26 enero 2015

MIRADOR DEL ASERRADERO VIII (Y ÚLTIMO)


Caminar por entre la nieve se hace agradable e incluso divertido al principio, cuando las fuerzas están intactas, pero al cabo de unas horas, en que las energías comienzan a menguar, vencer la resistencia de la nieve, llega hasta aburrir por no decir cansar.
Pronto caería la tarde y el cielo inmaculadamente despejado parecía todavía más puro, translúcido, como un cristal azul, incrustado en el azul todavía más azul del horizonte.
Llegamos a los coches, con la sensación intensa, profunda, de haber vivido una jornada irrepetible, de convivencia con la naturaleza, con la vida, respirando la humana y genuina esencia que emana de nuestros ancestros.
Apenas un leve empujón sobre la trasera del mercedes bastó para liberarlo de su trampa y muy pronto, a bordo de los coches, y con la calefacción en marcha, nos sentimos invadidos de ese sopor, de esa placidez, de ese amodorramiento que tras de un ejercicio intenso, siempre se adueña de nuestro cuerpo y mente cuando nos relajamos.
Llegando a Almaciles paramos en la Venta la Cordoniz.
Era de obligado cumplimiento darle el colofón final al espléndido día que habíamos vivido y al poco de estacionar en la explanada del restaurante, me di cuenta de la ebullición amistosa que pululaba por doquier. Insignes miembros del club de montaña ADENOW, repartidos en varios vehículos y con su presidente a la cabeza, decidían como nosotros, hacer un alto, en el camino de regreso. Habían pasado el día en la Sagra y en el restaurante la Codorniz coincidimos todos.
Al ver a Asensio, el divertido y dicharachero a la par que buena gente, componente del comando Totana (de los que ya hemos hablado en este blog) y con el que ya había compartido, tiempo ha, una excursión por la sierra del Pozo, supe que ni pegando saltos habría de escaparme de tener que clavarme una de sus pelucas.

El rato pasado en el restaurante constituyó el digno remate a un día memorable.


Aquí formando parte del reparto, del elenco de actores que intervinieron en esta divertida carnavalada. Anticipo de lo que tendrá lugar estos días, dicho sea de paso.
La imágen está tomada con un móvil, no se le puede pedir más.
En esta otra, con mi amigo Asensio, que visto lo visto, mejor me hubiera quedado una de sus pelucas que ese horroroso gorro de piscina, que sin ser consciente del ridículo que hacía, adornó mi cabeza durante todo el día.
Con Toñi, Anabel y Asensio
Aquí con mis estupendos camaradas de ruta
Fue un día estupendo, sin duda; completo, redondo, perfecto.
Conducía de regreso a casa y mientras las líneas blancas de la calzada, se sucedían vertiginosas, me embargaba una sensación extraña; experimentaba como una arritmia, un latido disonante, un pulso interrumpido, algo que falta, como una sístole incompleta que no ha llegado al final y que malogra la diástole que impide pueda concluir todo el proceso del corazón bombeando sangre a todas las partes.
Mientras observaba las titilantes luces de Caravaca, coronadas por el bello resplandor de su santuario, supe de pronto qué me ocurría.
No había coronado la Guillimona. No había visto desde esta, la incomparable e hipnotizante figura de La Sagra. En resumen, no había completado la ruta.
Quedaba un vacio que era preciso ocupar hasta colmar.
Tres días después, mi Viky y yo pudimos gritarle al viento y al casco de esa barca invertida que teníamos enfrente, que la Guillimona era nuestra.
En esas landas blanquísimas, de horizonte inmenso, todo el prestigio está en el cielo, en las nubes, en sus colores, en sus luces. La tierra se presenta cubierta y humillada, como borrada. Algo sin valor al lado de la majestuosa silueta de la Sagra.

El viento frío sopla con fuerza en la cumbre.
Mi Viky ha gastado casi todas sus fuerzas durante la dura y penosa ascensión. Aún nos queda volver. Innumerables bolitas de nieve convertidas en hielo, lastran su menudo cuerpo. Nos encontramos diminutos, casi perdidos, insignificantes, rodeados de un mar de nieve. Ella comienza a temblar. De pronto siento miedo por ella. He sido un insensato. Un inconsciente. Un imprudente que merece ser fustigado y denunciado por la sociedad protectora de animales.
Pero ella y yo nos hemos visto en situaciones más difíciles y sabemos que en momentos así, es importantísimo saber conservar la calma y confiando el uno en el otro, infundirnos valor pues esas serán nuestras mejores armas.
Ese día le demostré, cargada con ella varios kilómetros, que yo sin mi Viky no soy nada. Que nunca la dejaré en la estacada...que aunque haya de fenecer en el intento, por proteger a mi Viky, camino, salto, trepo, vuelo o derrapo, y si es menester, reviento...
¡HASTA LA PRÓXIMA AMIG@S!

MIRADOR DEL ASERRADERO VII

 Ahora toca subir un pequeño y bonito barranco...
 Aquella cota sí que juraría es la cima de la Guillimona que ya coronaremos en otra ocasión
FIN DE LA SÉPTIMA PARTE