cañada de las Cruces. No hay coches, lo que quiere decir, que si hay montañeros que han madrugado más que yo, deben haber dejado sus autos al final de pista.
Tras veinte minutos más o menos de caminata, llego al remate del camino de las Tosquillas. Solo hay un coche. Creo que voy a tener suerte, y no me voy a encontrar la sierra tan concurrida como he visto en algunos vídeos. Es la ventaja de emprender este tipo de rutas tan emblemáticas y por ende, frecuentadas, en días laborables. La que vemos en las siguientes imágenes, es La Serrezuela, y a continuación, las cumbres de Mágina que pretendemos conquistar.
En el centro de la imagen, destaca el Pico Mágina, techo de Jaén, sito a 2165 msnm, según la cartografía. Dentro de poco, nos veremos arriba, abordando la cuerda. La cosa promete.
La pista de las Tosquillas y la Tinada de las Cruces.
La zona, revela que se encuentra mimada, como todos los parques naturales, por la Junta de Andalucía, con miras al turismo senderista, y por ello, nos encontraremos, a lo largo de todo el recorrido, con diversos paneles interpretativos, como el abajo mostrado.
Se acaba la pista, obteniendo bonitas panorámicas de las elevaciones distantes que se yerguen a nuestra espalda, entre otras, las sierras de Montillana, Del Trigo, De Alta Coloma, etc.; y el más inmediato cerro Morciguillo que ya dejamos atrás y por debajo de nuestros pies y a nuestra derecha, las cuerdas del Milagro y de los Bolos que oscilan entre los 1800 y 1950 metros de altitud. También a mi izquierda veo que cae el barranco de las Covatillas.
El sendero en dirección al Collado del Puerto se pone cuesta arriba, pero no tan exigente que nos pueda dejar sin resuello. La subida es progresiva y muy llevadera. Se me antoja que asequible a casi para cualquiera, con un mínimo de forma física.
El sendero se encuentra balizado, con visibles postes de madera para situarte y no perderse, incluso en situación de abundante nieve.
La Serrezuela se hará omnipresente durante todo nuestro recorrido.
Atisbando el refugio Miramundos hacia el que me dirijo.
Atravesando el Collado del Puerto
Franqueamos una cancela con pasador, que hay que volver a echar y afrontamos unos repechos algo más exigentes de los hasta ahora superados.
Mirando hacia la Hoya de los Tejos, Cuerda del Milagro y la cadena de sierras referidas con anterioridad.
Tras sobrepasar el Collado del Puerto, nos adentramos en una zona de falso llano que la topografía denomina Hoya de los Tejos, por la existencia de algunos ejemplares de este milenario árbol, que en la actualidad se halla en vías de extinción. Me tropiezo con Antonio, jubilado de 67 años, natural de un pueblo de por aquí. Ha hecho su vida en Cataluña y alterna estancias entre la tierra que le vio nacer y el lugar donde pudo buscarse las habichuelas. Es el dueño del coche estacionado al final de pista. Viene del refugio y ha decidido acortar la tirada porque le están molestando, más de lo esperado, las cervicales. Así no lo está disfrutando. Parece muy buena gente este jienense. Nos despedimos y ahora sé que voy a tener a mi disposición la sierra en exclusiva para mí solo. No es que me importe demasiado tener conciencia de esta circunstancia, pero si tuviera algún tropiezo, las posibilidades de contar con auxilio, se reducirían drásticamente. Mejor llevar cuidado, por si las moscas.
A nuestra derecha va cayendo el barranco del Gargantón.
Afrontamos ahora las rampas más durillas del sendero, pero ya vislumbramos allá arriba, el contorno ondulante de la cuerda de sierra Mágina.
MeteoBlue me ha informado bien, y de momento la mañana muestra un cielo radiante, intensamente azul, despejado y luminoso.
Un último apretón, y ya estamos encaramados en el mismo lomo de Mágina, donde un rosario de carteles informativos nos muestra las distancias de puntos clave, en uno y otro sentido de la cuerda.
El primero de nuestros objetivos estrella nos queda hacia levante, apenas a 400 metros. Me dirijo allá sin dilación.
