Tras haber superado el empinado y deteriorado camino zigzagueante por entre el infranqueable gollizno, llegamos a la verde dolina del Estepar, en dirección a las ruinas del cortijo del Calerista, que a malas penas se adivina en el centro superior de esta imagen.
En esta turbadora imagen se puede apreciar el alcance de la plaga lepidóptera que azota la hoya del Estepar y campos colindantes.
Una visión realmente inquietante.
Más si cabe cuando cada dos por tres nos tropezábamos con la familiar y amenazadora imagen de este bicho avanzando en perfecta formación en hilera, es decir, en procesión; de esta peculiar característica en su forma de desplazarse le viene dado su religioso y acaso nazareno nombre. Cabe decir, que en esta época del año, aún deberían estar resguardados de las frías temperaturas, en el interior de sus bolsones de seda. No ocurre así, porque como les sucede a las abejas, el efecto de las temperaturas cálidas tempraneras les perturba y altera su ciclo biológico y creen que ya estamos en febrero o marzo, a las puertas de la primavera, que es cuando bajan de los árboles y buscan un lugar para enterrarse y crisalidar dentro de un capullo para convertirse posteriormente en mariposa entrado el verano.
La procesionaria puede producir urticarias y alergias en personas y animales domésticos. Las orugas están recubiertas por unos pelillos urticantes que se dispersan y flotan en el aire, produciendo irritación en piel, ojos y nariz.
En animales domésticos, por ejemplo, animales curiosos como los cachorros de perro (los gatos son más cautos), son peligrosas las orugas de la Procesionaria del pino al chupar o tocar esta hilera en movimiento o a través de un nido que se haya caído, ya que contiene pelos urticantes. Los síntomas suelen ser inflamación de labios, boca y cabeza en general. El animal intenta rascarse, babeando exageradamente. Llegado el caso, es preciso consultar con un veterinario pues este insecto puede hacérselo pasar mal, pero que muy mal a nuestro perro. De ahí, que cuando atravesamos esta zona tan infectada, anduviera con el corazón encogido, primero por miedo a que yo mismo, en un descuido, rozara con mi cabeza uno de estos bolsones o que Viky reparara y curioseara más de la cuenta en este peculiar desfile gusanero, y ello nos amargara el día. Espero que los pinos no queden diezmados por tan agresiva epidemia lepidóptera.
Desde esta otra dolina, ya advertimos en la distancia, el poste del vértice geodésico del Puntal de la Zurdica.
Viky, cuando me entretengo más de la cuenta, mirando o disparando aquí y allá, pacientemente me espera. No le queda otra.
Justamente debajo de la Zurdica, a 1833 metros.
Pero antes de coronarla, es preciso darnos un garbeo por las inmediaciones que intuimos nos pueden ofrecer vistas más que interesantes.
Nuestro instinto montañero no nos falla.
Lugar para recrearse, solazarse...disfrutar.
Sin embargo, la procesionaria parece que quiere enseñorearse y dominar el paisaje.
Pero nosotros a lo nuestro...
A veces Viky ofrece la sensación de parecer ser consciente de la suerte que tiene por haber dado con un dueño que le ofrece la oportunidad de conocer un poquito de mundo; y no la desaprovecha.
Bonitas vistas para dispersarse y olvidarse hasta del propio yo.
Oteando las distancias desde esta atalaya, todo lo humano parece insignificante y pueril.
Los problemas mundanos desaparecen.
Horizonte y mente se ensanchan.
Pero no nos olvidemos de que hemos de consumar la conquista del techo de nuestra ruta...y allá que nos encaminamos.
La familiar e inconfundible silueta de la Montaña Sagrada no es capaz de eclipsarla ni un batallón de procesionaria.
Coronando la Zurdica.
Sopla el viento pero no hace frío. La estancia en este soleado, radiante, espléndido lugar se hace muy agradable.
FIN SEGUNDA PARTE
No hay comentarios:
Publicar un comentario