16 marzo 2018

SIERRA DE LAS CABRAS por la cara NORTE (ALBACETE) I

Estoy en crisis, la crisis del caminante, podría denominarse. De la noche a la mañana, perdí el gusto, el placer de la caminata, de mis garbeos por Burete y limítrofes. Era pensar en calzarme las zapatillas y encasquetarme la mochila a la espalda y me invadía como una desazón, una hartura, un hastío, una anorexia andarina, un bajón emocional, que arrancaba de mí la pasmosa a la par que inquietante expresión del ¡anda y que se la casque! ¡Ya saldré otro día!, me decía. Y siempre me buscaba excusas. Que si amenaza de lluvia, que si demasiado frío, que si me encontraré mucha nieve, que si parece que tengo tocada la rodilla, que si estoy resfriado y no vaya a ser que me ponga peor, que si... Y claro, como no podía ser de otro modo, esa desgana, esa apatía, ese abandono, ha terminado por afectar también al regular ritmo y frecuencia de esta gaceta senderista, lo que así mismo podría considerarse por inducción o contagio, como una crisis bloguera en toda regla. ¿Habrá tocado a su fin esta recesión, esta depresión andarina? En todo caso, debo confesar, que a esta ruta de dificultad media que me ha de servir para reanudar mis paseos por el monte, tras estos casi tres meses de parálisis, le hice tres aproximaciones antes de por fin, culminarla. En el primer acercamiento, allá por el mes de enero, había tanta nieve, que después de tener que dejar el coche, bastante alejado del punto de inicio, (en terreno firme, asfaltado), tras dos horas y media de arrastrarme por pista, antes de comenzar siquiera la subida, me di cuenta, que la progresión se haría tan penosa que no solo terminaría por minarme, socavarme las fuerzas sino que hasta correría grave riesgo de que se me echara la noche encima, sin haber todavía completado el círculo, y lo que era más determinante, ¿a quien se le ocurría pretender subir una montaña nevada sin ir siquiera provisto de unas simples polainas...? Como decía Napoleón, retirarse a tiempo representa muchas veces una victoria, y eso es lo que hice, dar marcha atrás y volverme para el coche. Primera tentativa frustrada de subida a la sierra de las cabras por la cara norte. No transcurriría mucho tiempo cuando lo volví a intentar. Al llegar a Cañada de la Cruz, estaba chispeando y mirando para las Cabras, estaba el cielo más negro que el tizne, amenazaba lluvia intensa si por las alturas no estaba descargando ya, así que, para qué seguir, vuelta atrás y ya lo intentaríamos en otra ocasión. La nueva oportunidad tuvo lugar hace dos días. Entonces sí pude llegar al punto de partida, aunque con algunas dificultades pues el camino presentaba charcos y barro, hasta el punto de que el coche me culeaba. Al echarle un vistazo a la imponente pared rocosa de la vertiente norte de la sierra, pude cerciorarme de la gran cantidad de neveros que todavía permanecían. ¡Joer!, y yo en zapatillas y sin polainas, ¡válgame dios, qué paduana, qué caraja llevo! Previsor que es uno. Y un barrizal. Antes de atacar la subida a la cima por el barranco, es que tenía que salirme de la pista y avanzar atraviesa lindes porque me embarraba hasta no poder con el fango adherido a mis zapatillas. ¡Jopé, a ver si se trata de un aviso de la providencia que me advierte que debo abandonar, desistir, abortar la misión, antes de hallarme inmerso en situación peliaguda y por ende, irreversible. Esas señales, sobre todo si uno es supersticioso, que no es el caso, te ponen a estudiar, a cavilar, te inquietan, cabe incluso identificarlas con eso que llaman instinto...mi instinto me dice que, a la tercera va la vencida, qué pijos, aunque caigan chuzos de punta, la niebla me confunda o la nieve me llegue al ombligo, por Odín que hoy subo a las Cabras por la cara norte. Y eso es lo que hicimos mi Viky y yo. Y me gustó. De las tres o cuatro incursiones ergo itinerarios distintos que he utilizado para alcanzar el techo de Albacete, este es uno de los más disfrutones y asequibles para todo quisque que tenga un mínimo de condición física pues la ascensión hasta la cima ni se hace dura ni pesada. Todo el recorrido no llega a los doce kilómetros. La bajada desde el Cagasero, teniendo a la vista toda la amplia y despejada panorámica de los campos de Cañadas de Abajo y alrededores, me agradó y encontré muy entretenida. Este y el primer tramo de subida era el que me quedada por conocer de estos andurriales, porque con aquella gran travesía que hice desde el cerro del Mosquito hasta el vértice de las Cabras, ya pude constatar, la grandeza y belleza andarinas que atesora esta colosal sierra albaceteña.
El perfil de la ruta viene a ser este, aunque obviamos algunas ubicaciones dado que, una vez arriba, una intensa niebla envolvía toda la altiplanicie y no tenía mucho sentido, salirse del círculo para visitar Los Cacarines y La Atalaya, puntos que ya conocíamos y desde los que bien se colegía que no se veía a tres montados en un burro.