Uno de los alicientes más singulares que atesora este recorrido y por ende, la sierra Mágina, cuyo topónimo por derivación, procede al parecer, de la palabra "mágica", es que vamos a tener la oportunidad de observar a algunos bichos salvajes, entre ellos, profusión de cabra pyrenaica (cabra montés o íbice ibérico), pululando en su hábitat con total normalidad, ya que se hace evidente que están acostumbrados a la presencia humana. Si los sorprendes, como mucho, se alejan unos metros pero al poco se detienen y te observan. Pero no salen despavoridas como las cabras de antaño. Supongo que su comportamiento no será tan tranquilo e impávido, ante grupos de montañeros numerosos y ruidosos. A mí desde luego me ofrecieron la oportunidad de tomarles fotos a norre.
Avizorando la cuerda en dirección Oeste, que pronto afrontaremos, y las elevaciones sobresalientes, Pico Mágina y Peña de Jaén, que de forma ostensible, destacan en la siguiente imagen.
El refugio Miramundos ya lo tenemos a distancia de disparo de tirachinas y tiene el nombre y los hechos, como se suele decir, ya que se encuentra ubicado en un paraje estratégico, visualmente precioso, con vistas despejadas en los 360º, pintiparado para aprovecharlo y disfrutarlo al máximo, tanto dentro como fuera del habitáculo, sobre todo, en días de horizontes limpios y nítidos. Me da también que las cabras lo merodean porque están acostumbradas a que de vez en cuando, algún montañero las obsequie con golosina o comida de su gusto.
A lo largo de la ruta, me fui tropezando con numerosos grupos de entre cinco o seis miembros, siempre al mando de un machirulo con intimidante cornamenta que ejercía de líder y custodio de su particular harén. Parecían estar distribuidos por sectores delimitados del territorio y por esas zonas acotadas y organizadas entre ellos se movían. Algunos machos, te observaban atentamente, valorando quizá, si dar orden de emprender la huida o la embestida. Mi circunspección y respeto hacia los animales fueron máximos, y me limité a capturarlos a distancia con la cámara. Me ofrecieron algunas estampas hermosas y de lo más genuinas de la naturaleza, de claras connotaciones bravías, que me transmitieron la reconfortante sensación de que el viaje a tan distante destino de casa, bien había merecido la pena.
A unos cientos de metros del refugio, había un grupo de seis o siete ejemplares y merodeando el edificio, otros tantos, cada uno de ellos bajo la tutela de un semental de cuernos imponentes.
Singular promontorio, a tiro de piedra del refugio, con forma de cresta de un dinosaurio, que he leído referido como La Peña (raro es que no le añadieran el adjetivo de Rubia), a secas. Siguiendo la cuerda desde el refugio hacia el oriente, la cartografía denomina esta sucesión de cerros o peñascos, Morras del Poyo de Mágina, y más hacia el Este, la referida peña o también Cerro Lagunillas, prominencias que rondan o sobrepasan todas, los dosmiles.
Caída hacia el abismo a nuestra derecha del barranco del Gargantón, y los parajes Cueva de los Lobos, El Boquerón, La Fuentezuela, Cerro Gordo, etc.
Para que uno se haga una idea de lo apacibles, mansos y amigables que resultan estos ungulados, por cortesía, supongo, me preguntó uno de ellos por Viky, pues hasta estos contornos llegó su fama. Cuando le informé de su muerte, hace ya varios años, me dijo que no somos nadie y dio el pésame por tan triste a la par que insustituible e inconsolable pérdida; y se mostró de lo más solícito para con mi intención de tomarle instantáneas durante su bullir en libertad por la sierra. No me hice de rogar, claro.
Desde el refugio y mirando hacia el Norte, el vasto horizonte parece infinito. Mirando hacia abajo podemos intuir la pista del Puerto de la Herradura, y hacia el inmediato frente, los sucesivos cerros de Cárceles o Ponce, Cerrillo Vaquero, La Serrezuela de Bedmar, Monteagudo, de Enmedio, De la Sillita, etc, porque desde aquí, se ofrecen descollantes a la vista, un sinfín de elevados cerros; y también unas cuantas villas, bien distinguibles en la lejanía, verbigracia, Belmez, Bedmar, Albanchez de Mágina, Torres, Gimena, etc. En fin, con unos prismáticos, aunque sean regulinchis o de los chinos, se nos pueden ofrecer elementos más o menos asequibles a la vista, a los que poder echarles un vistazo y así, adquirir un visión orográfica, más o menos global del conjunto.
Bedmar
Cojín de Monja o Rascaculos, que en situación de nieve, "tanto le gustaban a la Viky". A estos lugareños, no parecen representarles el menor problema.
El frontis del refugio Miramundos, que he visto en vídeos, que no hace mucho, presentaba en su lateral izquierdo, un enorme termómetro, que ahora brilla por su ausencia.
El refugio, se encuentra sobre el nivel del mar a unos 2077 metros y parece acogedor y tiene todo lo necesario, incluso mejor equipado que otros que he tenido oportunidad de visitar. He leído que tiene una capacidad para albergar de siete a ocho personas, con más o menos holgura, con un altillo en plataforma de madera, sustentado con sólidas vigas de hierro, que hace de cámara dormitorio, a la que se accede por la escalera de hierro que se observa en la imagen. La misma desprende un fuerte olor a óxido, lo que resulta de lo más presumible. En el momento de mi visita, despedía la estancia una fuerte tufarada a tonel de vino mezclada con algo de tufillo a maría. A algún camarada montañero que se le debió derramar parte del contenido de un gran crianza o reserva. A este lugar es de cajón que no se debe acudir con un caldo peleón del montón o cartón San Simón del Mercadona. Se consideraría sacrilegio y el tacaño julandrón que incurriera en semejante tropelía, no merecería menos castigo que el de ser arrojado, sin clemencia ni piedad, por los cortados del Gargantón. En fin, las partículas de aquellos efluvios etílicos y psicotrópicos, remanentes suspendidas entre las cuatro paredes del refugio, me terminaron por aturdir un poco.
El refugio cuenta incluso con biblioteca para amenizar la estadía.
El libro de visitas, ilustrado con bonitos dibujos delineados a lápiz o carboncillo, ya no tiene espacio, esto es, hojas en blanco, para la pertinente rúbrica y hay que buscarse la vida en cualquier hueco que pueda quedar al efecto.
No permanezco mucho tiempo en el refugio, una vez contemplado y tomado el correspondiente registro, y ahora me dispongo a desandar lo andado para volver a la encrucijada donde se encuentra el cartel de cruce de caminos.
Ponemos tierra de por medio, respecto del Miramundos, pero entretanto, no es cuestión de desaprovechar el majestuoso paisaje que se nos sigue ofreciendo hacia los cuatro puntos cardinales. Esto es un disfrutar y no parar.
Los bichos se siguen mostrando atentos y complacientes para con el sensor de mi cámara. Alguno, de vez en cuando, me sigue preguntando por Viky. Resulta increíble que hasta estos derroteros pudiera llegar su celebridad y prestigio. ¡Qué pequeño es el mundo!
En la distancia, atisbo el giro y orientación que va adoptando el sendero que pronto voy a afrontar. Observo que pica en ascenso pero nada que resulte inquietante. Una subidica nada más. La ruta es muy llevadera y asequible para casi todo quisque. La sierra se sigue ofreciendo en exclusiva para mí. No se ve un alma en muchos kilómetros a la redonda, a no ser de la especie alada o cuadrúpeda.
El recorrido en solitario por esta sierra se convierte en algo así como una experiencia mística, ascética, de lo más reconfortante para fortalecimiento del espíritu. Reminiscencias que proceden de nuestros ancestros. El que no la ha probado no sabe lo que se pierde. Cada uno de estos momentos, es un regalo impagable que nos ofrece la vida.
Los hitos de madera, dispuestos cada equis metros, siguen jalonando el recorrido. Casi llevo el gps de mero colgante o adorno.
Otra grey caprina, que ante mi aspecto inofensivo, me saluda al pasar. La cornamenta del macho, mete miedo y es para mantenerle una prudente distancia, no sea que interprete que le quiero disputar, parte de su harén, y me tome por un rival o enemigo. Aquí el intruso soy yo, y no es cuestión de alterar su evidente indiferencia, interpretada por mí, acaso por hospitalidad.
¡Cuan atrevida es la ignorancia...!
FINAL DEL PRIMER CAPÍTULO




































































































