Fotografías correspondientes a mi primera incursión a la zona.
Ya se advierte que la pista se halla tapizada con dos palmos de nieve.
Mirando hacia Cañadas de Abajo
Profanando la nieve virgen.
Punto de partida de la ruta
Intimidante y nevada mole rocosa de la cara norte de la Sierra de las Cabras.
Pasando por el área recreativa de la fuente Carnina.
Y estas fotografías ya corresponden a las fotos que hice en la tercera ocasión y definitiva. Como se puede apreciar, aún quedaban bastantes neveros sin derretir.
Y como resulta obvio y natural, la sierra tiene que hacer honor al nombre por el que se la conoce y denomina.
Estas criaturas son inteligentes, y saben calibrar acertadamente, el grado de amenaza que la Viky y yo representábamos, así que, ante nuestra presencia, no se distanciaron mucho.
Soberbio calar entre la sierra del Talón y la del Taibilla.
Mirando en lontananza, esto es, "tirando pa Nerpio".
En el collado entre las sierras de Taibilla y Las Cabras, muy cerca de los Cacarines, atalaya que desistimos alcanzar, por vernos al poco envueltos en la niebla.
Mirando hacia el Cagasero
Hay que ver el mérito y valor de los montañeros de antes, que provistos a lo sumo, de brújula y mapa, sabían orientarse por la abrupta orografía, pese a condiones climatológicas de lo más adversas. En estos tiempos, con el gps, resulta todo mucho más sencillo y tranquilizador. Aunque caminando solo, sitiado en derredor por la niebla, no deja de resultar perturbador, evolucionar por la montaña casi a ciegas.
Pero la concentración nubosa, con la misma rapidez que nos rebozaba, se disipaba y así estuvo durante casi toda la mañana.
Los Cacarines quedan a nuestra espalda, de camino al vértice geodésico de las Cabras.
Por aquí me encontré muchos traicioneros neveros, ventisqueros con profundidad de nieve hasta más arriba de la rodilla, que sin polainas y en zapatillas, intenté eludir lo que pude. La membrana impermeable de las Adidas, funcionó empero a las mil maravillas. Se me humedecieron los calcetines pero no demasiado.
Por evitar los heleros, trepé por cuanta roca limpia se puso a mi alcance para seguir progresando. Una contrariedad que un asaltalindes de mi experiencia debió haber tenido previsto.
Después de salvar el paso embarazoso de los neveros, llegamos a una hermosa altiplanicie desde la que se divisa un majestuoso paisaje. La niebla no hace acto de presencia, lo que nos permite, de momento, disfrutar del panorama.
Unos cuantos buitres nos sobrevuelan.
Mirando hacia La Atalaya, que representa realmente la máxima altura de esta montaña.
Las Cabras (2080m) a la derecha, y la Atalaya (2088m) a la izquierda de la imágen
Caminamos por terreno cómodo y despejado, teniendo como referencia la zona más alta de la Sierra de las Cabras hasta que encontramos un repentino y abrupto descenso de algunos metros que desemboca en un collado. La bajada requiere algo de precaución y en ocasiones utilizar las manos aunque no reviste dificultad salvo la lógica precaución para no despeñarnos paredón rocoso abajo.
Desde el collado en que nos encontramos seguimos en la misma dirección y remontamos entre pinos, siguiendo paralelos el vallado cinegético que queda a nuestra derecha. Aquí me encuentro con nuevas acumulaciones de nieve que me entorpecen el avance. Aprovecho nuevo terreno rocoso limpio de nieve que tengo a mi izquierda en el intento de evitar que se vuelvan a humedecer mis pies. Ya tenemos a tiro de piedra el vértice geodésico de la cumbre de las Cabras, que en estos momentos se halla envuelto en la niebla. Como antes decía, esta fluctuación neblinosa será una constante durante toda la mañana. Desde este punto, y caso de haberse encontrado despejado el horizonte, hubiéramos apreciado, que al sur, existe una cota de mayor altura, la Atalaya, que es verdaderamente la cima de la sierra. Los montañeros con mejor suerte que yo en este día, pueden acercarse a la máxima elevación que supera en ocho metros (según el mapa) al vértice para totalizar los 2.088 metros y que se alcanza sin problema alguno caminando por terreno quebrado de lapiaces y grietas. Nosotros renunciamos llegar hasta él porque no se veía un carajo, existiendo una visibilidad de apenas unas decenas de metros en derredor.
FINAL PRIMERA PARTE.


1 comentario:

  1. Mi leido asaltalindes:
    Aunque tardío, un honor compartir tus incursiones serranas.
    Esas vistas a Nerpio, de seguro es como un anticipo al paraiso.
    Creo recordar en mi amplia inexperiencia e ignorancia serrana ; que cuando las nieves superan las rodillas , son denominadas nieves inglesas...dando honor a tan noble zona de la anaromía humana.

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